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HAGÁMOSLO TODO PARA AGRADAR A DIOS Y BENDECIR A NUESTRO PRÓJIMO

HAGÁMOSLO TODO PARA AGRADAR A DIOS
Y BENDECIR A NUESTRO PRÓJIMO

En el tema anterior dimos la bienvenida al año que empezó, con optimismo y entusiasmo, dispuestos a hacer nuestro mejor esfuerzo para mejorar en todos los aspectos de nuestra vida, influenciando positivamente a todos los que nos rodean para que juntos logremos el cambio que se necesita, en nuestra propia vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad. Para lo cual debemos estar dispuestos y mantenernos con los oídos atentos y la mente despierta para, luego de consultar a Dios, escuchar y entender lo que nos diga, para que sea Él quien nos muestre el camino a seguir. Porque debemos obedecer a Dios. Sin embargo no podemos negar que como humanos, tenemos nuestras expectativas por lo que imaginamos lo que podremos alcanzar o realizar en este nuevo año: “gratas sorpresas, sueños cumplidos y metas alcanzadas”. Pero por ser humanos, podemos sentir temor ante lo desconocido, sobre todo por la situación mundial a la que deberemos enfrentarnos con la nueva mutación del virus del COVID, de la que nos están advirtiendo viene más fuerte y agresiva.

Pero debemos hacer lo que nos corresponde y prepararnos para actuar, pues no podemos dejarnos llevar por el temor. Debemos pues, seguir adelante, si bien con algunas limitaciones como son, el distanciamiento, evitar los contactos personales, en la medida de lo posible guardarnos en nuestras casas y si debemos salir hacerlo con todas las precauciones que nos han recomendado. Debemos analizar nuestra conducta del año anterior, en cuanto al cuidado que debimos tener para evitar el contagio, medidas que tal vez no cumplimos a cabalidad; analizar también los proyectos o metas que nos propusimos y no logramos alcanzar, por negligencia o por falta de perseverancia o por falta de una adecuada preparación o planificación.

Debemos pues, evaluar nuestros logros y los tropiezos o dificultades con las que nos enfrentamos así como lo que quedó pendiente. Es importante reconocer, con sinceridad, las razones por las que no pudimos llevar a cabo nuestros proyectos, no para sentirnos mal y quedarnos con la idea de que fracasamos, sino para ver con objetividad nuestras faltas, corregir nuestros errores y re-tomar con entusiasmo y optimismo, con firmeza y perseverancia lo que vamos a realizar.

Porque de no hacerlo así, podemos quedarnos nuevamente frustrados por todo cuanto nos propusimos hacer y no llevamos a cabo.

Recordemos que al bautizarnos, fuimos sellados como propiedad de Dios, dice Jn 1,12-13  Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. Por lo que, si aceptas en tu corazón que Jesús es el Hijo de Dios que murió para limpiar tus pecados y darte salvación y lo proclamas como tu Señor y Salvador, puedes considerarte hijo de Dios, pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios dice San Pablo en Gal 3,26.

Y como dice en Ro 8,17 Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que ahora compartimos sus sufrimientos para compartir también su gloria. Por lo tanto, las bendiciones de Dios son para nosotros.

Y si, como hijos, amamos a nuestro Padre Celestial y lo obedecemos, podemos estar seguros de que todo cuanto sucede así lo consideremos bueno o malo, es para nuestro bien según leemos en Ro 8,28  “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.

Debemos considerar entonces, que las dificultades son oportunidades de aprender, pues Dios siempre nos deja, con ellas, lecciones que nos ayudarán en nuestro caminar, pero para aprender y aprovecharlas, debemos ser humildes, creer y tener confianza en lo que dice la Biblia; sobre todo tener fe en Dios y en sus promesas, las que debemos conocer, y para todo esto debemos, leer, estudiar y meditar las Sagradas Escrituras.

Puede ser que en algún momento, por tener dificultades, o porque no nos concedió lo que necesitábamos o le pedimos, hayamos pensado que Dios se olvidó de nosotros. Esto no es más que una manifestación de soberbia o de orgullo pues es pretender que Dios tiene la obligación de concedernos lo que le pedimos, como si Él fuera nuestro servidor. Recordemos siempre que Dios nos Ama y desea lo mejor para cada uno, y la clara manifestación de ese amor, es que envió a su Hijo Jesús para realizar el Plan de Salvación de todos, y que, como dijo Jesús mismo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Jn 10,10b)

Además, con frecuencia somos nosotros los que no sabemos cómo pedirle, como dice Stg 4,2b-3. No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios;  y si se lo piden, no lo reciben porque lo piden mal, pues lo quieren para gastarlo en sus placeres. Con esto Santiago quiere decirnos que a veces Dios dice NO a nuestras peticiones, porque no pedimos bien o porque si nos concediera lo que pedimos, sería para nuestro mal, para alejarnos de Él.

Además, como humanos nos enfocamos en nuestras prioridades: familia, trabajo, estudios, etc., y esto no significa que esté mal, pero las prioridades del Señor no son iguales a las nuestras. Él, que vive en un eterno presente,  conoce nuestro pasado, nuestro presente y también nuestro futuro, por lo que sabe perfectamente lo que nos conviene, aunque alguna vez nos parezca absurdo o fuera de toda lógica su manera de obrar ya que la manera de pensar y de actuar de Dios es muy distinta a la nuestra, como escribió el profeta Is 55,8-9: Dios dijo: «Yo no pienso como piensan ustedes ni actúo como ustedes actúan. Mis pensamientos y mis acciones están muy por encima de lo que ustedes piensan y hacen»Entonces, lo que nos corresponde hacer es, como dice San Pablo: “cambiar nuestra manera de pensar para que así cambie nuestra manera de vivir y lleguemos a conocer la voluntad de Dios, es decir lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” Ro 12,2  Para lograrlo, debemos tomar la decisión y hacerlo.

Recordemos, Dios no es el genio de la lámpara maravillosa, ni nuestro criado, es el Señor, el Todopoderoso, el Creador de todo cuanto existe, y es quien, con infinita sabiduría, nos va moldeando para que lleguemos a ser santos como Él es Santo como dice 1Pe 1,15 y 16, y al menos en otras seis veces del A.T. manifestando así la gran importancia de esta orden del Señor, para que lleguemos a estar con Él por la eternidad. Por ello debemos analizar a la luz de su Palabra todo cuanto nos pasa, y con docilidad, dejarnos conducir y aprender de cada situación.

Al analizar el año anterior, puedes concluir que fue un año bueno o malo, dependiendo de lo que obtuviste o realizaste; pero recuerda que eso es solamente la añadidura y que tu felicidad no puede estar fundamentada en eso,Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas” son palabras de Jesús que nos traslada Mt 6,33. 

La paz, el gozo y la armonía en todas sus facetas de nuestras vidas, como son la familia, el trabajo, los amigos; son el resultado de la presencia de Dios en nuestros corazones y valen mucho más que los bienes materiales.

Entonces, al examinar el año que pasó, comienza por examinar si creciste en santidad, si permitiste que todas las situaciones, tanto buenas como malas, ayudaron a forjar en ti frutos buenos y agradables. Si descubres que honraste a Dios, que diste buenos frutos y serviste a tu prójimo por amor, dale gracias al Señor; y si no, acude al Sacramento de la Reconciliación y pídele perdón y Su Gracia para que este nuevo año sea diferente, para honra y gloria suya.

Debemos agradecer, sobre todo en esta época, que estemos con vida y salud para corregir el rumbo, seguros de que Él nos estará guiando, para lo cual debemos estar atentos a su voz y dispuestos a obedecerle.

Entonces, “Haz tu entrada a este año nuevo y a cada día, sobre tus rodillas”. No hay mejor manera de hacerlo. Solo tomados de la mano del Señor podremos afrontar, día a día, lo desconocido, pues Él conoce el camino y tenemos su promesa de que nos llevará a puerto seguro. En el libro de Proverbios dice:Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto.“El Señor da su ayuda y protección a los que viven rectamente y sin tacha; cuida de los que se conducen con justicia, y protege a los que le son fieles. 3,5-6 y 2,7-8 

Así que, ten presente al Señor en todo cuanto hagas y vive según sus mandamientos y enseñanzas y verás cuánto te ama porque empezarán a manifestarse en tu vida hermosos frutos de santidad, y verás también cómo responde a tus oraciones y cómo provee para que cubras tus necesidades.

Demos gracias a Dios por lo que quedó atrás, por lo bueno así como por lo malo, por lo malo porque ya pasó y pasó para que aprendiéramos:

1° Que nuestras decisiones erróneas tienen consecuencias negativas, por lo que debemos caminar según la senda que Dios nos indica en las Sagradas Escrituras y obedecer sus mandamientos,

2° Que en los momentos difíciles Él estuvo con nosotros mostrándonos su fidelidad.

3° Que si nos mantenemos tomados de la mano del Señor, en la adversidad saldremos fortalecidos y creceremos espiritualmente.

4° Que tenemos límites que debemos respetar para saber a dónde NO queremos regresar

5°    Que debemos confiar y tener fe en Él, pues aun cuando estemos en dificultades, no nos abandonará.

También demos gracias por lo que está por venir, y con confianza de que seremos escuchados y que responderá a nuestro clamor, pidámosle fortaleza, sabiduría y un corazón dócil y humilde que se deje moldear, para que cuanto hagamos sea para honrar y glorificar su santo nombre.

Ahora te invito a que repitas la siguiente oración:

Señor Dios y Padre nuestro, agradecidos por el don de la vida, que nos has regalado hasta este momento, te alabamos. Ahora, reconociendo nuestra necesidad de tu dirección, con confianza y dispuestos a hacer tu voluntad, acudimos a ti para pedirte que, tomados de tu mano, nos conduzcas para que, cada uno de nosotros, llevemos a cabo lo que nos corresponda para alcanzar las metas que con tu dirección nos hemos propuesto, y en nuestro caminar te mostremos a los demás, con nuestra conducta, con nuestros actos de misericordia, con nuestra vida de servicio y entrega a nuestro prójimo.

Condúcenos cada día a través de la lectura de la Biblia, donde encontraremos las respuestas que necesitemos para consuelo y guía para que hagamos siempre tu voluntad, inspíranos, ayúdanos, protégenos.

Con confianza de hijos, te pedimos que fortalezcas nuestro espíritu para que venzamos nuestras debilidades, para que no murmuremos ni critiquemos; para que no ofendamos con nuestras acciones o palabras y seamos limpios de corazón, ordenados y trabajadores y seamos verdaderos portadores de tu bendición, para llevarla a donde se necesite, disfrutando en el proceso, de la vida plena y abundante que Jesús tu amado Hijo y nuestro Señor y Salvador nos vino a dar, en cuyo nombre te lo pedimos, Amén.

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