JESÚS NUESTRO MODELO DE VIDA
JESÚS NUESTRO MODELO DE VIDA
Jesús tuvo su corazón enfocado en su misión, por eso siempre se dirigió a su objetivo: “nuestra salvación.” Y lo dejó claro cuando dijo: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.” Lc 19,10a. Y quiso involucrarnos en ese plan maravilloso de salvación cuando, antes de ascender a los cielos dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien la buena nueva a toda la creación.” Esa es una orden que, si bien la dijo a sus apóstoles, involucra a los que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y lo reconocimos como nuestro Señor, por lo que estamos dispuestos no solo a seguirle, también a obedecerle. Por lo que esa orden de anunciar la buena nueva a toda la creación es para los que nos llamamos cristianos, que significa seguidores de Cristo. Con eso, quedó claro el curso de nuestra vida. Pero en esa labor, no estaremos solos pues contamos con su ayuda y dirección, como dice en el Sal 32,8: “Yo te voy a instruir, te enseñaré el camino que debes seguir, mis ojos te seguirán, seré tu consejero.”
Puedes pensar, ¿Cómo encajo yo en el plan de Dios para salvar almas? ¿Qué puedo hacer? San Pedro da la respuesta cuando dice: “El Señor no se demora en cumplir su promesa, como algunos dicen, sino que es generoso, y no quiere que se pierda nadie, sino que todos lleguen a la conversion.” 2Pe 3,9. Debemos tener claro que cuando dice que Dios quiere que todos se conviertan, se refiere a que cambien su corazón y dejen de pecar, que se vuelvan a Dios y vivan según Su voluntad, pues así se salvarán por la eternidad. Eso significa que debemos tener una vida agradable a Dios, siguiendo las enseñanzas que Él nos dejó en las Sagradas Escrituras, por ello debemos conocer la Biblia y transmitir su contenido a los demás.
Pero, vivir según sus normas, aunque es bueno, no basta, debemos cumplir la misión a la que Jesús nos envió, pues, como dice la cita de San Pedro, el objetivo de Dios es que todos se salven, y espera que nosotros, con nuestro testimonio de vida apegada a sus enseñanzas y mandamientos, mostremos a Jesús, el Hijo de Dios, el camino, la verdad y la vida, porque al conocerlo, le amarán y le obedecerán.
Obedecer a Jesús implica que le entreguemos nuestra vida y voluntad, que tengamos una relación con Él por medio de la oración, en la que nosotros le hablamos y Él nos escucha pero tembién nos responde.
También puedes cuestionarte: Si vivo obedeciendo a Dios, ¿qué pasa con mis deseos, con mis anhelos? También en la Biblia tenemos la respuesta a eso. En el Sal 37,4 dice:“Ama al Señor con ternura, y Él cumplirá tus deseos más profundos.” Y lo hará, porque Dios conoce los deseos de tu corazón y hará que se cumplan, aún cuando pareciera que todo lo que te pasa está en contra de lo que deseas, pues, como dice San Pablo en Ro 8,28: “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales Él ha llamado de acuerdo con su propósto.”
Dios, que nos hizo, como dice Job 31,15: “El mismo Dios que me creó a mí en el vientre de mi madre, los creó a ellos. Tanto a ellos como a mí él nos dio la vida desde que estábamos en el vientre” conoce nuestras capacidades y nos mandará a hacer lo que sabe que podemos hacer, y si nosostros nos ponemos a su disposición, Él nos guiará y nos dará los dones necesarios para que podamos llevar a cabo la obra a la que nos envíe. Y si a pesar de que hagamos todo nuestro esfuerzo, no podamos realizarlo, Él vendrá en nuestra ayuda para que la terminemos.
Si estamos dispuestos a rendirnos a Dios y queremos hacer grandes cosas para Él, debemos recordar que todo tiene su tiempo, y debemos esperar a que Él nos prepare, pero requiere que nos preparemos espiritualmente, estudiando y meditando las Sagradas Escrituras, y manteniéndonos en comunicación con Dios en oración. Y debemos buscar, en todo lo que hagamos, la excelencia, porque estaremos trabajando para Dios, conscientes de nuestras capacidades y limitaciones, lo cual significa que no debemos pretender hacerlo todo, pues Jesús envió a los suyos en parejas para que se apoyaran mutuamente. Esto implica que debemos aprender a trabajar en equipo, lo que requerirá que lo hagamos con paciencia y amor. Así las fortalezas de uno ayudarán al otro en sus debilidades y viceversa.
Los apóstoles, a quienes Jesús llamó personalmente para que fueran sus colaboradores, a quienes formó por 3 años, le fallaron, también nosotros fallamos como ellos. Jesús los amonestó en varias ocasiones, por ejemplo, cuando Jesús los amonesta por su falta de apoyo en oración, les dice: “¿No pudieron estar despiertos conmigo por una hora? Quédense despiertos y oren pidiendo fuerzas para resistir la tentación. El espíritu está dispuesto a hacer lo correcto, pero el cuerpo es débil.” Mt 26,40b-41
También llamó la atención por su visión mundana. En Mt 20,20-22 dice: “Entonces la mamá de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús acompañada de sus hijos. Se arrodilló delante de él y le pidió un favor. Jesús le preguntó: ¿Qué es lo que quieres? Ella le dijo: -Prométeme que estos dos hijos míos se podrán sentar y gobernar contigo en tu reino. Quiero que se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Jesús contestó: Ustedes no saben lo que están pidiendo.”
También se enfadó con Pedro por haber enfocado su pensamiento ya no en las cosas espirituales que Jesús les había venido enseñando, sino enfocado como los hombres que no han conocido a Dios, en las cosas materiales en razonamientos humanos. Eso sucedió cuando anunció su muerte a los apóstoles, como leemos en Mt 16,21-23: “Jesús comenzó a explicarles a sus seguidores que tendría que ir a Jerusalén, y que los ancianos líderes, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley lo harían sufrir mucho. Que moriría, pero a los tres días resucitaría. Entonces Pedro se lo llevó para un lado y comenzó a decirle: Señor, Dios tenga compasión de ti. ¡Que nunca te suceda eso! Jesús se volvió y le dijo: ¡Largo de aquí, Satanás! ¡Me estás estorbando! A ti no te preocupan las cosas de Dios. Sólo te preocupan los asuntos que le interesan a la gente.”
Amonestó a sus discípulos también por su falta de fe, como leemos en Mt, 8,23-26: “Jesús subió al bote y sus seguidores lo acompañaron. Se desató una gran tormenta y las olas estaban cubriendo el bote. Pero Jesús estaba durmiendo. Entonces los seguidores se acercaron y lo despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos ahogando! Jesús les dijo: ¿Por qué son tan cobardes, hombres de poca fe?” En Jn 20,25.29 también reclamó la falta de fe de Tomás que, cuando los discípulos le contaron que habían visto a Jesús él replicó: “Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos, y la mano por su costado, no creeré.” Y “Le dijo Jesús: Porque me has visto, has creído; felices los que crean sin haber visto.”
Sin embargo, a pesar de sus faltas, confío en ellos y los puso a trabajar. Los envió en pareja para que se apoyarán, como dice en Mr 6,7: “Jesús reunió a los doce seguidores y los preparó para que fueran de dos en dos.” y en Lc 10,1-3: “Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos. Los mandó de dos en dos delante de él a todos los pueblos y lugares a donde quería ir. Jesús les dijo: «La cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso pidan al Señor dueño de la cosecha que envíe trabajadores para recogerla. «¡Vayan! y tengan en cuenta que los envío como corderos en medio de lobos.” Y en el verso 18 San Lucas dice, que habiendo cumplido la misión, “volvieron muy contentos y le dijeron a Jesús: Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían.” Con esto debemos entender, que cumplir con las órdenes de Jesús produce gozo y aumenta nuestra fé, pues, con el poder que Dios provee para que realicemos lo que nos manda hacer, hasta podremos expñulsar demonios, pues esa orden de Jesús es también para nosotros, por lo que, si estamos dispuestos a obedecerle, debemos prepararnos y fortalecernos espiritualmente, para ser sus trabajadores que iremos a recoger la cosecha, porque debemos tener en cuenta lo que dice Jesús en Mr 14,38: “Velen y oren para que no entren en tentación; porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.”
Les dio instrucciones claras y precisas. En Mr 6,8 dice: “Les ordenó que no llevaran nada para el camino: ni alimentos, ni bolsa, ni dinero, sólo un bastón para caminar.” De esta manera, los misioneros manifestarían su fe en que Dios los guiaría y proveería de lo que necesitaran.
En cuanto a nuestra conducta, San Pablo nos enseña cuales son las características del cristiano verdadero, dice en Ro 12,4-21: “Todos tenemos un cuerpo formado de muchas partes y cada una tiene una función distinta. Así pasa con nosotros, somos muchos, pero todos formamos un solo cuerpo en nuestra relación con Cristo. Como parte de ese cuerpo, cada uno pertenece a los demás. Pero Dios en su generoso amor le ha dado a cada uno dones diferentes. Si uno tiene el don de la profecía, que lo use de acuerdo con la fe que tiene. El que recibió el don de servir, que se dedique a servir. El que recibió el don de enseñar, que se dedique a enseñar. El que recibió el don de animar a otros, que se dedique a animarlos. El que recibió el don de dar, hágalo con el sincero deseo de ayudar. El que recibió el don de dirigir, hágalo lo mejor posible. El que recibió el don de ser compasivo con otros, hágalo con alegría. Su amor debe ser real y sincero. Detesten el mal y apéguense sólo al bien. Ámense unos a otros, como hermanos. Den preferencia a los demás y respétense unos a otros. No sean perezosos con los trabajos que deban hacer para el Señor, y hagan todo con entusiasmo. Alégrense en la esperanza, tengan paciencia en las dificultades y sean constantes en la oración.
Cuiden a los necesitados que hay en el pueblo de Dios. Busquen y reciban en su casa a los que necesitan ayuda. Pidan que Dios bendiga a los que les hagan algo malo; pidan bendiciones y no maldiciones para ellos.
Alégrense con los que están alegres. Lloren con los que lloran. Vivan en paz y armonía unos con otros. No sean orgullosos, No devuelvan mal por mal. Preocúpense por ganar el respeto de todos haciendo el bien. Traten de hacer lo posible para vivir en paz con los demás.
Queridos amigos, no traten de vengarse de quien les haga algo malo, sino esperen a que Dios lo castigue, porque así está en las Escrituras: «Yo soy el que castiga, les daré el pago que merecen», dice el Señor. En lugar de vengarse, haz esto: «Si tu enemigo tiene hambre, dale comida. Si tiene sed, dale algo de beber. De esa manera le harás sentir vergüenza». No te dejes vencer por el mal, sino derrota el mal con el bien.”
Teniendo estas formas de comportamiento como base de nuestra vida, seamos fieles servidores de Dios, confiados en que Él está con nosotros siempre, conduciéndonos y proveyendo los carismas necesarios para llevar a feliz término la obra evangelizadora. Debemos también ser misericordiosos y sabios, por lo que debemos estar atentos a su voz y pedirle los dones para servir al prójimo, que San Pablo describe en 1Co 12,1-11. Dice ahí: “En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que sean ignorantes. Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según Su voluntad.”
La enseñanza de San Pablo es clara y efectiva, en 2Tim 2,20-26 nos hace ver que cualquiera que sea nuestra condición, todos podemos llevar a cabo la misión que el Señor nos mande hacer. Dice en los versos 20-22: “En una casa grande hay objetos de oro y plata, y también otros de madera y barro. Algunos tienen usos especiales, otros uso común. Así sucede en la casa del Señor. Si uno se mantiene puro, puede tener un uso especial, dedicado y útil para el Señor y listo para hacer toda clase de buenas obras. Evita las pasiones desordenadas que les complacen a los jóvenes. Esfuérzate por alcanzar una vida recta, tener fe, amor y paz junto con la gente que tiene corazón puro y que ha confiado en el Señor.” Esto debe motivarnos a mantenernos puros, y en comunidad, así dios nos utilizará como instrumentos para hacer grandes obras.
Analiza cómo estás reflejando a Cristo con tu comportamiento, con las obligaciones que debes llevar a cabo con responsabilidad y eficiencia, pues en la medida en que reflejes a Cristo, así será de efectivo tu servicio. Muestra que llevas a Jesús en el corazón, apartándote de todo lo que te impida crecer en Santidad y cultivando todo cuanto te acerque a ella. Hazlo por fidelidad al compromiso adquirido con el Señor y por amor a tu prójimo, para que quienes te vean, quieran conocer al Señor y se salven por la eternidad al aceptarlo como su Salvador y Señor. Por ello debemos ser obedientes a su palabra, a los mandamientos y hacerlo para honra y Gloria de Dios.
Jesús vino a enseñarnos la nueva ley, la ley del amor. Él dijo: “Yo les digo que no opongan resistencia al que les hace el mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en [tu] mejilla derecha, ofrécele también la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto.” Mt 5,39-40. Lo que predicó, lo vivió hasta la muerte en la cruz, mostrando así su amor por todos, incluso por los pecadores por quienes estuvo dispuesto a morir para salvarlos del castigo que merecen quienes van en contra de la voluntad de Dios manifestada en las Sagradas Escrituras. Mostró, con su vida, que era humilde y manso; que tenía compasión por las personas y las sanaba; que era paciente con las actitudes incrédulas de la gente; que era honesto pues nunca violó su palabra; que era obediente a los mandamientos de Dios; que tenía fe, pues creía en Dios y en sí mismo como el hijo de Dios; que tenía esperanza y confianza en que Dios cumpliría sus promesas; que amaba a las personas y se preocupaba por ellas; que era misericordioso pues perdonaba a los enemigos; también que era sumiso, pues se sometió a la voluntad de Dios Padre y a sus padres, María y José.
También era Diligente, Puro, Virtuoso, Firme, Determinado, Valiente, Franco y Sincero y tenía poder para sanar como para perdonar las ofensas y los pecados.
Conociendo sus características debemos pedir en oración que podamos imitarlo y poner en práctica esas características, para que, respaldados por su ejemplo de humildad y amor, quienes nos vean, vean el amor de Jesús, nuestro modelo de vida, y quieran seguirlo.
Entrégale a Jesús tu corazón, estudia los Evangelios para conocerlo más y recibe de Él la gracia de ser un imitador suyo en bondad y servicio amoroso a tu prójimo, para honrar y glorificar su santo nombre. Que así sea.
