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FORMAS DE AMAR

FORMAS DE AMAR

(EROS, ÁGAPE y FILEOS)

Para conocer las formas de amar, iniciaré describiendo los diferentes tipos de amor. El primero es el amor eros. Ese amor nace del deseo, de la atracción. Es el que sentimos cuando alguien nos gusta, cuando nos emociona y queremos estar cerca de esa persona. Este amor es bonito, es fuerte, y nos puede hacer sentir felices por un momento.

Cuando un joven se enamora de una muchacha, o cuando alguien se siente atraído por otra persona porque le agrada su forma de ser, es eros. Este tipo de amor puede volverse egoísta si solo busca recibir. Es el que hace decir: “te amo porque me haces sentir bien”, “te quiero porque me complaces”. Pero si la otra persona no da lo que esperamos, ese amor se enfría o se acaba. Esa es la razón por la cual el amor eros necesita ser purificado, porque si no, se vuelve interés, o solo búsqueda de placer.

El término eros: viene del griego y está relacionado con el deseo y la atracción. Por naturaleza es un amor pasional, emocional y con frecuencia físico o sexual. Está ligado al deseo de posesión o de unión con alguien a quien se considera bello o deseable. Podemos determinar según esto, que en Dios no hay amor eros, pues a Dios no le falta nada, por lo tanto no busca la posesión de alguien.

Eros se manifiesta en el amor romántico, el enamoramiento y la atracción entre las personas. No es malo en sí mismo, pero puede volverse egoísta si se basa solo en el deseo, el placer o la necesidad personal. Y es un riesgo, pues suele centrarse en el yo y buscar más el bienestar personal que el del otro.

El amor eros, es una potente fuerza de atracción que, al estimularnos, nos sumerge en la ansiedad y nos conduce hacia la idea de la bondad y lo divino. Pero nos lleva a querer superar una carencia, y dirigirnos a un estado de existencia más feliz porque es un amor de deseo y de satisfacción de placer. Esto nos lleva a decir que es un amor egocéntrico con anhelo de conquista, un deseo por alcanzar y disfrutar de lo que nos falta, eso puede conducir desde el mundo a lo divino.

 

Por encima de ese anhelo, el cristianismo ofrece la presencia salvadora de Jesucristo con el amor agape, un amor diferente, pues con él, lo importante no es que el hombre quiera subir a los cielos, sino que Dios bajó a la tierra para salvarnos. Por ello el amor de Dios por la humanidad, con amor agape, se define como un amor desinteresado que se da a los demás, incluso si no se recibe nada a cambio. Es el amor de Dios, que es infinito y eterno, es un amor espontáneo y no egoísta, pues su principio está en Dios que de manera gratuita decidió entregar su vida por la salvación de todos los hombres, porque Dios nos ama a todos; no se ocupa solamente de los buenos.

Este tipo de amor es muy distinto al eros, porque es el amor que da sin esperar nada a cambio. Es el amor que nace del corazón de Dios y nos es dado cuando aceptamos que Jesús entre en Nuestro corazón. Es un amor desinteresado, que busca el bien del otro “aunque cueste”.

Por ejemplo, una madre que cuida a su hijo enfermo toda la noche, aunque esté agotada, o el vecino que comparte lo poco que tiene con alguien más necesitado, sin buscar reconocimiento. Eso es amor ágape. El mayor ejemplo de este amor es Jesús, Él sanó enfermos, perdonó a los que lo ofendían, lavó los pies de sus discípulos, y al final, dio su vida en la cruz por amor a todos nosotros. Y la mejor definición de ese amor es la que el mismo Jesús dió cuando dijo. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.” Jn 15,13. Este es el amor que no se apaga, que no depende de emociones, sino de la voluntad; es el que elige entregarse, darse todo, aunque no se reciba nada a cambio.

El término agápe viene también del griego, y se usa en el Nuevo Testamento para describir el amor divino. Es un amor desinteresado, sacrificado y comprometido, que no busca recibir, sino dar para agradar al otro. Es el amor con que Dios ama a la humanidad y con el que se nos invita a amar a los demás, incluso a los enemigos. Ese amor es un fruto del Espíritu Santo que no nace solo de los sentimientos, sino de una decisión consciente y constante.

El amor eros no crea nada, simplemente se enfoca hacia lo que desea. Por el contrario, el amor agape es creador, recrea a las personas, es un amor que hace surgir, que extiende la existencia, hace que haya esperanza en la desesperación, que nazca interés donde existía solo indiferencia, vida en medio de la muerte y perdón en la ofensa, o en el pecado, como hizo Jesús tantas veces.

El amor agape es también comunión, que nos capacita para amar a los demás porque nos invita a tener relación entre los hombres, nos conduce al encuentro con los demás y nos dirige hacia el misterio de la unión de la humnanidad con Dios, pues Dios creó al hombre y por amor lo ha llamado también al amor, que es vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios que es amor. Y al aceptar la soberanía del Padre y de Jesús, aceptamos también la soberanía del amor gratuito, como aceptamos también promover la vida. La gran exigencia moral de los hombres es que nos convirtamos en canal transparente y eficaz para que el amor gratuito y engendrador de vida se transmita y crezca en la historia y eso se logra a través del amor agape proyectado al prójimo como amor filial, que es otro tipo de amor, característico del amor hacia los amigos.

Por el amor eros el ser humano busca su propia plenitud, mientras que, en última instancia, el amor ágape es el gesto que tenemos al enfocarnos en los demás para presentarles a Jesús, que se entregó para salvarnos a todos, en el máximo gesto de entrega por amor.

1 Jn, 4,16 dice: Dios es amor. El que vive en amor, vive en Dios y Dios en él.”  Confesando así, que Dios es amor agape, es la ofrenda de sí mismo. Es la manifestación de que Él siempre quiere lo mejor para nosotros. Por eso dijo Jesús: “Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia.”

El amor de Dios, es la comunión personal en que Padre, Hijo y Espíritu se ofrecen y nos dan de manera gratuita la existencia. Dice San Pablo en Ef 2,10: “Porque somos obra suya, creados por medio de Cristo Jesús para realizar las buenas acciones que Dios nos había asignado como tarea.” Entendemos con esto que las acciones que debemos realizar son: «Obedecer los mandamientos, seguir las enseñanzas de Jesús y realizar la misión que nos encomendó Jesús cuando dijo: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y enséñenles a guardar todo lo que les mandé”» Mt 28,19a y 20a.  Esto significa presentar a Jesús y la salvación eterna que por su sacrificio obtenemos.

Haré una comparación simple entre Eros y Ágape para que se entienda mejor:

– Eros dice: “Te amo porque me haces feliz.”

– Ágape dice: “Te amo y me doy a ti, aunque no me des nada.”

– Eros se fija en lo que el otro le da.

– Ágape se fija en cómo puede servir al otro.

– Eros es como una llama que arde rápido, pero se apaga pronto.

– Ágape es como una brasa que calienta lentamente, pero dura para siempre.

El Papa Benedicto XVI en la carta Encíclica Deus Caritas Est, subraya que el amor humano, eros, aunque valioso, necesita ser purificado y disciplinado para alcanzar su pleno potencial, evitando que se convierta en un simple placer instantáneo. Y al disciplinar y purificar el eros, y practicarlo de manera desinteresada, llegará a ser amor agape que enriquecerá la vida humana y la llevará a lo más alto de su existencia.

Disciplinar el eros significa que para que ese tipo de amor pueda llevar a la felicidad verdadera, debe ser guiado por la razón y la voluntad. Esto significa que el amor humano debe ser dirigido además de hacia la belleza, también a la verdad y el bien.

 

Purificar el eros significa que debemos eliminar los obstáculos que impiden que el amor sea auténtico y profundo. Esto puede lograrse a través de la reflexión, la práctica de las virtudes y la búsqueda de la verdad para lo cual podemos pedir la ayuda divina por medio de la oración. Esto indica que debemos mantener una relación con Jesús que dijo según leemos en Jn 14,6: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” por lo tanto, Él es quien puede conducirnos a la verdad para que disfrutemos de la vida que vino a darnos.

 

Jesús, el modelo perfecto del amor ágape, no solo enseñó a amar, Él amó con todo su ser. No buscó aplausos, ni riquezas, abrazó a los pobres, curó a los que nadie quería, no se defendió cuando lo maltrataban, perdonó a sus enemigos y dio su vida por mí y por ti. Y sigue amándonos hoy, tal como somos. No tenemos que ser perfectos para acercarnos a Él. Solo tenemos que abrir el corazón porque el amor de Dios no depende de nuestros méritos, es un don gratuito; por eso dice San Pablo en Ro 5,8: “Dios prueba su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” San Juan lo confirma cuando dice: “En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros.” 1 Jn 4,9-10.

San Pablo también nos motiva a amar a los demás, al entregarnos en servicio con amor agape. Dice: “Vivan en el amor, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios.” Ef 5,2.

Para amar con el amor agape, debemos cambiar nuestra búsqueda del amor eros, que es posesivo, interesado, egoísta e incompleto, por ello genera dificultades y peleas, como nos muestra St 4,1-2, en donde dice: “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de sus pasiones, que combaten en sus miembros?” El amor basado solo en el deseo, provoca conflicto, a diferencia del amor agape que es auténtico; no es egoísta ni busca solo recibir, como describe 1 Cor 13,4-7: El amor es paciente y bondadoso. El amor no es envidioso. No es presumido ni orgulloso. El amor no es descortés ni egoísta. No se enoja fácilmente. El amor no lleva cuenta de las ofensas. No se alegra con la maldad, sino con la verdad. El amor acepta todo con paciencia. Siempre confía. Nunca pierde la esperanza. Todo lo soporta.Esa es la forma en la que Jesús amó. Él sirvió a todos siempre, y enseñó que se ama sirviendo cuando dice: “Si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.” Jn 13,14-15.

Que amemos “con amor ágape”, es la misión del cristiano. En Jn 13,34-35 Jesús dice: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en el amor que se tengan.”  Entonces, si somos discípulos suyos, debemos amar como Él amó. Y San Pablo nos llama a convertir el amor en acción cuando dice: “Sírvanse los unos a los otros por amor.” Gal 5,13.

San Juan también nos hace ver que la manifestación de nuestro amor a Dios va relacionada directamente con el amor que brindamos a los demás. Dice 1 Jn 4,20: “Si alguien dice: ‘Yo amo a Dios’, pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.” Esta forma de amar a nuestro prójimo nos lleva a otra definición del amor que se deriva del amor agape, el amor entre amigos, llamado amor filial o fraterno. Éste se describe en el Lev 19,18 cuando dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y en los textos más antiguos, se menciona como ofensa a Dios ser indiferente u hostil al prójimo. El amor al prójimo incluye al adversario y hasta al enemigo porque amar es prolongar la acción divina. La visión cristiana, le da un puesto importante al amor filial o fraterno, como vemos en el nuevo Testamento, en donde el amor al prójimo aparece inseparable del amor de Dios. El gran mandamiento que dio Jesús en Mr 12,30-31 es: Amarás al Señor tu dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”»  Este es el compendio de toda existencia moral, la cumbre de la ley.

El amor agape, que viene de Dios, y obra en nosotros, existe en nosotros porque Dios nos toma por hijos, y si y ha venido de Dios, vuelve a Dios, por lo tanto, amando a nuestros hermanos, amamos al Señor mismo; pero ¿Cómo podríamos ser amorosos si el Espíritu no derrama su amor en nuestros corazones? Por eso dice Ro 5,5: Dios llena con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo.”

Para motivarnos a buscar el amor de Dios debemos recordar que Dios nos hizo una promesa de amor cuando dijo: “Con amor eterno te he amado; por eso te sigo mostrando mi lealtad.” Jer 31,3 por esa promesa y para agradarle, nos sentimos impulsados a amarle mostrándole fidelidad.

El profeta Isaías en 49,15 nos traslada un mensaje de Dios que dice: “¿Puede una madre olvidar al hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.” Mostrando así la ternura y fidelidad del amor divino. San Pablo nos recuerda también que el amor de Dios permanecerá firme y eterno cuando dice en Ro 8,38-39: “Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.”

Pregúntate:  ¿Con qué amor estás amando? Si se trata de amor humano, eros, ese no alcanza y no dura. Pero hay una buena noticia: ¡el amor de Dios, el amor agape, puede llenar tu corazón! Y cuando te llenas de ese amor, no necesitarás que te devuelvan nada, solo amarás, servirás, perdonarás y te entregarás. Ese amor no lo obtienes por mucho que tartes de conseguirlo, ni lo puedes comprar, es un regalo de Dios, uno de los frutos del Espíritu, es el resultado de mantenernos dentro de los mandamientos y poniendo en acción los dones que el Espíritu da.

Querido oyente:

El mundo necesita más amor verdadero, amor de entrega, del amor ágape, que no hace ruido pero transforma vidas. Te invito a conocer ese amor que viene de Dios, y que transforma la vida cuando entra en el corazón. Búscalo cada día en oración, en la Sagrada Escritura, en la Eucaristía; y cuando seas lleno de ese amor, sirve, dá lo mejor de ti, perdona, escucha, levanta al que está caído. Así mostrarás a Jesús con tu vida. Píde a Dios que el Espíritu actúe en ti, que te guíe, que te llene de su presencia y con ella de su amor, que ames como Él ama, que te llene con su presencia y con su amor. Que quite de tí el egoísmo y te enséñe a darte en servicio de amor a los demás sin esperar nada a cambio.”

 

¡Que el Señor te llene de su amor ágape para honra y gloria de su santo nombre y bendición de aquellos a los que mostrarás, con tu servicio, que los amas! Que así sea.