CÓMO DEFENDERNOS DE LAS TENTACIONES 2 – CONOCIENDO AL ENEMIGO
CÓMO DEFENDERNOS DE LAS TENTACIONES 2 – CONOCIENDO AL ENEMIGO
Dije en el primer programa de la serie COMO DEFENDERNOS DE LAS TENTACIONES, que así como reconocemos que convivimos con las tentaciones, debemos también saber que hay formas de evitar que caigamos en ellas, por ello en la segunda parte del tema no enfocaremos en CONOCER AL ENEMIGO.
La consecuencia de que la tentación llegue a nuestra vida y no luchemos contra ella es el Pecado, que podemos definir como la acción en contra de la ley de Dios, u omisión voluntaria de la misma, que consiste en decir, hacer, pensar o desear algo que va contra los mandamientos de la Ley de Dios o de la Iglesia, aunque también es pecado faltar al cumplimiento del propio deber y a las obligaciones particulares.
Como hijos de Dios, estamos llamados a vivir una vida plena de libertad, de paz, de gozo y disfrutando de muchas bendiciones, como dice 1Co 2,9: “Dios ha preparado para los que lo aman cosas que nadie ha visto ni oído, y ni siquiera pensado.” Pero, si comparamos esta cita con nuestra vida, ¿podemos decir que vivimos en plenitud? ¿Que estamos disfrutando las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros? ¿Nos sentimos libres de toda atadura? ¿O eres presa fácil de las tentaciones?
Para ser verdaderamente libres, y disfrutar la vida que Jesús vino a darnos, tenemos que hacer nuestra parte: resistir y combatir los ataques del enemigo eficazmente. Para ello primero debemos conocer a ese enemigo, por lo que, en este programa, segundo de la serie, COMO DEFENDERNOS DE LAS TENTACIONES, vamos a mostrar algunas de sus características y la forma en la que, ese enemigo, utiliza nuestras debilidades, las cuales conoce muy bien, para que caigamos en las tentaciones, que son trampas con las que pretende que nos alejemos de Dios.
Aunque Satán tiene poder, no es infinito, puesto que no es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura, por lo que no puede impedir la edificación del Reino de Dios, y aun cuando actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños, de naturaleza espiritual e incluso de naturaleza física, en las personas y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero debemos recordar que «en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» Ro 8,28.
Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida que la hace estar inclinada al mal, da lugar a graves errores en la educación, la política, la acción social (cf. CA 25) y las costumbres como podemos darnos cuenta en el caos en que está sumido el mundo, lo cual nos hace pensar que hay una fuerza eficiente operándolo, y en especial, cuando notamos que esto es algo de lo que no se habla. Y no se habla de quien está detrás de todo esto porque es una de las formas que ese enemigo llamado diablo, trata de evitar que se luche en su contra al no figurar en la vida de las personas. Por esa razón el Diablo ha trabajado arduamente para que se crea que es solamente un mito, que es una idea pasada de moda.
Conforme vayamos a avanzando en la comprensión de la existencia del demonio como generador de todo ese caos, comenzaremos a descubrir las sutilezas con las que actúan los demonios, especialmente al hacernos pasar las tentaciones como cosas que vienen de Dios.
El Diablo es un enemigo poderoso y astuto, y la destreza y las tretas que usa para evitar que las almas caminen por el camino de la perfección son terribles. Para hacerlo, el diablo engaña, corrompe, y seduce, y como seguramente hemos experimentado más de una vez, las tentaciones son una experiencia ordinaria.
Como diría Santa Teresa de Jesús, nuestras propias inclinaciones perversas y mal humor, también nos causan mucho daño, pero es justo decir, sin embargo, que el diablo es indirectamente la causa de todos los defectos que surjan de nuestra naturaleza, en el sentido de que, como consecuencia del pecado original, el diablo introdujo el desorden y el deseo desmedido de satisfacción carnal en la naturaleza humana. Y esto es así, porque trata de hacernos caer utilizando las debilidades de la naturaleza humana.
Debemos darnos cuenta, que los demonios son seres intelectuales puros, no seres racionales como nosotros, que poseen un conocimiento muy grande de nuestras debilidades y disposiciones las cuales utilizan para tentarnos.
Santa Teresa de Jesús escribió: “El diablo sabe muy bien cómo tomar ventaja de nuestra naturaleza y de la poca comprensión que poseemos de cómo actúa en contra nuestra”. Y debemos tener en consideración que “La tentación que proviene de los demonios es más fuerte que las tentaciones del mundo y la carne, porque los demonios se refuerzan con estos otros dos enemigos, con el fin de librar una guerra fuerte”, ya que el diablo sabe cómo explotar nuestros instintos y pasiones, así como la debilidad de nuestra carne y nuestro orgullo.
Entonces, para defendernos, debemos saber cuáles son las formas en las que el demonio nos tienta. Por lo general, ese tipo de tentación afecta concretamente, la imaginación, la memoria, y el impulso del alma hacia las cosas sensibles, que percibimos por los sentidos, los cuales son importantes para el uso y el control de nuestras emociones. Tentándonos en estas áreas, los demonios perturban el apetito sensorial es decir, nuestro deseo de sentir que indirectamente afecta el intelecto y la voluntad.
El diablo sabe que una tentación abierta o evidente, no causará la caída de un alma vigilante, es decir de una persona que ora, que conoce la Biblia, que ayuna y que se mantiene consciente de agradar a Dios con todos sus actos; porque esas tentaciones serán rechazadas fácilmente, por lo que utilizará una tentación bajo un engaño con la apariencia de algo bueno.
Al respecto, Santa Teresa de Jesús dice: “El diablo viene con sus artimañas ingeniosas, y, bajo el color de hacer el bien, se pone a socavar en formas triviales, y trabajando en prácticas que, por lo que se da a entender, no están mal; así, poco a poco oscurece la comprensión y debilita la voluntad, haciendo entonces que el amor propio aumente de una manera u otra, y comienza a apartar a la persona del amor a Dios y a persuadirla de complacer sus propios deseos”.
Para engañar a las almas fieles, el diablo también se hace pasar por Dios y disfraza las tentaciones evidentes, de falsas apariciones de santos, o en palabras hermosas o aparentemente santas.
En relación a esta forma de tentación, San Juan de la Cruz dice: “El diablo a menudo provee objetos a los sentidos, ofreciendo al sentido de la vista imágenes de santos y las más hermosas luces. Y para el sentido del olfato, olores fragantes; y pone dulzor en la boca, y deleite en el sentido del tacto. Él hace todo esto por lo que, al atraer a las personas a través de estos objetos sensoriales puede inducirlos a muchos males.”
Santa Teresa experimentó tales tentaciones en varias ocasiones cuando el diablo trató de presentarse ante ella como el Señor, haciendo una falsa semejanza de Él. Pero ella se dio cuenta de que su alma se tornaba problemática, abatida, inquieta, e incapaz de orar, y así se percató que era una trampa del enemigo.
Lo mismo puede decirse en relación con locuciones interiores, es decir con conversaciones consigo mismo las cuales son difíciles de juzgar para el alma. Santa Teresa experimentó encuentros similares y observó que los demonios no producen nada más que aridez, desolación, infecundidad e inquietud, a diferencia del amor, paz, gozo y fecundidad que Dios produce.
Para San Juan de la Cruz, un alma que espera superar la “fuerza” del diablo solo será capaz de hacerlo con oración y que, para entender sus “engaños”, el alma necesita humildad pues el diablo es enemigo de la humildad. El místico español señala que la carnada del diablo es el orgullo – sobre todo el orgullo que surge de la presunción espiritual, es decir de la vanidad que muestra la persona que presume y alardea de sí misma y de sus cualidades espirituales, o de su buena relación con Dios.
Pero cuando el alma se viste de fe y humildad, el diablo no sabe cómo impedirlo, no es exitoso en sus esfuerzos, porque la fe y la humidad dan al alma, una fuerte protección contra el diablo.
San Pedro encontró en la fe la mayor garantía que para liberarse de diablo, y aconsejó “Resístanle, firmes en la fe, sabiendo que en todas partes del mundo los hermanos de ustedes están sufriendo las mismas cosas.” 1ª Pe 5,9.
Por ello mantengámonos fortalecidos en la fe para que salgamos victoriosos en la Guerra Espiritual, pero debemos también ser astutos para no dejarnos vencer en nuestra mente, que es la primera línea de combate. Por ello debemos conocer algunas formas en las que podemos ocupar nuestra mente para no ceder ante las tentaciones:
- Podemos visualizar y meditar sobre los sufrimientos que padeció Jesucristopor nosotros, ponernos a los pies de su cruz, y meditar que, con su sacrificio, pagó por nuestros pecados.
- O podemos e refugiarnos en el Sagrado Corazón de Jesús, implorando su misericordia y protección. Al penetrar en su bondad y compasión, desde nuestro interior manifestarle nuestro agradecimiento y confianza de Su amor por nosotros. Esto ayudará a que nos mantengamos fieles.
- También podemos imaginarnos en el momento en que vamos a presentarnos a rendir cuentas a Dios, y preguntarnos, “Si yo estuviera ante el tribunal de Jesucristo, ¿cómo desearía haber actuado en el momento de esta tentación?”
Estas son ideas para evitar que las tentaciones lleguen a nosotros, pero si llegan, presento 10 formas para resistirlas, porque como dije en el primer capítulo de esta serie sobre las tentaciones, ninguno de nosotros escapa totalmente a ellas. Por ello, cuando llegue alguna tentación a tu vida, prueba algunas de estas 10 cosas:
1 – Concéntrate en hacer lo que estás haciendo para no ser fácilmente distraído. Ser consciente e intencional es una forma de disciplinar nuestras mentes.
El aprendizaje de esta disciplina nos ayuda cuando surgen tentaciones (muchas de los cuales son formas de distracción). Por lo que, en la medida de lo posible, mantén la concentración y claridad sobre lo que estás haciendo en todo momento.
2 –La victoria sobre una tentación ayuda a allanar el camino para las demás. Debes tener en cuenta que, sobre todo al principio, no vas a ganar todas las batallas. Pero haz tu esfuerzo, y cuando ganes, sé agradecido; pero si caes, no te desanimes. Jesús sabrá que hiciste tu parte y llegará en tu auxilio. Y cuando se presente nuevamente la tentación, lucha, y sabiendo que contarás con la ayuda de Jesús, podrás ganar el siguiente round. Y como buen soldado del Reino de Dios que tu estrategia sea enfócate en alcanzar una victoria a la vez.
3 – El pecado es un placer pasajero pero la factura, que es muy alta, llegará después. Resistir la tentación requiere esfuerzo, pero tiene recompensas. La Escritura dice: “Bendito es el que soporta la tentación, porque, después de haber superado la prueba, esa persona recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman” Stg 1,12.
4 – ¡Clama a Jesús! La escritura dice: “Y como Jesús mismo sufrió, y el diablo le puso trampas para hacerlo pecar, ahora, cuando el diablo nos pone trampas, Jesús puede ayudarnos a todos.” Hb 2,18. Jesús no solamente es capaz de ayudarte, ¡Él quiere hacerlo! Así que confía en Su Palabra, que dice en 1 Jn 4,4: “Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo.”
5 – Mantente alerta y sobrio, con una mente clara que sabe lo que está pasando en cada momento. Mantente en oración, consciente de Dios.
La mayoría de la gente vive la vida en el modo “reacción” en lugar del modo “reflexión”. Quienes reflexionan analizan lo que está pasando, y actúan en consecuencia. En cambio, los que están en modo de reacción sólo se dejan llevar. Sobre esto leemos en el Eclo o Sir 7,36: “En todos tus actos piensa en tu final, y no pecarás jamás.”
6 – Acepta que, a veces vas, a tener que sufrir para resistir la tentación. Porque es fácil y agradable dejarse llevar y caer en pecado, y difícil y a veces hasta desagradable resistir la tentación.
7 – Si algo o alguien te hace pecar, debes estar dispuesto a alejarte o desprenderte de él, aun si es difícil. Debes tomar la decisión de hacerlo. Por ejemplo, si la televisión por cable es un problema para ti, deshazte ella; si una amistad favorece que peques, aléjate de ella y así con las otras cosas que te pueden apartar de Dios.
8 – Muchas tentaciones ocurren por la noche. Por lo que debes hacerte el hábito de orar antes de dormir. Por ejemplo con esta antigua oración de la noche que parece extraña, pero funciona. Dice: “Enséñame a vivir para que yo tema la tumba, tan poco, como mi cama. Enséñame a morir para que yo pueda elevarme glorioso en el día horrible”.
9 – Ama a Dios y pídele en los momentos de tentación la gracia de amarlo más que al pecado, más que a ti mismo, más que a tu placer.
Mira el momento de la tentación como un tiempo para demostrar que tu amor por Dios es mayor que el que le tienes al mundo. Te darás cuenta, que cada victoria aumentará tu amor por Dios y su verdad.
10 – En algunas tentaciones (como las adicciones) es bueno tener un amigo un hermano en la fe que podemos llamar cuando nos encontremos bajo ataque (cuando estamos luchando). Ellos nos apoyarán con oración y nos ayudarán a hacernos responsables, recordándonos los puntos anteriores, sobre todo, que Dios nos ama y que Jesús murió para darnos su vida.
Ten en cuenta que estas sugerencias pueden ayudar, pero la verdadera victoria la alcanzaremos en una base fuerte. Entonces, construye buenos cimientos y recuerda que la santidad es nuestra meta, pero es una ganancia que obtendremos a largo plazo, lo que implica que debemos ser perseverantes y mantenernos en la lucha atentos a la dirección de Dios. Recuerda que las tentaciones estarán presentes siempre en tu vida, sin importar tu edad, pero pueden disminuir de manera significativa, incluso perderán su poder para molestarte si aprendes a defenderte, y recuerda que nunca estás solo, porque esa es una promesa de Dios que le dijo a Josué y también nos lo dice a nosotros: “¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” Y Jesús también hizo esa promesa. Antes de subir al cielo dijo a sus discípulos, entre los cuales nos encontramos nosotros: “Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos.” Recuerda esto porque es el cimiento que te mantendrá seguro ate los embates del enemigo que pretendrá derribarte. “Siempre cuentas con el respaldo y la ayuda de Dios” y nos lo recuerda San Pablo en Ro 8,31. en donde dice: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”
Con esta información espero que te sientas animado a combatir contra las tentaciones sabiendo que puedes salir victorioso pues tienes el respaldo de Dios, como dice San Pablo en la misma carta Ro 8, 37 dice: “Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas.”
Recuerda siempre que “eres más que vencedor porque Dios, que te ama, está contigo.”
