Skip links

DIOS PROTEGE LOS QUE CONFÍAN EN ÉL 1ª Parte

DIOS PROTEGE LOS QUE CONFÍAN EN ÉL 1ª Parte

Esta es la primera de dos partes del tema DIOS PROTEGE A LOS QUE CONFÍAN EN ÉL. Esta es una verdad, considerando, que Su voluntad es que vivamos plenamente, esto es felices y libres; razón por la cual envió a su Hijo Jesucristo a la tierra. Lo dijo el mismo Jesús, según leemos en Jn 10,10b: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”  Esta abundancia o plenitud, solo la podemos obtener cuando somos libres de todo lo que nos ata o esclaviza.

Hemos estado escuchado que debido a la pandemia, de alguna manera nos hemos visto afectados por un mal que está causando mucho más daño que el Covid 19: el temor.  Satanás, que nunca duerme, siempre se ha aprovechado de las circunstancias para sembrar en nuestras mentes semillas de temor, y este tiempo también lo ha hecho, y para lograr su objetivo ha utilizado los medios de comunicación, ya que estos, lejos de ayudar, se han dedicado a difundir malas noticias, y también falsas o tergiversadas, al punto en que no sabemos qué creer y en quién confiar.

Sabemos que el temor es una emoción que nos ha sido dada por Dios como ayuda para preservar nuestra vida; pero si no tenemos cuidado, con mucha facilidad puede llegar a dominarnos y volvernos personas temerosas y en el caso de los seguidores de Cristo, en cristianos débiles e inefectivos en su Reino.

Tenemos tres enemigos que pretenden que nos enfoquemos en nosotros mismos, egoístamente, así, dejaríamos de buscar la dirección divina con lo que nos alejaríamos de Él. Estos enemigos son, la carne, el mundo y Satanás, los cuales se confabulan para llevar a cabo esa separación, pues alejados de Él somos presas fáciles y vulnerables a quienes con facilidad podrán robar, matar y destruir. Como se lee en Juan 10,10ª.

Veamos cómo actúan estos enemigos nuestros:

  • En primer lugar tenemos a un enemigo poderoso que está constantemente con nosotros, considerando que somos fundamentalmente almas eternas, se trata de Nuestra Carne, la cual actúa cuando dejamos entrar en nuestra mente pensamientos perturbadores y negativos, pues, si los dejamos entrar, no solo se quedarán ahí, sino que bajarán a nuestro corazón y afectarán nuestras emociones, las cuales son poderosas fuerzas que pueden llegar a gobernarnos. Y uno de esos pensamientos perturbadores que ahora se está apoderando de muchos corazones es el Temor. Temor a enfermarnos, a ser contagiados, temor a perder el empleo, temor a no poder conseguir cómo mantener a nuestra familia, temor a muchas cosas. Y va mucho más allá de solo tener pensamientos de temor, ataca nuestro ser entero porque el temor se convierte en una emoción que engendra evidencias que no existen realmente, por ejemplo, en estos días, un simple dolor de garganta, en nuestra mente puede convertirse en una amenaza de muerte.
  • Por su lado, El Mundo, otro enemigo, está actuando como ya mencioné, a través de los medios de comunicación, encargándose de saturar nuestros sentidos con noticias alarmantes, con negativismo o con pronósticos desalentadores, los cuales provocan sentimientos de ansiedad y de incertidumbre. Pero nuestro Señor Jesús nos dice: En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”. Juan 16,33b
  • ¿Y cómo actúa nuestro tercer enemigo Satanás? Él es esa voz seductora, opuesta a Dios Gén 3,1-5 que, por envidia, pretende hacernos caer en la muerte bombardeando constantemente nuestra mente con pensamientos engañosos que van dirigidos estratégicamente a nuestros puntos débiles, con el propósito de robarnos la paz que el Señor nos da, de matar nuestra fe en Él y de destruir toda esperanza.

San Pedro, en su primera carta, 5,8-9  nos advierte del cuidado que hemos de tener con el diablo, y que ataca a todos, pero también nos dice como vencerlo, dice: Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar. Resístanle, firmes en la fe, sabiendo que en todas partes del mundo los hermanos de ustedes están sufriendo las mismas cosas. 

Por ello, queridos oyentes, debemos estar atentos y vigilantes para no dejarnos engañar por nuestros enemigos, pues, si no lo permitimos, ellos no tendrán ninguna autoridad sobre nosotros.

Entonces, cuando vengan los ataques del enemigo sobre nosotros como oleadas que buscan destruirnos, recordemos lo que dice 1 Juan 4,4: “Hijitos, ustedes son de Dios y han vencido a esos mentirosos, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.”

Ahora, identificados nuestros enemigos: la carne, el mundo y Satanás, que ya vimos cómo se aprovechan de nuestras debilidades para robar, matar y destruir la obra del Señor en nuestras vidas, veremos cómo vencer el temor, y te sugiero, querido oyente, que tomes notas pues estas son poderosas armas que Dios nos provee.

La encontramos en 1 Timoteo 2,7, dice que “Dios no nos ha dado un espíritu te temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio”.

Si el Espíritu Santo mora en nuestro corazón, significa que tenemos en nuestro interior el poder de lo alto para vencer el temor, tenemos amor para darle al Señor el primer lugar en nuestra vida a través de nuestra obediencia incondicional a lo que nos manda y también contamos con buen juicio, que nos ayuda a actuar sabiamente y con prudencia, para no dejarnos llevar por las circunstancias.

2ª. Para resistir las asechanzas del enemigo, debemos cumplir con las condiciones que  encontramos en Santiago 4,7 Sométanse, a Dios. Resistan al diablo, y este huirá de ustedes.Son dos condiciones y ambas implican que hagamos algo, pues no podemos vivir esperando cruzados de brazos a que el Señor lo haga todo.  Él espera que nosotros pongamos nuestra fe en acción.

La primera condición es “someternos a Dios”, esto significa que debemos rendir nuestra voluntad a Dios, aceptar Su autoridad, buscando hacer su voluntad en todo momento y manteniendo nuestro corazón limpio de pecado, esto es obedecerle.

Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador.  Por ello, es importante revisar nuestra situación espiritual en busca de cualquier pecado oculto, solapado o que no hayamos confesado. Pues, nos puede suceder lo que dice el salmista: “Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día, pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste.” Salmo 32,3 y 5

 

La segunda condición es resistir al diablo Esto lo lograremos estando vigilantes para no permitirle que nos envuelva con sus argucias. Así, cualquier pensamiento que nos llegue que sea contrario a la Palabra de Dios o que busca provocar en nosotros inquietud, sabremos de dónde viene y podremos detenerlo en el Nombre de Jesús, antes de que entre a nuestra mente.

Y para que salgamos vencedores en el combate espiritual, San Pablo nos dice qué armas hemos de utilizar en Efe 6,10- 18 en donde dice:

“Y ahora, hermanos, busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible.

Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo.

Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea.

Por eso, tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan resistir en el día malo y, después de haberse preparado bien, mantenerse firmes.

Así que manténganse firmes, revestidos de la verdad y protegidos por la rectitud.  Estén siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz. Sobre todo, que su fe sea el escudo que los libre de las flechas encendidas del maligno.

Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo.

No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo.

Ahora conocemos las armas que podemos utilizar para rechazar al enemigo, empecemos por prepararnos espiritualmente para que, como soldados del Señor, cuando debamos entrar en batalla contra los enemigos que pretenderán sembrarnos temor y hacernos caer, podamos resistirlos. Y cuando lo hagamos con el Señor, en nuestro corazón y en nuestra mente, saldremos más que vencedores.

Este es un buen día para permitirle al Espíritu Santo examinar nuestro corazón.  Seamos sinceros delante de Él y humildes para reconocer nuestras faltas para que, con la seguridad que nos da sabernos resguardados bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso, le hagamos frente al enemigo y éste termine por huir.

 

X