AGRADECIDOS, PIDAMOS LA DIRECCIÓN DIVINA.
Le doy gracias a Dios porque me permite llegar a ustedes hoy, diciéndole adiós al año que termina y dándole la bienvenida al que empieza, el cual recibimos con optimismo y entusiasmo renovados, dispuestos a hacer nuestro mejor esfuerzo para mejorar en todos los aspectos de nuestra vida, influenciando positivamente a todos los que nos rodean para que juntos logremos el cambio que se necesita, en nuestra sociedad, en nuestra familia, en nuestra propia vida. Somos nosotros, todos y cada uno, los que, con nuestra labor diaria alcancemos por el camino de paz y de armonía el desarrollo, con la alegría que eso conlleva. Somos nosotros los que debemos actuar y estar dispuestos a entregarnos por el bienestar de nuestro prójimo, sin egoísmos, sin apatía.
¿Qué debemos hacer? Fundamentalmente, estar dispuestos y mantenernos con los oídos atentos y la mente despierta para escuchar y entender lo que Dios nos diga, es decir, debemos consultarle y esperar su respuesta para que sea Él quien nos muestre el camino a seguir, debemos pedirle también fortaleza para mantenernos firmes en nuestro esfuerzo para realizar lo que nos pide, y mantenernos en el rumbo que nos señaló, sin desviarnos, aun cuando creamos o sentimos que es el atajo que podemos tomar. Porque debemos aprender a obedecer a Dios, lo cual implica que debemos dejar atrás nuestros propios deseos, pensamientos y sentimientos, es decir, debemos morir a nosotros mismos, teniendo la certeza de que lo que Dios nos manda hacer, será de bendición, no solo para nosotros, sino para todos a quien sirvamos, aun cuando no veamos la bendición de inmediato.
Dicen las Sagradas Escrituras, en Dt 12,28“Escuchen y cumplan todo lo que les he ordenado, para que a ustedes y a sus hijos les vaya bien siempre, por hacer lo que es agradable y recto a los ojos del Señor su Dios” significa que si obedecemos, recibiremos bendición. Ahora podría surgirte la pregunta ¿Cómo puedo saber lo que Dios me dice que haga, o si aprueba o no lo que quiero hacer?
Lo primero que debes hacer es confrontar tus planes y proyectos con la voluntad de Dios manifestada en la Biblia, para lo cual debes leerla, estudiarla y meditarla. Pero si aún no sabes cómo hacerlo, puedes acudir a quien si lo pueda hacer, a un sacerdote o a un hermano en la fe más crecido y conocedor de su Palabra.
Pero hoy te daré algunos indicativos que te servirán para que tu caminar sea sobre bases seguras y puedas al final, llegar a la meta, sabiendo durante el trayecto, que estás haciendo la voluntad de Dios, por lo tanto, que vas con Su respaldo. ¿Qué más podrías pedir?
Dios está siempre atento a nuestro clamor, a nuestras necesidades, las cuales conoce al igual que conoce nuestros anhelos. Incluso aquellos deseos que hemos guardado en nuestro corazón y nadie conoce, a Él no le son desconocidos pues como dice San Lucas en 16,15 de su evangelio: “Dios conoce vuestros corazones”
Pero además, debemos conocer y confiar en su amor y misericordia, que proveerá lo necesario para cubrir nuestras necesidades o deseos, y nos otorgará lo que anhelamos, si no va contra sus normas y mandamientos ni nos causará daño. Pero, como dice Stg 5,8 “tengan paciencia y manténganse firmes.”
Aunque también permitirá que tengamos dificultades para fortalecer nuestra fe y fidelidad, y para que crezcamos en el conocimiento de su bondad y de su amor. Dice Stg 1,12 “Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman.”
Como manifestación de su amor infinito, nos da, incluso lo que no le pedimos, para que sepamos que está allí, atento, dispuesto siempre a mostrarnos cuánto nos ama. Como la más grande manifestación de su amor que acabamos de celebrar: Envió a su único Hijo para que naciera entre nosotros y como hombre nos mostrara el camino para llegar a Su presencia, y luego, por amor a cada uno de nosotros, pagara nuestras culpas muriendo en la cruz.
La celebración de la Navidad es, pues, la celebración al amor de Dios Padre y de Dios Hijo, quien vino a darnos vida plena y abundante en esta tierra y vida eterna junto a Él en la presencia del Padre. ¡Bendito sea!
Y ahora, cuando termina el año, es el momento adecuado para dar por terminadas todas las actividades y podamos abrir un nuevo capítulo del libro de nuestra vida, sin cuentas pendientes.
Paulo Coelho uno de los escritores más prominentes del Brasil, escribió una meditación que en este momento nos viene bien, pues nos hará ver que hay cosas que hicimos o dejamos de hacer el año que termina, que pueden atarnos y dificultarnos realizar cosas nuevas y gratas a Dios, se titula CERRANDO CÍRCULOS, y dice así:
Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Sí insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando ¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente «revolcándote» en los porqués, regresar el tiempo y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante. No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. Hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú. Suelta el resentimiento. Encender «tu televisor personal» para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte mentalmente, envenenarte, y amargarte. La vida va para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando «puertas abiertas», por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio. Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida. Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate. Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. … ¡Así es la vida! – Aquí termina la cita. Son palabras muy bien plantadas, que nos animan a iniciar nuevamente, con entusiasmo, sin embargo, vale la pregunta que te puedes haber hacho, ¿Cómo lo haré si siento el corazón destrozado, si estoy frustrad@, temeros@? Te daré la respuesta, con la certeza de que es la correcta: “CON LA AYUDA DE DIOS.” San Pablo, escribió: “como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó. Ro 8,36-37 Y en Fil 4,13 el apóstol de los gentiles nos anima a que todo lo hagamos con la fe en que Jesús estará con nosotros cuando dice: “A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece” Así que ponlo todo en sus manos y pídele que Él se haga cargo de que tu corazón esté en paz y tengas seguridad y confianza, también pide que aumente tu fe y pónla en acción. Verás cómo recibirás Su respuesta. Para iniciar con una nueva forma de pensar y convencido de que con la ayuda y dirección de Dios podrás salir vencedor en todo cuanto debas realizar, haz tu mejor esfuerzo, dá tu 100% y esmérate en hacer un buen trabajo, dice en Pro 22,29 “El que hace bien su trabajo, estará al servicio de reyes”. También da gracias a Dios por todo lo recibido y entrégale todo cuanto ha sucedido. Para ello te invito a que hagas la siguiente oración: Señor Dios y Padre nuestro, en este momento, al finalizar un año más, quiero darte las gracias por lo que me diste, porque me has permitido llegar con vida hasta hoy y disfrutar de tu obra. Gracias Señor por mis ojos con los que he podido ver las maravillas que has creado, desde las pequeñas, como la flores miniatura que he podido ver porque llegué cerca de ellas luego de mi caída, por lo que también te agradezco mis tropiezos y caídas; hasta las grandes, como el sol y el firmamento, que me maravillan por el orden que mantienen obedeciendo tu mandato; pasando por todas las cosas que me rodean y que día a día renuevas para que yo las disfrute: los amaneceres y los crepúsculos, los colores de las flores y las alas de las mariposas, los rostros de mis seres amados, todo lo que puedo ver y ha quedado grabado en mi mente. Gracias Señor por mis oídos, porque he podido escuchar los trinos de las aves, el murmullo del agua que corre entre piedras o que cae como lluvia; el sonido que provoca el viento entre los arboles; y el sonido de los insectos que anuncian su presencia, atrayendo así a su pareja para continúe el ciclo de la vida, y los sonidos producidos por el hombre y su ingenio, que también me maravilla y es otra razón para agradecerte; sonidos como la música y como la voz que te alaba agradeciendo tu bondad y por quien eres, también el sonido que proviene de las máquinas y motores que anuncian que la sociedad trabaja y por ello tenemos muchas cosas que podemos disfrutar y hoy agradezco. Gracias Dios por el sentido del gusto a través del cual puedo disfrutar los sabores tan distintos de la parte de tu creación que tu hiciste para alimentarnos. Gracias también por el sentido del tacto, a través del cual puedo sentir las texturas de las cosas; el calor y el frío, las caricias y acariciar. Gracias Padre por el sentido del olfato, a través del cual podemos percibir tu gran creatividad dando a cada cosa su olor particular. Gracias Señor por nuestros sentidos. Gracias Señor por mi familia, por los nuevos miembros que este año que termina la aumentaron, y gracias también por los que llevaste ya contigo. Te agradezco que me permitieras haberlos conocido, tratado, amado; disfrutárlos por un tiempo, he entendido que tus planes son perfectos y son siempre para bien, por eso te pido que me ayudes, llenando tú ese vacío que siento por su ausencia. De mi parte, yo te entrego mi dolor, y mejor, te entrego a ese ser querido que quisiste llevar a tu presencia para darle mucho más de lo que yo pudiera darle. Gracias Señor por él, por ella. Gracias Señor por mi trabajo, por mis estudios por la amistad, pero sobre todo, Gracias Señor por Jesucristo, a quien enviaste para salvarme, gracias por su amor, por su perdón, Gracias Señor. Yo no sabía que me encontraba mal, que estaba perdido, pero un día, desesperado clamé a ti y tú me respondiste, como siempre haces. Tu amado Hijo vino a mi, se presentó, me dio amor, perdón y paz. Y supe que debía cambiar, no por miedo al castigo, sino por amor, amor que él me dio. Gracias Dios por mi salvación, gracias por tu perdón, gracias por Jesús mi Salvador. Ahora Señor, quiero iniciar el nuevo año, no con mis planes y proyectos. Como hijo tuyo y tu seguidor, quiero obedecerte, hacerlo todo para agradarte. Condúceme pues en mi proceder y guía mis pasos durante el año que inicia para que todo cuanto haga, exalte tu nombre, te honre y te agrade. Sé que en ese proceso me bendecirás, por lo que en tus manos me pongo y a cada uno de mis seres amados también. Te pido también, me des fuerzas para defenderme del mundo que pretende cambiar tus normas y me mantenga firme en tus enseñanzas que se encuentran en la Sagrada Escritura. Ayúdame también, con la dirección del espíritu Santo a leerlas y meditarlas para hacerlas vida para tu honra y gloria. Te lo pido y agradezco en el nombre de tu Hijo Jesucristo, mi Señor y Salvador, amén. |