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ALCANZA LA SANTIDAD Y MUESTRA A CRISTO

ALCANZA LA SANTIDAD Y MUESTRA A CRISTO

Dice Jn 1,12 que “a quienes por fe reciben a Jesús y creen en él como su Salvador, se les concede el privilegiode ser hijos de Dios.” Esto significa que debemos conocer a Jesús para tener fe en Él y creer que es el Hijo de Dios quevino a cumplir con el Plan divino de salvación para la humanidad, es decir que es nuestro salvador, y esto a su vez significa que debemos conocer sus enseñanzas.

Ahora bien, para seguir Su doctrina, Sus enseñanzas, debemos conocerlas por las Sagradas Escrituras,que es donde se encuentran, pero no es suficiente con conocerlas, debemos vivir de acuerdo a ellas. Pero tampoco
basta con que conozcamos y vivamos de acuerdo a las enseñanzas de Cristo, también debemos, como sus seguidores, darlas a conocer a nuestro prójimo.

Nuestro trabajo, como seguidores de Cristo y miembros de la Iglesia Católica que Él fundó, es contribuir a que esa misión evangelizadora se lleve a cabo, y la mayor obra de misericordia que podemos realizar es dar a conocer a
Cristo, el camino a la salvación eterna. Esta es una labor a la que cada vez más, nos hemos involucrado los laicos, por lo que nos corresponde llevar una vida que sea coherente con la fe en el Señor Jesús en todas las circunstancias de la vida; y mostrar nuestra fe con nuestro testimonio, en la familia, en el trabajo, en los estudios, en todos lados y en todo
momento. Pues, como discípulos de Jesús, debemos vivir de acuerdo a sus enseñanzas y las de la Iglesia para fortalecer, en los demás, el claro sentido de que al ser bautizados y haber aceptado a Jesús como Salvador y Señor,
tenemos la condición de hijos de Dios, pero también adquirimos la responsabilidad de vivir de acuerdo con esa condición.

No solo debemos vivir como hijos de Dios, debemos también, con nuestro testimonio, enseñar a los demás a tener una relación estrecha con Dios Padre a través de Jesús, con la dirección del Espíritu Santo; para lo cual debemos también enseñarles, al menos estos cinco puntos:
1●Que se comuniquen con Dios a través de la oración, y que vivan en armonía con los demás como nos enseña San Pablo en Ro 12,16 y 1 Cor 1,10,
2●Que mantengan su dignidad como personas y como hijos de Dios; “trabajando por la paz, porque asíseremos reconocidos como hijos de Dios.” Como dijo Jesús en Mt 5,9.
3●Enseñar también sobre la fraternidad que debe existir entre los hombres, como dice Jesús en Jn 15,17  “Estoes lo que les mando: Que se amen unos a otros.” Para que vivamos en paz como dice San Pablo “tengan un mismo
sentir y vivan en paz.” 2Co 13,11
4●También debemos enseñar a amar y respetar el mundo en el que vivimos y todo lo creado por Dios.
Y 5● enseñar a vivir disfrutando de la paz y la confianza que solamente Dios nos da y también del gozo de supresencia en nuestra vida, así como confiar en su providencia, respaldo, fortaleza y dirección. En Mt 6,25-32 dice Jesús:
«No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la
vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?
Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo,
el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves!
En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?
“¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan.Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos.
Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe!
Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamosa vestirnos?’
Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan.»

Desde luego, para enseñar estos 5 puntos, primero debemos vivirlos nosotros, ya que por nuestro testimonio tendremos la solvencia de hablar qué es lo que se debe hacer para agradar a Dios y tener una relación con
Él. De no ser así, nuestras palabras serían vanas, pues no tendrían ningún respaldo.

Otra manifestación de que somos hijos de Dios, es la dirección que nos brinda el Espíritu Santo. San Pablo dice: Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud que los lleve otra vez a tener miedo, sino el Espíritu que los hace hijos de Dios. Por este Espíritu nos dirigimos a Dios, diciendo: “¡Abbá!, es decir ¡Padre!” El Espíritu de Dios da testimonio a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de Dios. Ro 8,14-16.

Decía antes, que debemos servir a Dios a través del servicio amoroso a nuestro prójimo, y podemos utilizar como guía las 14 obras de misericordia que nos presenta la Iglesia: Las 7 corporales, que son: Dar de comer al
hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los muertos. Y las 7 obras de misericordia espirituales, que son: Dar consejo al que lo necesita,
enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas y rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. Y para realizar estas obras de
misericordia, debemos considerar que son oportunidades de hacerlo: la vida en familia, la relación en el matrimonio, la buena realización del trabajo, el buen desempeño como estudiantes, así como practicar la caridad, la humildad, la laboriosidad, la justicia, la alegría y en general, las virtudes humanas y cristianas.

Buscar la santidad en todo cuanto hacemos incluye el trabajo, como mencioné, y eso significa esforzarnos por realizarlo bien, buscando la excelencia, por amor a Dios, para glorificar así su santo nombre y para servir al prójimo de la mejor manera, pues cuando tenemos esa proyección espiritual, tanto el trabajo como nuestra vida, se convierten en
momentos de encuentro con Cristo, y esto facilita que nos mantengamos firmes en nuestro proyecto de agradarlo en todo, porque si vamos con Él, como dice el apóstol de los gentiles, seremos más que vencedores y nuestros objetivos podremos alcanzarlos pues todo lo podemos alcanzar con Cristo que nos fortalece. (cartas de San Pablo a los Ro 8,37 y a los Fil 4,13).

Para alcanzar esos objetivos espirituales, debemos recordar la necesidad de establecer nuestros propósitos (plan de vida) y los pasos para alcanzarlos, lo cual incluye: mantener una comunicación estrecha con Dios a través de la oración, dedicar tiempo a la lectura, estudio y meditación de las Sagradas Escrituras, frecuentar el sacramento de la reconciliación, la confesión;
así como asistir con frecuencia, mejor si diariamente, a la Santa Misa y recibir en la Comunión, a Jesucristo para llenarnos con su presencia,
y pedir el apoyo e intercesión a nuestra madre, María, para que logremos alcanzar nuestras metas.

Para imitar a Jesucristo, debemos también ofrecerle nuestros esfuerzos para realizar de la mejor manera nuestros deberes y hacer la vida más agradable a los demás.

También debemos considerar realizar algún sacrificio para doblegar nuestro cuerpo y fortalecer nuestro espíritu, por ejemplo, a través del ayuno. Pero podemos ir más allá ofreciéndole al Señor nuestras obras de misericordia, con las cuales no solamente creceremos espiritualmente, sino que también seremos instrumentos de bendición para nuestro prójimo.

San Juan Pablo II decía, “no debe haber divorcio entre fe y vida.” El mismo concepto expresaba el fundador del Opus Dei al decir que el cristiano no debe «llevar una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, por
una parte; y por otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social». Por el contrario, señalaba san Josemaría Escribá, «hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa tiene que ser santa y llena de Dios».

Entonces, para mostrar al Cristo que llevamos dentro, todos nuestros actos deben reflejarlo, por lo que debemos obrar siempre “con libertad, con responsabilidad, y correctamente, siguiendo la enseñanza de Pablo quien escribió: «No nos cansemos de obrar el bien; que a su debido tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.» Gal 6,9

Pablo, que conocía por experiencia propia la debilidad humana, escribió «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, éste hago.» Ro 7,19 Pero como no se trata de dejarse vencer por nuestra naturaleza que nos lleva a
hacer lo malo, también nos dice «No seas vencido por lo malo, sino vence con el bien el mal.» Rom 12,21 Esto significa que debemos hacer nuestro esfuerzo para que, en nuestra vida, lo que prevalezca sea el bien, sabiendo, que contamos con la ayuda de Dios, pues «Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla.» 1Co 10,13

Ese esfuerzo que debemos realizar, es, en primer lugar, para que mejoremos personalmente, y también, para presentar a Jesús. Debemos, por tanto, ser testigos de Jesucristo, y difundir su mensaje de amor y esperanza entre
todos los que nos rodean, parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o de estudios; primero con el ejemplo, con nuestra forma de vida, y luego, con lo que dicen los Evangelios, por lo que debemos conocerlos; y ello significa leerlos, estudiarlos y meditarlos para entonces, vivir de acuerdo a sus enseñanzas. Entonces podremos presentar a Cristo.

Este dar a conocer a Cristo, debe brotar de nuestro corazón como un anhelo, un deseo de compartir las bendiciones que Él nos ha dado, y para que los demás también alcancen su salvación eterna y la vida plena aquí en la
tierra.

Si les presentamos a Jesús y lo llegan a conocer, lo amarán, porque conocerlo, es amarlo, y al amarlo y conocer el plan de salvación de Dios Padre, que Jesús vino a realizar, lo aceptarán como el Salvador que vino a liberarnos de las cadenas de pecado.

Dediquémonos entonces a buscar la santidad a la que el Señor nos llama cuando dice, “Sean ustedes santos, porque yo soy santo”. (Lev 19,2; 20,7; 1P 1,16) Si vivimos así, estaremos mostrando a todos lo que El Señor ha
puesto en nuestro corazón, por medio de su Espíritu Santo: Paz, paciencia, gozo, fe, amor, prudencia, fortaleza, piedad, ciencia, santo temor de Dios, alegría, esperanza, fidelidad, generosidad, bondad, comprensión de los demás, caridad, mansedumbre, dominio propio, misericordia, sabiduría y otras muchas cosas más.

Por lo que recibiste, ábrele tu corazón a Cristo y déjalo entrar, permite que su amor llene tu vida y te dirija por el camino de justicia, amor y paz.

Decídete y actúa. Prepárate, estudia la Biblia, y reconociendo que es Dios quien te habla, permite que toque tu corazón y obedece. Si quieres agradar a Dios, debes saber que quiere de ti, por eso debes conocer las Sagradas
Escrituras y vivir de acuerdo a lo que te dice, no a tu manera, porque no basta tener la buena intensión. Por ello, conociendo la voluntad del Señor, esfuérzate para alcanzar la santidad a la que te llama y con tu forma de vida,
transmite el evangelio a los demás, pues como decía San Francisco de Asís “Lo que haces puede ser el único sermón que algunas personas escuchen hoy.”

Al vivir así, lo estaremos presentando a todos, y quienes vean cómo nos comportamos, querrán acercarse a nosotros y podremos hablarles de las cosas buenas que hemos recibido por caminar con Jesús, y que éstas y muchas otras cosas podrán disfrutar, si le entregan su corazón a Cristo para que more en él y desde allí, los conduzca a una forma de vida de bendiciones interminables.

Por lo que, si aún no tienes a Jesús como Salvador de tu vida y como tu Señor, ahora es buen momento para que le entregues tu vida y le pidas que venga a tu corazón para que te guíe por su camino de justicia, y vivas de hoy en adelante disfrutando a pesar de las dificultades, de las tribulaciones y de los problemas, de la paz que sobrepasa todo entendimiento, del amor que sólo Él puede darnos, un amor que es el único que nos llena plenamente el corazón y nos satisface de tal manera que no tenemos que andar buscando más; y nos llenaremos también del gozo que resulta de la presencia de Dios en nosotros.

Ahora, prepárate para entregarle tu vida al Señor Jesús y dile en oración:

Señor Jesús, creo que eres Dios, el Hijo de Dios Padre; hoy reconozco mi necesidad de ti y mi incapacidad de dirigir mi vida por tu camino de justicia, de amor y paz. No quiero fracasar más, por eso te invito a entrar a mi corazón para que dirijas mi vida como mi Salvador y mi Señor. Me esmeraré en buscar la santidad, no separarme de ti y seguirte por donde tú vayas, ayúdame con tu Santo Espíritu para que así sea. Amén.

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