EL PERDÓN ES UN ACTO QUE LIBERA
«EL PERDÓN ES UN ACTO QUE LIBERA»
Querido oyente, hoy quiero hablarte de algo que seguramente cambiará tu vida: el perdón. Te preguntarás, ¿Por qué hablar del perdón?
Porque quizá te han herido, tal vez tú mismo has fallado y has ofendido o causado dolor a alguien, y llevas tiempo cargando con el peso del resentimiento, del rencor, odio, enojo o decepción causados por la ofensa… o con la mortificación que causa la culpa.
¿Te das cuenta de lo mucho que duele vivir así? ¿O de la carga que llevas sobre ti al mantener en tu memoria los actos que te han causado dolor, o con los que tú has ofendido, causado mal o dolor a alguien? Si es así, y deseas cambiar esos sentimientos negativos, hoy quiero decirte algo que necesitas escuchar: Perdonar es liberarte. Ser perdonado es renacer. “Perdonar no cambia el pasado, pero sí el futuro.” El perdón es medicina para el alma y puente hacia la paz interior. Por ello debes estar dispuesto/a a pedir perdón y a otorgarlo. Para ello vamos a analizar dos tipos de perdón: el perdón de Dios y el perdón entre las personas.
Empezaremos con el perdón de Dios, ese regalo inmerecido que Él siempre está dispuesto a otorgar, como Jesús demostró en la cruz, Dios no se cansa de perdonar aun cuando nuestros pecados sean los más graves como los que llevaron a su amado Hijo Jesús a padecer hasta morir en la cruz. Pues estando colgado dijo: “Padre, perdónalos…” (Lc 23,34).
La Palabra de Dios nos lo recuerda una y otra vez, como vemos en 1 Jn 1,9 en donde dice: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad.” Ya en el A.T. encontramos el perdón de Dios en el Sal 103,12, en donde dice: “Así como el oriente está lejos del occidente, así aleja de nosotros nuestras transgresiones.”
El perdón de Dios restaura, da una nueva oportunidad, y quita el peso de la culpa, como vemos en la parábola del hijo pródigo que se encuentra en Lc 15,11-32, con ese ejemplo Jesús muestra al padre que lo espera con los brazos abiertos, sin reproches, al contrario, con gozo porque el hijo volvió a él pidiendo perdón.
Por eso, si eres católico y te encuentras en pecado, acércate al sacramento de la reconciliación o si estás alejado de Dios, haz un acto sincero de arrepentimiento y entrega y pídele perdón a Dios y busca la oportunidad de acudir a un sacerdote para que escuche tu confesión, confiando en que Dios no se cansa de perdonar. Jesús nos dio el ejemplo cuando, clavado en la cruz, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Lc 23,34 ¿Te das cuenta? Pidió al Padre que perdonara a los que lo hicieron padecer tanto, El Hijo de Dios tuvo misericordia y perdonó incluso cuando muchos lo rechazaron.
Nuestro Padre celestial te espera con los brazos abiertos, como el padre del hijo pródigo. No importa cuán lejos hayas estado, o cuanto le hayas ofendido, Él quiere restaurarte y darte una oportunidad de disfrutar la vida que Jesús vino a darnos, como prometió según dice en Jn 10,10b: “Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia.
Pero hay otro perdón, también muy poderoso, se trata del perdón que tú das, porque el perdón entre personas es un acto de libertad en ambos sentidos, libertad en ti que tomas la decisión de perdonar y otorgarlo, y la libertad que disfruta quien se siente liberado de la culpa por haberte ofendido. Esa libertad ayuda a restaurar las relaciones rotas y permite iniciar nuevamente para disfrutar de la humanidad amorosa que representa ese acto de amor que es perdonar y recibir perdón. Por eso San Pablo enseñó: “Sean amables y considerados unos con otros, y perdónense como Dios los ha perdonado a través de Cristo.” Ef 4,32.
Jesús mismo hace ver la importancia del perdón como leemos en Mt 18,21-22 en donde “Pedro se acercó a Jesús y le dijo: Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano si no deja de hacerme mal? ¿Debo perdonarlo aun si peca contra mí hasta siete veces? Jesús le dijo: No sólo siete veces, sino que debes perdonarlo hasta setenta veces siete.
Ahora bien, es importante que tomes en cuenta que perdonar no es olvidar, sino decidir no vivir esclavizado al dolor. También considera que el resentimiento es como llevar sobre tus hombros piedras pesadas y perdonar es soltarlas. Esto puede costar, pero recuerda que perdonar es una decisión y que con la ayuda de Dios es posible deshacerte de esa carga.
Perdonar es un regalo que uno se hace a sí mismo porque libera de la amargura y abre la puerta a la sanación. Como ejemplo de esto, Recuerda a José, la Biblia relata que sus hermanos lo traicionaron, lo vendieron como esclavo. Pero después de muchos años, en los que pasó por muchas dificultades, amenazas, y prisión él los perdonó. Les dio trigo. Les dio amor. Porque él ya había sanado por dentro. Tú también puedes hacerlo. Y si te resistes a hacerlo, te invito a considerar que cuando decides perdonar a quien te ha herido, no significa aceptar que lo que hizo estuvo bien, estás diciendo: “No dejaré que el dolor me controle más. Yo elijo sanar.” Y es que perdonar es soltar el resentimiento, es dejar de vivir atado al pasado. Y eso… te da libertad.
Ya lo mencioné, pero lo repito para que se te grabe en la memoria y en el corazón lo Jesús nos enseñó:
“Perdona setenta veces siete.” Mt 18,22 Y San Pablo nos lo recuerda: “Perdona como Dios te perdonó.” Ef 4,32. Y estoy seguro, que, sabes perfectamente las faltas que cometiste en contra del Señor, así como estoy seguro que si acudes a Él arrepentido de corazón y dispuesto a no ofenderlo nuevamente actuando en contra de sus mandamientos y enseñanzas, Él, que es el Dios amor, te perdonará y te acogerá,
Sé que perdonar no es fácil, porque puedes estar pensando: “No puedo olvidar. Me hizo demasiado daño.” Y tienes razón, porque no se trata de olvidar, sino de tomar la decisión de soltar, porque el perdón es una decisión, no un sentimiento. Y Dios te dará la fuerza para hacerlo.
Muchas personas han sanado físicamente al perdonar. El corazón se alivia, la mente descansa, el alma se llena de paz. He conocido personas que vivieron años en amargura… hasta que se atrevieron a perdonar. Y desde aquel momento, todo cambió.
Hoy te invito a mirar dentro de ti: Haz un examen de conciencia: ¿A quién necesitas perdonar? ¿A quién debes pedir perdón?
No lo postergues más. Hazlo por ti, por tu paz, por tu libertad. Pero también siguiendo la enseñanza de Jesús hazlo por la persona que te ofendió, por la que te hizo daño, así también romperás la cadena que los une por un evento del pasado que causó dolor a esa persona o a ti, o a ambos. Jesús enseñó al respecto cuando dijo: “Les han enseñado que se mandó: «Amarás a tu prójimo..,’ y odiarás a tu enemigo. Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para ser hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos. Pues si muestran cariño a los que los quieren, ¿qué premio merecen? ¿No hacen eso mismo también los recaudadores? Y si muestran afecto sólo a su gente, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo también los paganos? Por consiguiente, sean ustedes buenos del todo, como es bueno su Padre del cielo.” Mt 5,43-48
Tómate unos minutos esta semana para escribir una carta en la que expongas la razón del dolor que te causó aquella persona, o el daño que causaste y toma la decisión de echarla fuera de ti, de tu corazón, de tu vida, perdonando o estando dispuesto/a a perdonar, aunque no la envíes. Al hacerlo y, en oración, entregar simbólicamente esa carta a Dios como manifestación de tu deseo de perdonar y pedir perdón, tu dolor o tu vergüenza por lo que escribiste, desaparecerá y sentirás cómo la carga de dolor, frustración, rencor, resentimiento o culpa ya no tendrán poder sobre ti y sentirás cómo, haber tomado la decisión de perdonar te libera de esos sentimientos y pensamientos negativos y dañinos para entonces empezar a vivir una vida diferente, nueva, plena, con alegría y paz, que es la vida que Jesús vino a darte. Además, si te es posible, busca la oportunidad de pedir u otorgar el perdón personalmente para romper las cadenas de resentimiento, rencor, dolor también de la otra persona y estar dispuesto/a a restablecer la relación.
Si se te hace muy difícil realizar esa reunión, prepárate espiritualmente, ofrece cada día una oración de perdón como camino de sanación personal o familiar o comunitaria si fuera el caso y llegado el momento, luego de pedir perdón o perdonar, si es posible busca un abrazo como la forma de sellar el perdón, eso confirmará el inicio de una nueva relación.
Ahora bien, podrás encontrar obstáculos para llevar a cabo el perdón como son el orgullo, el miedo a ser herido otra vez, o la confusión entre perdonar y justificar el mal, pero también puedes superarlos con oración pues al orar pidiendo gracia para perdonar desde el corazón ya estarás dando el primer paso para lograrlo y si tienes la disposición, el Señor te dará el amor, la fuerza y la misericordia para que lo hagas, ya sea perdonar o pedir perdón. Debes tener en consideración que, en algunos casos, el perdón no significa que tendrán reconciliación inmediata, o tal vez no lleguen a reconciliarse, pero sí obtendrás paz interior, porque el perdón transforma vidas como lo muestra el testimonio del perdón que otorgó el Papa Juan Pablo II a Mehmet Ali Ağca, el hombre que intentó asesinarlo en 1981. El atentado tuvo lugar el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Ağca disparó al Papa cuatro veces, hiriéndolo gravemente. Fue arrestado y en julio de 1981 fue condenado a cadena perpetua en Italia por el intento de asesinato. Juan Pablo II, a pesar de su grave herida, expresó públicamente su perdón a Ağca y pidió a la gente: “Recen por mi hermano, refiriéndose a Ağca, a quien he perdonado sinceramente.” Dos años más tarde, en 1983, Juan Pablo II visitó a Ağca en la prisión donde se encontraba recluido, hablaron en privado, le otorgó el perdón y le ofreció la oportunidad de reconciliarse. Luego, Ağca anunció que había abandonado el islam y se había convertido al cristianismo. Tras cumplir casi 20 años de cadena perpetua en Italia, a petición del papa Juan Pablo II, Ağca fue indultado por el entonces presidente italiano Carlo Azeglio Ciampi en junio de 2000.
Con este ejemplo notamos que ese acto del Papa Juan Pablo II de otorgarle el perdón a quien intentó matarlo, no solamente eliminó cualquier carga de resentimiento en contra de Ağca que el Papa pudo haber albergado, transformó de tal manera a su atacante que al sentir la misericordia que proviene de las enseñanzas de Jesús, se convirtió al cristianismo, con lo que ello significa, disfrutar de una vida nueva, diferente, en paz a pesar de continuar preso en Turquía por otros delitos y fue puesto en libertad condicional el 12 de enero de 2006. El 2 de mayo de 2008, Ağca solicitó la ciudadanía polaca, ya que deseaba pasar los últimos años de su vida en Polonia, el país de nacimiento del Papa Juan Pablo II. Podemos afirmar entonces, con certeza, que “Donde hay perdón, florece la vida.”
Recuerda: cuando perdonas, te liberas. Y cuando Dios te perdona, renaces para disfrutar la vida que Cristo vino a darte. Toma la decisión y actúa deja todo cuanto te está impidiendo vivir con libertad, con paz y alegría, pide perdón a Dios y a la o las personas a las que has ofendido o hecho daño, pero también perdona, deja el pasado atrás y vive el presente disfrutando de las bendiciones que Dios tiene para ti cada día. Que así sea.
