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POR QUÉ ALABAR A DIOS

POR QUÉ ALABAR A DIOS

 

San Pablo, en Ro 8,28a, nos traslada una de las afirmaciones más consoladoras de la Biblia, dice ahí: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman. Si lo pensamos, es fácil aceptar este principio, porque nos hace ver que Dios, el amoroso Padre que todo lo dispone para bien de sus hijos, quiere darnos siempre cosas buenas, y confirmamos eso cuando al orar el Padrenuestro decimos: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo”, pero, vivirlo es difícil, porque significa vivir “siempre” confiando en Dios, porque con frecuencia nos quejamos de lo que sucede a nuestro alrededor; del frio o del calor, del ruido, del tráfico, de lo lento del servicio, o de otras muchas cosas. Quejarnos, es protestar, y en última instancia puede ser contra Dios, aunque no lo hagamos conscientemente.

Si de verdad, creemos de que todo resulta para bien de los que aman a Dios, debemos vivir en continua alabanza a Dios, como dice San Pablo en 1Tes 5,18: “Den gracias a Dios en todo porque esta es la voluntad de Dios” esto significa que aun cuando estemos desorientados, desesperados, en medio de una tormenta o con problemas o enfermedades, debemos dar gracias a Dios, pues si Él lo permite es para que pongamos nuestra fe en acción, para que manifestemos nuestra fe en Él y tener confianza en que saldremos adelante con su ayuda y dirección, porque todo eso nos hará más fuertes espiritualmente.

El Señor estará con nosotros siempre, ayudándonos, dirigiéndonos, protegiéndonos y eso es motivo para alegrarnos, dar gracias y alabar a Dios. Además, esas experiencias servirán para que a quienes estén pasando por lo que nos tocó enfrentar, les demos testimonio de lo que Dios ha hecho en nosotros, con nosotros y por nosotros, para que también esas personas se vuelvan a Dios y con confianza, acudan a Él y se dejen conducir con confianza, sabiendo que como buen Padre velará siempre por nosotros, como hizo Jesús, que, sabiendo que estaba bajo el cuidado del Padre se durmió en la barca mientras era azotada por una tormenta. (Mt 8,24; Mr 4,37; Lc 8,23)

Pero hay un elemento importante que debemos considerar: que nuestra meta es la vida eterna al lado de Dios y puesto que Pablo y Bernabé decían a los discípulos, según Hch 14,22: “Tenemos que pasar muchos sufrimientos para poder entrar en el reino de Dios”, entonces todo sufrimiento que pasemos, podremos soportarlo porque sabemos que al final disfrutaremos la eternidad con nuestro Padre celestial.

San Pablo hace una aclaración que debemos tomar en cuenta en 2Co 4,17 dice:Porque momentáneos y leves son los sufrimientos que, a cambio, nos preparan un caudal eterno e insuperable de gloria.” Y en 1Tes 3,3-4 “Que nadie se inquiete a causa de estos sufrimientos a los que, como bien saben, estamos destinados. Les habíamos anunciado esto cuando todavía estábamos con ustedes: «Vamos a tener sufrimientos»; y así ha sucedido realmente, como bien lo saben.” Y también narra en 2Co 11,23-27 los sufrimientos que padeció por dar a conocer la Buena Nueva de Salvación por Cristo: fatigas, en prisiones, no digamos en palizas y en las muchas veces que he estado en peligro de muerte. Cinco veces he recibido de los judíos los treinta y nueve golpes de rigor; tres veces he sido azotado con varas, una vez apedreado, tres veces he naufragado; he pasado un día y una noche a la deriva en alta mar. Los viajes han sido incontables; con peligros al cruzar los ríos, peligros provenientes de asaltantes, de mis propios compatriotas, de paganos; peligros en la ciudad, en despoblado, en el mar; peligros por parte de falsos hermanos. Trabajo y fatiga, a menudo noches sin dormir, hambre y sed, muchos días sin comer, frío y desnudez.”

Sin embargo, a pesar de todos esos sufirmientos escribió en 1Tes 3,9 ¿Cómo podremos agradecer suficientemente a Dios este gozo desbordante con el que, gracias a ustedes, nos alegramos en presencia de nuestro Dios?, esto se relaciona con la enseñanza de Jesús que dijo: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la comunidad te alabaré.” Heb 2,12.

Desde luego poner nuestra confianza en Dios, y alabarle por todo cuanto nos suceda, require que tengamos fe y que respaldados por la oración, nos enfrentemos a las situaciones que nos afectan, sabiendo que seremos conducidos por el Espiritu Santo y guiados por las Sagradas Escrituras, en donde encontrarémos la dirección divina.

Ahora debes preguntarte: ¿Estoy consciente de lo que Dios ha hecho por mi y en mí? ¿Le doy gracias por todo, tanto en los momentos de gozo como en los de amargura? ¿Lo alabo, consciente de que por amor, me provee de cuanto necesito y que aún en mis momentos difíciles ha estado conmigo? ¿Le entregué mi vida, mi familia, mis bienes, todo cuanto poseo, reconociendo que se lo debo a Él?

Si estuvieramos convencidos que todo responde al plan de amor de Dios, debiéramos distinguirnos por ser alabadores permanentes. Pero, nos distinguimos más bien, por nuestras continuas quejas y por nuestras rebeldías, con las que demostramos que realmente no creemos o aceptamos que “todo resulta para bien de los que aman a Dios”.

Debemos considerar, sobre todo en este tiempo, la gran influencia que el mundo tiene sobre todos, como lo expresa el Sal 12,8 que dice: “Los malvados rondan por todos lados y todo el mundo alaba la maldad.” Esta verdad que nos muestra el salmista, podemos verla hoy en la sociedad que perdió el rumbo, que está dejándose llevar por las tendencias diabólicas que pretenden cambiar las leyes de Dios por los caprichos y aberraciones que impulsan los poderosos que pretenden acabar con la humanidad por medio de sus ideas absurdas contrarias a las normas y mandamientos de Dios que nos fueron dadas para vivir en paz, con gozo, bajo la permanente bendición de Dios.  Pero, por falta de conocimiento de esas normas divinas, e impulsados por esa influencia de mentiras que esos grupos de poderosos han promovido, sumadas a las apetencias de la carne, en más de una oportunidad hemos dado por bueno algo que no es del agrado de Dios o no hemos hecho nada para oponernos a esa tendencia, por considerar que no es asunto nuestro, que cada quien puede hacer lo que quiera, sin darnos cuenta, que la falta de testimonio y de oposición al mal, es una ofensa a Dios, un pecado.

Si verdaderamente tuviéramos fe, lo veríamos todo de manera distinta, no nos quejaríamos tanto, más bien alabaríamos a Dios en todo momento por su proyecto de amor, que opaca cualquier otra cosa que el mundo nos presente. Por eso es necesario que conozcamos las Sagradas Escrituras para que sepamos qué hacer para recibir las promesas de Dios, y también para saber lo que debemos rechazar y por qué hacerlo.

San Pablo, que como escuchamos, sufrió mucho por mantenerse firme mostrando las enseñanzas de Jesús en Ef 1,3-14 nos da a conocer las razones por las que él se mantenía agradecido con Dios y lo alababa, por lo que ahora analizaremos cada verso para comprender las razones por las que él mantenía en su corazón un agradecimiento permanente que lo llevaba a alabar a Dios.

De Ef 1, dice en el verso 3: “Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha dado toda clase de bendiciones espirituales en los cielos a través de Cristo. Claramente indica que las bendiciones más importantes que nos ha dado Dios, son espirituales, aunque esto no signifique que no nos bendiga también en lo material. Pero, ¿por qué dice que en Cristo nos ha bendecido en los cielos? Esta expresión significa, que al vivir enfocados en lo espiritual obtenemos fuerzas de nuestro Señor, pero también, que Dios es la fuente de todo lo que somos, tenemos, y esperamos ser, y de nuestra salvación eterna al haber sido sellados con el Espíritu Santo, cuando fuimos bautizados, por lo que, con su dirección y los dones que nos otorga, podemos mantenernos fuertes y firmes para vencer las tentaciones. Eso no significa que Dios hará todo pues nosotros debemos desear y hacer lo que nos corresponde y para que así sea, debemos conocer la voluntad de Dios que se encuentran en la Biblia y acudir al Sacramento de la Eucaristía para tomar a Jesús en la hostia consagrada y así ser fortalecidos para mantenernos firmes en las batallas de cada día. A eso se refería Jesús cuando dijo en Jn 6,27: “Esfuércense por conseguir no el alimento transitorio, sino el permanente, el que da la vida eterna. Este es el alimento que les dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, lo ha acreditado con su sello.”

Por la justificación que nos otorgó Jesús con su sacrificio, estamos en Él; y Él está en nosotros para que alcancemos la santificación, que es la fuente de una vida santa y útil. Entonces, debemos tener claro, que la condición de una vida bendita es mantenernos conscientes de esa unidad con Jesús y trabajar por ello. San Pablo se refería a que las bendiciones nos vienen del cielo de donde partieron desde la eternidad.

Esas bendiciones espirituales que encontramos en los versos 4 al 14 podemos aplicarlas hoy, a nuestra nueva vida, que vivimos para Dios, pues con la vida plena y abundante que nos da Jesús, podemos disfrutar del cielo aquí en la tierra.

Dice San Pablo en el verso 4Dios nos escogió por amor antes de la creación del mundo para que fuéramos su pueblo santo, es decir, libres de pecado ante él.Fuimos escogidos por Dios, eso es motivo de alabarlo agradecidos. Entonces, hagamos lo que nos indica la Sagrada Escritura para vivir en santidad, concientes que solos no podemos, que debemos mantenernos en comunión con Dios para que nos guie, nos de fuerzas y sabiduría para mantenernos en su voluntad.

Dice en el versículo 5: Antes de la creación del mundo, Dios decidió adoptarnos como hijos suyos a través de Jesucristo. Eso era lo que él tenía planeado y le dio gusto hacerlo.”  Por amor, Dios nos había destinado a ser adoptados como hijos suyos, para que fuéramos santos y sin defecto en su presencia, es decir, para que fueramos consagrados a Él. Además al adoptarnos como hijos, Dios nos hace hijos suyos y herederos de los bienes prometidos a su pueblo. Cristo es pues, la meta hacia la cual Dios nos ha ordenado, Él es nuestra fuente de santidad y también nuestro modelo a imitar. Ser adoptados por Dios como hijos suyos es un motivo más para alabar con gozo a nuestro amoroso Padre.

 Continua en el verso 6Dios nos eligió para que así se le honre por su grandioso amor, que nos dio gratuitamente por medio de su Hijo amado. Jesúcristo, que se entregó por nosotros a la Muerte en la cruz, nos mostró su amor y con el Espíritu Santo nos ha dado el don de la alabanza, para que exaltemos su Gloria. Si para eso fuimos elegidos, honrémoslo y alabémoslo.

Continúa San Pablo en el verso 7: “En Cristo, gracias a la sangre que derramó, tenemos la liberación y el perdón de los pecados.” Esto significa que por la muerte redentora en la cruz, fuimos liberados del castigo que merecíamos por haber ido en contra de la voluntad divina y también nuestros pecados fueron perdonados. Esos también son motivos más que suficientes para que, agradecidos con Dios, le alabemos siempre.

En el verso 8 San Pablo nos dice:Pues Dios ha hecho desbordar sobre nosotros las riquezas de su generosidad, dándonos toda sabiduría y entendimiento”, Esto nos indica que al conocer las Escrituras con la dirección del Espíritu Santo y sus dones, podemos entender plenamente lo que significa su sacrificio y también podemos conocer y comprender su amor y eso nos hace vivir de tal manera que queramos agradarlo y alabarlo en todo momento.

En el verso 9 continúa diciendo: “y nos ha hecho conocer el designio secreto de su voluntad.” La voluntad de nuestro Padre celestial es que vivamos libres y felices, disfrutando de paz y amor, más motivos para que estemos agradecidos y le alabemos constantemente.

Sigue diciendo San Pablo en los versos 10 y 11 “e hizo que se cumpliera el término que había señalado. Dios nos escogió por medio de Cristo para ser su pueblo, tal como ya lo tenía planeado pues él actúa de manera que todo lo que suceda salga de acuerdo con su voluntad.”  Esto es también motivo para alabar a Dios pues, nos había escogido de antemano para que tuviéramos parte en su herencia, que incluye pertenecer a su pueblo y tener la esperanza de las promesas futuras según el propósito de Dios. Nos hizo conocer el designio secreto de su voluntad con la venida de Jesús, nuestro Salvador. Este designio consiste en que Dios ha querido unir bajo el mando de Cristo todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra puesto que todo fue creado por medio de Él y para Él, como dice en Col 1,16. Que hayamos sido creados por Él y para Él significa que debemos hacer su voluntad por amor, y mantenernos alabándole agradecidos por el honor que nos ha dado al hacernos miembros de su pueblo.

En el verso 12 dice:   Dios ha querido que nosotros seamos los primeros en poner nuestra esperanza en Cristo, para que todos alabemos su glorioso poder. Con esto, San Pablo refiere que en primer lugar fueron llamados los judíos, en contraste con el “ustedes” del verso siguiente, en donde se refiere a los no judíos, a nosotros, y en el verso 13 dice: “esto mismo sucede con ustedes: oyeron el mensaje de la verdad, o sea, las buenas noticias sobre la salvación y creyeron en Cristo. Por medio de él, Dios les puso el sello del Espíritu Santo que había prometido.” San Pablo nos dice con esto que al ser sellados por el Espíritu Santo en nuestro bautismo, pasamos a ser propiedad de Dios, por lo tanto, que Él nos protegerá y que nos proveerá de cuanto necesitemos como dice Jesús en Mt 6, 31-33: “No se preocupen ni digan: »¿Qué vamos a comer?» o »¿Qué vamos a beber?» o »¿Qué ropa vamos a usar?» La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y el bien que Dios quiere que hagan, y se les dará todo lo que necesitan.”

Y en el verso 14 dice San Pablo:El Espíritu es como un adelanto o una garantía de que recibiremos lo que Dios prometió. La promesa de Dios llegará cuando se complete nuestra liberación, y así podremos alabar a Dios por su grandeza.” En cuanto a la promesa de Dios, según San Pablo y San Lucas, ya se ha cumplido a través de su Hijo Jesucristo y los creyentes estamos ya en posesión del Espíritu Santo, que es garantía de nuestra salvación futura. Y San Pablo subraya que por la incredulidad de Israel, los paganos, o sea nosotros que no pertenecemos al pueblo hebreo y que respondimos a la fe, hemos heredado ahora la promesa de salvación para gloria de su nombre (Rom 1 1,11). Esto significa que al aceptar a Jesús como su Hijo y reconocer que se sacrificó para librarnos del castigo y perdonar nuestros pecados, pasamos a ser sus hijos y herederos, con toda clase de sabiduría y prudencia, pues aunque Jesús al morir en la cruz nos abrió las puertas de las bendiciones de Dios, a nosotros nos corresponde aceptar que su sacrificio nos dió libertad y rompió las cadenas de pecado que nos tenian esclavizados. Tambien debemos reconocerlo, como el Hijo de Dios y nuestro Señor, dándole el control de nuestra vida, sabiendo que lo que desea para nosotros es bendecirnos. Más motivos para alabar a Dios con gozo y agradecimiento.

Demos gracias al Señor, y alabémosle porque él es bueno, porque su amor es eterno, porque tuvo compasión de nosotros, porque nos ha llenado de alegría y nos trató de acuerdo con su inmensa bondad, porque nos libró del infierno y de la muerte eterna. Por todo eso y por las muchas bendiciones que hemos recibido, alabemos su nombre por siempre; Que el cielo y la creación entera le alaben por todos los siglos.

¡Alabado sea Dios, con alabanza pura. Alabado sea Dios, que vive y reina por siempre. ¡Alabado sea nuestro Dios! Bendito y Alabado sea Dios y Padre nuestro.

Y agradecidos por su bondad y misericordia, por su amor que nos otorgó la salvación, y la liberación de las cadenas de pecado, bendigámoslo y agradecidos alabémoslo con gozo, siempre y por todo.

Que así sea.

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