DIOS NOS AMA
DIOS NOS AMA
Querido oyente, te invito a que escuches con atención el tema que hoy te presento pues estoy seguro que con la información que hoy daré, quedarás agradecido con Dios y su Hijo Jesús por su sacrificio, y si aún no lo has reconocido a Cristo como tu Salvador, te volverás a Él, le reconocerás como tal y como tu Señor y en adelante querrás vivir de tal manera, que, en todo cuanto hagas, le mostrarás agradecimiento, reconociendo que por su Sacrificio en la cruz tus pecados fueron perdonados y fuiste liberado de la esclavitud del pecado. Y querrás obedecerle, sabiendo que todo cuanto enseña y espera de ti, es para tu bien y de tu prójimo a quien desea que sirvas por amor y con amor, mostrándole con tu conducta, con tu forma de vivir, las enseñanzas de Jesús que dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado.” Mc 16,15-16
Jesús no solamente dio la orden, estuvo con sus discípulos ayudándolos en esa labor, cuando en obediencia “salieron a anunciar el mensaje por todas partes y el Señor Jesús los ayudaba y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas.”
Memoriza eso, pues permanece vigente hoy para todos los que le obedecen y enseñen que Jesús se sacrificó para que todos nos salvemos y disfrutemos de la vida que Él vino a darnos. Y puesto que nos ha dado la oportunidad de decidir entre si queremos mantenernos encadenados al pecado, a lo material, o a lo carnal; también dijo que “quien no crea será condenado”, eso significa que deberá pagar el castigo que su pecado merezca. O decidirnos a renunciar a lo que nos aleja de Dios y volvernos a Él, es decir, si nos convertimos y confesamos nuestros pecados, y pedimos perdón por medio del Sacramento de la Reconciliación que Él instituyó cuando dijo a sus discípulos, “a quien perdonen sus pecados le serán perdonados”, entonces, podemos tener la certeza que recibiremos el perdón que por su sacrificio nos otorgó, para luego en agradecimiento, vivir según sus normas y sus enseñanzas y obedeciendo los mandamientos los cuales nos fueron dados para guardarnos del mal.
San Pablo explica en Ro 6,23: «La paga del pecado es la muerte, mientras que el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.» Esto significa que obtendremos esa promesa de vida eterna al aceptar que, por el sacrificio de Cristo, fuimos librados del castigo que merecíamos por haber pecado y liberados de la esclavitud en la que el pecado nos tenía.
En el libro del Apocalipsis se nos indica que, por el sacrificio de Cristo, fuimos librados del castigo, que nuestro Señor Jesús nos amó tanto que se sacrificó hasta la muerte para que fuéramos limpiados de nuestros pecados. En 1,5b dice: «Cristo nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados derramando su sangre.» Es pues, Su sangre la que nos limpia de pecado, y nos libra de los ataques del enemigo por medio de las tentaciones, de la misma manera que la sangre del cordero sacrificado para la cena de Pascua en Egipto libró de la muerte a los hebreos como dice el Ex 12,22.23, en donde la orden de Dios fue: “Tomen un ramo de hisopo y sumérjanlo en la sangre del cordero sacrificado. Unten con sangre los lados y la parte superior del marco de la puerta. Cuando el Señor pase matando a los egipcios, verá la sangre en todo el marco de la puerta y pasará de largo por esa casa. Así el Señor no dejará que el Destructor entre en sus casas a matar.”
Pero no basta con que Jesús se haya sacrificado por amor a nosotros, debemos agradecer su sacrificio, y San Pablo en Ro 10,9 enseña lo que debemos hacer cuando dice: “Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación.” Esto significa que aun cuando estemos en pecado, Dios nos ama y cumplirá su promesa de salvarnos por la eternidad, si nos entregamos a Él reconociendo el sacrificio de Jesús y lo aceptamos como Señor de nuestra vida.
Dice en el Dt 5,10: «Yo Soy el Señor tu Dios, Dios celoso que trato con amor por mil generaciones a los que me aman y cumplen mis mandamientos.» Fijémonos en las condiciones: “nos tratará con amor por mil generaciones si lo amamos y cumplimos sus mandamientos.” Si deseamos ser tratados con amor de parte de Dios, debemos obedecer sus mandamientos como manifestación de agradecimiento y respeto por lo que ha hecho por nosotros y no por temor al castigo.
Dios, con Sus Mandamientos dio las instrucciones de conducta a seguir, para ser bendecidos y tratados con amor; y nos corresponde seguir esas normas que, repito, son para nuestra bendición pues, desde el momento en el que reconocemos a Jesús como nuestro Salvador y aceptamos que al entregarse a la muerte en la cruz, hemos sido injertados a su pueblo, y más que eso, como dice Jn 1,12: “A quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios”. Esa promesa es para todos, incluyendo a los alejados de Dios y los pecadores que reconozcan a Jesús como el Hijo de Dios que entregó su vida para salvarlos y cumplen sus enseñanzas y los mandamientos, que se encuentran en las Sagradas Escrituras, y entonces, como dice Ex 20,6. “Dios los tratará con amor por mil generaciones”
En Jesucristo, podemos conocer el amor en su máxima expresión, pues Dios lo envió para que fuera el cordero que sería sacrificado por nuestros pecados en la cruz y así fueran limpios todos los que acepten que ese sacrificio se llevó a cabo para sacarnos de la esclavitud del pecado; para darnos libertad y para ayudarnos a salir de nuestra vida desordenada fuera de la voluntad de Dios.
Muchas veces encontramos en las Sagradas Escrituras que Dios nos ama, como en el Dt 7,8ª en donde dice: «El Señor los sacó a ustedes de Egipto, donde ustedes eran esclavos, y con grande poder los libró del dominio del faraón porque los ama.» En la Biblia, Egipto representa nuestra vida esclavizada por el pecado y el faraón simboliza a Satanás que nos induce al mal y lucha por mantenernos esclavizados. Pero, cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador nos libera de todo eso.
Si te mantienes triste, solo/a, insatisfecho/a, ansioso/a o con otro sentimiento negativo, debes comprender que eso sucede al estar apartado de Dios, pues lo único que puede darte verdadero gozo y satisfacerte plenamente es “el Amor de Dios” que es lo único que llena nuestra necesidad de sentirnos amados, de sentirnos aceptados, acompañados y satisfechos; pero no podemos sentir nada de eso si estamos en pecado, porque al pecar, estaremos rechazando a Dios y su acción en nosotros.
Ese sentimiento de falta de amor de Dios se da porque confundimos el término “amor”, que ha sido mal empleado, llamando amor a lo que no es y ese error nos lleva a pecar. Por ello me enfocaré en el amor verdadero, el que satisface plenamente, el amor de Dios, que es el amor ágape, el amor por excelencia, el sentimiento que manifiesta el estado de plenitud del alma y de la mente. Y al comprender esto podemos definir nuestro sufrimiento como un síntoma del vacío interior que resulta de la falta del amor de Dios en nuestra vida. Pues como define San Juan, “Dios es amor” y “el hombre fue creado por Él y para Él, para que viviera plenamente con la protección de Su amor.” Gn 1,27-31
Déjame explicarte esto brevemente: Cuando nuestros primeros padres pecaron, los hombres como descendientes de Adán y Eva, por herencia perdimos la relación con Dios, y esa separación con nuestro Creador se manifiesta en la nostalgia que nos invade, ese vacío en nuestro interior que intentamos llenar de muchas maneras; pero que nada de lo que hacemos lo llena o nos satisface, por lo que Dios nos invita a dejar el pecado y volvernos a Él aceptando el sacrificio de su Hijo Jesucristo, para llenarnos nuevamente con Su amor, pues por mucho que nos hayamos apartado de Él, sigue amándonos y aunque aborrece el pecado ama al hombre, aunque sea pecador. Por eso, aunque le fallemos muchas veces, Dios no nos rechaza porque nos ama desde siempre y para siempre, como dice en Jr 31,3: “Yo te he amado con amor eterno” por lo que, si hemos caído en pecado, podemos al acudir al Sacramento de la Reconciliación para confesar nuestro pecado, pedirle perdón y seremos absueltos por Jesús representado por el sacerdote, según enseña San Pablo cuando dice en 2Co 5,20: “Hemos sido enviados para hablar en el nombre de Cristo. Es como si Dios estuviera llamando a la gente a través de nosotros. Hablamos por Cristo cuando les rogamos a ustedes que se reconcilien con Dios.”
Al dejar lo espiritual para darle importancia a lo material o a lo sentimental, es decir a lo que vemos, tocamos y sentimos; puedes llegar a oponerte al amor de Dios y decir: “Creo en Dios, pero no siento Su amor”. Eso sucede porque creer en Dios no es suficiente, como dice Stg 2,19-20: «Tú crees que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero los demonios también lo creen, y tiemblan de miedo. No seas tonto, y reconoce que, si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil, muerta.». Esto significa que, si decimos creer en Dios, debemos manifestarlo con nuestros hechos y al obedecer sus mandamientos y enseñanzas.
Ahora bien, para creer en Dios y que nos ama, debemos saber que en varios sitios de la Biblia dice quién eres tú para Dios, y en todos y cada uno, manifiesta que te ama y da muestras de ello. Por ejemplo, en el Gn 1,26 dice Dios: “Hagamos al hombre. Se parecerá a nosotros” y en el c.2,7 dice: “Y sopló en su nariz y le dio vida.” También dice el salmista en el Sal 139,13: “Tú creaste mis entrañas, Tú me entretejiste en el vientre de mi madre.” (nos creó). Además, Jesús enseña que Él, el buen pastor, te conoce por tu nombre, dice en Jn 10,3: «El pastor llama a cada oveja por su nombre.» Esa es la razón por la cual, como respuesta a Su llamado, has sentido el deseo de buscar a Dios y dejar la vida de pecado, porque Dios nos creó para que tengamos con Él una relación de Padre–Hijo. Jesús lo enseñó cuando dijo: «Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en los cielos…” Mt 6,9
Otra manifestación del amor de Dios es que te dio el don del libre albedrío, que es el regalo de la libertad para elegir entre el bien y el mal, entre “recibir Su amor o rechazarlo”. Eso dice Dios en el Dt 11,26: “En este día te doy a elegir entre bendición y maldición.” Y es tan importante que lo repite en el c 30,15: “Hoy te doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro.” Y más adelante, en el v,19 dice: “En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes.” Vemos aquí claramente la manifestación del amor de Dios, cuando hace ver que, a pesar de que nos deja libertad para elegir el camino, Él desea que tomemos la decisión de tomar el que lleva a la vida, pues, aunque quiere y puede intervenir en nuestra vida, solamente lo hará si se lo permitimos, ya que respeta nuestra voluntad y esa es otra manifestación de su amor.
Además, fuiste creado para ser eterno, como dice San Pablo en Tit 1,2: “La meta es que tengan la esperanza de vida eterna que Dios prometió desde antes de que el tiempo existiera, y él no miente”.
¿Te das cuenta? Eres tan especial para Dios que quiere tu Salvación eterna para que la disfrutes con Él. Y en la tierra quiere darte una vida plena, con abundantes bendiciones para que disfrutes de tu libertad. Quiere también llenarte de la poderosa presencia del Espíritu Santo para darte regalos especiales como son los dones que describe Is 11,1-2: Dones de: «sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios»; y otros dones que describe San Pablo en Gal 5,22-23: Dones de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Estos son instrumentos espirituales que nos da para que trabajemos en la expansión de Su Reino, sirviendo al prójimo. Y también nos da otros muchos dones para que tengamos una buena relación con Dios, por consiguiente, una vida victoriosa y abundante de paz y gozo, como dice Jesús en Jn 10,10b: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.»
Al decir vida en abundancia, no me refiero a muchos bienes o riquezas, aunque también eso puede darte el Señor ya que Él es el dueño del oro y la plata (Ageo 2,8), me refiero a lo que Dios te da por amor: entendimiento, sabiduría, paz, amor, salud, gozo, libertad, vida eterna, autoridad para rechazar el mal, poder para romper las cadenas de pecado y muchas otras cosas que valen mucho más que el oro y la plata, como dice Job 22,23-25: “Si te humillas, (es decir si te arrepientes y confiesas tu pecado); y te vuelves al Todopoderoso, y alejas el mal de tu casa, (si rechazas el pecado de tu vida), y si miras aun el oro más precioso como si fuera polvo, como piedras del arroyo, el Todopoderoso (Dios) será entonces tu oro y tu plata en abundancia.” Con esto Job nos enseña que el amor de Dios es nuestro mayor tesoro.
Pero la más grande muestra del amor de Dios la encontramos en Jn 3,16-17 que dice: “Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en El no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.” Envió a su Hijo para que, como cordero perfecto sustituyera a los cabros o corderos que se sacrificaban para limpiar los pecados, Jn.1:29, y fuera sacrificado en la cruz para pagar por nuestros pecados.
Dice San Pedro: “Dios los ha rescatado a ustedes de la vida sin sentido que heredaron de sus antepasados; y ustedes saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, que fue ofrecido en sacrificio como un cordero perfecto, sin defecto ni mancha.” Jesús, que nunca pecó, tomó nuestro lugar y murió en la cruz luego de padecer mucho para pagar por nuestros pecados. Pero resucitó, y con su victoria sobre la muerte, además de la manifestación de Su poder contra ella, obtuvo el perdón de nuestros pecados que fueron lavados por su preciosa sangre derramada durante su pasión aceptada voluntariamente por amor a cada uno de nosotros y también obtuvo para nosotros una vida nueva.
Sin embargo, no basta con que Jesús pasara por una terrible pasión, que haya muerto y luego resucitado, para que disfrutemos de esas bendiciones. No, a nosotros nos toca cumplir las condiciones que se encuentran en las Sagradas Escrituras, como lo que dice en el Sal 103,17a «El amor del Señor es eterno para aquellos que le honran.» La condición es honrarlo. Y lo honramos cuando obedecemos sus enseñanzas, normas y mandamientos.
El llamado que hacía Juan el Bautista es: “Arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados” Hch 3,19 En la Biblia se repite este llamado muchas veces, mostrando así que, para que el sacrificio de Cristo nos salve, nos limpie de pecado y nos reconcilie con el Padre, es indispensable que nos arrepintamos y nos volvamos a Dios dejando atrás el pecado. Esto es lo que llamamos conversión. Para ello, es necesario que tengamos fe, porque, como dice San Pablo en su carta a los Romanos: «Dios nos libra de culpa por medio de la fe en Jesucristo y lo hace por igual con todos los que creen.» Te fijas, libra a todos los que creen. Ro 3,22. Eso significa que «debes reconocer a Jesucristo como tu Señor y Salvador, para entonces ser salvo.» Ro 10,9 y el v 13 añade: «Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará».
Invocar Su nombre, implica creer en Él como el Señor poderoso que otorga el perdón y salva; es decir debemos poner nuestra fe en acción, y reconocer que, por amor, y por medio de su sacrificio, Cristo puso la salvación a nuestro alcance.
San Pablo también nos muestra el amor de Dios, dice: «Dios es tan misericordioso y nos amó tanto, que nos dio vida juntamente con Cristo cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados.» Ef 2,4-5ª confirmando con esto, que por amor, Jesús no esperó que lo buscáramos para darnos el perdón, Él sale a nuestro encuentro y toca nuestro corazón para que nos volvamos a Él.
Dios también nos mostró su amor al enviar al Espíritu Santo para nos ayudara a mantenernos firmes, para que nos guiara y podamos ser instrumentos suyos para amar, servir y bendecir a nuestro prójimo. También nos muestra su amor cuando actúa en nosotros, cuando nos sana espiritual, emocional y físicamente; cuando nos libra del poder del mal, cuando sacia nuestra sed espiritual y satisface nuestra necesidad de amor para que llevemos una vida victoriosa.
Jesús nos manifiesta su amor al quedarse con nosotros en la Eucaristía para fortalecernos espiritualmente y al dejarnos a su Madre, la Virgen María, no solamente como madre, sino como ejemplo de obediencia a la voluntad divina.
Sin embargo, el que Dios nos ame, no significa que no tendremos dificultades, pues todo cuanto Él permite en nuestra vida son pruebas que nos fortalecerán. San Pablo lo dice en Ro 10,10. «Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales Él ha llamado de acuerdo con su propósito.” Por lo que, si amas a Dios y crees que Él solo quiere el bien para ti y que tiene un propósito bueno para ti, entonces, todo cuanto pase en tu vida es para tu bien. Créelo y mantén firme eso en tu mente cuando lleguen las dificultades, porque llegarán, como advierte Dios en el Eclo o Sir 2,1> en donde nos dice: «Hijo mío, si tratas de servir al Señor, prepárate para la prueba. Fortalece tu voluntad y sé valiente, para no acobardarte cuando llegue la calamidad. Aférrate al Señor, y no te apartes de Él; así al final tendrás prosperidad. Acepta todo lo que te venga, y sé paciente si la vida te trae sufrimientos. Porque el valor del oro se prueba en el fuego, y el valor de los hombres en el horno del sufrimiento. Confía en Dios, y Él te ayudará; procede rectamente y espera en Él. Los que honran al Señor, confíen en Él y no quedarán sin recompensa. Fíjense en lo que sucedió en otros tiempos: nadie que confiara en el Señor se vio decepcionado; nadie que lo honrara fielmente se vio abandonado; a todos los que lo invocaron, Él los escuchó.”
Entonces, con fe y confianza acudamos a Dios en oración. “Su respuesta, aunque tarde, llegará en el tiempo correcto”, esa es una promesa de Dios que se encuentra en Hab 2,3.
Jesús mismo nos hace una declaración de su amor cuando dice en Jn 15,9-10 y 12: «Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mi»; y luego nos da una orden: «Permanezcan en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.» (bis)
Esa es una orden que debemos cumplir, así que manifestemos nuestro amor por Jesús manteniéndonos firmes, correspondiendo al amor que nos manifestó, siguiendo sus enseñanzas y cumpliendo los Mandamientos.
Que así sea para honra y gloria de nuestro Señor y Salvador.