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LA UNCIÓN, PODER TRANSFORMADOR DEL ESPÍRITU SANTO

LA UNCIÓN, PODER TRANSFORMADOR DEL ESPÍRITU SANTO

 

En el tema anterior hablé sobre lo que significa Pentecostés, fiesta establecida por Dios, originalmente se denominaba “fiesta de las semanas”, y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos según dice Lv 23,15-21 ahí leemos: “A partir del día en que lleven ustedes el manojo de trigo como ofrenda especial, es decir, a partir del día siguiente al día de reposo, deben contar siete semanas completas. Y con el día siguiente al séptimo día de reposo, se completarán cincuenta días. Entonces presentarán al Señor su ofrenda de trigo nuevo, y llevarán de sus casas dos panes de la mejor harina cocidos con levadura, de unos cuatro kilos cada uno, como ofrenda especial de primeros frutos para el Señor. Junto con los panes llevarán siete corderos de un año y sin defecto, un becerro y dos carneros, como holocausto en honor del Señor, ofrenda quemada de aroma agradable a él, además de sus ofrendas de cereal y de vino. Ofrecerán además un chivo como sacrificio por el pecado, y dos corderos de un año como sacrificio de reconciliación. El sacerdote ofrecerá los animales como ofrenda especial en presencia del Señor, junto con el pan de los primeros frutos y los dos corderos. Serán consagrados al Señor, para el sacerdote. Ese mismo día deben celebrar ustedes una reunión santa, y no hacer ninguna clase de trabajo pesado. Ésta es una ley permanente, que pasará de padres a hijos y dondequiera que ustedes vivan.”

También se menciona en el Dt 16,9-10 en donde dice: “Cuando hayan pasado siete semanas, a partir del día en que comenzó la cosecha de trigo, celebrarán la fiesta de las Semanas en honor del Señor su Dios, y presentarán sus ofrendas voluntarias según los bienes con que el Señor su Dios los haya bendecido.”

Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde.

En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles cuando dice: “Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran.” Hch 2,1-4.

Luego de este acontecimiento, en el que se manifestó el don de lenguas, uno de los que el Espíritu da, y menciona San Pablo en 1 Cor 12,10; fue el que permitió que los apóstoles, antes escondidos por temor a los romanos, salieran con poder y autoridad para dar a conocer la Buena Nueva de salvación por el sacrificio de Jesús, y desde aquel momento, Pentecostés se convirtió también en fiesta cristiana de primera categoría, porque es cuando nació la Iglesia, como deja ver Hch 20 16 en donde dice: “Pablo, para no retrasarse mucho en Asia, no quiso ir a Éfeso; pues quería llegar pronto a Jerusalén y, de ser posible, estar allí para el día de Pentecostés.” Aunque en otra oportunidad quiso pasar la celebración en Éfeso como dice 1 Cor 16,8: “pero me quedaré en Éfeso hasta el día de Pentecostés.” Sin embargo, después de aquella unción del Espíritu Santo, la importancia de Pentecostés, según dice Jn 14,25-26, es que Jesús ya se les había anunciado a sus discípulos: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes. Pero el abogado, el espíritu Santo que el padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.”

Y cuando el Espíritu Santo se posó sobre ellos, como símbolo de su unción, fueron llenos de sus dones y desde ese momento, los apóstoles y los discípulos de Jesús, que eran unos 120, contando también a las mujeres, que se encontraban en el aposento alto orando, según dice, Hch 1,13-15, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar, con poder, para dar a conocer la buena nueva de salvación por Jesucristo. Y llevaron las enseñanzas de Jesús a todas las naciones. Iban bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo a todos los que aceptaban a Jesús como el hijo de Dios que murió para salvarlos de sus pecados. Y esto es algo que continúa sucediendo hoy en la vida de los seguidores de Jesús que desean ponerse al servicio del Reino, basta con que en oración escuchen lo que Dios desea de ellos y estén plenamente dispuestos a obedecerle para que el Espíritu Santo baje y renueve en ellos los dones que recibieron en su bautismo y en su confirmación, para que libre y conscientemente se dejen conducir por Él para vivir de acuerdo a las normas y mandamientos de Dios y según las enseñanzas de Jesús, para entonces, empezando con su testimonio de vida, muestren a su prójimo a Jesús y la salvación que por Él todos pueden alcanzar.

Ese evento y lo que puede hacer con nosotros el Espíritu de Dios hoy, podemos comprenderlo al leer el relato de la experiencia que mencionan los cuatro evangelios sobre la manifestación del Espíritu Santo en el bautismo de Jesús, Mt 3,16-17; Mr 1,10-11 y Lc 3,21-22 coinciden con decir: En el momento de salir del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo, que decía: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido.”  Por su parte Jn 1,32-34 menciona que fue el bautista quien declaró: “He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo todavía no sabía quién era; pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya lo he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios. y también aparece en el Evangelio [apócrifo] de los Hebreos, y en escritos de Justino, uno de los primeros apologistas griegos que escribieron en defensa del cristianismo y de Clemente de Alejandría, el primer filósofo católico y primer escritor cristiano que sostuvo el vínculo inseparable entre la fe y la razón.

La escena está construida con rasgos que muestran claramente que son de origen divino, cuando dice que “los cielos se rasgaron”, que el Espíritu de Dios descendió con suavidad sobre Jesús “en forma de paloma”, que enseguida se oyó “una voz que venía de los cielos”. Éstos son recursos que sugieren una teofanía, es decir, una comunicación de Dios, que va más allá de las vivencias ordinarias. La tradición ha conservado de esa forma el recuerdo de una experiencia decisiva de Jesús, difícil de expresar, pero clave para entender mejor su actividad posterior y su mensaje.

Analicemos esa experiencia. Tuvo lugar en un momento muy especial. Jesús se había acercado hasta el Jordán buscando a Dios y se había unido humildemente a otras gentes de su pueblo para recibir el bautismo de Juan, poniéndose así, ante Dios, en actitud de disponibilidad total. Esta misma experiencia que generó también disposición plena en aquellos seguidores y seguidoras de Jesús, que, en obediencia a su orden, se encontraban en Jerusalén unidos en oración. Y allí, en el aposento alto, en donde se encontraban temerosos, el Espíritu Santo se posó sobre ellos, como hizo con Jesús en el Jordán, pero en esta ocasión no como una paloma, sino en otra de las formas en las que El Espíritu Santo se manifiesta, como fuego. Y el objetivo de aquella unción, del bautismo en el Espíritu Santo, fue y es, concederle poder a la Iglesia para la divulgación eficaz del evangelio de Cristo, como dijo Jesús según leemos en Hch 1,8: “Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.”

Es por eso, que en la Solemnidad de Pentecostés, celebramos el descenso del Espíritu Santo sobre María, los apóstoles y muchos de los seguidores y seguidoras de Jesús. En Jn 16,13, dice que Jesús habló del Espíritu Santo, y dijo que Él enseñará “todo lo que ha oído”. Pero, como dijo el Papa Francisco el recién pasado domingo 19 de mayo, al asomarse a la ventana del apartamento pontificio para rezar la oración mariana del Regina Coeli con unas 20 mil personas congregadas en la Plaza de San Pedro: ¿Qué significa la expresión “enseñará todo lo que ha oído”? ¿Qué ha escuchado el Espíritu Santo? ¿De qué nos habla? Y dice el Papa Francisco: “Nos habla con palabras que expresan sentimientos maravillosos, como el afecto, la gratitud, la confianza, la misericordia. Palabras que nos permiten conocer una relación bella, luminosa, concreta y duradera, como es el Amor eterno de Dios: son las palabras que el Padre y el Hijo se dicen. Son precisamente las palabras transformadoras del amor que el Espíritu Santo repite en nuestro interior, y las que nos hace bien escuchar, porque estas palabras que encontramos en los Evangelios, hacen nacer y crecer en nuestro corazón los mismos sentimientos y los mismos propósitos que tuvo Jesús cuando tomó la decisión de dar a conocer que el Reino de Dios estaba llegando y de entregarse plenamente para mostrar el amor de Dios a todos, para sanar a los enfermos, para redimir a los pecadores, para servir a los pequeños, a los pobres, a los que el mundo rechaza.

De ahí la importancia de leer estudiar y meditar las Sagradas Escrituras para confirmar lo que el Espíritu pone en nuestro corazón y obedecer, es decir, cumplir con la misión que Jesús nos dejó, “predicar la Buena Nueva a toda criatura.”

El Espíritu Santo, estuvo en el nacimiento de la Iglesia, pero también está entre nosotros y estará siempre, inspirando nuestra vida para que nuestro actuar diario esté bajo su acción renovando nuestro interior e impulsándonos a ser testigos en medio de la realidad que nos corresponde vivir. Para que eso suceda, debemos estar atentos a su voz y ser dóciles a lo que nos mande hacer con los dones que nos dé, de ahí la importancia que nos nutramos todos los días del Evangelio, de las Palabras de Jesús, inspiradas por el Espíritu, que vendrá a nosotros cuando, confiados en que la promesa de Jesús es también para nosotros, clamemos con fe: “Ven Espíritu Santo y llénanos de ti, y danos tus dones para que, en el nombre de Jesús, seamos instrumentos de bendición a nuestro prójimo al presentarles la salvación que Él vino a darnos con su sacrificio”

Pero recuerda, querido oyente, que el Espíritu Santo solo vendrá a ti, si estás en Gracia, pues Dios no puede estar donde hay pecado, por lo que mantente limpio acudiendo a los Sacramentos de Reconciliación para confesarte con frecuencia y de la Eucaristía para llenarte de la presencia de Jesucristo que se quedó entre nosotros en las especies de pan y vino para fortalecernos espiritualmente,

Pídele al Espíritu Santo que te regale sus dones y su fuerza, y te haga fiel testigo de Jesucristo, para que muchos otros lo reconozcan como su Salvador y Señor. Y la unción del Espíritu Santo que llenó de poder a Jesús y transformó a los apóstoles en poderosos mensajeros de la libertad y del Reino de Dios, también te transformará a ti en un proclamador, en mensajero del amor de Dios y la salvación eterna.

Que así sea.

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