NAVIDAD, MANIFESTACIÓN DEL AMOR DE DIOS
NAVIDAD MANIFESTACIÓN DEL AMOR DE DIOS
La verdadera historia de la Navidad es la historia de Dios hecho hombre en la persona de Jesucristo ¡porque nos ama! La Natividad de Cristo fue necesaria ¡porque necesitábamos un Salvador! Dios que nos ama tanto, preparó el maravilloso plan de Salvación para la humanidad, y, según su enseñanza, que encontramos en los libros Ex, Lv, Nm, Ez, 2 Mac, Jesús se hizo hombre para que pasemos la eternidad con Él, porque Dios para realizar el plan de salvación de la humanidad, dio a Su único Hijo para que Él pagara el castigo por nuestros pecados, pues debía cumplirse lo que Dios había decretado, dice el Lv, en los capítulos 1 y 3: “para limpiar los pecados, deben lavarse con sangre de aminales sin defectos”. Y esa es la razón, por la cual a Jesús se le llama el cordero perfecto, pues Él nunca pecó y su sangre lavó todos los pecados, de todo el tiempo y de todos los que lo acepten como Salvador.
Debemos tener claro, que para que los pecados fueran perdonados, debía haber un sacrificio, en el que el animal escogido muriera y por el derramamiento de su sangre, los pecados serían perdonados, pero ese sacrificio de animales cubría solamente los pecados que se habían cometido hasta ese día, por lo que debían sacrificarse permanentemente los animales que fueran los que Dios había indicado: novillos, carneros, machos cabríos y corderos de un año, o tórtolas para que fueran ofrecidos por los pobres. Pero, para que hubiera un sacrificio que cubriera los pecados de todos y de todo el tiempo, envió a su amado Hijo único, Jesús, para que, como el cordero sin mancha fuera sacrificado en la cruz, y lo hizo como manifestación de su amor por cada uno de nosotros pues Él mismo es amor. 1 Jn 4,8.
Y es por gratitud hacia Dios, por lo que hizo por nosotros, que conmemoramos y celebramos cada año el nacimiento de Su Hijo Jesús, nuestro Salvador; por ello, meditando en lo que significa para nosotros que Jesús viniera y durante sus tres años de vida pública enseñara con su vida y enseñanzas, una nueva forma de vivir, “amando y perdonando”, debemos honrarlo y celebrar jubilosos que fuimos rescatados del pecado.
Y la mejor manera de celebrarlo es tener manifestaciones de amor “con todos”, no solamente con nuestros allegados, también con los pobres y los menos afortunados, porque el verdadero significado de la Navidad es el amor. Dios amó a los suyos y proveyó el camino para que pudiéramos presentarnos ante nuestro Padre celestial. Jesús dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.» Jn 14,6
San Juan al inicio de su Evangelio, nos dice claramente quién es Jesús, haciendo referencia al relato de la creación que se encuentra en el Gn 1, 1.31. Leemos en Jn 1, 1-5: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.» Más adelante, en el verso 14 dice: «Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad.»
Cuando San Juan escribió que vivió entre nosotros, estaba refiriéndose a la presencia de Dios en medio de su pueblo, como hizo en la Tienda del Encuentro cuando el pueblo hebreo estaba en el Desierto, como narra Ex 40,34-38; también lo menciona San Juan en Ap 21,3 en donde dice: «Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él será su Dios.» Por su lado, Mt 1,21-23 narra cuando el ángel del Señor le habla a José en sueños y le dice: “María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados.” Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta:”La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel, que significa: “Dios con nosotros.” Confirmando así lo que Dios había dicho por medio del profeta Isaías: “Pues el Señor mismo les dará una señal: ¡Miren!; la joven está encinta y dará a luz un hijo, a quien le pondrá el nombre de Enmanuel.” Is 7,14.
En Jn 1,14, dice: “Hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre». Al decir su gloria, se refiere a que en Jesús estaba la presencia activa de Dios, para salvar a su pueblo, que es la misma presencia que se manifesto como la nube que llenó el templo del Señor, como dice 1Re 8,10-11 en donde leo: «Cuando los sacerdotes salían del Lugar Santo, la nube llenó el templo del Señor, y por causa de la nube los sacerdotes no pudieron quedarse para celebrar el culto, porque la gloria del Señor había llenado su templo.» Y es también a la que se refiere Is 60,1 que refiriéndose proféticamente a Jesús dice: «Levántate, Jerusalén, envuelta en resplandor, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor brilla sobre tí».
San Juan, al narrar el milagro en la Boda de Caná de Galilea en Jn 2,11 lo confirma cuando dice: «Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su gloria; y sus discípulos creyeron en Él»; Y más Adelante, en Jn 17,5, el mismo Jesús confirma que viene del Padre con quien tenía la misma gloria desde antes que existiera el mundo, cuando estando en oración dijo: “Ahora, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado antes que comenzara el mundo.”
San Pablo menciona en Ro 6,23: «El pecado paga un salario, y es la muerte. La vida eterna, en cambio, es el don de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.» Confirmando así, una vez más, que Jesús es quien vino a redimirnos pues Él pagó, con su pasión y muerte en la cruz, el precio completo y por eso cuando aceptamos este regalo gratuito de amor quedamos libres de condenación. Entiéndase condenación como la sentencia en contra del pecador, aplicándole las penalidades previstas en la ley, “la ley de Dios”, es decir, sus Mandamientos y enseñanzas. Según esa ley, quien ofende a Dios yendo en contra de sus mandamientos, merece una sola cosa: la condenación eterna, que es la Condenación que será impuesta, en el juicio final, sobre quienes rechazaron la Gracia de Dios, que es el don que nuestro Padre celestial nos concede por los méritos de Jesucristo, por medio de una invitación real, que produce una vida transformada para mantener amistad con Dios y llevarnos al cielo, que es el fin sobrenatural de nuestra creación, como hizo con Pablo según dice en Gal 1,15: “Pero a Dios le agradó elegirme antes de mi nacimiento y en su generoso amor me llamó a su servicio.”
La Gracia de Dios es un don que produce fe, arrepentimiento y nos lleva al conocimiento de la verdad; como dice San Pablo en Ef 2,8 y en 2Tim 2,25: «Porque ustedes han sido salvados por la fe, no por mérito propio, sino por la gracia de Dios.» – «Que el siervo del Señor con mansedumbre instruya a los adversarios por si tal vez les inspira Dios arrepentimiento que los lleve al pleno conocimiento de la verdad.»
Pero, para quienes rechazan la Gracia de Dios, es decir, quienes no creen en Jesucristo como el Hijo de Dios, y no aceptan la salvación por medio de su sacrificio, les corresponderá la condenación eterna, por lo tanto, irrevocable. Al respecto, dice San Pablo en Ro 2,5: “Si tu corazón se endurece y te niegas a cambiar, te estás preparando para ti mismo un gran castigo para el día del juicio, cuando Dios se presente como justo Juez.”
Sin embargo, los que se arrepienten y aceptan la Gracia de Dios por medio de Jesucristo y lo reconocen como su único y suficiente Salvador, quedan libres de esa sentencia, esto significa, que, a partir del momento en que aceptan a Jesús como su Salvador y Señor; Dios Padre, el Justo Juez, verá su corazón limpio, como si nunca hubieran pecado.
Pero debemos tener en consideración que quienes han sido justificados, deberán mantenerse en estado de gracia, apartándose del pecado y viviendo según los Mandamientos, normas y enseñanzas de Dios. Y si cayeran nuevamente en pecado, deberán acudir al Sacramento de la Reconciliación y confesarlo, para obtener nuevamente el perdón, por medio de la absolución que le dará el sacerdote confesor, quien representa a Jesús quien instituyó ese Sacramento cuando dijo: “La paz sea con ustedes. Así como me envió el Padre, yo también los envío a ustedes. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: -Reciban el Espíritu Santo. Cualquier pecado de la gente que ustedes perdonen, será perdonado, y cualquier pecado que no perdonen, no será perdonado.” Jn 20,21-23.
Ese Juez Justo es Jesucristo, quien por su experiencia humana está calificado para enjuiciarnos a todos «Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio.» Jn 5,22.
Y en Hch 17,30-31 se confirma que Jesús es el justo juez, dice ahí: «Dios, pasando por alto la época de la ignorancia, manda ahora a todos los hombres en todas partes a que se arrepientan; porque ha señalado una fecha para juzgar con justicia al mundo por medio de un hombre que él designó para esto. Y a este hombre lo ha acreditado ante todos resucitándolo de la muerte.»
Ese proceso de perdonar los pecados para obtener la vida eterna, no es un simple perdón; al arrepentirse y aceptar a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, se realiza una justificación plena como leemos en Ro 5,1: «Habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.» y en el verso 8 agrega: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.» Ésta es la razón de nuestro gozo: “Cristo vino a la tierra y se hizo hombre para ser el cordero perfecto que, con su sacrificio de muerte en la cruz, pagó por nuestros pecados.” Por eso recordamos y celebramos con alegría su nacimiento, “pues allí empezó el proceso de nuestra salvación.”
Ahora que conoces que la razón por la cual celebramos la navidad es el amor de Dios que nos manifestó al enviar a su único hijo para que por su sacrificio fuéramos libres de condenación y podamos disfrutar de una vida nueva, plena, abundante; agradece, a Dios Padre por su plan para salvarnos, y a su Hijo Jesús, por su entrega voluntaria a la muerte, por amor a nosotros, y celebra esta Navidad con los tuyos alabando a Dios por su plan de salvación para la humanidad a la que todos pueden acceder con sólo aceptar el sacrificio de Jesús, como le dijeron Pablo y Silas al carcelero cuando éste les preguntó «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? Y ellos contestaron: Cree en el Señor Jesús, y obtendrás la salvación tú y tu familia». Hch 16,31
Y la mejor manera en la que puedes mostrarle agradecimiento a Jesús es reconocerlo como el Hijo de Dios que se hizo hombre para sacrificarse por ti, y reconocer también, tu necesidad de la salvación que Él te vino a dar con su sacrificio, como dice Ro 10,9-10 «Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se reconoce a Jesucristo para alcanzar la salvación.» Entónces, acéptalo como tu Salvador y proclámalo como tu Señor. Házlo ahora repitiendo conmigo la siguiente oración:
Señor Jesús, te necesito, te confieso mi incapacidad de dirigir mi vida por tu camino de justicia y no quiero fracasar más, por eso hoy, libre, consciente y voluntariamente, tomo la decisión de seguirte.
Creo que eres Dios, el Hijo de Dios Padre, que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste, por eso hoy te abro mi corazón y te invito a que entres en él y seas mi rey y señor. Me entrego por completo a ti a quien reconozco como mi único salvador. Dirige mi vida y no permitas que me separe de ti para ser tu testigo.
Guíame para que todos los días lea la Biblia, tu Palabra viva, y haga vida lo que lea en ella. Por mi parte y con la ayuda de tu Santo Espíritu, obedeceré tus mandamientos y enseñanzas para ser tu discípulo y piedra viva de tu Iglesia que es tu cuerpo. Amén.
Ahora disfruta la paz y el gozo que el Señor te da y mantente en estado de gracia viviendo según la voluntad de Dios.
Dice la primera declaración fundamental sobre el Reino de Dios: “El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” La conversión de los pecadores, y todos lo somos, debe considerarse como un cambio total de mente y de corazón, una renovación del espíritu, pero podemos hacerlo porque contamos con la ayuda del Señor que envió al Espíritu Santo para que nos ayudara a mantenernos firmes en su voluntad, para conducirnos por el camino de bendición que nos lleva a la presencia del Padre, para darnos los dones que necesitaríamos para comunicarnos con nuestro Padre del cielo y para trabajar en el engrandecimiento del Reino de Dios aquí en la tierra. La promesa de Jesús fué “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” Mt 28,20.
Confía en su promesa y empieza hoy una nueva vida como un discípulo de Cristo, como un hijo de Dios y mantente firme para que cuando Jesús venga nuevamente, lo recibas con tu corazón puro y escuches de su boca: “Vengan, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.” Mt 25,34. Y disfrutes de su presencia por la eternidad. Y esta Navidad, celebra el nacimiento de Jesús, el gran evento con el que inició el maravilloso plan de Dios para la salvación de la humanidad. Conscientes de ello, celebremos entonces, con agradecimiento y gozo, la Navidad, la manifestación del amor de Dios a cada uno de nosotros.
Que así sea para honra y gloria de Dios y para bendición tuya y de los tuyos.
