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¿Eres verdadero seguidor de Cristo?

¿Eres verdadero seguidor de Cristo?

Con datos de un artículo, de Henry Vargas H.,  titulado ¿Cristiano por tradición”? ¿Seré uno de ellos? publicado por Aleteia en 2016

«Cuando se desconoce la verdad se hacen las cosas por obligación y se puede acabar odiándolas”.

 Hay personas que se confiesan como cristianas, pero que en realidad lo son de nombre, por costumbre, por tradición; se contentan con una mínima formación y viven una fe a la mínima expresión y tienen una relación con Dios y con la Iglesia sólo teórica. No son pues, verdaderos seguidores de Jesús.
La causa principal de esto es por desconocimiento; van por la vida sin saber que Dios está a nuestro lado, como señala Dios a través del profeta Oseas en 4,6 «Perece mi pueblo por falta de conocimiento». Ésta es una realidad que sigue ocurriendo, pasa con quien no se ocupa de conocer la voluntad de Dios que se encuentra en la Biblia, por lo tanto, no va de la mano de Dios y camina por el camino que le parece derecho, pero que al final lleva a la muerte, como dice en Pro 14,12.
A otros les pasa como a los discípulos de Emaús, que caminaban con Jesús ignorando que iba con ellos, porque “algo impedía que sus ojos lo reconocieran” hasta que vieron su forma de partir el pan se dieron cuenta de quién era Lc 24, 16. Pero ahora, aun cuando parte ante ellos el pan y se ofrece en el sacrificio de la Eucaristía, muchos no lo reconocen o no le quieren reconocer.
Recordemos que Jesús se acercó a aquellos discípulos y se puso a caminar con ellos, sin importar el ánimo con el que estos iban o si estos le reconocían o no. Lo mismo sucede hoy, no importan nuestros ánimos o si no le reconocemos; Él nos acompaña.
Para caminar con Jesús, debemos abrir nuestros ojos espirituales y nuestro corazón. Al sentirlo cerca, permitámosle que nos guíe, y lo haga siempre, porque, si nos dejamos conducir por Él, nos señalará la ruta correcta por la que debemos ir por la vida.
Jesús quiere caminar contigo, Él, como a los discípulos de Emaús, se presenta, camina contigo y dispuesto a entregarse en servicio de amor te pregunta, como al al ciego Bartimeo: “¿Qué quieres que yo haga por ti?”  Y como Bartimeo responde: “Que vea” Mc 10, 51. Y así como Bartimeo, que recobró la vista y siguió a Jesús, también tú recibirás lo que necesitas, y te llenarás de gozo por tener a Jesús contigo y seguirle para aprender de Él, para entregarte también tú en servicio de amor a los demás.
Jesús camina a tu lado, no le cierres el corazón, deja las dificultades que has creado para no verlo, elimina los impedimentos para que puedas verlo y síguelo con gozo, con amor y con agradecimiento por lo que ha hecho por ti.
Para esto, desde luego debes poner tu fe en acción, aunque sea poca, pero debes manifestar la fe que Él te dio como regalo precioso al nacer y que aumenta cada vez que acudes a los sacramentos, desde tu bautismo, porque cuando fuiste bautizado, recibiste la primera gran dosis de fe, después una más en tu Primera Comunión y luego otra en tu Confirmación, para más tarde recibir más en el Matrimonio o en el Orden Sacerdotal, y aumentándola cada vez que recibes el cuerpo de Cristo en la Comunión.
Aún si al principio de tu vida no te formaron adecuadamente, hoy puedes empezar. Invita a Jesús que entre y more en tu corazón y desde ahí te conduzca en una vida de paz, amor y gozo.
Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” Jn 8,12m. Si no tienes Su luz, es como caminar en la oscuridad, caminar a ciegas. Por eso, como seguidores de Cristo, los católicos estamos llamados a caminar con Él para ser “luz” como dijo Jesús, “Ustedes son la luz del mundo”. “Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean sus buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos” Mt 5, 14 y 16
Si hay personas que no ven al Señor, es porque los seguidores de Cristo no lo presentamos con nuestro testimonio.  En Isaías 42,6, somos enviados a darlo a conocer: “Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas señal de mi alianza con el pueblo, luz de las naciones.»
 Como cristianos coherentes no debemos escondernos, avergonzarnos y «no podemos apagar esa luz con el pecado» pues nuestra misión es la de guiar a los ciegos espirituales, haciéndoles ver que Jesús siempre ha estado a su lado; para que abran sus ojos espirituales. Debemos pues, ser coherentes con la fe, nunca avergonzarnos de confesar nuestra fidelidad a Cristo, vivir un cristianismo gozoso, dar razón de nuestra fe y ser perseverantes: “Con vuestra perseverancia salvareis vuestras almas” Lc 21, 19.  
 Debemos tener claro que la primera etapa para presentar a nuestro Señor y Salvador a los demás, inicia con nuestro testimonio de vida apegada a las enseñanzas de Cristo.
Y el libro de Tobías en el capítulo 4, nos enseña lo que Dios espera de nosotros, pero también agrega las bendiciones que recibiremos si obramos en acuerdo a sus mandatos. Leemos los versos del 5 al 11“Y acuérdate del Señor durante toda tu vida. No peques voluntariamente ni dejes de cumplir sus mandamientos. Procede con honradez todos los días de tu vida y no sigas el camino del mal.  Si procedes con sinceridad, tendrás éxito en todo lo que emprendas.
Da limosna de lo que tengas. Y cuando des limosna, no seas tacaño. Cuando veas a un pobre, no le niegues tu ayuda. Así Dios tampoco te negará la suya.
Da limosna según tus posibilidades. Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, no te dé miedo dar limosna de ese poco. Haciéndolo así, estarás ahorrando un tesoro precioso que te servirá cuando pases necesidad. Porque la limosna libra de la muerte e impide que el hombre caiga en las tinieblas.
Dar limosna es hacer una ofrenda agradable al Altísimo. 
Debemos ser perseverantes. Esto significa que debemos tener una fe activa, despierta; una fe que va madurando poco a poco, porque perseverar es un proceso de conversión continua hasta lograr el ideal del cristiano: la santidad. Se trata pues de prepararse para estar en condiciones de transmitir las verdades de fe a quienes no caminan en la fe.
También debemos Prepararnos, conocer los contenidos de nuestra fe así como tener la capacidad o la disposición a dialogar sin dejarnos confundir.
Entonces, para cimentar nuestra fe como cristianos, debemos: orar y vivir los valores del evangelio, para lo cual debemos estudiar de las sagradas Escrituras.
Debemos también, tener fe, una fe que venza al mundo, eso significa que debemos sabernos y sentirnos hijos de Dios, “porque todo el que es hijo de Dios vence al mundo. Y nuestra fe nos ha dado la victoria sobre el mundo.” 1 Jn 5, 4 pero, la fe es un don que si no alimentamos se queda solo en potencia, es decir en la capacidad que tenemos de llegar a realizar algo, por lo tanto, debemos ejercitarnos en ella, por ejemplo, Si creemos que Cristo está en la Eucaristía, debemos participar con frecuencia en la misa, en la comunión.
No podemos seguir a Jesús sólo porque los demás lo hacen o solo por costumbre. Debemos relacionarnos con Jesucristo y seguirlo con la cruz incluída, entiéndase aceptar los padecimientos que debamos soportar aquí en la tierra para hacer el bien.  Dijo San Pablo: “Estimo que los sufrimientos de la vida presente no se pueden comparar con la Gloria que nos espera y que ha de manifestarse” Rm 8, 18.
Cuando los cristianos desconocen la verdad, hacen las cosas por obligación, por lo que, para obedecer a Dios a conciencia, convencidos y alegres, debemos entender y valorar lo que Él ha hecho por nosotros:  Dio su propia vida para librarnos del castigo que merecíamos y su sangre, derramada en la pasión, nos limpió de todo pecado.  Entonces, “Si a su propio Hijo, lo entregó por nosotros, ¿cómo no nos va a dar con Él todo lo demás?” (Rm 8, 32).
Pero debemos tener en cuenta que “si nosotros amamos es porque él nos amó primero” 1Jn4,19 y el amor de Jesús no permite que nada nos aleje de Él, como dice San Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro SeñorRo 8,35 y 38-39
Busquemos a Jesús, si lo hacemos de corazón, él se dejará encontrar, y cuando lo hayamos encontrado, mantengamos con Él una relación íntima. De esto depende que alcancemos sus bendiciones, que nos llenemos de su presencia y con ella de su amor, de su paz y de gozo, entonces seremos buenos testigos de su presencia en nuestra vida y lo mostraremos a los demás para que también ellos le conozcan y lo sigan.
Que así sea, para gloria de Dios y bendición de nuestro prójimo.
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