Skip links

EL ESPÍRITU SANTO CONSOLADOR

EL ESPÍRITU SANTO CONSOLADOR

A pesar de todo lo negativo que puede haber llegado a nuestra vida, los seguidores de Cristo podemos tener la certeza de que cada una de esas situaciones son para nuestro bien, como escribió San Pablo en su carta a los cristianos de Roma, que dice en el capítulo 8, verso 28: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.” Notemos que San Pablo es claro en que todo pasa para nuestro bien, siempre y cuando cumplamos con las condiciones que menciona después, la primera de ellas, que amemos a Dios y esto lo demostraremos al seguir sus mandamientos y normas, así como vivir según las enseñanzas de Jesús. La otra condición que menciona San Pablo es que hayamos sido llamados por Dios para que cumplamos con el propósito que tiene para cada uno, por lo que, si estás buscando conocer más de Dios, de su Hijo Jesús y del Espíritu Santo, puedes estar seguro que es porque Dios puso en tu corazón ese deseo, pero también debes saber que lo hizo porque tiene un propósito para ti, propósito que debes sentir en tu corazón y que debe estar relacionado con el servicio amoroso a tu prójimo y el servicio más importante que puedes ofrecer a los demás es presentarles a Dios por medio de Jesús con la dirección del Espíritu Santo. Y si crees que no estás capacitado para esa misión, ora y píde al Espíritu Santo que te guíe y te ayude.

Si te pones analizar lo que ha sucedido a lo largo de tu vida, podrás llegar a la conclusión de que Dios Padre siempre te ha mostrado su bondad y su amor sin que hubieras hecho nada para merecerlo. Recuerda que por misericordia envió a su Hijo Jesús para que por su sacrificio fuéramos salvados del castigo que merecíamos por haber pecado, y con su sangre derramada durante su dolorosa pasión, nos limpió de todo lo que el pecado había hecho en nosotros, nos regeneró, nos hizo nuevas criaturas, y nos dio una vida nueva dirigida por el Espíritu Santo. San Pablo en Tito 3,4-7 dice: “Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.” 

Y San Pedro escribió en 1Pe 1,8-12 un mensaje que es para nosotros, como ha sido para los cristianos de todos los tiempos. Dice:Ustedes aman a Jesucristo, aunque no lo han visto; y ahora, creyendo en él sin haberlo visto, se alegran con una alegría tan grande y gloriosa que no pueden expresarla con palabras, porque están alcanzando la meta de su fe, que es la salvación. Los profetas estudiaron e investigaron acerca de esta salvación, y hablaron de lo que Dios en su bondad iba a darles a ustedes. El Espíritu de Cristo hacía saber de antemano a los profetas lo que Cristo había de sufrir y la gloria que vendría después; y ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias que señalaba ese Espíritu que estaba en ellosPero Dios les hizo saber que lo que ellos anunciaban no era para ellos mismos, sino para bien de ustedes. Sí queridos oyentes, lo que Dios hizo saber a los profetas fue para bendición nuestra, porque por sus escritos pudimos comprender el significado y el gran valor del sacrificio de Jesús, así como la llegada del Espíritu Santo sobre sus discípulos y todos los bautizados, los que creemos que Jesús nos salvó y lo aceptamos como Señor. Pero no solo nos hicieron ver que el Espíritu Santo vendría a nosotros, sino las funciones que desarrollaría.

Por eso, cuando Jesús anunció y prometió la Venida del Espíritu Santo, le llamó el «Paráclito», que significa literalmente «consolador». La palabra Consolador que proviene de la palabra griega paracleto a veces traducida como Animador, que alienta y reanima, y como Soporte, Maestro, Ayudador, Santificador, y Abogado o Consejero que intercede a nuestro favor.

Dijo Jesús refiriéndose al Espíritu Santo en Jn 14,16.26: “Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.” En Jn 15,26, haciendo referencia a la Trinidad, dijo: “Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Entonces, si Jesús lo prometió, así es, el Espíritu de Dios vendrá a cada seguidor de Jesús y nos preparará para ser los instrumentos que Dios utilizará para ampliar su Reino aquí en la tierra.

 También en el Antiguo Testamento se le llamó consolador como leemos en Lam 1,16 donde el autor dice de él que es: el consolador, el que reanima mi alma, y en Is 51,12, Dios dice: “Yo, yo soy vuestro consolador”. Por lo tanto, si te sientes desanimado, pide que el Espíritu Santo consolador venga a ti y Dios estará contigo para animarte y darte fuerza y valor para seguir adelante.

Dijo Jesús «Cuando Él (el Espíritu Santo) venga, convencerá al mundo de pecado,« Jn 16,8, y “Él dará testimonio de mi”, (Jn 15,26) Entonces, si hay algo que te molesta en tu interior, puede ser el Espíritu Santo que te está indicando que hay algo que no es grato a Dios, por lo que debes analizar con la dirección del E.S. qué es para sacarlo de tu vida, confesarlo y pedir perdón con el propósito sincero de no volver a darle entrada a lo que ya sabes te hace daño y ofende a Dios. Como indica San Pedro en Hch 2,38-39: “Arrepiéntanse y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame. Notamos con esto que el Espíritu Santo no estaba limitado a los apóstoles y discípulos de Jesús, sino es una promesa para todas las personas que responden al llamado de Dios.

Sobre el don del Espíritu, San Juan Pablo II, en Evangeli Gaudium, escribió en el numeral 51: «Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu». (Jn 19, 30). Y el soldado romano «le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua» (Jn 19, 34). Todo había alcanzado ya su pleno cumplimiento. La «entrega del espíritu» presenta la muerte de Jesús semejante a la de cualquier otro ser humano, pero parece aludir también al «don del Espíritu», con el que nos rescata de la muerte y nos abre a una vida nueva.

Jesús, el primer consolador, dijo refiriéndose a Juan Bautista: «Juan es mucho más que un profeta». Y lo dijo porque el Bautista anunciaba la pronta llegada de Jesús que sería la consolación de Israel, Jn 1,23. 

Is 40,1-3 describe a Juan bautista como la «voz» del Consolador que llega, el que «vino como testigo para dar testimonio de la luz y de la verdad» (Jn 1,7;  Jn 5,33).  Y en Jn 14,16-18, dice que “estando en el aposento alto, en vísperas de su muerte, Jesús dijo a sus discípulos: Yo le pediré al Padre que les mande otro Consoladorotro “Defensor”, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. “No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes”. Con esto confirmó su promesa de enviar al Espíritu Consolador para que estuviera con nosotros siempre.

Llama la atención en este pasaje que Jesús nos promete otro «Consolador». Para que Jesús haya dicho que el Espíritu Santo sería otro Consolador es porque hubo un Consolador antes del Espíritu y San Juan identifica claramente a Jesús como el primer Paráclito o Defensor cuando escribe en 1 Jn 2,1: «Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos un abogado (defensor) ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.«

El título de Defensor o Abogado que se le da a Jesús en esta oportunidad es otra traducción de la palabra griega paracleto. Vemos entonces que Jesús, el primer Paráclito, oró para que posteriormente a su partida de este mundo el Padre proveyera de otro consolador en su ausencia. Y el Espíritu Santo fue enviado para ser el sustituto de Cristo, esto significa que Él es el representante de Cristo sobre la tierra.

El Espíritu Santo, al desempeñar este papel, cumple con más de una tarea. Uno de sus trabajos es ayudar al creyente a que busque y se dirija al Padre, como describe San Pablo a la iglesia en Roma, dice: “El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe qué es lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios, por los del pueblo santo. Ro 8,26-27. Entonces, basta con que desees establecer una relación con Dios para que, si no sabes cómo, el Espíritu te conducirá aún sin palabras, sino con gemidos, que llegarán a Dios expresando tu necesidad o alabanza, según sea el caso.

Pero el Espíritu Santo no solamente vendrá en tu auxilio para que te comuniques con Dios, también te ayudará a dirigirte al prójimo. Jesús prometió en Mr 13,11 que hablaría por nosotros cuando nos enfrentemos a un conflicto y que trabajaría con nosotros para defender la justicia frente a los ataques de los impíos.

El concepto de Paráclito como Consolador está vinculado a dos aspectos, el primero es que será “consuelo para los heridos, los derrotados, y los afligidos”. El segundo aspecto de Consolador en su derivado latino significa aquel que «aníma y fortalece» porque el Espíritu viene a nosotros cuando tenemos necesidad de fuerza y nos dota de coraje y valentía. Pero también nos consuela y nos da coraje para que en Cristo seamos más que vencedores. Ro 8,37.

Resumiendo: Jesús es nuestro primer Consolador en su papel como Abogado delante del Padre y el Espíritu Santo es otro Consolador, que sustituyó a Jesús después de su ascensión. Es el Espíritu que actúa como nuestro Ayudador.

Ahora sabemos que podemos recibir consolación del Espíritu Santo. Pero no debemos quedarnos solamente con ese conocimiento, debemos utilizarlo para salir adelante por el camino de bendición que Él nos mostrará y por el cual nos acompañará, pero también debemos utilizarlo para ser instrumentos de consuelo a los demás, pues, como dice Stg 1,22  «No basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos.» Esto nos debe hacer ver que Dios espera que las experiencias que tengamos las utilicemos para ayudar a los demás, pues «Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros.» 2Co 1,4

Todos podemos y debemos hacer dos cosas, una es: consolar a los que sufren, a los que se encuentran atribulados, afligidos, desesperados, tristes o abatidos; y otra es: presentarles a Jesús, el Consolador y darles a conocer Sus enseñanzas. Pues como dice San Pablo en Ro 10,17  “La fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristoes decir del Evangelio. Eso significa, que si queremos que nuestro prójimo crea, y acepte a Jesús como su Salvador, debemos presentarle el evangelio. Entonces, habiendo recibido a Jesús en su corazón, el Espíritu Santo los conducirá por el camino de fe, que los llevará a disfrutar de paz y de gozo; de esa vida nueva que Jesús ofreció cuando dijo: “Yo vine para darles vida y vida en abundancia.”  Y esa es promesa de Jesús, por lo tanto se cumplirá.

Entonces, cuando nuestro prójimo a quien consolamos y le mostramos a Jesús, lo acepte como su Salvador y Señor, también podrá pedir la unción del Espíritu Santo para que Él les proporcione todo cuanto necesite para vivir la vida plena y abundante que Jesús vino a darnos, y que además, le provea los dones, que son las herramientas para que pueda mantener firme en las enseñanzas y mandamientos de Dios, como para ser instrumento de bendición al servir a los demás con amor.

Manténte pues con el respaldo y dirección del Espíritu Santo, en una permanente labor de glorificar y honrar a Dios y, sirviendo al prójimo, siguiendo el ejemplo de Jesús; en primer lugar, evangelizando, pues salvar almas es nuestra prioridad, y luego, ayudando a los demás en lo que necesiten, y hacerlo con amor.

Recuerda lo que dice San Pablo en 2Co 4,1 «Dios es bueno y nos permite servirle. Por eso no nos desanimamos.» Esto significa que si nos llama a servirle, es porque sabe que podemos pues para eso nos envió al Espíritu Santo, por lo tanto no puedes decir no al llamado de Dios aduciendo desconocimiento o incapacidad.  Pero no solo lo recuerdes, hazlo, dile sí a Dios, sírvele a través del servicio a los demás. Ten en cuenta que lo que te mande hacer, tendrá como consecuencia bendiciones eternas para aquellos a quienes sirvas y también para ti.  Y si en el proceso, las circunstancias te superan, no te desanimes, con confianza acude al Espíritu Santo para que te consuele, te de sabiduría y fortaleza para seguir adelante en la misión que Dios te encomendó. La forma tradicional para pedir la ayuda del Espíritu Santo es pedirle al Padre por medio de nuestro Señor Jesucristo, que nos dé el Espíritu Consolador. En Lc 11,13 Jesús dice: Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”

Ahora bien, si te fijaste, Jesús insistió que esta petición se haga en su Nombre, y es porque será Él quien lo enviará, como dice en Jn 14,16 Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes; Y en Jn 15,26ª es más específico al decir “Pero cuando venga el Defensor que yo voy a enviar de parte del Padre;  Sin embargo, puedes pedirlo con otra oración más sencilla, más directa y más tradicional, como es «Ven, Espíritu Santo”.

Si el Espíritu Santo que nos consuela, nos da coraje y valor para que seamos más que vencedores con Cristo Jesús es lo que necesitamos, entonces oremos, pidiendo con fe y confianza, en nombre de Jesús, que el Espíritu Santo, venga a ser nuestro consolador y el Padre nos lo enviará.

Que así sea.

X