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SEAMOS AGRADECIDOS CON DIOS

SEAMOS AGRADECIDOS CON DIOS

Dice la definición del diccionario, que El agradecimiento es el sentimiento de gratitud, de estima y reconocimiento que una persona experimenta hacia quien le ha hecho un favor o prestado un servicio o por haber recibido de ella algo que se esperaba o que se necesitaba, o por haber sido ayudado enalguna
circunstancia difícil, y que desea corresponder. Quien agradece, muestra así que valora a quien le realizaun favor o le presta ayuda.

Es un sentimiento que generalmente lleva a tratar de devolver, de alguna forma, la colaboraciónrecibida.

Entonces a partir de esa definición y enfocados en lo que hemos recibido de Dios, vamos a realizar un análisis de algunas de las muchísimas cosas que nos ha dado y lo haremos de la mano de las Sagradas Escrituras. Que nos dicen por medio de San Pablo: “Den gracias por todo, porque eso es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús.” 1Ts 5,18

Y sobre el tema, en el Sal 118,1 leemos: “Den gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor eseterno.”

Y en el N.T. encontramos más de lo que San Pablo dice sobre el agradecimiento a Dios en Flp 4,6 y Col 3,15 : “No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos.” “Ustedes fueron llamados a formar un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Dejen que la paz de Cristo gobierne sus corazones, y sean agradecidos.”

Éstas son solo unas cuantas citas que encontramos en las Sagradas Escrituras sobre el agradecimientoo la gratitud, de la que alguien dijo “es la flor exótica del jardín de las virtudes.

La gratitud no es sólo un gesto de cortesía y de buena educación en las relaciones sociales. No consiste sólo en decir “gracias”, de labios para afuera a quienes nos han hecho un favor o nos han prestado un buen
servicio. La verdadera gratitud es una virtud humana y cristiana que brota desde lo más profundo del corazón.

Además, decir gracias tiene efectos positivos en nuestra salud y en el bienestar de otras personas.

Es la respuesta de las personas nobles ante los beneficios que reciben, sabiendo que no son merecedores del servicio recibido; reconocen que las atenciones de los demás, son dadas a cambio de nada, que es un favor; por lo que desde el fondo de su alma se sienten deudoras hacia quien que les han mostrado su generosidad, convencidas de que, si han recibido su ayuda, es por la bondad de esas personas y no porque lo merecieran. Por eso la gratitud, si es sincera y auténtica, va siempre acompañada de una gran
humildad y sencillez interior. La gratitud sólo se da en las almas grandes y generosas, por eso es tan admirable encontrarse con una persona verdaderamente agradecida.

Sólo la persona humilde ve el beneficio recibido como un don inmerecido que pudo no habérsele dado y por ello se siente deudor. Sabe que su necesidad fue saciada y que debe recompensarlo con un profundo y
sincero "gracias". Precisamente por eso es una virtud muy rara, tan rara que Jesús, Nuestro Señor, se sorprendió ante la ingratitud de los hombres y se maravilló al constatar que muy pocos saben ser agradecidos, como vemos en el Evangelio de Lucas que nos cuenta la historia de los diez leprosos que fueron curados por Jesús y de los diez que recibieron la gracia prodigiosa de su curación, sólo uno volvió a darle las gracias. “¿No eran diez los curados? – preguntó extrañado nuestro Señor-. Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”. Lc 17,12-19

Los otros nueve, que pertenecían al “pueblo escogido”, tal vez consideraron que se les tenía que haceraquel favor, y no supieron reconocerlo como un don de Jesús.

En cambio, vemos la humildad de Jesús manifestada en una de sus oraciones más bellas, que es justamente una acción de gracias que encontramos en Mt 11,25, que dice: "Te doy gracias, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los humildes y sencillos…"

¿Y nosotros? ¿Somos agradecidos con los demás? ¿Con las personas de las que diariamente recibimos beneficios, por ejemplo, POR el amor desinteresado de nuestros padres, en el cariño de nuestro cónyuge, de
nuestros hijos, en la reconfortante amistad de nuestros amigos Analicémoslo y si somos justos, veremos que no merecemos todo el bien que de ellos recibimos.

Como cristianos, como seguidores de Cristo, estamos obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes recibimos el don de la fe, la gracia del bautismo y la vida en la Iglesia. Puede tratarse de nuestros padres, de los abuelos, de otros miembros de la familia, de algún maestro o amigos, o de algún catequista o sacerdote.

Pero ¿Y con Dios?, ¿Somos agradecidos con Dios? ¿Sabemos reconocer y dar gracias a Dios, por todos los dones y beneficios que nos concede a cada momento? ¿Estamos de verdad convencidos de que no merecemos tanta bondad de parte de Dios y que todo lo que tenemos es sólo porque Él es inmensamente generoso con nosotros?

Como dice el Catecismo, en el numeral 2097: “Adorar a Dios es reconocer, en el respeto y la sumisión absoluta, que la criatura, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarlo y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo, como dice Lc 1, 46-49.

Y debemos recordar que “La adoración a Dios, libera al hombre de replegarse sobre sí mismo, – es decir que “reconocer a Dios como el creador de todo cuanto existe, por lo tanto, de nosotros y todo cuanto nos es
dado como don, empezando con la vida”; nos ayuda dejar de ver solamente nuestros intereses, de enfocarnos solamente en nosotros, para entonces, abrirnos agradecidos a Dios y a nuestro prójimo. Y eso, también nos libera de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo.”

¡Cuántas veces, en vez de darle gracias por lo que tenemos, nos quejamos por lo que no tenemos! O en lugar de sentirnos felices por lo que nos regala, nos quejamos porque debería concedernos también otras cosas. Esto es tratar a Dios como si fuera nuestro empleado que debe obedecer lo que le ordenamos.

Somos a veces tan descuidados en nuestro trato con Dios, que, en vez de valorar y agradecer sus dones, nos comportamos como hijos caprichosos. Debemos estar conscientes que no es por nuestros méritos que recibimos todo cuanto Dios nos da, “es por gracia”, como dice san Pablo en Ef 2,7. Porque Dios que nos conoce, nos proporciona todo cuanto necesitamos. Esto implica, no solamente que debemos tener fe, sino que debemos ponerla en acción con oración de agradecimiento por lo que recibiremos, sabiendo que así será.

Tenemos que estar conscientes que también debemos dar gracias por aquello que consideramos como parte natural de nuestra vida y que damos por sentado es nuestro derecho, como la vida misma, los sentidos con los que podemos disfrutar de la naturaleza: la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto; así como el que podamos comunicarnos con los demás, dar gracias por nuestra capacidad de trabajar y por el trabajo mismo, por el techo que nos cobija, por los alimentos en nuestra mesa, la ropa que nos cubre, la educación que recibimos, la libertad para tomar nuestras decisiones, por el conocimiento de nuestra salvación por medio de Jesucristo, por las manifestaciones de amor y por tantas otras bendiciones que tomamos tan a la ligera. Pues, como dijo San Pablo: “Den gracias por todo, porque eso es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús”; por lo que de ahora en adelante vamos a enfocarnos en hacer lo correcto ante Dios y corresponder a lo por Él
recibido, lo cual más que una obligación, debe ser una manifestación de nuestra gratitud que brota de nuestro  corazón con el respaldo de nuestra razón, pues comprendemos que todo proviene de Dios. Por ello, tomados
de la mano de las Sagradas Escrituras, vamos a analizar algo de lo mucho que hemos recibido de nuestroPadre celestial.

En primer lugar, debemos estar agradecidos porque envió a su Hijo único, para que llevara sobre sí la carga de la culpa de los pecados de toda la humanidad y pagara en nuestro lugar, con la muerte en la cruz, el
castigo que merecíamos por haber ofendido a Dios; y porque con su sacrificio recibimos una nueva vida plena, abundante (Jn 10,10b), vida que podemos disfrutar al aceptar que Jesús murió por nosotros.

Hay otras muchas bendiciones por las que hemos de dar gracias a Dios, de muchas de ellas, ni nos percatamos que las permite nuestro Padre celestial en nuestra vida porque tiene proyectos de bendición para nosotros, como lo que ha permitido o llevado a cabo para hacernos felices y fuertesespirituales, para quenuestra fe crezca, y porque a través de ellas nos ha permitido conocerle, así como que sintamos su presenciay con ella sintamos su amor, paz y gozo, así como su misericordia, poder y sabiduría.

Debemos entonces agradecer en primer lugar que nos enviara a Jesús que nos enseña y nos conduce, que envió al Espíritu Santo y sus dones, los cuales nos ayudan a perfeccionar las virtudes y nos hacen dóciles para obedecer con prontitud las inspiraciones divinas; dones que encontramos en Is 11 como son: el Don de Sabiduría, con el que podemos comprender las maravillas de Dios y que nos impulsa a buscarle en medio de todas las cosas, como el trabajo, la familia y las obligaciones diarias; el Don de la Inteligencia, que
nos ayuda a comprender claramente las riquezas de la fe; el Don del Consejo, que nos señala el camino de santidad, lo que Dios quiere de nuestra vida y nos anima a seguir la solución que más concuerde a dar la gloria a Dios y hacer el bien a los demás; el Don de Fortaleza que nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades que encontramos en nuestro caminar hacia Dios; el Don de Ciencia que nos ayuda a juzgar con rectitud las cosas creadas y a mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado para que ellas nos acerquen más a Él; El Don de Piedad, por el que podemos tratar a Dios con la confianza con que un hijo trata a su padre y por el que podemos entregarnos a los demás en servicio de amor; el Don del Temor de Dios, que no es el de temerle a Él, nuestro Padre, sino temer ofenderlo, ya que ese Don nos induce a huir de las tentaciones, a evitar todo mal que pueda contristar, entristecer al Espíritu Santo, a tener que separarnos de aquel a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y de vivir.

Dios, que es grande en amor y misericordia, nos ha dado también otros dones, que podemos llamar operacionales, con los que nos prepara para que demos un buen servicio en la expansión de Su Reino, dones que nos presenta San Pablo en 1ªCor 12,7-10, en donde nos hace saber que nos son dados para provecho común, y los describe como el Don de Sabiduría, de Conocimiento, de Fe, de Curaciones, de Poder, de Hacer Milagros, de Profecía, de Discernimiento de Espíritus, el Don de Hablar en Lenguas y el de Interpretación de lo que se dice en esas lenguas; dones que el Espíritu da a quien quiere, para hacernos sentir especiales, pues aun siendo indignos, nos los da como herramientas para servir a nuestro prójimo y
expandir Su Reino aquí en la tierra.

Debemos también estar agradecidos porque el Espíritu Santo ha producido en nuestro corazón tanto amor para que lo demos a los demás y porque, con su presencia, nos da alegría y paz, alegría que sentimos y podemos compartir porque es producto de su presencia en nosotros, y de la paz que podemos disfrutar incluso en medio de circunstancias difíciles, problemas y tribulaciones; y que también produce en nosotrospaciencia, con la que podemos dar testimonio de su presencia en nosotros y por eso llamar la atención de quienes aún no pueden disfrutar de ella, para así, mostrarles a Jesús con amabilidad y bondad, que son frutos que brotan de nosotros al igual que la fidelidad para que nos mantengamos firmes en la fe y en las normas y mandamientos de Dios.

También debemos agradecer los frutos que menciona San Pablo en Gal 5,22,23, que son Caridad,  Alegría, Paz, Comprensión de los demás, Generosidad, Bondad, Fidelidad, Mansedumbre y Dominio Propio.
Agradezcamos que la Templanza nos hace callar aquellas palabras que hubieran ofendido a nuestro prójimo y nos ayuda también a mantenernos firmes contra las tentaciones.

Agradezcamos por el amor que nos da, amor que transforma nuestro corazón endurecido y que nos llena de tal manera que podemos actuar misericordiosamente con los demás, por lo que podemos acercarnos
a los demás y ser testigos de Jesús al mostrar sus enseñanzas con nuestra conducta. Agradezcamos también, por la Mansedumbre que puso en nuestro corazón y con la que podemos pedir disculpas si ofendemos a alguien, por la que podemos escuchar con atención a quien necesita ser escuchado, a quien
necesita desahogarse de la carga que lleva en su corazón, y porque por ella, estamos dispuestos y atentos a enjugar las lágrimas de los que sufren.

Demos gracias a Dios por cada día que hemos disfrutado del preciso don de la vida, por el que también debemos darle gracias. Como debemos agradecerle también por la bella y grande bendición que es nuestra
familia; así como agradecer los amigos con los que compartimos bellos y felices momentos como también otros tristes; amigos que nos alentaron, pero también nos corrigieron con amor y con firmeza para hacer de
nosotros mejores personas. Agradezcamos la salud porque por ella pudimos llevar a cabo todo cuanto hicimos.

Y demos también gracias por las dificultades y por los fracasos, porque de ellos aprendimos que, todo pasa para bien de quienes aman a Dios; así como agradezcamos por tantas cosas que hemos recibido y queahora no mencionamos.

Agradezcamos todo lo recibido de Dios porque es una manifestación de su amor por nosotros. Y si no has disfrutado de algo de lo mencionado, te invito a que, en oración lo pidas a nuestro amoroso Padre  celestial, dile:

Señor Dios y Padre nuestro, dame lo que tu quieras y sabes que necesito para que te sirva de la mejor manera, dame paciencia y humildad, desprendimiento de las cosas materiales, generosidad y misericordia
para con mi prójimo, y lo que Tú sabes es lo que me conviene. Ahora me pongo en tus manos, y a mis seres amados, para que a todos nos sanes, nos bendigas y nos conduzcas por tu camino de amor, paz y justicia; quiero hacer siempre tu santa voluntad, por ello te pido que vengas a mi corazón y que hagas de él tu trono para que desde ahí dirijas mi vida, y te muestre con mi conducta; y aumenta mi fe y mi esperanza para no desfallecer, y caridad para obrar misericordiosamente con mi prójimo y ser ejemplo para que te amen y se amen entre sí.

Dame Señor sabiduría para conocerte y comprenderte más; inteligencia para comprender claramente la riqueza de la fe; dame el don de Consejo para que pueda ver el camino de la santidad, dame fortaleza para que pueda superar las dificultades y mantenerme firme en tu santa voluntad; dame el don de Ciencia para que pueda juzgar bien las cosas y me acerque a ti; dame piedad, para honrar a nuestros padres y me dé respeto amoroso a las Sagradas Escrituras; dame también el don de Temor de Dios para no ofenderte, para huir de las ocasiones de pecar, para temer separarme de ti. Ayúdame Señor a ser perseverante para alcanzar las metas que tú pones en mi corazón y dame los dones con los que pueda servir mejor al prójimo y expandir tu reino aquí en la tierra. Yo estoy dispuesto a hacer la parte que me corresponde, me esforzaré en leer, estudiar y meditar las Sagradas Escrituras, para conocer tus normas y tus promesas para vivir confiado en que me proveerás y me comprometo a acercarme a ti en oración.

 

Agradecido Padre, todo cuanto me has dado, te doy gracias, te alabo y te bendigo por lo que me darás y permitirás en mi vida, en el poderoso nombre de tu amado hijo Jesucristo, mi Señor y Salvador. Amen

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