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VIVE PARA AGRADAR A DIOS

VIVE PARA AGRADAR A DIOS

 

San Jerónimo decía sobre las Escrituras: “Ignorarlas, es ignorar a Cristo”, e ignorar a Cristo, es ignorar la salvación que vino a darnos, ignorar sus enseñanzas que nos fueron dadas para que vivamos libres, en paz y con gozo, pues la Biblia nos da instrucciones sobre cómo debemos vivir y ésas instrucciones son útiles hoy como hace dos mil años pues la Palabra del Señor permanece eternamente, porque son Palabras de Dios escritas por personas escogidas a las que se les reveló «la Buena Nueva que ahora nos es anunciada» como dice 1Pe 1,25: “La palabra del Señor permanece para siempre. Esa es la palabra que a ustedes les fue predicada.” Y lo que se predica es el Evangelio, la enseñanza de Jesús y nuestra salvación por medio de su sacrificio en la cruz y la vida que Él vino a darnos, una vida plena, como dijo Jesús mismo en Jn 10,10b.
San Pablo nos enseña sobre cuatro puntos que debemos observar para llevar la vida que Dios tiene para nosotros, según dice el apóstol de los gentiles y otros autores bíblicos ya que, a pesar de ser distantes en tiempo y espacio, confirman y explican de diferente manera lo que Dios quiere que aprendamos para que vivamos plenamente, disfrutando de paz, gozo y amor.
Según la enseñanza de San Pablo que encontramos en Fil 2,1-4, menciona en primer lugar sobre “la unidad en el amor.” Dice ahí: «Si Cristo les ha dado el poder de animar, si el amor los impulsa a consolar a otros, si todos participan del mismo Espíritu, si tienen un corazón compasivo, llénenme de alegría viviendo todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros.»
Luego, en los v 5 al 9 escribe sobre la humillación de Cristo, pero también de su glorificación, dice: «Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, el cual: Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz.” Y a continuación dice que por su obediencia: “Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.» Entonces, al reconocer a Jesucristo como nuestro Señor, estamos glorificando a Dios Padre.
Continuamos en Fil 2. En los v 12 al 18 continúa enseñando sobre la obra de la salvación, y dice: «Por tanto, mis queridos hermanos, así como ustedes me han obedecido siempre, y no solo cuando he estado entre ustedes, obedézcanme más ahora que estoy lejos. Hagan efectiva su propia salvación con profunda reverencia; pues Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo. Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones, para que nadie encuentre en ustedes culpa ni falta alguna, y sean hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillen ustedes como estrellas en el mundo, manteniendo firme el mensaje de vida. Así, cuando venga Cristo, yo podré sentirme orgulloso de ustedes, sabiendo que no he corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi propia vida sea sacrificada para completar la ofrenda que ustedes hacen a Dios por su fe, yo me alegro y comparto esa alegría con todos ustedes. Alégrense ustedes también, y tomen parte en mi alegría.»
En esa epístola llama la atención que Pablo se ocupa del bienestar espiritual de los miembros de la Iglesia que fundó, como ahora de nosotros, que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y nuestro Señor, por lo tanto que también glorificamos a Dios. Esto revela que San Pablo no era solamente un gran misionero, sino también un gran pastor que enseñó a los seguidores de Jesús cómo debían conducirse en todos los aspectos de la vida. En ese pasaje notamos cuatro enseñanzas del apóstol que son obligadas en la conducta cristiana.
La primera la encontramos en el verso 12 «trabajen por su salvación con temor y temblor». Y haciendo actual la enseñanza de San Pablo, esto significa que debemos luchar con todas nuestras fuerzas para mantener la salvación que hemos obtenido por el sacrificio de Cristo que, si bien no nos ha costado, a Él le costó su vida, que entregó en la cruz del Calvario.
La segunda enseñanza está en el verso 14, que dice: «Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones» y como él tiene clara la tendencia humana, trata el mismo punto más directo para que los creyentes de hoy lo tomemos en cuenta y no nos quejemos, ni murmuremos, ni discutamos. Dice en 1a.Tim 6,8: «Mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso.» Esto concuerda perfectamente con la enseñanza de Jesús que leemos en Mt 6,25-32, (solo leeré los versos 25, 31 y 32.) «Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan.»
En su 1ª Cor 10,10 encontramos una seria advertencia, Dice, San Pablo: «Ni murmuren contra Dios, como algunos de ellos murmuraron, por lo que el ángel de la muerte los mató.» haciendo referencia a lo que sucedió cuando el pueblo hebreo en el desierto murmuró y se quejó en contra de Moisés y Aarón, como dice Nm 16,49, “al atacar a los elegidos por Dios para salvar a su pueblo y guiarlo a la tierra prometida, también actuaron contra Dios, por lo que el Ángel de la muerte, mató a catorce mil setecientas personas. Con esto, San Pablo nos previene del castigo que podríamos padecer si hablamos contra Dios.
Por la importancia de este punto, San Pablo lo trata también en Fil 2,14 en donde escribió la orden breve pero enfática: «Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones.» Y sobre la murmuración, encontramos en Stg 4,11-16, otra enseñanza que dice: «Hermanos, no hablen mal unos de otros. El que habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas a la ley, te haces juez de ella en vez de obedecerla. Solamente hay uno que ha dado la ley y al mismo tiempo es Juez, y es aquel que puede salvar o condenar; tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?» Es decir, solo a Dios le está reservado juzgar.
San Pedro enfoca este tema positivamente cuando en su 1 Pe 2,12 dice: «Condúzcanse bien entre los paganos (los que no creen en Dios). Así ellos, aunque ahora hablen contra ustedes como si ustedes fueran malhechores, verán el bien que ustedes hacen y alabarán a Dios el día en que él pida cuentas a todos.» Ese “conducirse bien” significa, sin chismes, sin habladurías, sin murmuraciones y sin discusiones vanas sobre las Sagradas Escrituras, que son guía de lo que Dios ordena y espera de nosotros y no están sujetas a opiniones o interpretaciones personales. No cumplir con esto, como nos ha enseñado la historia, ha sido motivo de discordias y cismas entre el pueblo de Dios.
En la 1ª Tim 1,3-4 Pablo le dice a su discípulo Timoteo: «Tal como te rogué al salir para Macedonia que te quedaras en Éfeso para que instruyeras a algunos que no enseñaran doctrinas extrañas, ni prestaran atención a mitos y genealogías interminables, lo que da lugar a discusiones inútiles en vez de hacer avanzar el plan de Dios, fundado en la fe.» Más adelante, en 6,3-5 dice: «Si alguien enseña una doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, es que está cegado por el orgullo y es un ignorante que sufre la enfermedad de promover discusiones y polémicas, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, y constantes pleitos entre hombres de mente depravada, que están privados de la verdad, que suponen que la piedad es un medio de ganancia.» (un negocio.)
Al principio de la carta a los romanos, Pablo nos deja una enseñanza que debemos conocer para entender que muchos de los problemas sociales que nos aquejan hoy, son producto de ir contra estas enseñanzas de Jesús transmitidas por el apóstol de los gentiles, pues solamente si conocemos la voluntad del Señor y la obedecemos, podremos no solamente vivir conforme a ellas, sino luchar contra aquellos a los que se refiere como hombres de mente depravada, para que no influencien a la sociedad de ir contra la naturaleza humana ni contra los mandamientos de Dios. Leemos de Ro 1,20-31: «los malvados no tienen disculpa. Pues aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras. Decían que eran sabios, pero se hicieron tontos; por eso, Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, por eso, Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza; de la misma manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen acciones vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el castigo merecido por su perversión.» Podemos ver el sida como el castigo que menciona San Pablo, y continúa: «Como no quisieron reconocer a Dios, los entregó a un perverso sentir que les lleva a realizar acciones indignas. Están llenos de toda clase de injusticia, perversidad, avaricia y maldad. Son envidiosos, asesinos, pendencieros, engañadores, perversos.»
¿No es ésta la imagen de quienes pretenden tergiversar el concepto de sexo para, como dice Pablo, cometer acciones vergonzosas por la perversión de sus mentes? ¿o la de quienes se toman el derecho de matar a inocentes no nacidos, para egoístamente, continuar disfrutando de sus perversiones y pasiones? ¿no es esta la imagen de quienes se encuentran en puestos de poder, y debiera ser para servir al pueblo que los eligió, pero que utilizan su cargo para robar, matar y destruír, como definió Jesús a la obra de satanás?
Y en 1Co 6,9-10, “¿Es que no saben que los malvados no tendrán parte en el reino de Dios? No se engañen: ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores tendrán parte en el reino de Dios.” Quienes viven de cualquiera de esas maneras, confiése su pecado y cambie de vida. Dios los está esperando, por eso instituyó el Sacramento de la Reconciliación o confesión, para lo cual se deben cumplir las siguientes condiciones: realizar un examen de conciencia, tener dolor y arrepentirse del pecado cometido, tener el firme propósito de enmendarse, de no pecar más, confesarse ante un sacerdote, que es el representante de Cristo y cumplir con la penitencia que él imponga. Hacerlo es una manifestación de que se reconoce la falta cometida en contra de la voluntad de Dios, pero también de fe y confianza en el amor de Dios que nos permite volver a Él, recibir su amor y su Gracia para no caer más en el pecado confesado.
Lo escrito hace casi dos mil años por Pablo, el último apóstol, como dice en su 1ª Cor 15,9, es tan actual, como toda la Biblia. Él describió algo que también está sucediendo hoy, y sus enseñanzas nos ayudan a vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y a mantenernos limpios de mente y corazón, por lo que debemos actuar con el respaldo del conocimiento de la verdad de Dios que se encuentra en la Biblia, así como comunicarles, a todos cuantos podamos, ese conocimiento, pues como bautizados, también debemos actuar como mensajeros de la Buena Nueva de salvación por el sacrificio de Jesús y velar por que sean muchos lo que se vuelvan a Dios para que sean perdonados y reciban la vida plena que Jesús da. Esto debe ser también, motivo de oración para que Dios nos use como sus instrumentos y toque los corazones de las personas a las que les demos el mensaje que los puede salvar por la eternidad
Debemos combatir el mal con el bien, como también les dijo Pablo en la carta dirigida a los creyentes de Filipos 2,3-4 dice: «No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que los otros son mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros.» Y el bien máximo que podemos realizar por nuestro prójimo es darles a conocer la salvación eterna por medio del sacrificio de nuestro Señor Jesús. Esto tiene relación directa con la tercera enseñanza de San Pablo que encontramos es el verso 15 que dice: “que nadie encuentre en ustedes culpa ni falta alguna, y sean hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillen ustedes como estrellas en el mundo” Esto significa que no importa el ambiente en el que debamos movernos cada día, y que, entre quienes no creen, debemos brillar como estrellas por nuestra conducta limpia y pura.
Y en 1ª Tes 5,5 dice refiriéndose a los seguidores de Jesús: «Todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día; no somos de la noche ni de la oscuridad.» Debemos tener claro en dónde nos ubicamos. O pertenecemos al Reino de la Luz, o al de las tinieblas. Nuestra conducta es la que lo definirá, no es por lo que queremos ser y hacer, sino la forma en la que vivimos la que nos ubicará donde pertenecemos.
La cuarta enseñanza que nos da San Pablo en Fil 2,16 nos invita a «Mantener en alto la Palabra de Vida» es decir que debemos considerar la Sagrada Escritura como la más importante dirección de nuestra vida por lo que debemos estimarla y obedecerla. Dice en Heb 4,12 «Ciertamente, la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.» Haciéndonos saber que Dios conoce lo más profundo de nosotros, por lo que no podemos esconderle nada. También San Pedro, se dirige a los seguidores de Cristo, y refiriéndose a las Escrituras dice: «Ahora ustedes, al obedecer al mensaje de la verdad, se han purificado para amar sinceramente a los hermanos. Así que deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas. Pues ustedes han vuelto a nacer, y esta vez no de padres humanos y mortales, sino de la palabra de Dios, que es viva y permanente.» 1ª Pe 1,22-23
San Pablo en Rom 10,17 dice que “la fe nace de una proclamación del mensaje de Cristo.” que va relacionado con Lc 8,21 en donde leemos que Jesús dijo en el Sermón del Monte: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.» Y en Mt 4,4 dice Jesús: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»» Esto nos enseña que para vivir plenamente, debemos conocer la Biblia y vivir de acuerdo a ella. Y en Mr 8,38 enseña su importancia, dice: «Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.»» Pero también nos anima cuando leemos Jn 5,24 «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.» y lo confirma más adelante en 8,5 cuando dice: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás.» Con ello nos invita a ser fieles a su voluntad expresada en las Sagradas Escrituras, y San Pablo nos hace ver que esto es posible «Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder» 1a Cor 4,20
Resumiendo, los consejos para ser verdaderos seguidores de Cristo son: “Tengamos unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús: vivamos todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagamos nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros. Hagámoslo todo sin murmuraciones ni discusiones, para que nadie encuentre en nosotros culpa ni falta alguna, y seamos hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillemos como estrellas en el mundo, manteniendo firme el mensaje de vida,” es decir guardando la Palabra de Dios, viviendo según las enseñanzas, normas y Mandamientos que están en las Sagradas Escrituras. Y agradecidos por todo cuanto hemos recibido de nuestro Padre celestial por medio de nuestro Señor Jesús, doblemos las rodillas y reconozcamos que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre, que nos anima a que obedezcamos su voluntad cuando nos dice: «Conozco tu conducta: mira que he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre.» Ap 3,8
Obedece la voluntad de Dios, vive según su dirección, así te mantendrás grato a Él y te bendecirá.
Que así sea.

Realizado en Septiembre de 2001, editado y ampliado para Faro de Luz en Octubre 2017, en Julio de 2021 y en Septiembre de 2024

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