DIOS TE AMA
Aun cuando nos encontremos solos, enfermos o con dificultades, hay una verdad que no debemos olvidar pues ésta será la diferencia entre vivir en paz, animado y hasta feliz; o infeliz, con odio y rencor, desdichado, deprimido, desanimado, triste y desventurado; esa verdad la enseña Dios mismo a través de las Sagradas Escrituras, y es que Dios nos ama.
«Yo Soy el Señor tu Dios, Dios celoso que trato con amor por mil generaciones a los que me aman y cumplen mis mandamientos» dice el Deut 5,10. Nos ama, sí, pero nos pone por condición, que nos tratará con amor por mil generaciones si lo amamos y cumplimos sus mandamientos. Es decir, debemos manifestar que lo amamos obedeciendo sus normas y mandamientos y vivimos según sus enseñanzas que encontramos en la Biblia.
Dice Dt 5,1-6: «Moisés reunió a todo el pueblo y dijo: Escuchen las leyes y decretos que hoy voy a comunicarles. Apréndanlos bien, y pónganlos en práctica. “El Señor nuestro Dios hizo una alianza con nosotros en el monte Horeb. No la hizo solamente con nuestros antepasados, sino también con todos nosotros. El Señor habló y dijo: ‘Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo. ‘No tengas otros dioses aparte de mí.» (esto significa que no tengamos ídolos que ocupen en nuestra vida el lugar que le corresponde a Dios, aun cuando sean cosas buenas, como el trabajo, el deporte o la familia, y menos aún, cuando son cosas malas, o pecados que nos tienen esclavizados, como las adicciones a las drogas, al alcohol, al sexo o la pornografía.) Luego dice Dios: «Yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la maldad de los padres que me odian, en sus hijos, nietos y bisnietos, pero que trato con amor por mil generaciones a los que me aman y cumplen mis mandamientos.» y 9b-10:
Dios hizo la promesa, de hacernos libres, y dio las instrucciones de conducta (los mandamientos) que debemos seguir para ser bendecidos. Y confirmó que nos trataría con amor si cumplimos con sus condiciones. Entonces, si deseamos ser bendecidos, tenemos que cumplir los mandamientos y seguir las enseñanzas de Jesús.
Eso tiene validez al aceptar el nuevo pacto que hizo Cristo, por el que somos injertados a la Vid verdadera, como dice Ro 6, por lo que, para que seamos tratados por Dios con amor por mil generaciones, debemos cumplir con sus mandamientos, los cuales no debemos verlos como restricciones, sino como directrices para tener una vida bendecida y gozosa, a pesar de las dificultades.
En la Biblia encontramos muchas otras muestras del amor de Dios, por ejemplo, que por Jesucristo, conocemos el amor de Dios en su máxima expresión, como dice Jn 3,16, “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que en El crea no muera, sino que tenga vida eterna.”
Jesús, la segunda persona del Dios Trino, por amor, murió en la cruz y resucitó, mostrando así su poder incluso sobre la muerte, por eso puede ayudarnos a salir de la vida desordenada, de la vida de pecado que nos tiene esclavizados; y nos da libertad.
Y lo que el Dt 7,8a dice a los israelitas: «El Señor los sacó de Egipto, donde ustedes eran esclavos, y con gran poder los libró del dominio del faraón porque los ama«, se aplica también a nosotros, pues podemos notar la similitud con nuestra vida: “Egipto representa nuestra situación de esclavos del pecado, y el faraón simboliza a Satanás”, y de ello nos libera Dios.
En nuestra vida, hemos sentido tristeza, soledad, insatisfacción, ansiedad, o algún otro sentimiento negativo, porque lo único que nos satisface plenamente es “el Amor de Dios”, pues es lo único que llena nuestra necesidad de sentirnos amados y aceptados. Y es que, en el mundo hace falta sentir el amor de Dios porque el término “amor” ha sido tergiversado y mal empleado, ya que se le llama amor a muchas cosas que no lo son. Pero hoy, vamos a hablar del amor por excelencia, el que nos satisface plenamente, el verdadero amor, el amor de Dios, sin el cual no podemos vivir. La falta de ese amor causa el sufrimiento que llevamos dentro. Ésta falta de Dios en la vida, se manifiesta en el sentimiento de vacío interior. Dice el Gn.1,27-2,7 que el hombre fue creado por Dios y para Dios; para que vivamos plenamente con la cálida protección de Su amor. Pero, por la caída Adán, el hombre perdió su relación con Dios para la cual fue creado. Y por haber perdido esa relación, conserva en lo más profundo de su ser, un gran vacío y una terrible nostalgia, por lo que intenta llenar ese vacío y lo hace de muchas maneras, que pueden ser buenas o malas, pero con nada de lo que hace con su propio esfuerzo lo logra. Por eso decía San Agustín: “Mi corazón estará inquieto hasta que repose en ti, Dios mío”.
Y podemos estar seguros, que, aunque le fallemos muchas veces y por mucho que nos hayamos apartado de Él, Dios nos sigue amando y no nos rechazará porque aborrece el pecado, pero ama al hombre, aunque sea pecador, por eso dice en Jer 31,3: “Yo te he amado con amor eterno” Y en Is.66,13 nos presenta otra forma de amarnos cuando dice: “Como una madre consuela a su hijo, así los consolaré Yo a ustedes” Por lo que, si necesitamos consuelo, en Él lo encontraremos.
Pero como nos hemos acostumbrado a dejar a un lado las cosas espirituales para darle importancia a las cosas materiales o sentimentales, es decir a lo que podemos ver, tocar y sentir; podemos estar en desacuerdo con lo dicho del amor de Dios y decir “creo en Dios, pero no siento Su amor.”
Creer en Dios no es suficiente. Santiago, refiriéndose a esto, escribió en su epístola, en 2,19-20: “Tú crees que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero los demonios también lo creen, y tiemblan de miedo. No seas tonto, y reconoce que, si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil.” Debemos entonces manifestar con nuestros hechos que creemos en Dios y que por eso le obedecemos.
Pero hay un problema que va más allá de creer en Dios, y es lo que creemos de Dios. Por ejemplo, hay personas que tienen su propia imagen de Dios. Algunos se imaginan a Dios como un policía listo para castigar las faltas.
Otros imaginan a Dios como un contador, que lleva el balance de actos a favor y en contra, para sacar al final, el premio o el castigo que merezcan según el conteo. Otras personas imaginan a Dios como un bombero al que se acude en los casos de emergencia, cuando tienen alguna necesidad, pero se olvidan de Él en cuanto ésta haya pasado.
Otra es la imagen de Dios como un viejecito bueno y consentidor, que permite a cada quien, hacer lo que quiera. Hay quienes lo ven como el creador de todo lo que existe, pero que luego de crearlo todo, se desentendió de nosotros y no interviene en nuestra vida.
Otras personas tienen la idea que Dios es un vendedor, que pide y acepta sacrificios, o dinero o rituales a cambio de sus favores; otros lo ven como un patrón que da el salario que se merecen sus trabajadores. Hay quienes tienen la idea de un Dios de barro, al que moldean a su propio gusto y conveniencia. Otros más, se imaginan a Dios como una fuerza o energía sin personalidad, sin voluntad. Y también los hay que tienen a Dios como una imagen del padre terrenal, imagen, que, por estar fundamentada en la experiencia personal, puede ser buena o muy mala.
Pero, Dios no es nada de eso, y ahora vamos a ir por el sendero de nuestro propio conocimiento y analizaremos lo que creemos. Voy a hacer una pregunta y la responderé según lo que dice la Biblia: ¿Quién eres tú para Dios?
En el Gn 1,26, la Santísima Trinidad dice: “Ahora hagamos al hombre. Se parecerá a nosotros” y en el capítulo 2,7 leemos, refiriéndose a la creación del hombre: “Y sopló en su nariz y le dio vida.” Podemos decir entonces, que eres único e irrepetible, moldeado por Dios a Su imagen, que Él te dio la vida y te formó en el vientre de tu madre. Como dice el Sal 139,13.
El Señor Jesús dice, confirmando el amor que tiene para con nosotros cuando fue a la cruz: “Yo doy mi vida por las ovejas.” Jn 10,15b.
Te conoce por tu nombre, enseña Jesús, cuando refiriéndose a Él mismo dice: “El pastor llama a cada oveja por su nombre, y las ovejas reconocen su voz; las saca, del redil, y cuando ya han salido todas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.” Jn 10,2-4 Esto desde luego, requiere que tengamos una relación con el pastor por medio de la oración, para que podamos reconocer su voz.
Has sido creado para tener con Dios, una relación de Hijo con su Padre. Jesús mismo nos enseñó esta relación en Mt 6,9 cuando dijo: «Ustedes, oren así: Padre nuestro que estás en los cielos.” Y Heb 12,7b dice: “Como a hijos nos trata Dios.”
También fuiste creado para ser eterno, dice Tit 1,2: “con la esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente”. Y te dio libertad, para que decidas si recibes Su amor o lo rechazas. Dice en el Dt 11,26: “En este día les doy a elegir entre bendición y maldición.” Y es tan importante este punto que lo repite en el 30,15 donde dice Dios: “Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro.” Y más adelante, en 30,19 leemos: “En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes.” Aquí vemos la manifestación de su amor por nosotros al dejarnos en libertad para elegir el camino, aunque Él desea que tomemos el que nos lleva a la vida, pues, aunque quiere y puede intervenir en nuestra vida, solamente lo hará si se lo permitimos, pues respeta el libre albedrío que Él mismo nos dio como un regalo; regalo del que, con demasiada frecuencia hacemos mal uso.
Con el respaldo de estas lecturas y todas esas manifestaciones de su amor, puedes concluir que tú eres especial para Dios, que no eres un accidente, ni el producto de una ley natural, ni el resultado de un descuido de tus padres, ni un simple miembro más de la raza humana, y que tampoco eres desechable. Eres tan especial para Dios, que quiere para ti la Salvación eterna, darte abundantes bendiciones y llenarte del Espíritu Santo para regalarte sus dones, que están descritos en Is 11,1-2, dones de: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios; y en Gál 5,22-23 son descritos como dones de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio, y con ellos tengas una buena relación con Él, por consiguiente, “tengas vida, y la tengas en abundancia.” como dijo Jesús, en Jn10,10b. Y también para que los uses como instrumentos espirituales para servir a los demás.
Vida en abundancia, no significa muchos bienes materiales o riquezas, aunque también eso puede darte el Señor ya que es el dueño del oro y la plata, (Ageo 2,8) pero, como dice en Pro 16,16 “Mas vale adquirir sabiduría que oro; mas vale entendimiento que plata.” Por lo que debemos considerar que paz, amor, salud, gozo, libertad, poder para romper tus cadenas, autoridad para rechazar el mal y muchas otras cosas, son también de mucho más valor que el oro y la plata, y Dios te las da, por amor.
Pero la mas grande muestra del amor de Dios por ti, es la salvación eterna: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.” Jn 3,17
Dios envió a su hijo, para que como el cordero perfecto (Jn.1,29), fuera sacrificado en la cruz, y así pagara por todos nuestros pecados; Jesús tomó nuestro lugar y murió en la cruz, pero resucitó, y con su victoria sobre la muerte, manifestó Su poder contra ella y nos dio nueva vida, que podemos disfrutar gracias a Su sacrificio; una vida en abundancia, limpia de pecados, que fueron lavados por su preciosa sangre derramada por amor a nosotros, a cada uno.
Pero no basta con que Él se haya sacrificado, que haya pasado por una terrible pasión, que haya muerto y luego resucitado. NO. Para que podamos disfrutar de esas bendiciones, debemos cumplir algunas reglas, como dice Sal.103,17: «Pero el amor del Señor es eterno “para aquellos que le honran”. Notamos aquí una condición: “debemos honrarlo” y eso empieza con lo que dice Hch 3,19: “Arrepiéntanse, y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados”. Es el mismo llamado que hacía Juan el Bautista en Mt.3,2, Mr.1,4 y Lc.3. Tantas veces se repite el llamado a convertirnos, que queda clara la importancia de que nos arrepintamos, que rechacemos la tentación y el pecado y nos volvamos a Dios, que es lo que significa conversión; entonces, por el sacrificio de Cristo, nuestros pecados serán perdonados y obtendremos la salvación y la reconciliación con Dios.
Por ello es necesario que tengamos fe y la manifestemos. San Pablo en Ro 3,22-23 nos dice: “Dios nos libra de culpa por medio de la fe en Jesucristo y lo hace por igual con todos los que creen.” Y continúa: “pues todos han pecado y están lejos de la presencia salvadora de Dios.”
Pero, debes reconocer a Jesucristo como tu Señor y Salvador, entonces serás salvo.” Ro 10,9 y mas adelante en el verso 13 añade: “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”, pero, invocar Su nombre implica creer en Él como el Hijo de Dios, como el Señor poderoso que otorga el perdón y salva. Por lo que, como dice Santiago, debemos poner nuestra fe en acción, y reconocer que, nuestro Padre celestial, por amor y por medio del sacrificio de Jesucristo, puso la salvación a nuestro alcance.
Por ello debemos declarar, con fe, como Pablo en Ro 8,38-39: “Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor!
Otras muestras del amor de Dios son: Que envió al Espíritu Santo, para que fuera nuestro consolador, guía y consejero. Jn 20, 22 dice que Jesús sopló sobre sus discípulos y les dijo reciban el E.S. Y en la fiesta de Pentecostés, se manifestó el Espíritu Santo a los discípulos reunidos en el aposento alto y los llenó de sus dones.
También dejó la Eucaristía, en donde en el pan y el vino está Jesús mismo, con Su cuerpo y su sangre, su alma y su divinidad, que, al tomarlos, nos guardan para la vida eterna. (Lc.22,19) Dejó a la Virgen María, no solamente como madre, sino como ejemplo de obediencia a la voluntad divina (Lc.1,26-38) y como ejemplo de Fe en Jesús, como el Hijo de Dios con poder y autoridad, como en las Bodas de Caná. (Jn.2)
Otra muestra de Su amor, es que actúa en ti: Sanándote espiritual, emocional y físicamente; librando tu vida del poder del mal, saciando tu sed espiritual y llenando tu necesidad de amor, para que entonces, lleves una vida victoriosa.
Jesús en Jn 15,9-10,12 nos dice, una vez más, que nos ama: «Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mi; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.» Así que mantengámonos firmes en Su voluntad para gloria suya y bendición nuestra.
Vemos entonces que “Dios te ama” no es una frase más de las que se dicen y que son solo una fórmula. Es una realidad tan grande que se manifestó en la pasión de Cristo y es la razón de ser de nuestra Iglesia y la razón de nuestra esperanza cristiana.
La vida de pecado nos aparta de Dios ya que nos impide llegar a conocer Su amor, así que rompamos con el pecado y volvámonos a Dios, Él tiene muchas bendiciones para nosotros. Busquémoslo “de corazón”, porque solo así podremos comprender Su amor y lo que Él nos quiere dar.
Conocer a Dios implica buscarlo de corazón y conocer sus leyes “para cumplirlas”; y sus promesas “para recibirlas” y entonces, darlo a conocer a los demás a través de nuestro testimonio, porque mostrar a Cristo a los demás, es la más grande manifestación de amor al prójimo, y para hacerlo abramos nuestro corazón a Dios, recibamos su amor y vivamos según sus normas, decretos y mandamientos, así, con nuestra vida podremos mostrarlo a todos.
Dios es Amor, dice 1Jn 4, 8 y 16, y te ama; por ello, en oración clamo a Dios diciéndole: «Te pido Padre, que los oyentes de este programa, dejen atrás el pecado, se vuelvan a ti, y conozcan tu amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que estén completamente llenos de Ti y se mantengan firmes en tu voluntad, para honra y gloria de tu Santo nombre y bendición de ellos.» Ef 3,19 Que así sea.