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ELEGIDOS PARA SER LUZ Y MENSAJEROS DE CRISTO

ELEGIDOS PARA SER LUZ Y MENSAJEROS DE CRISTO

Las Sagradas Escrituras no solamente nos muestran lo que Dios dice, también tratan de nosotros, porque cada vez que mencionan al pueblo escogido por Dios, se refiere a nosotros, y es una comparación muy precisa. Como veremos en el Evangelio de San Mateo, 4,16 que dice: El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz; una luz ha brillado para los que vivían en sombras de muerte.”  

Ese andar en la oscuridad se refiere a cuando nosotros vivimos sin Dios, sin conocer sus normas y mandamientos, es decir, cuando vivíamos dejándonos llevar por los deseos de la carne o por la influencia del mundo, y cayendo en las tentaciones que ponía delante de nosotros el enemigo de nuestra alma, pecamos y padecimos las consecuencias que eso implica: falta de amor, de paz, de gozo, de armonía, y dominados por la ira, el temor, la envidia y los vicios, entre otras cosas. Y cuando dice que ese pueblo ve una gran luz, quiere decir que en el momento en el que nosotros conocemos de Dios por su Hijo Jesucristo, nuestra vida se ilumina y dejamos de vivir en las sombras a las que el pecado nos había conducido, pues, como dice en Hch 4,12: “Sólo Jesús tiene poder para salvar. Sólo él fue enviado por Dios, y en este mundo sólo él tiene poder para salvarnos.”  

Ya en el Antiguo Testamento se nos muestra cómo se manifiesta el amor de Dios al perdonar los pecados. Leemos en Job 33,27-28: “El pecador dirá: “Pequé, cometí injusticias, pero Dios no quiso castigarme; por el contrario, me salvó de la muerte y todavía puedo ver la luz.  Así trata Dios al hombre una y otra vez; lo salva de la muerte, lo deja seguir viendo la luz. Y en los v 31 y 33 nos dice a cada uno de nosotros: “Escúchame, con atención; guarda silencio mientras hablo, escúchame en silencio, y yo te enseñaré a ser sabio.

Así que pongamos atención a lo que Jesús dijo, por ejemplo a lo que se lee eJn 8,12 «Yo soy la luz del mundo; quien me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». 

Y si hemos conocido a Jesús, si tenemos una comunicación con Él por medio de la oración, y recibimos su amor, su paz y eso aumentó nuestra fe, debemos vivir con la libertad que nos dio con su sacrificio en la Cruz y cumplir con nuestra misión, porque FUIMOS ELEGIDOS PARA SER LUZ y mostrar esa luz a los demás. Pues, cuando Dios escoge a sus mensajeros los compara con luz, como dice Pro 13,9: “Los justos son como una luz brillante. Justos son los que han sido justificados, los que han sido perdonados y obedecen a Dios y siguen sus enseñanzas, a quienes les da la orden de mostrarlo, como dice en Isa 42,6 “Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas señal de mi alianza con el pueblo, luz de las naciones.  Entiéndase que mostrar la luz de Cristo lo podemos hacer con nuestras buenas obras, por lo que debemos cuidar, no sólo lo que hacemos, sino la razón por la que lo hacemos, pues la intención debe ser, sobre todo, agradar a Dios y con ello estaremos agradando a los demás.

A quienes quieren servirle con amor, con entusiasmo, con entrega, esa orden se repite en Hch 13,47 en donde Pablo y Bernabé cuentanNos mandó el Señor, diciendo: ‘Te he puesto como luz de las naciones, para que lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tierra.’  

En este tiempo, en el que las sombras de la muerte están cubriendo el mundo con las ideologías de género, abortos y eutanasia, es necesario que cada uno de nosotros, como portadores de la luz del Señor, entendamos que hemos sido llamados a mostrar la luz de Jesús que llevamos en nuestro corazón. 

El Señor Jesús ya hizo su parte y ahora nos corresponde hacer la nuestra, cumplir con mostrar la luz, que es señal de la presencia de Dios en nosotros, pues Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad. Jn 8,12 

Nuestro Señor y Salvador nos dice: “Ustedes son la luz de este mundo. Procuren que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo. Mat 5,14 y 16.   Con esto nos debe quedar claro que en todo lugar al que vayamos debemos hacer buenas obras, servir a los demás con amor. Eso es llevar la luz de Cristo a los demás.

San Pablo insiste en ese concepto y nos dice: que nadie encuentre en ustedes culpa ni falta alguna, y sean hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillan ustedes como estrellas en el mundo  Fil 2,15. 

Nuestro Señor lo explica claramente cuando dice Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. Los que viven de acuerdo con la verdad, se acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios.  J3,20-21

Entonces, para llevar a cabo la misión, debemos prepararnos. Si estamos llenos del Señor, que es la luz, debemos sacar a la luz, (entregarle a Dios) nuestropecados, acudir al Sacramento de la Confesión para reconciliarnos con Él, para ser libres y ya sin oscuridades en nuestro corazón, mostrar la luz que nos hizo libres al dar testimonio con nuestra vida y nuestra conducta apegada a las normas de Dios y a las enseñanzas de nuestro Señor Jesús, como nos traslada 1Jn 1,7: Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces hay unión entre nosotros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.” 

Y San Pablo dice: Ustedes antes vivían en la oscuridad, pero ahora, por estar unidos al Señor, viven en la luz. Todos ustedes son de la luz y del día. Pórtense como quienes pertenecen a la luz y produzcan toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad. “No se unan ustedes en un mismo yugo con los que no creen. Porque ¿qué tienen en común la justicia y la injusticia? ¿O cómo puede la luz ser compañera de la oscuridad?” – “Demos gracias al Padre, que nos ha capacitado para recibir en la luz la parte de la herencia que él dará al pueblo santo. Porque el mismo Dios que mandó que la luz brotara de la oscuridad, es el que ha hecho brotar su luz en nuestro corazón, para que podamos iluminar a otros, dándoles a conocer la gloria de Dios que brilla en la cara de Jesucristo.

Debemos tener en cuenta que la luz y la alegría van juntas, como hermanas. Debemos entonces, ser luz y mostrarnos siempre alegres, por lo que, si has perdido la luz, y la alegría por haber permitido que el pecado invadiera tu vida, recuerda que puedes acudir al Señor para pedirle perdón en el Sacramento de la Confesión, como nos dice el libro de Job 22,21-30 “Ponte de nuevo en paz con Dios y volverás a tener prosperidad. Deja que él te instruya, grábate en la mente sus palabras. Si te humillas, y te vuelves al Todopoderoso, y alejas el mal de tu casa, y si miras aun el oro más precioso como si fuera polvo, como piedras del arroyo, el Todopoderoso será entonces tu oro y tu plata en abundancia. Él será tu alegría y podrás mirarlo con confianza. Si le pides algo, él te escuchará, y tú cumplirás las promesas que le hagas. Tendrás éxito en todo lo que emprendas; la luz brillará en tu camino. Porque Dios humilla al orgulloso y salva al humilde. Él te librará, si eres inocente, si estás limpio de pecado.” 

Debemos entonces confiar en la Misericordia de Dios y despojarnos de la carga del pecado que llevamos en nuestro corazón pues, como leemos en el libro de Ezequiel 18,26-27 y 21-23 Si el justo deja de hacer lo bueno y hace lo malo, morirá por culpa de sus malas acciones.  Por el contrario, si el malvado se aparta de su maldad y hace lo que es recto y justo, salvará su vida. Si abre los ojos y se aparta de todas las maldades que había hecho, ciertamente vivirá y no morirá. Y si el malvado se aparta de todos los pecados que cometía, y cumple todas mis leyes y hace lo que es recto y justo, ciertamente vivirá y no morirá. Yo no volveré a acordarme de todo lo malo que hizo, y él vivirá por hacer lo que es recto.  Yo no quiero que el malvado muera, sino que cambie de conducta y viva. Yo, el Señor, lo afirmo.

Más adelante en los versos 30-32 El Señor confirma que quiere que todos nos salvemos cuando dice: Yo los juzgo a cada uno de ustedes, israelitas, de acuerdo con sus acciones. Yo, el Señor, lo afirmo. Abandonen de una vez por todas sus maldades, para que no se hagan culpables de su propia ruina. Apártense de todas las maldades que han cometido contra mí, y háganse de un corazón y un espíritu nuevos. ¿Por qué habrás de morir, pueblo de Israel, si yo no quiero que nadie muera? Apártense del mal y vivirán. Yo, el Señor, lo afirmo. 

Saulo preguntó al quedar ciego en el camino a Damasco: «¿Quién eres, Señor?» Y, así como le respondió a quien sería el apóstol de los gentiles, hoy nos dice el Señor: «Yo soy Jesús, el mismo a quien estás persiguiendoa quien ofendes al pecar, pero levántate y ponte en pie, porque me he dejado ver por time presenté a ti para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que todavía te mostraré. Cristo nos sanó de nuestra vida de pecado, de odio, de violencia, de mentira, de vicios. Y continúa diciéndonos: Yo te envío, para que, con tu testimonio, muestres lo que realicé en ti y por ti para que quienes te vean y escuchen abran sus ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe en mí». Hch 26,15-18 

●Jesús nos libró de la esclavitud del pecado nos sacó de la oscuridad en la que nos escondíamos, para que, perdonados y disfrutando de los dones que nos da, vivamos en la luz y en libertad en la nueva vida y sirviendo a los demás, para darle honor y gloria por su amor y bondad, por su misericordia al perdonarnos y llamarnos a su luz. Que así sea para gloria de Dios y bendición nuestra y de aquellos a los que, con nuestro testimonio, les presentemos a Jesús. 

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