OBEDECE A DIOS
OBEDECE A DIOS
Obedecer a Dios será verdaderamente una manifestación de amor, sobre todo, si lo hacemos en fe, pues como dice el Catecismo: Obedecer en la fe, es someterse libremente al Evangelio, que es la enseñanza de Jesucristo, porque es una verdad garantizada por la segunda persona de nuestro Dios Trino. También los mandamientos de Dios, los cuales debemos entenderlos como las normas que Él desea que cumplamos para nuestro beneficio, para nuestro bien y no como meras imposiciones que debemos cumplir so pena de castigo. Para aceptar esto, es necesario tener una relación con Dios para conocerlo y conocer su amor, pues conocerlo es amarlo; entonces comprenderemos la razón de sus mandamientos, los cuales, como sus enseñanzas a lo largo de toda la Biblia, nos fueron dadas por medio de los profetas y por Jesús mismo, para nuestro bien. Por lo tanto, obedecer los mandamientos es un acto que brotará libremente desde el fondo de nuestro corazón como una forma de mostrar que comprendemos esas normas como manifestación de su amor y deseo de bendecirnos, por lo que, al obedecer, no solo seremos bendecidos, sino que también actuaremos para manifestar amor a Dios y agradarlo.
Según leemos en Jn 14,15 Jesús dijo: “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos” Y Él dio ejemplo con su vida que amaba al Padre, pues su única intención fue, obedecer siempre la voluntad del Padre, y según leemos en Jn 8,29 Él dijo: “El que me ha enviado está conmigo; mi Padre no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que a él le agrada”.
Quien ha tenido su encuentro con Dios conoce su amor y en consecuencia obedece sus leyes. Por ello, al haber conocido y entregado nuestra vida a Jesús, estamos dispuestos a seguir sus enseñanzas, lo que implica que también obedeceremos los mandamientos. Esto Significa que no seguiremos haciendo lo que queremos, lo que creemos o sentimos que debemos hacer, pues hacer eso sería dejarnos llevar por nuestros pensamientos y sentimientos, es decir estaríamos haciendo nuestra voluntad, no lo que Dios quiere, y esto lo encontramos en la Biblia, por lo que debemos acudir a ella para conocerla; meditar en su mensaje y vivir de acuerdo a sus enseñanzas, normas y mandamientos.
La Palabra de Dios es clara en sus enseñanzas y nos hace saber que a quienes no siguen las normas establecidas por Dios, los alcanzará el castigo; aun cuando parezca a sus ojos, que es lo correcto, o porque es lo que las demás personas esperan que se haga, porque Dios estableció que la desobediencia a sus normas es castigada con maldición como dice en el Dt 11,26-28 y 30,15: “En este día les doy a elegir entre bendición y maldición. Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor su Dios, que hoy les he ordenado. Maldición, si por seguir a dioses desconocidos, desobedecen los mandamientos del Señor su Dios y se apartan del camino que hoy les he ordenado.” “Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro.” De ahí la importancia de conocer lo que Dios dejó establecido en las Sagradas Escrituras pues somos nosotros los que decidimos el camino que tomaremos, y si no estamos conscientes de a dónde nos llevará esa decisión podremos estar dirigiéndonos al mal y la muerte.
Sin embargo, Dios, que respeta nuestra libertad de decisión, desea que recibamos bendición, y nos lo hace saber, como indica en Dt 28,1-14 que menciona la condición para que recibamos sus bendiciones. Dice en los versos 1 y 2: “Si de veras obedeces al Señor tu Dios, y pones en práctica todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy, entonces el Señor te pondrá por encima de todos los pueblos de la tierra. Además, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán por haber obedecido al Señor tu Dios. Bendito serás en la ciudad, en el campo. Bendito será el fruto de tu vientre, el fruto de tu suelo, el fruto de tu ganado, las crias de tus reses y el parto de tus ovejas. Benditos serán tu canasto y tu artesa. Bendito serás al entrar y al salir. El Señor te entregará ya vencidos los enemigos que se alcen contra ti; saldrán contra ti por un camino y por siete caminos huirán. El Señor te mandará la bendición en tus graneros y en tus empresas y te bendecirá en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios.”
Notamos que Dios nos hace ver que no tenemos que estar buscando cómo alcanzar sus bendiciones, puesto que si le obedecemos, sus bendiciones nos alcanzarán.
Luego, del verso 3 al 14 se encuentran descritas esas bendiciones. Desde luego, no quiere que recibamos maldición, puesto que aun cuando hayamos tomado el camino equivocado, Dios que nos ama, nos da otra oportunidad para volvernos a Él, como dice en el capítulo 30,2-3 “Si se vuelven al Señor y lo obedecen de todo corazón y con toda su alma, ustedes y los hijos de ustedes, como yo se lo ordeno ahora, entonces el Señor su Dios cambiará la suerte de ustedes y les tendrá compasión.” Comprendemos entonces, que la maldición es la falta de bendición de Dios por no obedecer sus normas, preceptos y mandamientos. Pero recordemos que, por amor, nos da oportunidades para que al enmendar nuestros errores y obedecerle, volvamos a estar bajo su cobertura y recibiendo sus bendiciones.
En la Biblia hay muchos ejemplos, como en Gn 3,5 donde Adán y Eva, yendo contra la orden de Dios, comieron del fruto prohibido. Pero Dios, por amor, desde aquel momento también preparó el plan de salvación cuando dijo al tentador: “Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón” Gn 3,1
También encontramos en el libro de los Nm en los capítulos 13 y 14 que luego de la expedición de Canaán la tierra prometida por doce jefes de los israelitas, luego de cuarenta días de explorar el país, cuando informaron lo que encontraron, diez de los exploradores informaron que no podrían entrar a esa tierra porque sus habitantes eran gigantes. Solamente dos, Josué y Caleb, dijeron que, si entraban a conquistar esa tierra, Dios estaría con ellos y les daría esa tierra y esos gigantes serían como pan comido, pero, al ser la mayoría la que opinó en contra, no entraron. Por eso Dios los hizo vagar por el desierto 40 años y de aquellos doce exploradores, solo Josué y Caleb, los dos que querían obedecer a Dios, entraron a esa tierra luego de vagar por el desierto. Pero, a pesar de la rebeldía de su pueblo, Dios estuvo con ellos siempre, los acompañó y se manifestó su presencia como nube y columna de fuego, y les dio de comer maná y perdices.
Otro ejemplo lo encontramos en el libro de Jos 7 narra cuando un miembro de la tribu de Judá, que se llamaba Acán, tomó varias cosas que estaban consagradas a la destrucción como ofrenda a Dios, y todos los israelitas resultaban culpables ante el Señor de haber tomado lo que él había ordenado destruir. Por eso la ira del Señor se encendió contra ellos y éstos perdieron la batalla. Y el Señor le dijo a Josué: Israel ha pecado, ha quebrantado la alianza que hice con ellos, se han apropiado de lo consagrado al exterminio, han robado y lo han escondido entre sus pertenencias. Los israelitas no podrán resistir frente a sus enemigos; huirán ante sus adversarios, porque han traído sobre sí la maldición. Yo no seguiré estando al lado de ustedes si no quitan esta abominación de en medio de ustedes. Y “Acán dijo: He pecado contra el Señor, Dios de Israel. Vi entre el botín un manto babilonio precioso, doscientas monedas de plata y una barra de oro de medio kilo, me gustaron y me apropié de ellos. Están escondidos en un hoyo, en mi tienda; el dinero está debajo.” Por eso Acán fue castigado y “El Señor dijo a Josué: –No temas ni te acobardes. Toma contigo todos los hombres aptos para la guerra, y ponte en camino para atacar Ay. Mira, yo te entrego el rey de Ay, su pueblo, su ciudad y su tierra.”
En cada uno de estos ejemplos, para los transgresores de las ordenes de Dios, las excusas eran válidas, pero eso no evitó que fueran castigados. Lo mismo nos puede suceder a nosotros. Por lo que lo mejor será que busquemos con sinceridad hacer siempre lo que Dios espera de nosotros, esto significa que debemos obedecer lo que nos pide en las Sagradas Escrituras.
Pero también en la Biblia encontramos ejemplos de las bendiciones que recibieron quienes obedecieron a Dios que dijo, según leemos en el Ex 20,6 “Soy misericordioso por mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos.” Esta promesa, como todas las que ha hecho Dios son para bendecirnos, aún cuando al obedecerle, pareciera que sería para sufrir, como Abrahán a quien Dios puso a prueba diciéndole: “Toma a tu hijo único, a tu querido Isaac, vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.” Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac y él llevaba el fuego y el cuchillo. Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero Dios le ordenó: No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ya he comprobado que respetas a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu único hijo. Por haber obrado así, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Todos los pueblos del mundo se bendecirán nombrando a tu descendencia, porque me has obedecido.”
Otro ejemplo es José a quien la esposa de Putifar, que lo tenía en alta estima y lo había puesto al frente de su casa y de todo lo suyo quiso seducirlo y José la rechazó, diciéndole ¿Cómo voy a cometer yo semejante crimen pecando contra Dios? Ella, al verse rechazada lo acusó diciendo que él la había querido violar y por eso fue a parar a la cárcel en donde luego de unos años, José interpretó el sueño del Faraón y éste lo puso al frente de todo el país y fue prosperado. Cuando llegó la hambruna en todas las regiones, solo en Egipto había trigo y eso permitió que su familia también fuera bendecida cuando llegaron a comprar trigo.
Existe el peligro de pretender que estamos obrando de cierta manera porque Dios lo dijo, aun cuando eso no es cierto. Por ello pidamos, que el Espíritu Santo nos conduzca para no caer en el error del que nos advierte Pr 14,12 «Hay caminos que a uno le parecen rectos, pero al final son caminos de muerte.«
Dejemos ya de cometer los errores que no nos permiten disfrutar de las bendiciones que Dios tiene para nosotros, rindámonos al Espíritu Santo y permitamos que Él nos conduzca, y vivamos aceptando la voluntad de Dios, como decimos cuando oramos el Padrenuestro «…hágase tu voluntad…»
Vivamos de acuerdo a las Escrituras, para que no nos corresponda la llamada de atención que hizo San Pablo en Gal 3,3: “¿Son tan estúpidos que, después de haber comenzado confiando en el Espíritu, terminan ahora confiando en sus propias fuerzas?” Esto significa que si para comenzar la vida nueva que nos dio Jesús, necesitamos la ayuda del Espíritu de Dios, ¿por qué habríamos de pretender terminarla mediante nuestros propios esfuerzos, es decir según lo que creemos, o peor aún, lo que sentimos? Si empezamos la vida nueva con el Espíritu Santo, dejémonos conducir por Él y vivamos obedeciendo los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús. Reconozcamos y aceptemos la diferencia entre: nuestros planes y la voluntad de Dios, es decir, entre ser necios u obedientes a Dios.
Debemos rendirnos y dejar nuestros deseos para hacer lo que Dios quiere, lo que está escrito en la Biblia. Esto lo lograremos si nos mantenemos apoyados en la oración, buscando la vida en el espíritu, evitando que la mundanidad y la carne nos influencien; muramos a nosotros mismos para rendirnos a Dios, sabiendo que El estará con quien le obedezca, como le ofreció a Josué cuando le dijo: “Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas.” Jos 1,9.
Entonces, confiados en esa promesa de Dios, que también es para nosotros, caminemos confiados en que Jesús, el León de Judá, el Gran Guerrero Victorioso, va con nosotros para librarnos de nuestros enemigos. Pero su ayuda llegará, si actuamos de acuerdo a su voluntad, porque si actuamos por nuestras propias ideas o intereses, tarde o temprano lamentaremos los frutos amargos que eso producirá, por lo que es mejor que correspondamos al amor de Dios, obedeciéndole, aun en las dificultades.
Dice el Catecismo: «En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal…» Esto significa que las personas deben obedecer siempre a su conciencia, que es esa voz, pues si actúan deliberadamente contra ella, se condenarían a sí mismos. En relación a esto, Santo Tomás Moro dijo: Dios nos da fortaleza para obedecer y hacer su voluntad en los momentos difíciles. Y dio testimonio de esa fortaleza al mantenerse fiel a las enseñanzas del Señor y oponerse al matrimonio del rey Enrique VIII con Ana Bolena, por lo que murió decapitado por orden del rey.
Pero puede suceder que por ignorancia la conciencia se forme ideas equivocadas sobre actos que ya realizamos o queremos llevar a cabo y nos lleve a actuar en contra de la voluntad de Dios, por ello debemos leer, estudiar y meditar las Sagradas Escrituras para vivir de acuerdo a ellas. Por ejemplo, Is 11,1-2 enseña los siete dones del Espíritu Santo, que nos ayudan a una mejor relación con Dios: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Estos dones, que pertenecen a Cristo, completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben y nos hacen dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas. Esos dones del Espíritu, podemos pedirlos, pero, se comunican al alma cuando recibimos los sacramentos y nos fortalecen y nos ayudan a llevar la vida bienaventurada a la que somos llamados.
También debemos tomar en cuenta que la oración es una condición indispensable para poder obedecer los mandamientos de Dios, por eso Jesús dijo: «Oren siempre sin desanimarse» Luc 18,1.
Dijo San Juan Crisóstomo en su Homilía sobre san Mateo: «Dios no necesita de nuestros trabajos, sino de nuestra obediencia» Y con toda certeza puedo decirte. Obedece y verás milagros.
Y nosotros los bautizados, que nos llamamos seguidores de Jesús, hemos sido llamados a mostrar la salvación por Jesucristo, obedezcamos, esmerándonos en llevar a cabo con entusiasmo y gozo la última orden que dio Jesucristo antes de ascender al cielo: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia”. Mr 16,15. Presentemos a Jesucristo y la buena nueva de salvación, pero antes oremos, para que Dios toque los corazones de las personas a las que vamos a mostrarles, con nuestro testimonio, la vida nueva que Jesús puede darles y luego démosles a conocer lo que las Sagradas Escrituras dicen de Jesús, sus enseñanzas y lo que hizo para darnos la salvación eterna.
Oremos: Señor Dios, te pedimos de común acuerdo y en el nombre de Jesucristo tu hijo y Señor nuestro, que no confundamos “obedecer” con “el mucho hacer”. Queremos obedecerte para mostrar que te amamos, por ello, ayúdanos a conocer tu voluntad; acompáñanos y condúcenos en la lectura, estudio y meditación de las Sagradas Escrituras, para que vivamos según lo que tú esperas de nosotros. Guíanos con tu Santo Espiritu en nuestra oración, para que comprendamos claramente lo que deseas de cada uno de nosotros y danos corazón dócil para aceptar tu voluntad. Amén.