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SOBRE LA SANTIDAD

SOBRE LA SANTIDAD
Nadie tiene ni puede alcanzar la santidad de Dios, entonces podemos preguntarnos: ¿Por qué Dios nos pide que seamos santos, como leemos en 1 Pe 1,15-16, que dice: “Sean santos en todo su comportamiento como es santo el que los ha llamado, pues está escrito: sean santos, porque yo soy santo?” Y la respuesta es: porque hay otro tipo de santidad, la que es consecuencia de nuestra total dedicación a Dios, es decir, de nuestra forma de vida en la que nos apartamos de lo que pueda alejarnos de Dios, es decir de las tentaciones y del pecado, para mantenernos gratos a Dios. Esa es la santidad que todos, como creyentes debemos buscar y que si podemos alcanzar.
La Biblia dice que quien acepta a Jesús como su Salvador, lo reconoce como su Señor, se arrepiente de sus pecados y dedica su vida a hacer la voluntad de Dios, alcanzará la santidad. Si Jesús, habita en ti y te ha limpiado de tus pecados, puedes acercarte a Dios sin temor a ser destruido por estar impuro, pues como dice San Pablo en 1Cor 6,11: “Ustedes ya han sido lavados, justificados, y santificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios.”
Entonces, si Jesús es tu Señor y Salvador, ya has sido lavado, justificado, y santificado, es decir, eres santo/a, y puedes pedir la dirección del Espíritu Santo para que te mantengas dedicado/a a complacer a Dios, si lo haces, ocurrirán cambios en tu vida. Ese mantenerse dedicado a agradar a Dios es el proceso que te llevará a tu santificación.
Ahora bien, aunque tengas a Jesús en tu corazón, recuerda que no eres perfecto y que vives en un mundo que tampoco es perfecto, sin embargo, si tienes a Jesús como lo más importante de tu vida, como el centro de la misma, Él trabajará en ti para liberarte del pecado. Pero tienes que hacer tu parte, es decir, debes llevar a cabo varias acciones:
● Leer la Biblia, porque ella te muestra cuál es la voluntad de Dios para tu vida; y su verdad te hará libre. Jesús en su oración por sus discípulos, por ti y por mi, confirmó que las Sagradas Escrituras, es decir la Palabra de Dios, es la verdad, cuando se dirigió al Padre y dijo: “No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno. No son del mundo lo mismo que yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad.” Jn 17,15-17.
Debes ● dejar que Dios trabaje en ti, es importante pedirle a Dios que cambie tu corazón, y aun cuando tú debes hacer lo que corresponda para ello, Dios responderá tu oración otorgándote voluntad y habilidad para cambiar lo que debas.
También debes ● prestar atención a lo que Dios te diga al orar, y cuando tengas contacto con otros creyentes analiza tu vida, porque así Dios te mostrará las cosas que necesitas cambiar.
Y debes ● obedecer, incluso cuando no deseas, eso es morir a sí mismo. Entonces, cuando Dios muestre a tu corazón lo que tienes que hacer, obedece. San Pablo lo dice claramente cuando se dirige a los cristianos de Roma y hoy, como escucharemos, es un mensaje que también nos dirige a nosotros. Dice en Ro 6,19. “Hubo un tiempo en que hicieron sus cuerpos esclavos de la impureza y del desorden para beneficio de la inmoralidad; conviértanlos ahora en servidores de la justicia verdadera, para la obra de santificación.”
Pero, debemos tener muy claro, que lo más importante para alcanzar la santidad es la disposición del corazón, pues si tu corazón no se inclina a las cosas de Dios y no estás interesado en complacerle como manifestación de tu amor, nada podrá santificarte. Y San Pablo nuevamente nos aconseja como lo hizo a los cristianos de Colosas cuando les escribió: “Así pues, ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Piensen en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Col 3,1-2. Con esto nos hace ver que las reglas y las costumbres no santifican, porque lo que transforma las acciones externas es la actitud interna, lo que brota de tu mente y corazón, no al revés. Por eso lo importante es la disposición del corazón y tu docilidad para obedecer lo que Dios dice en las Sagradas Escrituras, dejando de lado lo que sabes no es del agrado de Dios y te hace daño.
Debes estar consciente de que nunca serás perfecto en esta vida, pero tu búsqueda de la santidad es un gran testimonio de esfuerzo y perseverancia para los demás. Crecer en santidad es mucho mejor que no hacer nada sobre el pecado, sobre todo porque sabemos que la Biblia nos revela que, sin santidad, nadie verá a Dios. Es a través de la santidad que podemos acercarnos a Dios y experimentar su presencia y amor en nuestras vidas. Además, enfocarnos en ser santos, nos ayuda a evitar el pecado y las malas influencias que pueden alejarnos de la voluntad de Dios.
En las Escrituras Sagradas encontramos varios versículos que nos hablan del pecado y vamos a analizar algunas de las que se encuentran en el Nuevo Testamento puesto que la santificación de los creyentes fue una de las peticiones principales de Cristo en su oración. Antes de ir a la cruz oró al Padre así: «No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu Palabra es verdad» Jn 17,15-17.
En medio de la realidad de nuestro pecado y las inevitables consecuencias de vivir en un mundo caído, podemos tener la esperanza de un futuro glorioso con Cristo. San Pedro en su primera carta habla de un grupo de cristianos exiliados que estaban sufriendo por su fe, enfrentando desafíos y tribulaciones. Sin embargo, esa carta está llena de llamados a la santidad. Es como si la respuesta de Pedro a las personas que están sufriendo fuera: «¡Sean santos!». Dice en 1Pe 1,7-9 y 13-16: “Si el oro debe ser probado pasando por el fuego, y es sólo cosa pasajera, con mayor razón su fe, que vale mucho más. Esta prueba les merecerá alabanza, honor y gloria el día en que se manifieste Cristo Jesús. Ustedes lo aman sin haberlo visto; creen en él sin verlo, y ahora se sienten llenos de una alegría inefable y celestial al tener ya ahora eso mismo que pretende la fe, la salvación de sus almas.” Y continua en 1Pe 1,13-15: “Por tanto, tengan listo su espíritu y estén alerta, poniendo toda su esperanza en esta gracia que será para ustedes la venida gloriosa de Cristo Jesús. Si han aceptado la fe, no se dejen arrastrar ya por sus pasiones como lo hacían antes, cuando no sabían. Si es santo el que los llamó, también ustedes han de ser santos en toda su conducta, según dice la Escritura: Sean santos, porque yo soy Santo.” Y mientras vivimos en esta tierra, tenemos a nuestro favor la dirección y respaldo del Espíritu Santo y de la Sagrada Escritura. Por eso termino con la exhortación de San Pedro que dice en 1Pe 2,12: “Lleven una vida ejemplar en medio de los que no conocen a Dios.”
Ahora bien, para comprender que Podemos alcanzar la santidad, voy a presentar algunos de los versículos que mencionan algo sobre el pecado, del cual, por lo general, pensamos en términos negativos porque nos recuerda la razón de nuestro alejamiento de Dios. Sin embargo, al leer esos versículos sobre el pecado, encontramos que apuntan a la maravillosa obra redentora de Cristo, por la que ya fuimos perdonados, como explica San Pablo en 1Co 6,9-11 ¿No saben acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se engañen: ni los que tienen relaciones sexuales prohibidas, ni los que adoran a los ídolos, ni los adúlteros, ni los homosexuales y los comodones, ni los ladrones, ni los que no tienen nunca bastante, ni los borrachos, ni los chismosos, ni los que se aprovechan de los demás heredarán el Reino de Dios. Tal fue el caso de algunos de ustedes, pero han sido lavados, han sido santificados y rehabilitados por el Nombre de Cristo Jesús, el Señor, y por el Espíritu de nuestro Dios.”
Te invito a reflexionar en esta lista de versículos bíblicos sobre el pecado a la luz del evangelio, para que confíes en que Dios te perdonará, cualquiera que sea tu pecado. Y así, libre de la carga del pecado, caminemos por el sendero de luz que nos acerca a nuestra santificación y con ello a Dios.
Empezaremos con lo que nos dice el salmista, que nos muestra la confianza que debemos tener para que nos acerquemos a Dios pidiéndole su perdón y misericordia, como dice en el Sal 25,7: “No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis transgresiones; acuérdate de mí conforme a tu misericordia, por tu bondad, oh Señor”.
También dice en el Sal 25,8: “Bueno y recto es el Señor; por ello, Él muestra a los pecadores el camino.”
Y en el Sal 51,9 se dirige a Dios diciendo: “Esconde Tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades.”
Si estamos buscando con sinceridad y honestidad agradar al Señor nos dice Pr 14,9 “Los tontos no piden perdón por sus ofensas, pero los honestos buscan el favor de Dios.”
También encontramos la buena noticia en Mt 1,20-21 en donde leemos que el ángel del Señor se le apareció a José y le dijo: “No temas recibir a María, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (El nombre Jesús, proviene del hebreo Yeshua que significa Salva).
Los Evangelios de San Mateo y San Marcos nos enseñan que quien confiesa sus pecados, es perdonado, leemos en Mt 3,5-6: “Entonces Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán, acudían a Juan, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán”. Por su lado San Marcos nos hace ver que San Juan Bautista llamó al perdón a los pecadores, dice en Mr 1,4: “Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados”. Por lo que el significado del bautismo es que el agua purifica, limpia los pecados y al salir de ella se sale como una nueva persona.
En relación a la labor que llevaría a cabo Juan Bautista, al nacer este, su Padre, Zacarías, que había quedado mudo al no creer que su esposa Isabel quedaría embarazada, profetizó lo que Dios puso en su corazón y San Lucas lo reportó en Lc 1,76-77 en donde Zacarías dice: “Y tú, niño, (refiriéndose a su hijo Juan) serás llamado profeta del Altísimo; porque irás delante del Señor para preparar Sus caminos; para dar a Su pueblo el conocimiento de la salvación por el perdón de sus pecados.” Debemos notar aquí, que para que las personas reciban el perdón deben ser instruídas sobre la salvación que Jesús vino a darnos por medio de su sacrificio en la cruz, lo que significa que debemos conocer el contenido de las Sagradas Escrituras y también presentarlas a los demás para que ellas también crean y se vuelvan al Señor y pidan perdón por sus pecados y con el lperdón del Señor obtengan la salvación de sus almas.
San Mateo presenta un episodio en el que Jesús perdonó los pecados de un paralítico aun cuando no había solicitado ser limpiado de ellos, por el hecho de que los amigos que se lo presentaron tenían fe que Él lo sanaría, lo cual nos hace ver, que por nuestra oración de intercesión, pidiendo misericordia por alguien, esa persona será sanada. Y su sanidad le hará conocer el amor de Dios y lo acercará a Él y en consecuencia le amará, le seguirá y obedecerá sus enseñanzas y mandamientos. Dice en Mt 9,2. “Y le trajeron un paralítico echado en una camilla; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: ‘Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados’” Con esto se nos muestra que debemos presentarnos ante Dios con fe que nos escucha y responderá nuestra necesidad y la mayor necesidad de los hombres es la salvación que se obtiene con el perdón de los pecados.
San Mateo también nos traslada otro mensaje de Jesús que nos da confianza para acudir al confesionario, y también nos hace ver la gravedad de pecar contra el Espíritu Santo, Jesús dice en Mt 12,31: “Por eso les digo, que todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada.” Y en 26,27-28. Nos presenta el momento en que Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía con su promesa de perdón cuando escribe que Jesús “Tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: ‘Beban todos de ella; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados’”
En Mr 2,17, leemos que Jesús dijo a los escribas y fariseos que lo criticaron por comer con publicanos y pecadores: ‘Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores’” Con esto motiva, a quienes tienen el corazón enfermo por el pecado, a acudir confiadamente a Jesús por medio del Sacramento de la Reconciliación a confesar sus pecados para que, al ser perdonados, también su alma sea sanada.
En el episodio en el que los fariseos dijeron al ciego de nacimiento, al que Jesús había sanado de su ceguera, que quien lo había sanado no podía venir de Dios porque lo había hecho en sábado, otros se preguntaban si podía un pecador realizar milagros, y el ciego contestó: Jn 9,31 “Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace Su voluntad, a este oye” Eso lo dijo haciendo referencia a lo que está escrito en Is 1,15: “Es sabido que Dios no escucha a los pecadores, pero al que honra a Dios y cumple su voluntad, Dios lo escucha.” Y en Pr 15,29 que dice: “El Señor está lejos de los malvados, pero escucha la oración de justos.” Esto no significa que Dios no escuche al pecador que arrepentido se dirije a Él para clamar que le perdone los pecados, como dice Jesús en Lc 15,10. “Les digo, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”.
En relación a esta enseñanza de Jesús, sobre arrepentimiento y perdón, dice San Pedro en Hch 2,38: “Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo”. Y más adelante en 3,19 motiva a los pecadores cuando hace ver la importancia de que se vuelvan a Dios arrepentidos de haberlo ofendido, y dice: “Arrepiéntanse y conviértanse, para que sean borrados sus pecados”.
San Pablo también escribió sobre el pecado y el perdón, pero también expone que el que peca y no se arrepiente morirá. Dice en Ro 2,12: “Los que conocen la ley y los que no saben nada de ella son iguales cuando cometen pecados. Los que no conocen la ley y cometen pecados se condenarán. De la misma manera, los que conocen la ley y cometen pecados serán juzgados por la ley.” En Ro 5,19 refiere que por Adán entró el pecado en los hombres y que por Jesús la salvación cuando dice: “Como por la desobediencia de uno solo, todos fueron hechos pecadores, así también, por la obediencia de uno solo, todos serán considerados justos.” Y agrega en Ro 6,23: “El pecado da como pago la muerte, pero Dios da como regalo la vida eterna en unión con nuestro Señor Jesucristo.” Vemos pues, que mientras estemos unidos a Jesús nos mantendremos santos, es decir sin pecado. Nuestro enfoque debe ser pues, estar atentos permanentemente para no apartarnos de nuestro Salvador.
También San Pablo nos hace ver que no podemos pecar y acudir a confesarnos sin tener el propósito de enmendar nuestras ofensas a Dios, o dicho de otra manera, si continuamos pecando, pensando que Dios nos perdonará porque es misericordioso, porque eso es minimizar las ofensas hechas a nuestro amoroso Padre celestial. Por eso dice en Ro 6,1-2: “¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” y recalca en esta enseñanza cuando dice en Ro 6,11: “Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”. Con esto nos hace ver que no se trata solamente de sabernos perdonados, sino que debemos mantenernos firmes para no caer nuevamente, como San Juan nos dice en 1 Jn 2,1-2. “Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Y si alguien peca, tenemos Abogado para con el Padre, a Jesucristo el Justo. Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.” Para no caer nuevamente en el pecado, debemos combatir contra las tentaciones, pero también podemos acudir al Espíritu Santo y pedirle que nos otorgue sus dones para que podamos mantenernos firmes en la voluntad de Dios. Continúa San Pablo diciendo en los siguientes versículos: “Así que no dejen que el pecado controle su vida aquí en la tierra. No obedezcan los deseos de su naturaleza humana. No utilicen ninguna parte de su cuerpo para pecar ni para hacer cosas malas. Mejor pónganse al servicio de Dios, como personas que han muerto y han resucitado; ofrezcan todo su cuerpo a Dios como medio para hacer lo bueno.” Ro 6,12-13.
Y debemos tener en cuenta que “Habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenemos por fruto la santificación, y como resultado la vida eterna” como dice San Pablo en Ro 6,22. Ese es un regalo maravilloso que no debemos perder, puesto que le costó su vida a nuestro Señor Jesús, Y San Pablo dice 2 Co 5,21: “Aunque Cristo no tenía ningún pecado, Dios lo hizo cargar con los nuestros para que por medio de él fuéramos declarados inocentes ante Dios.” Y en Gál 1,4: “Jesús se ofreció a sí mismo para pagar por nuestros pecados según el deseo de Dios nuestro Padre para rescatarnos de este mundo malo en que vivimos.”
Leemos en Ef 1,7: “La sangre que Cristo derramó en su muerte pagó el rescate para librarnos del pecado. Es decir, que Dios es tan generoso que perdona nuestras faltas.” Y en Hb 8,12 nos dice Dios: “Perdonaré todas las maldades que han hecho en mi contra y no recordaré más sus pecados.”
Pero debemos ser honestos, con nosotros mismos y con Dios, porque para obtener el perdón de nuestros pecados debemos reconocer que los tenemos y “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” 1 Jn 1,8-9.
Querido oyente, no importa cuál sea la situación en la que te encuentres ahora. Pero, si te encuentras en pecado, recházalo, vuélvete a Dios, y acércate a él. Él te está esperando y te manifestará el amor que te tiene cuando quieras hablar con Él; cuando le cuentes tus victorias, se alegrará contigo, y cuando le pidas perdón por tus caídas, te perdonará y te dará fuerza y dominio propio para vencer las tentaciones. Así que no temas y con confianza en su misericordia, ve a confesarte para librarte de la carga de pecado, pues, como escuchaste en los versos que te presenté, el Señor muestra que está dispuesto a perdonar, siempre y cuando vayamos a Él arrepentidos de corazón y dispuestos a dejar el pecado.
Él nos ama, Dios te ama, y quiere que estés con Él disfrutando de la vida que Jesús vino a darnos. Pero para estar con él debes estar limpio, de corazón, de mente y de espíritu. Acude a confesarte, deja el pecado que te tiene atrapado. Por muy difícil que creas que será para ti, ten la confianza de que el señor estará esperándote como el amoroso Padre que es y te ayudará en cada paso que des para acercarte a Él.
Teniendo en cuenta tantas manifestaciones del amor y la misericordia de Dios en las lecturas mencionadas, debemos, ya no ver nuestra humanidad como sometida al pecado y a la muerte, sino a la vida y la salvación que nos reveló Cristo que murió por nosotros y resucitó para mostrar su divinidad. Pues a la condena del pecado se opone la salvación que Jesús puso a nuestro alcance “por su sacrificio de amor” que se extiende a todos los hombres. Vuélvete pues a Dios y deja atrás el pecado y busca tu santificación para disfrutar de la salvación eterna al lado de nuestro Señor y Salvador.
Que así sea para gloria de Dios y tu bendición.

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