ALCANZA LA SANTIDAD Y MUESTRA A CRISTO
ALCANZA LA SANTIDAD Y MUESTRA A CRISTO.
(1ª parte)
Al respecto de la santidad, en su Exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate” – “Alegraos y Regocijaos”, el Papa Francisco nos recuerda que el Señor Jesús nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre; también nos recuerda que desde las primeras páginas de la Biblia está presente de diversas maneras el llamado a la santidad, como cuando Dios le dice: a Abram “Camina en mi presencia y sé perfecto”. Gn 17,1.
La Biblia también nos enseña cómo alcanzar esa santidad, a través del libro de Josué quien, hace unos 3,250 años, fue el sucesor de Moisés como líder de los israelitas durante la conquista de Canaán, y a quien, antes de la conquista, Dios le dijo, según leemos en Jos 1,8, lo que hoy nos dice a nosotros: “Repite siempre lo que dice el libro de la ley de Dios, y medita en él de día y de noche, para que hagas siempre lo que este ordena.” Esto significa que debemos conocer y obedecer la Biblia, porque en ella encontramos la dirección, las normas y los mandamientos de Dios.
Debemos pues, obedecer y buscar la santidad en todo cuanto hagamos y en donde nos encontremos. Las Sagradas Escrituras también nos presentan muchos ejemplos que nos alientan a alcanzar esa meta; y también allí vemos que la vida de todos los santos, como la nuestra, no siempre fue perfecta, pero que, aún con sus imperfecciones y caídas, meditaron en su conducta, se arrepintieron, pidieron perdón, se levantaron, siguieron adelante y agradaron a Dios y una de las formas en las que lo agradaron fue dando a conocer el plan de salvación de Dios para la humanidad por medio del sacrificio de Jesús. Si ellos pudieron agradarlo, también nosotros podemos hacerlo. Para lograrlo, debemos desearlo y hacer lo que sea necesario, empezando con acudir al Sacramento de la Reconciliación buscando el perdón de Dios a través de la confesión de nuestros pecados. Si lo hacemos arrepentidos de corazón, Dios, por medio del Sacerdote, nos perdonará, nos liberará de la culpa y vendrá en nuestra ayuda para que logremos dejar el pecado y caminemos según Su voluntad. Desde luego eso requiere que nos mantengamos cumpliendo con sus normas y enseñanzas. Sin embargo, esto se facilita cuando te arrepientes de tus pecados y aceptas a Jesús como tu Salvador, pues con Él en tu corazón estarás dispuesto a dedicar tu vida a Dios. Para hacerlo deberás iniciar esa nueva forma de vivir acudiendo a los Sacramentos instituidos por Jesús para, no solo cumplir con sus normas, sino para liberarte de los pecados y recibir de Él, por medio del sacerdote el perdón y entonces podrás acercarte, por medio del Sacramento de la Eucaristía, a tomarlo en la forma del pan en la comunión, con lo cual lo tomarás, pero esto es también un acto en el que te entregarás a Él. Esto es porque, al haber sido limpiado de tus pecados y reconocer que Jesús está plenamente contenido en la Hostia consagrada que tomas al comulgar, habitará en ti y como dice San Pablo en 1Co 6,11b: “han sido lavados, han sido santificados y rehabilitados por el Nombre de Cristo Jesús, el Señor, y por el Espíritu de nuestro Dios”, por lo que puedes acercarte a Dios sin temor a ser destruido por el pecado y así perdonado y fortalecido dar testimonio a los demás con tu forma de vivir grata a Dios.
Entonces, en agradecimiento y con gozo por lo que Dios hizo por ti por medio de su amado Hijo, querrás dedicar tu vida a complacer a Dios. Porque el arrepentimiento lleva a la salvación, Ese arrepentimiento al que lleva la tristeza en el corazón alejado de Dios por el pecado, lleva a la confesión y cuando esos pecados han sido confesados y perdonados, somos rehabilitados por el Nombre de Cristo Jesús. Ese es el proceso que poco a poco nos lleva a santificarnos.
El Papa nos recuerda que el Concilio Vaticano II destacó que “Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, somos llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de la santidad como es perfecto el mismo Padre” como le dijo a Abram. También nos dice en Lev 11,44 “Yo soy el Señor, su Dios, santifíquense y sean santos, porque yo soy santo.”
San Pablo en Ro 12,2 nos invita a dejar el pecado y también enseña cómo podemos lograrlo cuando dice: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.”
El Papa Francisco dice: “Lo que interesa es que cada creyente comprenda su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí.” Recordemos que contamos con los dones y virtudes que Dios nos da, los cuales debemos poner a Su servicio a través de servir a los demás. Y agrega el Papa: “Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí en donde uno se encuentra e indica que podemos hacerlo, en cualquiera que sea nuestra situación, dice:
● Si estás casado, sé santo amando y ocupándote de tu esposa o de tu marido, como Cristo lo hizo con la Iglesia.
● Si eres un trabajador, sé santo cumpliendo con honradez, competencia y responsabilidad tu trabajo.
● Si eres padre, abuelo o abuela, sé santo enseñando pacientemente a los niños a seguir a Jesús.
● Si tienes autoridad, sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales.
El Papa nos hace ver que haciendo lo que hacemos cada día, en el lugar en donde nos encontremos, podemos alcanzar la santidad, y que en la Iglesia Santa, compuesta por pecadores, encontraremos todo lo que necesitamos para crecer hacia la santidad puesto que el Señor la ha llenado de dones como las Sagradas Escrituras y los Sacramentos: Bautismo, Penitencia o Reconciliación, Eucaristía o Comunión, Confirmación, Matrimonio, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos; también contamos con los templos a los que podemos acudir para recogernos a orar y meditar las Sagradas Escrituras, con la vida de las comunidades donde podemos mantenernos firmes en las enseñanzas y normas divinas, tenemos también el testimonio de los santos y la múltiple belleza que proviene del amor del Señor manifestado en las obras que realiza en sus seguidores.
Para que no se nos dificulte y podamos seguir en nuestro caminar para alcanzar nuestra santificación, nos aconseja que vayamos buscándola a través de pequeños gestos en nuestro quehacer diario, pues todo lo que hagamos, si lo realizamos con la intención de glorificar a Dios o bendecir a nuestro prójimo, nos acercará a la santidad, que es la meta de nuestra vida, porque como dice Hb 12,14: “sin santidad, nadie verá a Dios.”
El esfuerzo de buscar nuestra santificación inicia con nuestra conversión, es decir al declarar a Jesús como nuestro Salvador y Señor pues por su sacrificio nos consiguió el perdón de nuestros pecados y nos liberó de la esclavitud del pecado. Al volvemos a Dios, dejando atrás el pecado que obstaculiza nuestra búsqueda de la santidad, y decimos no a las tentaciones para obedecer a Dios, es decir, con cada nueva conversión, estaremos caminando hacia Él, hacia nuestra santidad. Y por los desafíos que nos presenta la vida, necesitaremos, cada día, nuevas conversiones y la gracia de Dios se manifestará en nosotros para que alcancemos la santidad.
Debemos, siempre y en todo cuanto hagamos, llevar a cabo actividades que nos santifiquen, por ello debemos respaldar nuestros actos con las Sagradas Escrituras, en donde encontraremos la dirección de Dios y las enseñanzas de Jesucristo que nos conducirán con su luz. Dice el Sal 119,105: “Tu palabra es lámpara que guía mis pasos; luz que alumbra mi camino.” Y ese, es el camino de la santificación que nos lleva a la presencia del Padre, pues estaremos buscano el Reino de Dios y sus enseñanzas que son justas, como dice Jesús en Mt 6,33ª: “Busca primero el Reino de Dios y su justicia.” Por lo que, si eres seguidor de Cristo, trabajarás con Él y para Él en la expansión del reino de amor, justicia y paz; y al dar lo mejor de ti en ese empeño, estarás caminando hacia tu santificación.
Por lo que debemos hacer lo que nos corresponda para que por nuestra conducta apegada a las normas divinas, nuestro prójimo conozca y crea en la buena nueva de salvación, pues es la orden de Jesús, que dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado.” Mr 16,15-16. Por ello San Pablo hace ver la importancia que tiene nuestra labor evangelizadora cuando dice en Ro 10,13-14 “Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Ahora bien, ¿cómo van a invocar a aquél en quien no creen? ¿Y cómo van a creer en él, si no les ha sido anunciado?” Esto significa que, debemos estar dispuestos a anunciar la Buena Nueva con nuestro testimonio y palabras, porque tal vez sea la única oportunidad que las personas a las que les hablemos escuchen de la Salvación por Jesús. Al decidirnos a actuar podremos cambiar el futuro de una persona para que viva en la presencia de Dios Padre por la eternidad, porque, si no presentamos a Jesucristo, no creerán y entonces se condenarán eternamente. Es una gran responsabilidad, pero Dios nos da la oportunidad de ser sus mensajeros y debemos llevar a cabo esa misión.
San Mateo nos presenta en la narración de la Ascensión, un punto adicional, cuando Jesús dice en Mt 28,19-20: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes.” pero luego, Jesús dice. “Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.”
Esto significa que en la labor que llevemos a cabo para darlo a conocer, no estaremos solos. Jesús estará con nosotros, por lo que podemos llevar a cabo la tarea que Él nos encomendó, siempre y cuando también cumplamos con las normas que se encuentran en la Biblia, razón por la cual debemos leerla, estudiarla y meditarla, para entonces obedecerla, es decir, vivir de acuerdo con las enseñanzas de nuestro Señor Jesús y de esa forma estaremos mostrándolo a los demás.
El Papa Benedicto XVI en su mensaje del 16 de noviembre de 2009, dijo que debemos evangelizar los nuevos areópagos. Esto significa que debemos presentar a Jesucristo y sus enseñanzas en los ambientes en los que nos desenvolvamos a diario, y hacerlo por todos los medios de comunicación que tenemos ahora a nuestro alcance.
El Papa Benedicto XVI al referirse al jubileo convocado por Él en conmemoración de los dos mil años del nacimiento del apóstol Pablo de Tarso, dijo: El tema «San Pablo y los nuevos areópagos» a la luz del Año Paulino, ayuda a revivir la experiencia del Apóstol de los Gentiles cuando en Atenas, tras haber predicado en numerosos lugares, anunció el Evangelio en el areópago usando un lenguaje que armonizó el cristianismo con la cultura de los griegos, como se lee en Hch 17,22-31.
Ese areópago, que entonces representaba el centro de la cultura del pueblo ateniense, era como la corte suprema compuesta por los patriarcas de la ciudad, que eran las autoridades supremas en asuntos políticos y de educación, pero que también tenían mucha influencia en asuntos religiosos. Por lo que es natural que dicho cuerpo estuviera interesado en Pablo y en su nueva enseñanza y fuera llevado al Areópago para que allí expusiera sus argumentos, según se lee en Hch 17,34. Y como dijo Juan Pablo II en la carta Encíclica Misión Redentora: “Hoy el areópago puede ser tomado como símbolo de los nuevos ambientes en los que se debe proclamar el Evangelio”.
En efecto, la referencia de ese acontecimiento con el apóstol de los gentiles, es, para los cristianos de hoy, una invitación a que valoremos los areópagos de hoy; esto significa, que debemos considerar el valor de todos esos lugares o formas de comunicación, en donde debemos, con nuestro testimonio, dar a conocer las enseñanzas de Jesucristo; esos lugares en los que enfrentaremos los grandes desafíos de la evangelización, sobre todo por las influencias que van en contra de las normas divinas que pretenden imponer algunos movimientos respaldados por personas con mucho poder que desean llevar a cabo sus malvados programas de descomposición social y destrucción de la forma de vida que Dios desea que llevemos para nuestro bien, como queda de manifiesto en sus mandamientos, que son las normas que Dios estableció para que vivamos en paz y armonía entre nosotros. Esos planes que van desde el apoyo al aborto con el absurdo argumento que la madre tiene derecho de elegir, sin considerar el derecho a vivir del ser humano que lleva en su vientre, incluso favoreciendo el derecho a la vida de los animales. Otro absurdo es la promoción de la homosexualidad, esos son solo un par de ejemplos de las ideas absurdas que están promoviendo en las mentes de las personas, sobre todo de los niños y jóvenes, todas en contra de las normas establecidas por Dios y también de la moral y las buenas costumbres.
Por ello debemos dar a conocer la Buena Nueva de salvación por Jesucristo, así como sus enseñanzas, y hacerlo apoyados por el espíritu de fe que ve la realidad actual desde el punto de vista del Evangelio y hagámoslo con la certeza que tenía Pablo: que Cristo resucitado estará siempre con nosotros. Él lo prometió antes de ascender al cielo, dijo: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” Mt 28,20b Esto significa que con su dirección y auxilio esas tendencias desaparecerán, como ha sucedido con todas las que han pretendido expulsar de la vida de las personas las normas divinas y las enseñanzas de Jesús, pero para que se lleve a cabo el fin de esas tendencias, los seguidores de Jesús debemos mostrar a cuantos podamos, las enseñanzas de Jesús, es decir ,debemos tomar el papel que la Iglesia ha insistido que llevemos a cabo, que seamos transmisores de la Buena Nueva y con ello protagonistas del cambio para bien de la humanidad.
Por ello nos confortan las palabras que Jesús le dirigió a Pablo en Corinto: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal”. Hch 18,9-10ª. Y aunque se nos ataque a gritos y con violencia por decir la verdad, como sucede hoy, recordemos lo que Jesús dijo en el Sermón del monte: “Bienaventurados ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras.” Mt 5,11. Más adelante, en los versos 14-16, para confirmar la labor que debemos llevar a cabo, dijo: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un cerro; ni se enciende una vela para meterla debajo de la olla, sino para ponerla en el candelero y que brille para todos los de la casa. De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.” Recuerda que Jesús dijo que nosotros, sus seguidores, somos luz del mundo y debemos hacer que la luz de Jesús brille en medio de la oscuridad. Si estamos convencidos de ello, y trabajamos unidos, dirigidos por el Espíritu Santo, seremos invencibles y haremos del mundo un poderoso Faro de Luz que todos verán.
El Papa Pablo VI dijo: “No se trata solo de predicar el Evangelio, sino de “alcanzar y sacudir con la fuerza del Evangelio los criterios de las personas”. Debemos predicar el Evangelio, alcanzar y sacudir los valores que mueven a las personas, los verdaderos valores, que hoy adquieren mayor importancia, por lo que es prioritario educar en el ser y no en el tener, para que las personas se desenvuelvan respetando los valores humanos, los valores sociales y los valores morales.
“Debemos alcanzar y sacudir con la fuerza del Evangelio los puntos de interés de las personas, es decir debemos presentar las frases u oraciones que inculquen en el sentir de las personas un estado de armonía y clara convicción de vivir las enseñanzas de Jesús que se encuentran en la Sagrada Escritura. Tenemos que alcanzar y sacudir con la fuerza del Evangelio las fuentes inspiradoras, para estimular o alentar a las personas a vivir como seguidores de Cristo; también debemos alcanzar y sacudir con la fuerza del Evangelio a las personas que influyen en la vida de otras, para que se vuelvan a Jesús y se entreguen a Él y como motivadores de los demás, sean muchos los que alcancen la salvación.
Debemos alcanzar y sacudir con la fuerza del Evangelio todo cuanto esté en oposición con la Palabra de Dios y con el plan de salvación, debemos enseñar el Evangelio, y con nuestra vida, con nuestro testimonio, poner por delante a Jesucristo y sus enseñanzas, y dar a conocer la salvación que alcanzamos por su sacrificio, que realizó como la manifestación más grande de amor por ti, por todos. Debemos estar conscientes que ello requiere de nuestra preparación, que incluye: la lectura, estudio, meditación de las Sagradas Escrituras; mantener una estrecha relación con Dios a través de la oración y que participemos de los Sacramentos de Reconciliación o confesión y Eucaristía o Comunión, así como la realización de las obras de Misericordia, y con la dirección del Espíritu Santo, vivamos según los mandamientos del Padre y las enseñanzas de Jesucristo.
Así preparados y respaldados podremos dar testimonio ante todos y llegar a los “nuevos areópagos” con el deseo y disponibilidad de ser instrumentos de Dios para la bendición de nuestro prójimo. Podemos cumplir con nuestra misión en donde nos movamos, dedicando todo nuestro esfuerzo en trasladar las enseñanzas de Jesús. Todo lugar y momento es propicio para que se conozca a nuestro Señor y Salvador, y podemos mostrarlo siempre con nuestra forma de vida.
La nuestra es una actividad misionera que debe orientarse hacia toda la sociedad. Para ello debemos participar en todas las áreas de acción a las que podemos llegar y transformar para bien la sociedad, y así glorificar a Dios. Por eso no temamos llevar a cabo esa Misión y tratemos de alcanzar las metas más altas. Recuerda que El Espíritu Santo está siempre en acción e irá con nosotros siempre, por lo que podemos tener la certeza de que aun con la fuerte oposición que tengamos, si vamos tomados de la mano del Señor alcanzaremos la victoria, como dijo San Pablo en Ro 8,31: “¿Qué más podemos añadir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” y unos versos más adelante, haciendo referencia a Jesús que nos amó tanto que murió por nosotros para salvarnos dijo: “Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó.”
Y como respuesta a los ataques en contra de las normas de Dios, de virtudes y los buenos modales, se han abierto nuevas puertas al Evangelio, y se ha ido extendiendo en el mundo el anhelo de una auténtica renovación espiritual y apostólica, porque Dios está tocando los corazones de las personas. Muestra de ello es la enorme cantidad de personas que se unen a las Misas y la gran cantidad de mensajes bíblicos que cubren todos los medios.
Como en otras épocas de cambios, que nos muestra y confirma la historia, hoy, la prioridad es mostrar a Cristo, Señor de la historia y único Redentor del hombre. Esto exige que cada uno de nosotros, cada comunidad cristiana, la Iglesia en su conjunto, ofrezcamos un testimonio de fidelidad a Cristo, construyendo pacientemente esa unidad querida por Él, porque la unidad de los cristianos hará más fácil la evangelización y el enfrentamiento con los que se oponen a la sana doctrina que la Iglesia Católica, la iglesia fundada por Jesús, ha guardado fielmente por dos mil años.
En esta labor misionera podemos, imitar el estilo de vida y el espíritu apostólico del apóstol Pablo, centrado totalmente en Cristo, y con fidelidad al Señor Jesús, podremos transmitir más fácilmente a las futuras generaciones, la herencia de la fe, que es capaz de transformar las dificultades, en posibilidades de evangelización.
La sociedad necesita recuperar la vida espiritual y la confianza en Dios, con experiencias de fraternidad espiritual, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divinas, así como de amor y de perdón, de renuncia a nosotros mismos, de acogida del prójimo, de justicia y de paz, para que toda la familia humana pueda invocar a Dios como Padre Nuestro. Hagamos entonces la parte que nos corresponda por amor a Dios viviendo en búsqueda de nuestra santificación y con misericordia hacia quienes se encuentran perdidos en las tinieblas, llevemos a cabo la evangelización con nuestro testimonio de vida apegado a las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, empezando por nuestro prójimo más cercano, nuestra familia, confiando en la dirección y respaldo de Dios. Solo debes prepararte en oración, estudiar la Biblia y estar dispuesto, Jesús, el Señor, te respaldará y te guiará pues lo prometió. Él dijo, como leemos en Mt 10,1.9: “No se preocupen por lo que van a decir, ni cómo han de hablar. Llegado ese momento, se les comunicará lo que tengan que decir.” Y eso fue lo que sucedió en Pentecostés cuando los discípulos, reunidos en oración fueron ungidos por el Espíritu Santo y con valentía salieron a predicar la Buena Nueva y dice Hch 2,41 “Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil personas.” Así que con fe en el respaldo de Dios, da testimonio y da a conocer el Evangelio.
Que así sea, para honra y gloria de Dios.
