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PRESENTA A CRISTO

PRESENTA A CRISTO

Con textos de la Exhortación apostólica “Alegraos y Regocijaos”, del Papa Francisco,

y del mensaje del 16 de noviembre de 2009 del Papa Benedicto XVI.

En su Exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate” – “Alegraos y Regocijaos”, el Papa Francisco nos recuerda que el Señor Jesús nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre; también nos recuerda que desde las primeras páginas de la Biblia está presente de diversas maneras el llamado a la santidad, cuando Dios: “Camina en mi presencia y sé perfecto”.

También nos enseña, a través de Josué, cómo alcanzar esa santidad. Recordemos que Josué, hace unos 3,250 años, fue el sucesor de Moisés como líder de los israelitas durante la conquista de Canaán, a quien, antes de la conquista, Dios le dijo “Repite siempre lo que dice el libro de la ley de Dios, y medita en él de día y de noche, para que hagas siempre lo que este ordena. Jos 1,8 Esto significa que debemos conocer y obedecer la Biblia, que es donde encontramos la dirección de Dios.

Debemos pues obedecer y buscar la santidad en todo cuanto hagamos y en donde nos encontremos. Las Sagradas Escrituras también nos presentan muchos ejemplos que nos alientan a alcanzar esa meta; y también allí vemos que la vida de todos esos santos, como la nuestra, no siempre fue perfecta, pero que, aún con sus imperfecciones y caídas, meditaron en su conducta, se arrepintieron, pidieron perdón, se levantaron, siguieron adelante y agradaron a Dios.

Si ellos pudieron agradarlo, también nosotros podemos hacerlo. Para lograrlo tenemos que desearlo y hacer nuestro esfuerzo. Y la primera etapa la encontramos en el Sacramento de la Reconciliación. Si de corazón lo hacemos y buscamos el perdón de Dios a través de la confesión, Dios nos perdonará por medio del Sacerdote, nos liberará de la culpa y vendrá en nuestra ayuda para que lo logremos. Pero implica que de nuestra parte tengamos una respuesta continuada, es decir, que hagamos lo que debamos de forma constante, perseverante.

El Papa nos recuerda que el Concilio vaticano II destacó con fuerza que “Todos los fieles,  cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, somos llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de la santidad como es perfecto el mismo Padre” como le dijo a Abrahám en Gn 17,1: “Yo soy el Dios todopoderoso; camina en mi presencia y sé perfecto.” Y leemos también en Lev 11,44  “Yo soy el Señor, vuestro Dios. santificaos y sed santos, porque yo soy santo.” Y San Pablo lo repite en Ro 12,2  en donde nos dice también cómo podemos lograrlo cuando dice: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.”

El Papa continúa diciendo: “Lo que interesa es que cada creyente comprenda su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí.”  Queridos hermanos, queridos oyentes, recordemos que Dios nos dio Dones y virtudes que debemos poner a Su servicio a través de servir a los demás. Y es por eso que el Papa agrega: “Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí en donde uno se encuentra. Y nos muestra cómo, en nuestra situación, podemos hacerlo cuando dice:

  • ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu esposa o de tu marido, como Cristo lo hizo con la Iglesia.
  • ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia, con responsabilidad, tu trabajo al servicio de los demás.
  • ¿Eres padre, abuelo o abuela? Sé santo enseñando pacientemente a los niños a seguir a Jesús.
  • ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales.”

 

El Papa nos hace ver que haciendo lo que hacemos cada día, en el lugar en donde nos encontremos, podemos alcanzar la santidad, y que en la Iglesia Santa, compuesta por pecadores, encontraremos todo lo que necesitamos para crecer hacia la santidad puesto que el Señor la ha llenado de dones ●como son:  la Palabra (Las Sagradas Escrituras), ● los Sacramentos: Bautismo,  Penitencia o Reconciliación,  Eucaristía o Comunión, Confirmación, Matrimonio, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos; además de  ●los santuarios, ●la vida de las comunidades, ●el testimonio de sus santos así como la múltiple belleza que proviene del amor del Señor.

Y para que no se nos dificulte o para evitar que dejemos de esforzarnos en nuestro caminar para alcanzar nuestra santificación, nos aconseja que vayamos buscándola a través de pequeños gestos en nuestro quehacer diario, puesto que todo lo que hagamos, si lo realizamos con la intención de glorificar a Dios o bendecir a nuestro prójimo, nos acercará a la santidad y debemos recordar que esa es la meta de nuestra vida, nuestra santificación.

Ese esfuerzo, inicia cuando volvemos nuestros pasos a Dios, dejando atrás el pecado que frena nuestra búsqueda de la santidad.

Cada vez que decimos no a las tentaciones para obedecer a Dios, es decir con cada nueva conversión, estaremos caminando hacia Él, hacia nuestra santidad. Y mientras mayores sean los desafíos que nos presenta la vida, más necesitamos de nuevas conversiones que permitirán que la gracia de Dios se manifieste en nuestra existencia “para que participemos de su santidad.”

Debemos pues, siempre y en todo cuanto hagamos, llevar a cabo actividades que nos santifiquen, para lo cual debemos respaldar nuestros actos con las Sagradas Escrituras, en donde encontraremos la dirección de Dios y las enseñanzas de Jesucristo que nos conducirán con su luz, por el camino de la santificación que nos lleva a la presencia del Padre, como dice Mt 6,33ª: Busca primero el Reino de Dios y su justicia –  Si te identificas con Cristo y sus deseos, eso implicará que trabajes con Él, en el reino de amor, justicia y paz; por lo que, al entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño, te estarás santificando.

Y para obedecer lo que dice la Biblia, debemos también hacer lo que nos corresponda para que nuestro prójimo también conozca la salvación por medio del sacrificio de Jesús, que antes de ascender al cielo, dijo a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado. Mr 16,1516 

Esto significa que, con nuestro testimonio, podemos cambiar el futuro de una persona para que viva en la presencia de Dios Padre por la eternidad. Pero también indica que, si no presentamos a Jesucristo con nuestra conducta, no creerán y se condenarán eternamente.

Ahora bien, San Mateo nos presenta, en su evangelio, un punto adicional en la narración del evento previo a la Ascensión de Jesucristo, quien en Mt 28,19-20 dice

Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes.Hasta aquí el mensaje es básicamente el mismo, pero luego, Jesús dice. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

Esto significa que en la labor que llevemos a cabo para darlo a conocer, no estaremos solos, Jesús estará con nosotros, por lo que si podemos llevar a cabo la tarea que Él nos encomendó; para ello debemos cumplir las normas y mandamientos, así como las enseñanzas de Jesús que se encuentran en la Biblia. Para obedecerlos, debemos conocerlos, eso requiere que la leamos, estudiemos y meditemos. Al vivir según esas enseñanzas, estaremos mostrando a Jesús.

Y como dijo el Papa Benedicto XVI en su mensaje del 16 de noviembre de 2009, debemos Evangelizar los nuevos areópagos. Esto significa que debemos presentar a Jesucristo y sus enseñanzas en todos los ambientes en los que nos desenvolvamos a diario.

Refiriéndose al  jubileo convocado por el Papa Benedicto XVI en conmemoración de los dos mil años del nacimiento del apóstol Pablo, dijo: El tema «San Pablo y los nuevos areópagos», ayuda a revivir la experiencia del Apóstol de los Gentiles cuando en Atenas, anunció el Evangelio en el areópago usando un lenguaje que armonizó el cristianismo con la cultura de los griegos, como se lee en Hch 17,22-31. Ese areópago, que entonces representaba el centro de la cultura del culto pueblo ateniense, era un alto tribunal aristocrático y lugar de reunión de los consejos de notables. Era como la corte suprema compuesta por los patriarcas de la ciudad que eran las autoridades supremas en asuntos políticos y de educación que también tenían mucha influencia en asuntos religiosos. Por lo que es natural que estuvieran interesados en Pablo y en su nueva enseñanza, y fuera llevado al Areópago para que allí expusiera sus argumentos, según se lee en Hch 17,34.

Y como dijo San Juan Pablo II en la carta Encíclica Misión Redentora- “Hoy, el areópago es símbolo de los nuevos ambientes en los que se debe proclamar el Evangelio”.

La referencia de ese acontecimiento con el apóstol de los gentiles, es para los cristianos de hoy, una invitación a que valoremos los «areópagos» de hoy; es decir, debemos considerar el valor de todos esos lugares o formas de comunicación, en donde debemos, con nuestro testimonio, dar a conocer la doctrina de Jesucristo. En esos lugares enfrentaremos los grandes desafíos de la evangelización, teniendo en cuenta las tendencias que, algunas personas con mucho poder, pretenden imponer.

Debemos dar a conocer la Buena Nueva de Salvación por Jesucristo apoyados por el espíritu de fe, que ve la realidad actual desde el punto de vista del Evangelio, y hacerlo con la certeza de San Pablo: que Cristo resucitado estará siempre con nosotros, que dijo: Enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Mt 28,20.

Es por ello que las palabras que Jesús le dirigió a Pablo en una visión resuenan hoy confortadoras también para nosotros. Le dijo: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal”.  Hch 18,9-10a

Y recordemos lo que Jesús dijo en el Sermón del monte: Bienaventurados ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Mt 5,11. 

Y para confirmar la labor que debemos llevar a cabo, más adelante en Mt 5,14-16 leemos que Jesús dijo:Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un cerro; ni se enciende una vela para meterla debajo de la olla, sino para ponerla en el candelero y que brille para todos los de la casa. De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.”

El Papa Pablo VI dijo: “No se trata solo de predicar el Evangelio, sino de “alcanzar y sacudir con la fuerza del Evangelio los criterios de las personas”. Debemos predicar el Evangelio, alcanzar y sacudir los valores que mueven a las personas, los verdaderos valores, que hoy adquieren mayor importancia, por lo que es prioritario educar en el ser y no en el tener, para que las personas se desenvuelvan respetando los valores humanos, los valores sociales y los valores morales. Esto significa que debemos sacudir con la fuerza del Evangelio a las personas.

 

Debemos sacudir con la fuerza del Evangelio para inspirar con convicción el deseo de vivir las enseñanzas de Jesús; tenemos que sacudir con la fuerza del Evangelio a las personas para alentarlas a vivir como seguidores de Cristo.

 

Debemos alcanzar y sacudir con la fuerza del Evangelio todo cuanto esté en oposición con la Palabra de Dios y con el plan de salvación”, es decir, debemos enseñar el Evangelio, y con nuestro testimonio, poner por delante a Jesucristo y sus enseñanzas, y dar a conocer la salvación que alcanzamos por su sacrificio, que realizó como la manifestación más grande de amor por ti, por todos.

 

Ello requiere de nuestra preparación que incluye fundamentalmente: estudiar las Sagradas Escrituras; mantener una relación con Dios por medio de la oración y participar de los Sacramentos de Reconciliación y Eucaristía, así como la realización de las obras de Misericordia. Entonces, dirigidos por el Espíritu Santo, viviremos según los mandamientos del Padre y las enseñanzas de Jesucristo. Así preparados y respaldados podremos dar testimonio ante todo el mundo y llegar a los “nuevos areópagos” con el deseo y la disponibilidad de ser instrumentos de Dios para bendición de nuestro prójimo.

Podemos cumplir con nuestra misión en donde nos movamos, dediquemos pues, nuestro esfuerzo en trasladar las enseñanzas de Jesús en nuestro trabajo o centro de estudios, con nuestros compañeros, amigos y familiares. Todo lugar y momento es propicio para que se conozca a nuestro Señor y Salvador, y podemos mostrarlo siempre con nuestra forma de vida, con nuestro testimonio.

 

La nuestra debe ser una actividad misionera, y como piedras vivas de la Iglesia, debe orientarse hacia toda la sociedad. Para ello debemos participar en todas las áreas de acción a las que, como laicos, podemos llegar y transformar para bien la sociedad, y glorificar a Dios. Llevemos a cabo esa Misión y tratemos de alcanzar las metas más altas sabiendo que el Espíritu Santo irá con nosotros siempre.

 

Se va extendiendo en el mundo el anhelo de una auténtica renovación espiritual y apostólica porque Dios está tocando los corazones de las personas. Muestra de ello es la enorme cantidad de personas que se unen a las Misas y la gran cantidad de mensajes bíblicos que cubren todos los medios.

Hoy, nuestra prioridad debe ser mostrar a Cristo, Señor de la historia y Redentor del hombre. Esto exige que cada uno de nosotros, cada comunidad cristiana, la Iglesia en su conjunto, ofrezcamos un testimonio de fidelidad a Cristo, construyendo pacientemente esa unidad querida por Él, porque la unidad de los cristianos hará más fácil la evangelización y el enfrentamiento con los que se oponen a la sana doctrina que ha guardado fielmente la Iglesia Católica por dos mil años.

 

En esta empresa misionera podemos imitar “el estilo de vida y el espíritu apostólico del apóstol Pablo, centrado totalmente en Cristo”. Con fidelidad al Señor Jesús, podremos transmitir más fácilmente a las futuras generaciones la herencia de la fe, que es capaz de transformar las dificultades, como las que ahora enfrentamos, en posibilidades de evangelización.

 

Las sociedades necesitan recuperar la vida espiritual y la confianza en Dios, con experiencias de fraternidad espiritual, de confianza en la Providencia y Misericordia divinas, así como de amor y de perdón, de renuncia a nosotros mismos, de acogida del prójimo, de justicia y de paz. Que toda la familia humana pueda invocar con alegría, fe y confianza a Dios como Padre Nuestro.

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