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COMPARTE TU TESORO

COMPARTE TU TESORO

Toda tu vida has estado a la caza de un tesoro, buscando la persona perfecta y el lugar perfecto. Hoy te presentaré a quien es tu tesoro: Jesús, Él es esa persona, y el cielo es ese lugar.  Así que, si ya conoces a Jesús la persona vas en el camino que te lleva a ese lugar.  Pero aún no estás viviendo con esa persona, y aún no estás en ese lugar.

 

Jesús contó la historia de un tesoro escondido que, una vez descubierto y compartido produce un gozo capaz de transformar la vida. «Comparte tu tesoro» es una idea sencilla, pero profunda, con consecuencias radicales, una vez que lo entiendas y lo pongas en práctica, cambiará tu manera de ver las cosas. Cuando compartas a Jesús, el gran tesoro, disfrutarás de gozo al servir de instrumento por el cual la persona o las personas, a quienes les compartas a Jesús y sus enseñanzas, serán salvas al aceptarlo como su Salvador y Señor.

 

Con la Parábola del tesoro escondido, que se encuentra en Mt 13,44 una de las muchas veces que Jesús se refirió al dinero y a las posesiones. Dice: Sucede con el reino de los cielos lo mismo que con un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo deja oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.” Pareciera que el hombre que compró el terreno con el tesoro actuara egoístamente pues Jesús no aclaró que debía compartir ese tesoro. Jesús insistió en ese tema del dinero y las posesiones, porque son inseparables, ya que hay una relación entre vida espiritual y la forma de pensar acerca del dinero y cómo manejarlo, pues por no saberlo, podemos tener al dinero o posesiones como un ídolo al que le dedicamos la vida.

 

Hay un fuerte contraste cuando Jesús habla de un hombre rico que gastó en sí mismo todas sus riquezas. Tenía planes de echar abajo sus graneros para construir otros más grandes, almacenando para sí, de manera que se pudiera retirar pronto y tomar la vida con tranquilidad.  Pero Dios le llamó necio y le dijo: «Esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Lc 12,20.

La mayor acusación en su contra, y lo que demostraba su estado espiritual, es que era rico para sí mismo, no rico para agradar a Dios.  Otro ejemplo lo encontramos en Mt 19,16-22 en donde un joven rico le preguntó a Jesús: Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para alcanzar la vida eterna? Y Jesús le contestó: Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme. Al oírlo, el joven se fue triste, porque era muy rico.”

Aquel joven estaba obsesionado con sus tesoros terrenales y Jesús, que sabía que el dinero y las posesiones eran su dios, lo llamó a algo más elevado: los tesoros del cielo, pues se daba cuenta de que no iba a servir a Dios, a menos que destronara a su ídolo, el dinero.  Pero el joven consideró que el precio era demasiado grande, y triste, se alejó del verdadero tesoro.

 

Jesús contó en Mt 13,44, sobre un tesoro en el campo, es una lección con relación a los tesoros del cielo. Por supuesto, por grande que sea el valor de una fortuna terrenal, no tendría ningún valor en la eternidad, sin embargo, el dinero y las cosas materiales, son el tipo de tesoro en cuya búsqueda mucha gente gasta su vida. Jesús apela a los tesoros terrenales y temporales, que muchos valoran, con el fin de hacer una comparación con lo que debemos valorar: los tesoros celestiales y eternos.

 

En Mt 6,19-21 dice Jesús: «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre las destruyen, donde los ladrones perforan paredes y roban. Acumulen tesoros en el cielo, donde no roe la polilla ni destruye la herrumbre, donde los ladrones no abren brechas ni roban. Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.»  Esto no significa que los tesoros de la tierra son malos, pero debemos saber que no son lo más importante, porque no duran, y no porque podrían perderse, sino porque se perderán. Dice San Pablo en 1Ti 6,7  “Cuando llegamos al mundo, no traíamos nada y cuando morimos no nos podemos llevar nada.”

 

Jesús enseña que almacenar tesoros terrenales no sólo es equivocado, es simplemente absurdo, por eso nos motiva para que invirtamos en el cielo, donde todos los beneficios son eternos y debemos considerarlo seriamente pues lo que Jesús ordena siempre es para nuestro bien. Él quiere que vivamos para Su gloria, y lo que es para Su gloria, siempre es para nuestro bien, en cambio, cuando tratamos de ganar para nosotros mismos es cuando aparece el egoísmo. Recuerda, Sirviendo a Dios y a los demás, almacenamos tesoros celestiales, y algo más, cuando almacenas tesoros para ti en el cielo, no disminuyen los bienes que están a disposición de los demás, pues no tiene límite en lo que Dios tiene para dar. Por ello podemos decir con la certeza de que cuando obedecemos a Dios todos ganan, porque cuando presentamos a alguien el Plan de Dios para salvar a la humanidad por medio de Jesucristo y se convierte, es decir, cuando deja el pecado y se vuelve a Dios, reconociendo a Jesús como su Salvador y Señor, esa persona o personas, recibirán las bendiciones que tiene para sus hijos.  Esta es la misión que el Señor nos encomendó a todos los bautizados, por lo que debemos trabajar en la expansión del Reino de Dios en la tierra, y al hacerlo, recibiremos bendiciones.

Al respecto Jesús dice en una parábola que se encuentra en Lc 19: Un hombre noble se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver. Volvió una vez nombrado rey y llamó a los sirvientes a quienes había entregado el dinero para ver cómo había negociado cada uno. Se presentó el primero y dijo: Señor, tu dinero ha producido diez veces más. Le respondió: Muy bien, sirviente diligente; por haber sido fiel en lo poco, administrarás diez ciudades. Se presentó el segundo y dijo: Señor, tu dinero ha producido cinco veces más. Le respondió: Pues tú administrarás cinco ciudades.” Si cumples con servir a los demás, serás bendecido, en la medida que hayas dado testimonio del amor de Dios, tanto al cuidar de sus necesidades, como al presentarles la Buena Nueva de Salvación, como respondió Jesús al tentador en Mt 4,4: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Esto es cuando enseñas las Sagradas Escrituras y sirves a los demás y ayudas a cubrir sus necesidades materiales.

en el cielo; después sígueme.” Mt 19,21. Y seguir al Señor significa también imitarlo en su entrega a los demás y obedecerlo, practicando sus enseñanzas. Más adelante, en el verso 29, Jesús promete: Todos los que dejaron sus casas, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras por mi causa, recibirán cien veces más y heredarán la vida eterna.” Con esto se confirma que al trabajar para la salvación de nuestro prójimo, no debemos estar sujetos a nada, ni material ni espiritualmente. Dice San Pablo en 1Ti 6,7  “Cuando llegamos al mundo, no traíamos nada y cuando morimos no nos podemos llevar nada.”

 

Cristo es el máximo tesoro que debemos compartir. Comparado con Él y con el gozo de conocerle, todo lo demás palidece. Esto es lo que enseña San Pablo en Fil 3,7-11: Soy hebreo y la ley era muy importante para mí pues yo era fariseo y nadie podía reprocharme nada porque siempre obedecía la ley. En esa época pensaba que todo eso era muy valioso, pero gracias a Cristo, ahora sé que eso no tiene ningún valor. Es más, creo que nada vale la pena comparado con la enorme dicha de conocer a Jesucristo, mi Señor. Por Cristo he abandonado todo lo que creía haber alcanzado. Ahora sé que eso sólo era basura. De esa manera he conseguido tener ahora a Cristo en mi vida y estar unido a él.”

 

Jesús, es nuestro primer tesoro, el cielo, nuestro segundo tesoro, las posesiones y las recompensas eternas nuestro tercer tesoro.  Y tú, ¿por qué estás esforzandote, para quien estás viviendo, para qué lugar y para qué tesoro? Jesús resumió la respuesta cuando dijo «Háganse tesoros en el cielo.» Esto, no sólo es lo correcto, es inteligente, porque esos tesoros son los que perduran para siempre. Dice en Sal 49,17-18: No te inquietes cuando alguien se enriquece y aumenta el lujo de su casa; cuando muera no se llevará nada, su lujo no bajará con él. En efecto “No nos llevarémos nada con nosotros, pero si lo podemos mandar por delante.” Jesús dice en Mat 6,20: “Guarden tesoros en el cielo donde no los dañarán la polilla ni el moho y donde los ladrones no pueden entrar a robárselos.” Esto significa que todo a lo que nos tratemos de aferrar aquí en la tierra, se va a perder; pero todo lo que hagamos ofreciéndoselo a Dios, y para servir al prójimo, será nuestro por la eternidad. Si damos en lugar de guardar, estaremos invirtiendo en lo eterno, y no en lo temporal, estaremos almacenando tesoros en el cielo. Eso no significa que el dinero es malo. Lo malo es que se vuelva un ídolo para el cual hacemos todo por conseguirlo. Pero, el dinero que Dios nos encomienda aquí en la tierra es un capital para hacer inversiones eternas al utilizarlo para beneficio de los necesitados. Y mientras menos gastemos en nosotros mismos y más le demos a los demás, más felicidad y bendición obtendremos, en la tierra como en el cielo.

 

La primera clave para descubrir nuestro Tesoro es reconocer que Dios es el Dueño de todo, como dice la Sagrada Escritura en el Sal 24,1: “La tierra es del Señor. Todo lo que hay en ella le pertenece.”  Y en Hag 2,8: El Señor Todopoderoso dice: el oro y la plata son míos.”  Y en el Dt 8,18ª: Recuerda al Señor tu Dios, porque él es quien te da el poder para obtener riqueza.”  Esos textos confirman, que somos solamente administradores de las riquezas divinas.

 

Debes pensar como administrador siempre, buscando la mejor forma de invertir los dones que te ha dado. Al final, pasarás por una evaluación de tu desempeño en el trabajo. San Pablo en Ro 14,8, dice: Si vivimos, para el Señor vivimos y si morimos, para el Señor morimos. Así que vivos o muertos pertenecemos al Señor. Dios es nuestro juez y todos tendremos que presentarnos ante él” y en 11-12: “Como dice el Señor: Prometo por mi vida, que todos se arrodillarán ante mí, y todos reconocerán a Dios. Así que cada uno de nosotros tendrá que rendirle cuentas a Dios.” 

 

Si somos buenos cumplidores de lo que nos ordene, Él nos proveerá lo que necesitemos para vivir con la dignidad de hijos suyos, como dice en Mt 6, 24-34. Dice en los versos 31-34: “No se preocupen ni digan: »¿Qué vamos a comer?» o »¿Qué vamos a beber?» o »¿Qué ropa vamos a usar?» La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y el bien que Dios quiere que hagan, y se les dará todo lo que necesitan. No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene sus propios problemas.”  Debemos estar atentos a lo que Él manda, para obedecer.

 

Si cumplimos sus órdenes, estaremos mostrando su amor al presentar, con nuestra vida a Dios y a su Hijo Jesucristo, que nos mandó a servir evangelizando, al discipular y ayudar a los necesitados. Mientras más demos, más gozaremos en dar, y más se gozará Dios. Nuestra entrega a los demás, como respuesta a la orden de Dios, nos complacerá, pero más importante es que complacerá a Dios. Y como San Pablo dice en 2 Cor 9,7: Cada uno debe dar lo que en su corazón ha decidido dar y no lo haga con tristeza ni por obligación. Dios ama a los que dan con alegría.”  Esto no significa que debemos dar sólo cuando nos sentimos alegres, pues, la alegría aparecerá durante el acto de obediencia y después de él; no antes.  Así que no esperes a sentirte con ganas de dar, porque podrías esperar mucho tiempo.  Dá y verás cómo aparece el gozo.

 

En 2 Cor 8,1-3 San Pablo muestra algunos aspectos importantes respecto al dar cuando dice: “Hermanos, ahora queremos que conozcan el generoso amor que las iglesias de Macedonia han recibido de Dios. Ellos han pasado por muchos sufrimientos. Viven en la pobreza, pero a pesar de ella y de las dificultades, han sido muy generosos porque están llenos de alegría. Les puedo asegurar que ellos dieron todo voluntariamente, y hasta entregaron más de lo que podían.”  Podemos pensar sorprendidos: ¿Cómo pueden aparecer juntas, en el mismo versículo, las frases «han pasado por muchos sufrimientos, viven en la pobreza, pero a pesar de ella y de las dificultades, han sido muy generosos porque están llenos de alegría?  Es así porque esta obra de amor, prueba que dar no es un lujo reservado para los ricos; es un privilegio de los pobres.

 

Los macedonios se entregaron al Señor, siguieron la voluntad de Dios y dispuestos a ayudar a los hermanos necesitados, se negaron a permitir que sus duras circunstancias les impidieran tener el gozo de compartir lo poco que tenían, hasta suplicaron que les permitiera dar. Esos primeros cristianos eran pobres, pero presentaron cuanta razón pudieron, y hasta suplicaron que se les concediera el privilegio de dar para ayudar a sus hermanos de Corinto. ¡Qué contraste tan fuerte con muchos cristianos hoy, que teniendo mucho, se las arreglan para dar incontables justificaciones a fin de no dar!

 

San Pablo conociendo que son muchos los que no tienen la fe en que Dios les proveerá, dice en 2 Cor 8,7-8 lo que cae como una fuerte llamada de atención, para que quienes actúan así, cambien su manera de aferrarse a los bienes materiales, dice: «Ustedes son ricos en todo: en fe, en habilidad para hablar, en conocimientos, en buena voluntad para ayudar y en el amor que han aprendido de nosotros. Por eso esperamos que al ayudar en esta ofrenda bondadosa también demuestren su generosidad. Pero esto no lo digo como una orden. Lo que quiero es que vean que otros están decididos a ayudar para que así ustedes demuestren que su amor es verdadero.”

 

Lo que se espera de nosotros los cristianos de hoy es la bondad, que se manifiesta en la disposición de servir y dar a los necesitados, tanto en ayuda espiritual como material. Santiago lo explica con claridad en Stg 2,14-17 en donde dice: “Hermanos míos, ¿de qué puede servir que alguien diga que tiene fe si no hace el bien? ¿Lo podrá salvar esa clase de fe? Supongamos que un hermano o hermana tiene necesidad de vestido o comida. Llega uno de ustedes y le dice: «¡Que Dios lo bendiga, abríguese y aliméntese!» Sin embargo, si no le da lo que realmente necesita en ese momento, ¿de qué sirve? De la misma manera, si la fe no está acompañada de hechos, así sola está muerta.” 

 

San Pablo define y motiva el acto de dar y dice: «Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, sin embargo, por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza ustedes llegaran a ser ricos.« 2 Co 8,9. Dar es una respuesta consciente a la gracia de Dios que surge de la acción de Dios en nosotros; y nuestra reacción es dar. Damos, porque Él nos dio primero, pues cuando la gracia de Dios nos toca, nuestra respuesta es dar con generosidad a los demás, pero por sobre todo y en primer lugar, dar a Dios, porque recordemos que dar es un acto de Adoración.

 

En Is 58,6-7 Dios nos dice que es lo que espera de nosotros: El ayuno que yo quiero es éste: que sueltes las cadenas injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las opresiones, que compartas tu pan con el hambriento, que hospedes a los pobres sin techo que proporciones ropas al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes.”

¿Quieres llenar de poder tu vida de oración? Dá. Mientras más des, más libre serás y también más bendecido.

Que así sea.