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TENTACIONES DEL MUNDO Y DE LA CARNE

COMO VENCER LAS TENTACIONES 3ª parte
LAS TENTACIONES DE LA CARNE Y DEL MUNDO

En Jn 3,6 dice Jesús “De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu.” Con esto debemos entender que carne y espíritu están enfrentados. Entonces, andar según la carne es opuesto a vivir según el espíritu y los cristianos son aquellos que andan, no según la carne, sino según el Espíritu, según Dios esto significa que los cristianos son los que conocen la voluntad de Dios manifestada en las Sagradas Escrituras y la obedecen.
En las enseñanzas tradicionales, los siete pecados básicos o capitales son: el orgullo, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza; pero hay otras tendencias pecaminosas de la carne que sirven como fuentes de tentación, como son, el miedo, el odio, la venganza, la incredulidad y la mundanidad.
Algunas tentaciones, como escuchaste en un programa anterior, vienen directamente de satanás y los demonios, que nos sugieren los malos pensamientos que nos llevan a hacer cosas malas, cosas que nos hacen daño a nosotros, a nuestro prójimo y a Dios, a quien le duele el sufrimiento de nosotros, sus hijos. Ro 6,23 dice en la primera parte “El pago del pecado es la Muerte” pero en la Segunda parte nos anima cuando nos dice que “Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.” Confirmándonos con esto que el sacrificio de Jesús nos libró del castigo que merecíamos por haber pecado y con ello de la Muerte eterna y que, con su resurrección mostró su poder por el cual las puertas de la vida eterna fueron abiertas para quienes lo reconocemos como Salvador y Señor.
Satanás tiene poder como dice San Pablo en Ef 6,12: “Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea.” Y si le abrimos las puertas de nuestra vida, con ese poder es capaz de manipular nuestra carne, que es la base de los deseos y apetitos, por lo que las tentaciones que nos llegan enfocadas en la debilidad de nuestra carne, que, por sus tendencias pecaminosas, pueden llegar a producir en nosotros, acciones opuestas a la voluntad de Dios.
Entonces, si Satanás es tan poderoso ¿Cómo superar la tentación? ¿Que podemos hacer “en el momento de la tentación”? Como dije en el tema anterior, “si nos centramos únicamente en el momento en que la tentación llega, con facilidad saldremos derrotados pues la mayor parte del trabajo que debemos hacer para vencerla es la prevención”, por tanto, para tener éxito en resistir la tentación necesitamos establecer una base sólida para que podamos resistir, cultivando las virtudes, frecuentando los Sacramento de la Reconciliación o Confesión, y la Eucaristía o Comunión, también realizando mortificaciones de nuestra carne, por ejemplo “ayunando”, sirviendo al prójimo, realizando obras de Misericordia, profundizando en nuestra vida de oración y sobre todo, en nuestra relación con Dios. Pero también debemos evitar las ocasiones de pecado, fijar nuestros pensamientos “más en Dios y menos en el mundo”.
Con esto notamos que, en el panorama de las tentaciones, ocupando un lugar especial, entra otro enemigo de nuestra alma: el mundo, que, como una gran vitrina que presenta lo que nos puede llevar a dejar las enseñanzas de Dios, como hizo el diablo con Jesús después de su ayuno en el desierto y así como Jesús lo confrontó y lo rechazó con las Sagradas Escrituras, nosotros debemos también defendernos con ellas pues son descritas por San Pablo como la Palabra de Dios que es la espada de con la que podremos defendernos, pero también atacar a los enemigos de nuestra alma.
Otras formas de prevenir las tentaciones son: renovar nuestro interior con frecuencia, haciendo nuestro examen de conciencia para deshacernos de lo que descubramos no es grato a Dios; también fortalecer las virtudes que nos ayudarán a salir vencedores en nuestras batallas espirituales. Dice San Pablo en Ro 12,2: «No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto.»
Entonces, si nos mantenemos atentos, frecuentamos los Sacramentos de la Reconciliación o Confesión, y la Eucaristía o Comunión, realizamos mortificaciones de nuestra carne, dejando algo que nos agrada para dominar nuestra carne y fortalecer nuestro espíritu; si leemos, estudiamos y meditamos las Sagradas Escrituras, para conocer la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto; y fortalecemos nuestras virtudes; las tentaciones, aunque lleguen a nosotros, disminuirán y su intensidad será más débil, por lo que podremos vencerlas.
Sabiendo esto, y conociendo la importancia de no ofender a Dios, consideremos otros consejos, pues, si nos limitamos a ignorar los pensamientos pecaminosos, o resistirlos sin una buena base que nos ayude a mantenernos firmes en la voluntad de Dios, los resultados serán desalentadores o un fracaso para nuestra vida espiritual porque resultaremos cayendo en la tentación. Por lo que nos corresponde esforzarnos y hacer lo mencionado para prepararnos y fortalecernos para vencer las tentaciones. Para lograrlo podemos realizar también las siguientes prácticas para crear una base fuerte que nos ayudará a ese fin. Aunque puede haber muchas más, las ocho acciones que presentaré, a continuación, son muy sencillas de realizar, pero sus resultados son muy efectivos.
La primera es: Crecer en el conocimiento de Dios, de su voluntad y de nuestras fortalezas y debilidades. Conocer más a Dios y su voluntad lo lograremos al leer, estudiar y meditar las Sagradas Escrituras. Esto es muy efectivo para que conozcamos las bendiciones que Dios tiene para nosotros, lo que debemos hacer para mantenernos bajo su protección y amor y lo que no debemos hacer pues nos alejaría de Él, Las escrituras también nos mostrarán lo que somos para Él y cuanto nos ama.
Para conocer nuestras fortalezas y debilidades es conveniente hacer, cada día, un examen de conciencia anotando nuestros aciertos y nuestras fallas, y si cumplimos o no la voluntad de nuestro Padre celestial. Al conocerlas podremos robustecer nuestras fortalezas y con la ayuda del Espíritu Santo, trabajar en el fortalecimiento de las virtudes para dominar y corregir nuestras debilidades y no caer en las tentaciones. Esto implica 1° que aceptemos que nada somos sin Dios y 2° que buscamos Su gracia y su dirección, pero esto requiere que nos esforcemos para lograr un progreso constante con humildad, gratitud y dependencia de Dios.
La segunda práctica está relacionada con la anterior porque al conocer nuestras debilidades más comunes: lograremos detectar nuestro defecto dominante. Al hacerlo, debemos aprender a dominar y superar esas tendencias. El examen de conciencia diario nos ayudará a lograrlo, porque nos centra a ver en profundidad, nuestras fallas predominantes. Esto nos ayudará también, a prepararnos para la confesión, la cual nos otorga gracia para vencer nuestras debilidades. Entiéndase gracia como la fuerza que recibimos, por iniciativa de Dios, para superar las pruebas y en el caso de la confesión la fuerza para no caer nuevamente en los pecados confesados, de los que fuimos absueltos.
La tercera práctica es: Centrarnos en las raíces del pecado, sobre todo en los 7 pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, pero también otras que son fuentes de pecado como el miedo y la ingratitud. Esto significa que debemos entender lo que son y lo que hacen para hacernos caer, porque al saberlo, obtendremos, con la gracia de Dios, dominio sobre ellos, para entonces, enfrentarlos y expulsarlos de nuestra vida.
La cuarta práctica es: Seguir a Cristo, tomar nuestra cruz y negarnos a nosotros mismos. Esto significa dejar cosas que nos agradan para dominar nuestro cuerpo y fortalecer nuestro espíritu, y lo lograremos mortificándonos; porque las mortificaciones implican derrotar, con la gracia de Dios, las excesivas demandas de la carne, sus tendencias pecaminosas, sus concupiscencias (los instintos y pensamientos que surgen de nuestra naturaleza carnal), así como las actitudes pecaminosas, como la venganza y el odio. Ayunar, por ejemplo, es una manera de ganar dominio sobre nuestro cuerpo y autoridad sobre las pasiones que nos llevan a buscar satisfacernos con placeres que nos conducirán a la muerte espiritual, a la muerte eterna.
La quinta práctica que mencioné antes es: Crecer en las virtudes, que son las actitudes o hábitos que van contra los vicios. Las virtudes son patrimonio moral del hombre que nos ayudan a comportarnos bien en toda circunstancia, es decir, a hacer lo bueno. Santo Tomás se refiere a la virtud como “una buena cualidad de la mente, por la que se vive rectamente y de la que nadie puede servirse para el mal».
Debemos tomar en cuenta que las virtudes naturales se adquieren con la repetición constante de actos buenos, mientras que las virtudes sobrenaturales, son hábitos inspirados por Dios junto con la gracia santificante que se infunde en el alma mediante el bautismo. Las principales son las teologales: fe, esperanza y caridad, ya que tienen a Dios como objeto formal, mientras que las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y la templanza son las que perfeccionan y elevan las virtudes adquiridas por el esfuerzo humano. mientras que las cardinales tienden a un bien finito. En lo que se refiere a las tentaciones, Santo Tomas enfatiza dos virtudes, dice que la voluntad humana se ve obstaculizada de seguir la rectitud de la razón de dos maneras: ● En primer lugar, por dejarnos llevar por un objeto de placer “distinto de lo que exige la rectitud de la razón”. Pero ese obstáculo podemos eliminarlo con la virtud de la templanza que es el dominio de sí mismo, es decir, nos ayuda a no dejarnos vencer por los placeres de los sentidos. ● Y en segundo lugar, la voluntad humana se ve obstaculizada a través de la voluntad de no querer seguir lo que es conforme a la razón. Y para eliminar este segundo obstáculo necesitamos la virtud de la fortaleza que nos mantiene firmes en la voluntad de Dios cuando tenemos dificultades y nos hace constantes y perseverantes en la búsqueda de la verdad, por lo que ayuda a resistir las tentaciones.
La sexta práctica a realizar para superar las tentaciones es: Purificar nuestros Sentidos (la imaginación, la memoria, el intelecto y la voluntad.)
● Purificar nuestros sentidos significa cuidar nuestros ojos y oídos, así como la excesiva necesidad de comodidades y placeres corporales.
● Purificar la imaginación – significa que busquemos introducir pensamientos santos en nuestra mente con el fin de desplazar los pensamientos necios, impuros y profanos.
● Purificar la memoria – significa borrar nuestros pecados ya confesados y perdonados, es decir no pensar más en ellos y sustituirlos con cosas santas. Así nos alimentaremos de lo que es santo y eliminaremos lo que es doloroso o pecaminoso.
● En cuanto a purificar el intelecto – eso lo haremos al estudiar la Sabiduría de Dios que encontramos en la Biblia pero también otros buenos libros teológicos y espirituales, p/ej: los que tratan de la vida de Jesús o la vida de santos, cuyos ejemplos pueden mostrarnos el camino de nuestra propia santificación. Así, estaremos alejados de la locura del mundo y transformados, por la renovación de nuestras mentes con formas espirituales de pensamientos enraizados en el amor y sabiduría de Dios.
Por ejemplo, Jesús recurrió a las Escrituras para resistir las tentaciones en el desierto. De esa manera nos enseñó que nuestro intelecto se debe llenar de la sabiduría de Dios para refutar al diablo, a la carne y al mundo.
– También debemos purificar nuestra Voluntad. Esto lo lograremos al crecer en el amor a Dios y al prójimo y actuar menos por amor a nosotros mismos. Lo haremos practicando las virtudes para rechazar los vicios. En la medida que las virtudes crecen, se hacen más naturales en nuestro comportamiento, por lo que haremos las cosas buenas con mayor facilidad y naturalidad, entonces, los vicios se debilitarán y podremos vencerlos.
– La séptima práctica que debemos fomentar para superar las tentaciones es: Confesarnos y Comulgar regularmente ya que con estos Sacramentos recibimos la gracia, para crecer en el deseo de agradar a Dios, para evitar caer en las tentaciones y con ello, crecer en santidad. Con la Sagrada Comunión nos fortalecemos, pues al tomar la Hostia consagrada, estamos recibiendo a Jesús en cuerpo, alma y divinidad, y puesto que con ese acto también nos entregamos a Él, nos volvemos cada vez más como Jesús a quien recibimos.
Y la octava práctica para superar las tentaciones es: Orar. Pero debemos entender la oración, no como mera recitación, sino como la comunicación con Dios que nos lleva a tener una unión cada vez más profunda con Él y a conocer Su amor que nos transformará para que busquemos agradarlo siempre y en todo cuanto hagamos, tratando de alcanzar nuestra santificación, actuando con bondad y misericordia, buscando la verdad alejándonos del pecado.
Como notamos, antes del momento de la tentación, debemos preparemos mucho. Así que hagamos lo que necesitamos para estar equipados y evitar las tentaciones que llegarán. Las virtudes que desarrollemos para hacernos fuertes contra las tentaciones serán de mucha ayuda, además, nos llevarán a una vida mejor y más grata a Dios y a nuestro prójimo.
Que Dios nos bendiga, nos fortalezca y nos ayude a prepararnos adecuadamente para vencer las tentaciones que el mundo a través de la carne pondrá en nosotros, como dice San Pablo en Ro 8,37: “Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas” y al salir vencedores podremos disfrutar de la vida plena y abundante que Jesús vino a darnos.
Que así sea.

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