SEAMOS AGRADECIDOS
La vida es un constante ir y venir de alegrías y tristezas, de paz y de inquietud, de salud y enfermedad, es un constante círculo de situaciones que ya Salomón el rey sabio expresó en el capítulo uno del Eclesiastés en donde leemos:
¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión! (designando así lo vacío, inconsistente y fugaz, como un soplo, la niebla o una ráfaga de viento, empleado aquí para poner de relieve el carácter frágil y transitorio de la condición humana sobre la tierra. Y continua diciendo:)
¿Qué provecho saca el hombre de tanto trabajar en este mundo? Unos nacen, otros mueren, pero la tierra jamás cambia.
Sale el sol, se oculta el sol, y vuelve pronto a su lugar para volver a salir.
Sopla el viento hacia el sur, y gira luego hacia el norte.
¡Gira y gira el viento! ¡Gira y vuelve a girar!
Los ríos van todos al mar, pero el mar nunca se llena; y vuelven los ríos a su origen para recorrer el mismo camino.
Salomón nos muestra aquí, una realidad constante que ahora, en este tiempo que estamos viviendo con la pandemia del covid, nos ha cambiado, el virus ha contagiado y matado a muchísimas personas, muchas de las cuales conocimos, algunas muy cercanas; la cuarentena nos ha obligado a cortar comunicaciones personales, muchos de los trabajos se hacen a distancia, desde casa para evitar más contagios. Todo esto ha causado dolor y tristeza, zozobra, angustia, inquietud, y hay anhelo en los corazones de volver a la que era nuestra normalidad para compartir, vernos a los ojos, abrazarnos, disfrutar de la compañía de nuestros familiares y amigos, pero aún no podemos y eso genera más frustración, tristeza. Pero como dice el rey sabio, todo vuelve a empezar; por lo que no podemos quedarnos con el sufrimiento, la frustración, el dolor y la tristeza que nos pudo haber causado esta situación o cualquier otra, y debemos recordar, que el Señor nuestro Dios, nos permitirá que, luego de mantenernos cuidándonos, es decir luego de hacer lo que nos corresponde para mantenernos sanos, podamos retornar con gozo y libertad a disfrutar de la vida, a la normalidad que tanto anhelamos.
Pero mientras ese momento llega, analicemos todo lo bueno que nos ha pasado, no nos quedemos solamente con los momentos difíciles, duros o tristes, hay tanto por lo que debemos seguir felices. Tenemos vida, precioso don con el cual, nuestro amado Padre celestial nos da otros muchos dones para que disfrutemos, para que mantengamos con Él una relación y le agradezcamos todas sus bondades y las enseñanzas que en esta etapa de nuestra vida hemos recibido, porque hemos de reconocer que hemos sido fortalecidos y aprendimos a apreciar muchas cosas que ni considerábamos como bendición como el valor de la familia, la libertad para disfrutar de la naturaleza, caminar por las calles sin temor a contagiarnos, los amigos, y tantas otras cosas.
San Pablo nos lo dice en Ro 8,28: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.”
Dice “Para el bien de quienes lo aman” por lo que es una condición que debemos cumplir, y vamos a manifestar que lo amamos reconociéndo y agradeciendo todo lo Bueno que Él nos dá, (en primer lugar nuestra salvación por medio del sacrificio de Jesucristo); y entonces, reconociendo su bondad y misericordia, con profundo agradecimiento vivimos de acuerdo a sus normas, mandamientos y enseñanzas; reconociéndo también que Él lo permite todo porque tiene un propósito de bendición para cada uno; aunque en el momento de la prueba no lo comprendamos.
Ya hemos escuchado sobre las muchas bendiciones que recibimos de Dios y con el tema SEAMOS AGRADECIDOS, espero que reconozcas que agradecimiento por todo, es lo que debemos manifestarle a Dios. Pero que también debemos agradecer a las personas que nos dan su apoyo, nos brindan un servicio o nos acompañan en los momentos difíciles cuando necesitamos de alguien que nos brinde su consejo o simplemente nos escuche. Y para comprender lo profundo e importante que es el acto de agradecer, analizaremos generalidades de ese acto iniciando con su definición.
Agradecimiento se llama al acto y resultado de agradecer. Quien agradece, expresa su gratitud, mostrando así que valora a quien le realizó un favor o le prestó ayuda. Es un sentimiento que generalmente lleva a tratar de devolver, de alguna forma, la colaboración recibida. El agradecimiento es el tema que hoy presentaré con información tomada de la Biblia, del Catecismo de la Iglesia Católica y de un artículo de Rodrigo Martínez Murillo, publicado en la sección “Virtudes y valores” de Catholic.net.
En las Sagradas Escrituras encontramos muchas citas sobre el agradecimiento o la gratitud, de la que alguien dijo que “es la flor exótica del jardín de las virtudes”. San Pablo en 1Ts 5,18 dice: “Den gracias por todo, porque eso es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús.” Vemos pues que Dios desea que seamos agradecidos. San Pablo también escribió en Fil 4,6: “No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos.” En la carta a los Col 3,15 también encontramos sobre el agradecimiento, ahí leemos: “Ustedes fueron llamados a formar un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Dejen que la paz de Cristo gobierne sus corazones, y sean agradecidos.” También en los Sal, en los libros de las Cró, Is, Jer, Dan, Tob, en el Eclo o Sir abundan los llamados a dar gracias a Dios, y San Pablo enseña sobre dar gracias a Dios también en 2Co, Ef y 1Tes.
Tantas veces lo repiten las Sagradas Escrituras para hacernos ver lo renuentes o reacios que somos para agradecer, como lo importante que es el ser agradecidos con Dios. Y es que la gratitud no es sólo un gesto de cortesía y de buena educación. No consiste sólo en decir “gracias”, a quien nos han hecho un favor o nos ha prestado un buen servicio, y el primero debe ser Dios. La verdadera gratitud es una virtud que brota desde lo más profundo del corazón. Además, decir gracias tiene efectos positivos en nuestra salud, y también en el bienestar de las personas a las que damos gracias.
Agradecer es la respuesta de las personas nobles ante los beneficios que reciben, puesto que es la manifestación de que reconocen que las atenciones de Dios y de los demás, les son dadas a cambio de nada, que es un favor, por lo que desde el fondo del alma se sienten deudoras hacia quien les han mostrado su generosidad, convencidas de que, si han recibido su ayuda, es por bondad y no porque lo merecieran. Por eso, la gratitud, si es sincera y auténtica, va acompañada de humildad y sencillez interior de quien agradece.
La gratitud sólo se da en las almas grandes y generosas. Por eso es tan raro y admirable encontrarse con una persona verdaderamente agradecida, que es humilde y ve el beneficio recibido como un don inmerecido que pudo no habérsele dado, y por ello se siente deudor, pues su necesidad fue satisfecha y sabe que debe recompensarlo con un sincero «gracias» que debe ir acompañado de una actitud que manifieste ese sentimiento de gratitud. En el caso de Dios, el agradecimiento debe ir acompañado con una vida acorde a su voluntad.
La gratitud es una virtud tan rara, que, Jesús se sorprendió ante la ingratitud de los hombres y se maravilló al constatar que muy pocos saben ser agradecidos, como encontramos en el Evangelio de San Lucas que nos cuenta la historia de los diez leprosos que fueron curados por Jesús. De los diez que recibieron la prodigiosa gracia de su curación, sólo uno volvió a darle las gracias. “¿No eran diez los curados?” preguntó extrañado nuestro Señor. “Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”. Lc 17,12-19
Los otros nueve, que pertenecían al “pueblo escogido”, tal vez consideraron que se les tenía que hacer aquel favor, y no supieron reconocerlo como un don gratuito de parte de Jesús. Cuántas veces nos comportamos así, y no solo con las personas, también con Dios. Y Jesús nos da una gran lección cuando en Mt 11,25, manifiesta su humildad en una de sus oraciones más bellas, que es justamente una acción de gracias. Dice: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los humildes y sencillos…» y este es un agradecimiento por lo que el Padre hizo, no en Él o por Él, sino en alguien más, manifestando así su amor por ellos, que lo llevó a agradecer lo que en ellos y por ellos hizo Dios.
¿Y tú? ¿Eres agradecidos con los demás? Piensa en las personas de las que diariamente recibes beneficios, por ejemplo, en el amor desinteresado de tus padres, de tu cónyuge, de tus hijos; en la reconfortante amistad de tus amigos o en los favores que recibes de tus compañeros de trabajo o de estudios, o incluso de alguien desconocido. Analízalo y verás que no siempre mereces el bien que de ellos recibes.
Muy especialmente debemos considerar que “Como cristianos debemos una especial gratitud para con aquellos de quienes recibimos, la gracia del bautismo, la vida en la Iglesia, o de quien nos presentó a Jesús y la Buena Nueva de Salvación y el don de la fe. Puede tratarse de nuestros padres, de otros miembros de la familia, de los abuelos, o de sacerdotes, catequistas, maestros o amigos.”
¿Y con Dios? ¿Somos personas agradecidas con Dios? ¿Sabemos reconocer y dar gracias a Dios, desde lo más profundo de nuestro corazón, por todos los dones y beneficios que nos concede a cada momento? ¿Estamos de verdad convencidos de que no merecemos tanta bondad de parte de Dios y que todo lo que tenemos es sólo porque Él es inmensamente generoso con nosotros?
Dice el Catecismo en el numeral 2097: “Adorar a Dios es reconocer, en el respeto y la sumisión absoluta, la «nada de la criatura», que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo, como narra Lc 1, 46-49. Debemos pues, imitar a la Santísima Virgen María y confesar con gratitud las cosas que Dios ha hecho en, con y por nosotros.
Debemos tener en cuenta, que “el agradecimiento y la adoración a Dios nos libera de volvernos sobre nosotros mismos, y que reconocemos a Dios como el creador de todo cuanto existe, por lo tanto, también de nosotros y de todo cuanto nos da como don, “empezando con la vida”. El agradecimiento, entonces, nos ayuda a dejar de ver solamente nuestros intereses, (nos ayuda a dejar el egoísmo), para abrirnos agradecidos a Dios y a los demás, y también nos libera de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo.”
¡Cuántas veces sucede que, en vez de dar gracias por lo que tenemos, nos quejamos por lo que no tenemos! O en lugar de sentirnos felices por lo que Dios nos da, nos quejamos ¡porque debería concedernos otras cosas!, ¡porque debiera darnos más! Esto es tratarlo como si fuera un empleado que debe obedecer lo que le ordenamos. Aunque no actuemos así por malicia.
A veces somos tan descuidados en nuestro trato con Dios, que, en vez de valorar y agradecer sus dones, nos comportamos como hijos caprichosos.
Debemos tener presente que no es por nuestros méritos que recibimos todo cuanto Dios nos da. “Es por gracia” dice san Pablo en Ef 2,7. Dios, que nos ama y nos conoce, nos proporcionará todo cuanto necesitemos. Esto implica, que no solamente debemos ser agradecidos por lo recibido, sino también tener fe, fe que debemos poner en acción con oración de agradecimiento, por lo que vamos a recibir, manifestando así que creemos que lo recibiremos.
Jesús mismo lo dice: “No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves!
En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?
“¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe!
Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Con esto se refiere a lo indispensable para vivir una vida digna de hijos de Dios. Y continúa: Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan.
Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas.
No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.” Mt 6, 25-34
Entonces, si ya tenemos la promesa de Jesús, reconozcamos que se trata de Dios mismo que ofrece cuidar de nosotros proveyéndonos de lo que necesitamos para vivir dignamente y manifestémosle nuestro agradecimiento dando testimonio ante todos con nuestra conducta apegada a sus enseñanzas, pero también agradezcámosle hablando con Él en oración que no es un gesto de magia por el que queremos manipular a Dios; porque Dios, aun siendo un padre tan cercano, no puede ser manipulado por los hombres. La oración de agradecimiento no es tampoco un ejercicio de interiorización mística; es la relación con nuestro Padre por medio de su hijo Jesús. Esa oración, es agradecerle por la vida y también escucharle; por lo que debe ser una manifestación de fe y de relación íntima con Jesús, en cuyo nombre nos comunicamos con Dios Padre, bajo la dirección del Espíritu Santo. Es pues, una comunicación con las tres personas de Dios Trino.
Y para ayudarnos, podemos acudir a la Biblia, que es un libro de oración; no se trata sólo de la historia de las relaciones entre Dios y los hombres, ni es sólo palabra de Dios dirigida a los hombres con la que nos dicta la forma en la que debemos comportarnos para ser bendecidos, evitar dificultades y que nos vaya mal; sino también, y sobre todo, es la forma en la que los hombres elevamos a Dios, nuestra oración para agradecerle, adorarle, glorificarle. Es nuestra guía para agradecer su bondad y su misericordia porque nos provee de cuanto necesitamos para vivir dignamente como sus hijos, para agradecerle por su dirección, y por los dones con los que nos capacita para relacionarnos con Él y con los demás, y para trabajar en la expansión del Reino aquí en la tierra sirviendo a los demás, y también para agradecerle por nuestros sentidos a través de los cuales podemos disfrutar de todo. En fin, para agradecerle por todo, pues como dice San Pablo en Fil 4,6: “No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos.”
Seamos más agradecidos con Dios nuestro Señor y con todas aquellas personas que nos hacen algún favor, conscientes que la gratitud genuina, nos llevará también a compartir con los demás las cosas que Dios nos da con tanta generosidad.
Y cuanto recibamos de alguna persona, recibámoslo con humildad y manifestemos agradecimiento “Porque todo lo creado por Dios es bueno y no hay que rechazar nada si se toma con agradecimiento”. Dice San Pablo en 1Ti 4,4.
Podemos hacer mucho bien a una persona que nos brinde un servicio con decir un sincero «gracias», aun cuando sea su trabajo, por ejemplo a quien nos atiende en un restaurante, o en una gasolinera, o lleva a cabo su labor sumida en la rutina. Ese gracias que le demos con sinceridad, acompañado de una sonrisa, hará un gran cambio en su interior, sentirá que su trabajo fue reconocido y agradecido.
Termino con la 1Ts 5,18, con la que inicié, la cual debemos considerar una orden que debemos llevar a cabo por amor a Dios y a nuestro prójimo. Ahí dice San Pablo: “Den gracias por todo, porque eso es lo que Dios quiere de nosotros en Cristo Jesús.” Que así sea.