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SOBRE LAS TENTACIONES

SOBRE LAS TENTACIONES

(LOS DESEOS DESORDENADOS)

Cuando el hombre deja de lado los Mandamientos de la Ley de Dios y desea desordenadamente alguna cosa, pronto pierde la paz.

El hombre frágil de espíritu que no se disciplina a sí mismo, pronto es tentado y vencido por sus deseos desordenados, aún por cosas pequeñas y despreciables, y si está inclinado a lo carnal y sensible, difícilmente se puede abstener de los deseos mundanos y de la carne. Y cuando se abstiene queriéndose mantener dentro de la voluntad de Dios, su carne se resiente y muchas veces siente tristeza y se enoja pronto. Pero si alcanza lo que desea, es decir, si cae en la tentación y sigue sus instintos, pronto siente pesadumbre por el remordimiento de conciencia; porque siguió a su apetito, y eso de nada le sirve, para alcanzar la paz que su espíritu busca.
Esto significa que en resistir las pasiones se halla la verdadera paz del corazón, y no en someterse a ellas. Solo hay paz en el corazón que es fervoroso y espiritual y no en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega al llamado del cuerpo y el instinto, pues queda vacío y asfixiado por esos intereses.
Por ejemplo la lujuria, ese deseo desordenado del placer sexual; que es moralmente desordenado cuando es buscado por el mero placer y separado de las finalidades de procreación y de union entre hombre y mujer. Pero podemos vencerla porque Cristo reaviva el verdadero amor en nosotros y nos hace capaces de romper los deseos desordenados porque murió para que en su cruz fueran también calvados nuestros pecados y envió al Espíritu Santo para que nos guiara por el buen camino y nos diera los dones con los que Podemos enfrentar y vencer las tentaciones y también ayudar a otros.
Cuando nos sobreponemos a la tentación y le decimos no, para volvernos a Dios, podemos acudir al Espíritu Santo para que nos comunique su amor y por ese amor a Dios fortalecernos para luchar en contra de la tentación.
Si pedimos que el mismo amor que impulsó a Cristo a dejarse crucificar por nosotros sea infundido por el Espíritu Santo en nuestros corazones, y consideremos al mundo como crucificado para nosotros, y sepamos vivir crucificados para el mundo y llenos de caridad, y muertos para el pecado, vivamos para Dios, obedeciendo sus mandamientos y enseñanzas que se encuentran en las Sagradas Escrituras; entonces, Él nos lo concederá y nos dará fortaleza espiritual para enfrentar las tentaciones y salir victoriosos.
Otro ejemplo de los deseos desordenados de la carne, que se ha promovido muy fuertemente en esta época es el homosexualismo que la Sagrada Escritura presenta como depravación grave, como leemos en Gn 19,1-29 que narra la destrucción de Sodoma y Gomorra porque en esas ciudades reinaba ese pecado.
También San Pablo nos muestra lo grave del ese pecado cuando escribe en Ro 1,24-27 y en 1Co 6,10: “Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo, que las creó y que merece alabanza por siempre.” – “Por eso, Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza; de la misma manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen acciones vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el castigo merecido por su perversión. No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los que roban, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones.”
Vemos pues, que la ley de Dios condena a los que hacen cosas que van en contra de la sana enseñanza de la Sagrada Escritura, y por eso la Iglesia ha declarado siempre que «los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados» porque son contrarios a la ley natural.
Como notamos, San Pablo se refiere también a otros pecados: la mentira, la idolatría, que no necesariamente se refiere a ídolos de dioses creados por la mente humana, pues cualquier cosa puede llegar a ser un ídolo para las personas, ya que ídolo es todo aquello que ocupe el lugar preferencial en la vida de la persona, como puede ser la comida, las drogas, el alcohol; hasta cosas buenas pueden transformarse en idolos si le roban el lugar preferencial que Dios debe tener en nuestra vida, como el trabajo cuando la persona se vuelve trabajólica, aunque dé muchas razones por las cuales trabaja mucho, pues todo debe tener un orden en la vida y el trabajo debe verse como la forma en la que podemos obtener lo necesario para vivir por lo que no se trata de vivir para trabajar. Aún el deporte, el gimnasio o el culto al cuerpo pueden volverse ídolos. Pablo también menciona los pecados de prostitución y adulterio, así mismo serán castigados los avaros, los maldicientes, los ladrones. Si profundizamos en cada uno de esos pecados encontraremos muchos otros derivados de esos, por ejemplo, del pecado de robar encontramos varias formas de hacerlo que condena la Sagrada escritura, como leemos que el Señor dice en Lev 19,36 y en Ez 35,10: “Deben usar balanzas, pesas y medidas exactas.” Orden que se confirma en Pro 20,23, en donde leemos: “El Señor condena las pesas falsas, y las balanzas manipuladas no son cosa buena.” Y también el Sir o Eclo 42,4 dice al respecto: «No debes avergonzarte de estas cosas, “de usar balanzas exactas, y de no engañar en las pesas y medidas.”»
Comparable al ladrón es quien se aprovecha de la necesidad del prójimo para salir beneficiado como menciona Am 8,6 ¡Arruinaremos a los pobres hasta que ellos mismos se nos vendan como esclavos para pagar sus deudas, aunque solo deban un par de sandalias! ¡Venderemos hasta el desecho del trigo!” y Pro 11,26; dice que el acaparador será maldito.
Con estos pocos ejemplo vemos pues, que no podemos quedarnos con la idea de que los mandamientos de Dios son limitados a lo que dicen textualmente, pues como vimos, cada uno se despliega en variedad de versiones, y queda manifiesta la necesidad de conocer también el Catecismo de la Iglesia Católica, en donde encontramos la explicación ampliada de ellos.
Ahora bien, no debemos ver los Mandamientos de Dios como limitaciones a nuestra libertad de decidir y pensar ¿Por qué Dios nos dió libre alvedrío si nos coarta, restrinje o prohíbe lo que podemos hacer? Al contrario, debemos notar el profundo amor que hay en esas normas divinas, pues nos fueron dadas para que no nos metamos en problemas, para que vivamos libres de ataduras, respetándonos unos a otros, en fin, para que difrutemos de la vida en paz, con libertad y amor.
Sin embargo, mientras vivimos en el mundo siempre tendremos tribulaciones y tentaciones. Por eso cada uno debemos tener mucho cuidado con las tentaciones, y velar en oración, para que el demonio, que nunca duerme, no halle cómo engañarnos pues él busca en todos lados a quién tragarse, como aconseja 1 Pe 5,8 donde dice: “Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como león rugiente, anda buscando a quien devorar.”
No hay nadie tan perfecto ni tan santo que no tenga tentaciones, aunque, muchas veces, aunque sean graves y pesadas, pueden ser útiles; porque con ellas somos humillados y así aprendemos a no cometer los errores por los cuales llegaron a nosotros, como ha sucedido con todos los Santos que pasaron por muchas tribulaciones y tentaciones; y las aprovecharon para mejorar cada vez más en combatirlas y rechazarlas. Y quienes no las quisieron resistir fueron considerados indignos porque cayeron y perecieron.
No hay lugar tan secreto, en el que no haya tentaciones y adversidades. No hay hombre seguro del todo de que no tendrá tentaciones; porque en nosotros mismos está la causa de donde vienen, pues nacimos con la inclinación al pecado. Santiago se refiere a esto cuando escribe: “Cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que lo atrae y lo seduce. La concupiscencia es madre del pecado, y este, una vez cometido, engendra la muerte.” Stg 1,14. Concupiscencia es: sentir deseos, o exceso de deseos desordenados, no gratos a Dios, como son el deseo de bienes materiales y el deseo sexual.
Ahora bien, no pensemos que por haber vencido una tentación ya estamos libres de ellas, pues, pasada una tentación o tribulación, sobreviene otra, ya que el enemigo nunca duerme y estará siempre tratando de hacernos caer de una forma u otra. Muchos quieren huir las tentaciones, pero caen en ellas más gravemente pues no se les puede vencer con sólo huir de ellas; y debemos tomar en cuenta que quien solamente quita el mal que se ve y no lo arranca de raíz, de poco le servirá; pues las tentaciones pronto volverán a él más fuertes, y se hallará peor. Sólo con paciencia y humildad, reconociendo que necesitas de la ayuda y dirección de Dios, te harás más fuerte que todos los enemigos que pretendan hacerte caer, así que poco a poco, con humildad, paciencia, esperanza y la ayuda divina vencerás mejor que con lucha y esfuerzo personal que solo te producirá cansancio y tal vez no logres vencer la tentación.
Por ello, en la tentación, busca siempre consejo y oración, y no seas desabrido y muy severo con el que está tentado y acude a ti; por el contrario, procura consolarle y ora a Dios por él, pidiendo que le dé la sabiduría y la fuerza para enfrentar la tentación, como tú quisieras que hicieran por ti.
Considera que el principio de toda tentación es “la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios.” Pues como a la nave sin timón la llevan las olas a una y otra parte, de igual manera, el hombre descuidado que desiste de su propósito y baja la guardia, es tentado de diversas maneras. Dice el Sir o Eclo 2,3-5:
“Aférrate al Señor, y no te apartes de él; así, al final tendrás prosperidad. Acepta todo lo que te venga,
y sé paciente si la vida te trae sufrimientos. Porque el valor del oro se prueba en el fuego, y el valor de los hombres en el horno del sufrimiento.”
Muchas veces no sabemos lo que podemos hacer; hasta que la tentación nos hace descubrir que podemos, cuando estamos preparados, como nos enseña San Pablo cuando escribe en Ef 6,10-18 sobre el combate espiritual del Cristiano, en donde da una serie de consejos que todos debemos mantener presentes, dice ahí:
“Hermanos, busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible. Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea. Por eso, tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan resistir en el día malo y, después de haberse preparado bien, puedan mantenerse firmes.
Así que manténganse firmes, revestidos de la verdad y protegidos por la rectitud. Estén siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz. Sobre todo, que su fe sea el escudo que los libre de las flechas encendidas del maligno. Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo. No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo.”
Debemos pues, mantenernos tomados del Señor Jesús y fortalecidos por Él, confiados en que con Él somos más que vencedores, como dice San Pablo en Ro 8,37. Velemos y estemos preparados para que, al venir la tentación le hagamos frente de inmediato; porque cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma y se le resiste en el umbral, el enemigo es vencido fácilmente.
Alguien dijo: “Procura atajar el mal al principio; pues si llega a echar raíz, la curación tardará. Porque primero le ofrece al alma un pensamiento sencillo; después, la imaginación; y luego, el agrado que conciente. Así, poco a poco es como entra el maligno enemigo, y por no resistirle al principio, se apodera de todo. Y mientras más tiempo es uno perezoso en oponer resistencia, tanto más débil se hace cada día; y el enemigo más fuerte contra él. ”
Al principio de nuestra conversión, que es cuando decidimos decir no a las tentaciones para volvernos a Dios, y deseamos complacerle viviendo según sus normas, llegan para algunos, graves tentaciones, y otros son molestados casi por toda su vida. Pero algunos son tentados suavemente, según la sabiduría y el juicio de la divina Providencia, que mide no solo la lucha o el esfuerzo por mantenerse dentro de las normas divinas, sino su dedicación a la oración y al conocimiento de la voluntad divina por medio de la lectura de la Sagradas Escrituras, en donde conocerá lo que Dios tiene ordenado para su salvación y la Providencia divina proveerá los medios por los que podamos conseguir la salvación eterna.
Dios desea bendecirnos a todos, y no solo en esta vida sino también en la futura, como leemos en 2Pe 3,9 que dice: “El Señor tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan.” Conversión es el cambio de vivir en pecado para vivir agradando a Dios, lo cual nos llevará al final, a disfrutar de su presencia por la eternidad.
Recordemos que Dios nos hizo y que todo lo ha hecho para su deleite y bendición nuestra, para que lo administremos y lo disfrutemos. Por eso cuando somos tentados, no debemos temer, sino rogar a Dios con fervor que nos ayude en la prueba; según lo dicho por San Pablo en 1 Cor 10,13, donde nos anima cuando dice: “Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla.”
Humillemos, pues, nuestras almas y pongámonos bajo la protección de Dios siempre, porque Él salva y engrandece a los humildes de espíritu.
Algunas personas son vencidas en las tentaciones menores y comunes, para que, humilladas siendo débiles en las pequeñas, no confíen en sí mismas en las grandes tentaciones, que seguramente les llegarán. Por eso dice San Juan en 1Jn 5,5 “Sólo puede salir victorioso en la lucha contra el mal, el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.”
No debemos pensar que “podemos hacer algo que va contra los Mandamientos de Dios o de sus enseñanzas, porque lo consideremos de menor importancia”; ya que eso de todas formas mancha nuestra alma y lastima el corazón de Dios, porque aún cuando lo consideremos poca cosa, no hicimos lo necesario, como rechazar la tentación, con lo cual manifestamos que Dios no es lo más importante en nuestra vida, que nosotros somos los que nos ponemos por delante y tomamos la decisión cuando queremos y sobre lo que queremos, sin rendirle cuentas a nadie. Olvidando lo que Dios nos dice por medio de Moisés en el Dt 11, de ese capítulo extraigo lo siguiente:
“Amen ustedes al Señor su Dios, y cumplan sus preceptos, leyes, decretos y mandamientos. Reconozcan hoy la corrección del Señor su Dios, que los hijos de ustedes no conocen ni han visto. Reconozcan su grandeza y su gran despliegue de poder, y las señales y grandes hechos que realizó en Egipto contra el faraón y todo su país, lo que hizo con el ejército egipcio, con sus caballos y carros de guerra, y cómo los hundió en las aguas del Mar Rojo cuando ellos los perseguían. El Señor los destruyó para siempre.”
Recordemos que Egipto representa el pecado que pretende mantenernos esclavizados y Jesucristo es el Gran Guerrero Victorioso, como dice Ex 15,3 .Y siguo leyendo:
«Acuérdense de todo lo que hizo el Señor por ustedes; ustedes mismos son testigos de las grandes cosas que ha hecho.
“Cumplan ustedes todos los mandamientos que hoy les he dado, para que se hagan fuertes y para que vivan muchos años. “Si ustedes cumplen los mandamientos que les he dado en este día, y aman al Señor su Dios, y lo adoran con todo su corazón y con toda su alma, él hará que vengan a su tiempo las lluvias de otoño y las de primavera, para que ustedes cosechen su trigo y tengan vino y aceite. También hará que crezca hierba en el campo para el ganado de ustedes, y que ustedes tengan comida en abundancia.
Pero tengan cuidado de no dejarse engañar; no se aparten del Señor por rendir culto a otros dioses; no se inclinen ante ellos.
“Grábense estas palabras en la mente y en el pensamiento. Instruyan a sus hijos hablándoles de ellas tanto en la casa como en el camino, y cuando se acuesten y cuando se levanten. Escríbanlas en los postes y en las puertas de su casa, para que su vida y la de sus hijos sea tan larga como la existencia del cielo sobre la tierra.
“Si cumplen fielmente todos estos mandamientos que hoy les ordeno poner en práctica, y si aman al Señor su Dios y lo siguen fielmente en todos sus caminos, nadie podrá hacerles frente.
“En este día les doy a elegir entre bendición y maldición. Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor su Dios, que hoy les he ordenado. Maldición, si por seguir a dioses desconocidos, desobedecen los mandamientos del Señor su Dios y se apartan del camino que hoy les he ordenado.» tomado del Dt 11.
Lo que transmite Moisés en esta cita se refiere a los diez Mandamientos que Dios dejó escritos en Piedra, como señal de que son para siempre, así que tomémoslos como la dirección fundamental de nuestra vida y cumplámoslos, no nos dejemos vencer por las tentacionesque nos apartarán del camino de bendición que Dios ha preparado para quienes, como manifestación de amor y respeto a Él los cumplen.
Analiza cuidadosamente lo que dice, haz las adaptaciones de ello a tu vida y decide seguir desobedeciendolos o cambiar para mejorar tú y los tuyos.
En ti, está la decisión de obedecer a Dios y recibir sus bendiciones o hacer tu voluntad y desobedecer sus mandamientos y entonces recibir maldición. Tú elijes.

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