Propósitos Espirituales para año nuevo
Propósitos Espirituales para año nuevo
Para Faro de Luz 1195 del 030122022
Al recibir a Jesús como nuestro Salvador y reconocerlo como nuestro Señor, nuestra vida cambia porque el corazón se llena de paz, una paz que el mundo no puede entender; además se satura de amor, el único amor que satisface plenamente nuestra necesidad; y consecuentemente, por la presencia de Dios en nosotros, nos embarga una alegría tan grande que la manifestamos en nuestra conducta contagiándola así a los demás. Es por eso que, con agradecimiento en el corazón, sentimos que debemos compartir el motivo de tanta alegría dando a conocer a todos los que aún no conocen esa forma de vida de abundancia, a Jesús que es quién genera todo eso con su ejemplo y enseñanzas, con las que nos ha mostrado el camino para vivir plenamente.
En la 1 Co 9,23, dice San Pablo: “Todo lo hago por el evangelio, para tener parte en el mismo” y con ello nos damos cuenta que en el Apóstol de los gentiles era tan grande ese sentimiento, que todo lo hacía para hacer llegar el mensaje de Jesús a los demás. Para algunos, esto puede ser difícil de entender, pero para quienes hemos recibido los beneficios de este mensaje, como son el perdón y la liberación de las ataduras del pecado, la salvación eterna, la dirección del Espíritu Santo, es decir, una vida nueva con el gozo que ello representa; sentimos que debemos dar gracias a Dios, pues entendemos la importancia del deseo que él sentía pues quería que todos conocieran a Jesús y alcanzaran la salvación eterna. Por ello nuestro interés en dar a conocer el contenido de las Sagradas Escrituras pues en ellas conocemos, lo que Dios tiene para nosotros, es decir sus bendiciones y las instrucciones para que las alcancemos.
En los versos siguientes, del 24 al 27, de la misma epístola 1 Co, San Pablo explica: “Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio.”
Los que se preparan para competir en un deporte, evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen por alcanzar como premio una corona que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita. Yo, por mi parte, no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros.”
Es evidente que Pablo está aconsejando que tengamos una vida con propósito, con objetivos espirituales por los cuales hemos de trabajar duro y con perseverancia, para que alcancemos la meta, que es la vida eterna al lado de nuestro Señor y Salvador. Por ellos se enfoca en la calidad de los atletas y dice, a modo de motivación, que ésta es la forma en la que él vive su vida — haciendo lo necesario para ganar como son: “un horario de entrenamiento disciplinado, perseverancia y eficiencia en el esfuerzo.” Aunque él lo hace para alcanzar un objetivo y un premio diferentes. Su motivación con esa carta, es llamar a los miembros de la Iglesia de Corinto, y también a nosotros, a imitarlo en el estudio y meditación de las Escrituras y en la oración, para vivir según la dirección divina.
Pero, como los corintios, muchos tenemos dificultad en esta área pues tenemos nuestros objetivos enfocados en otras áreas de nuestra vida. Objetivos que pueden ser, por ejemplo: económicos, de educación, de familia o de recreación; por lo que es relativamente extraño encontrar cristianos que proyecten claramente sus objetivos espirituales. Por lo que, siendo esta área tan importante, debemos dedicar tiempo para analizarla con detenimiento y proyectar nuestros objetivos a partir de las enseñanzas y Mandamientos de Dios.
El punto es que debemos perseguir los objetivos espirituales con una seria dedicación de todo nuestro ser, mente, alma y cuerpo; de la misma manera como lo hacen los deportistas que compiten en los juegos; y para hacerlo bien, debemos pedir la dirección y fortaleza a Dios para que santifique nuestra motivación y en el proceso cooperar con él, es decir, hacer lo que nos corresponde que es obedecerlo.
Al tratarse de objetivos espirituales, debemos involucrar a otros cristianos como indica Pablo en 1Co 3,4-9 “Porque cuando uno afirma: “Yo soy de Pablo”, y otro: “Yo soy de Apolo”, están manteniendo criterios puramente humanos. A fin de cuentas, ¿qué es Apolo?, ¿qué es Pablo? Simplemente servidores, por medio de los cuales ustedes han llegado a la fe. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor le señaló: yo sembré y Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo sembrado.
De manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado.
Los que siembran y los que riegan son iguales, aunque Dios pagará a cada uno según su trabajo.
Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una construcción que pertenecen a Dios.”
Esto significa, que nosotros, siendo partes de un mismo cuerpo, miembros diferentes con diferentes trabajos a realizar, en nuestros objetivos espirituales debemos incluir la ayuda de otros para que juntos alcancemos la meta que nos proponemos.
Al revisar la Biblia con respecto a este tema, encontramos muchas citas que nos ayudarán a establecer la forma de encontrar cómo debemos establecer esas metas. Vemos, por ejemplo, que San Pablo, en Ef 1,8-10 dice que Dios nos da objetivos, dice: “Dios ha hecho desbordar sobre nosotros las riquezas de su generosidad, dándonos toda sabiduría y entendimiento, y nos ha hecho conocer el designio secreto de su voluntad. Él en su bondad se había propuesto realizar en Cristo este designio, e hizo que se cumpliera el término que había señalado. Y este designio consiste en que Dios ha querido unir bajo el mando de Cristo todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra”.
El objetivo que nos muestra aquí es que, con la sabiduría y entendimiento que nos ha dado, trabajemos para que se lleve a cabo su plan de unir todas las cosas bajo el mando de Cristo, esto es, que aceptemos, pero también demos a conocer que Cristo es el Señor de todo cuanto existe.
Este mensaje va relacionado directamente con la orden de Jesús, con la que nos llama a darlo a conocer a Él y sus enseñanzas, según dice en Mt 28,19-20: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.
Tener objetivos es parte del ser humano desde su creación como vemos en el Gn 2,15 en donde dice: “Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Esto dignifica, que aun cuando podía disponer de todo cuanto había en el Edén (salvo el árbol del bien y del mal), el hombre debía cultivarlo y cuidarlo, tener una actitud activa y no solamente una actitud pasiva de disfrutar de todo sin hacer nada, lo cual es una idea muy generalizada de Adán en el Paraíso.
Pero el hombre no solamente al inicio de la creación debía trabajar, también la vida eterna incluirá una actividad con objetivos, como nos hace ver el ejemplo que nos deja Jesús en Lc 19,17: El Señor dijo: “Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”.
Pero debemos tener en cuenta lo que San Juan escribió en Ap 19,1 con lo que nos indica nuestra labor en el cielo, que es fundamentalmente de alabanza a Dios, ahí dice: “Oí las fuertes voces de una gran multitud que decía en el cielo: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios”.
Y para que entendamos que proyectar objetivos espirituales es una labor que no solamente nosotros corresponde, veremos que también Jesús y otros personajes bíblicos estaban orientados en sus objetivos espirituales. Como hizo notar Jesús al decir que había estado y continuaría trabajando hasta cumplir con la tarea que le había sido asignada, como leemos en Jn 17,4 en donde, al principio de la oración que hizo por sus apóstoles, dijo al Padre: “Yo te he glorificado aquí en el mundo, pues he terminado la obra que tú me confiaste”.
No se trata de vivir solucionando las cosas mientras se van presentando, no. Debemos tener un plan de acción, un plan de vida para que podamos establecer los pasos que debemos dar para llegar a la meta que el Señor ha puesto en nuestro corazón.
Y Pablo en Fil 3,13.14 dice que debemos tener un plan de acción: “Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús”. A pesar de las dificultades y obstáculos que encontró en su arduo camino, siguió adelante, perseveró en su lucha por alcanzar la meta que tenía clara: la vida eterna con Cristo. Esa era su motivación, y sabía que la labor que debía llevar a cabo para alcanzar esa meta se relacionaba directamente con engrandecer el Reino, es decir con “dar a conocer a Cristo”.
Eso es lo que, también a nosotros, nos permitirá disfrutar de los premios eternos. Dice en 2 Tim 4,7.8 “He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el Juez justo, me dará en aquel día. Y no me la dará solamente a mí, sino también a todos los que con amor esperan su venida gloriosa. Y quienes esperan al Señor, son los que saben que han llevado a cabo el trabajo que se les encomendó y esperan confiadamente su paga.”
Vemos pues, que Dios, a través de San Pablo, nos exhorta a tener una vida orientada por objetivos espirituales
Recalco lo que dice San Pablo en 1Cor 9,24.25 cuando nos anima al decir: “Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio. Los que se preparan para competir en un deporte, evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen por alcanzar como premio una corona que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita”. Entonces, evitemos todo aquello que pueda hacer que nos desviemos de la ruta que nos llevará a la meta elegida, todo lo que vaya en contra de las normas que estableció el Señor, todo lo que vaya en contra de las enseñanzas de Jesús.
Y para hacerlo sigamos los consejos que nos da 2 Pe 1,5-8: “Por esto deben esforzarse en añadir a su fe la buena conducta; a la buena conducta, el entendimiento; al entendimiento, el dominio propio; al dominio propio, la paciencia; a la paciencia, la devoción; a la devoción, el afecto fraternal; y al afecto fraternal, el amor. Si ustedes poseen estas cosas y las desarrollan, ni su vida será inútil ni habrán conocido en vano a nuestro Señor Jesucristo”. Debemos entonces tener fe, que es indispensable, pues como dice Heb 11,6: “Sin fe es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan.
Si bien es indispensable tener fe, notamos que eso no basta, y que debemos esforzarnos en añadir a nuestra fe la buena conducta; el entendimiento; el dominio propio; la paciencia; la devoción; el afecto fraternal; y el amor.
Cuando se nos dice que debemos esforzarnos, implica que no es fácil, es una labor que requiere nuestra atención plena y que también desarrollemos esas virtudes, esto significa que debemos mantener un proceso continuo, permanente.
Debemos tener claros objetivos espirituales, y éstos debieran ser los más importantes en nuestra vida. No podemos simplemente planificar, debemos actuar y lo que hagamos debe tener progresos, porque como dice St 2,18 «la fe, si no tiene obras, está realmente muerta».
Como vemos, existe una relación entre la proyección con objetivos espirituales y la motivación, si nos mantenemos en ella, llegaremos a realizarnos en nuestra vida cristiana.
Sin embargo, muchos no llegan a realizar su vida cristiana por algunos problemas comunes, y el primero es que se puede pretender trabajar en base a la capacidad personal de alcanzar esas metas, con lo que se evitarán los objetivos espirituales. He aquí la importancia de comprender la labor de apoyo que nos brinda la gracia de Dios y la dirección del Espíritu Santo, por lo que debemos mantener una relación estrecha y continuada con Dios a través de la oración y la lectura y meditación de la Biblia.
Otra dificultad se presenta cuando vemos los objetivos espirituales como rígidos, y establecemos como norma el éxito o el fracaso, cuando debiéramos verlos como algo a lo cual podemos aspirar y podremos alcanzar con la Gracia de Dios y la dirección del Espíritu Santo. Eso nos ayudará a avanzar, paso a paso, en la dirección adecuada. Y aunque debemos intentar hacer grandes cosas para Dios; también debemos esperar grandes cosas de Dios.
Proyectemos también objetivos espirituales para el nuevo año y enfoquémonos en la realización de ellos, así agradaremos a Dios y sus bendiciones nos alcanzarán, como dice Dios en Dt 28,1.2 “Y si tú escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios, cuidando de practicar todos sus mandamientos, Yahveh tu Dios te levantará por encima de todas las naciones de la tierra, y vendrán sobre ti y te alcanzarán todas las bendiciones, por haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios.”
Ahora que nos encontramos ya en el nuevo año, en el que el Señor nos permite disfrutar del precioso don de la vida, alabémoslo por todas las gracias que hemos recibido, pues nos ha llamado a la existencia desde que empezamos a vivir en el seno materno para que fuéramos felices y cumplamos su voluntad. Pero también reconozcamos nuestra debilidad y pidamos perdón, porque no siempre hemos cumplido su voluntad, En consecuencia tomemos la determinación de corregir nuestros errores y sirvamos a los demás los demás deseándoles lo mejor, tomando como ejemplo la forma en la que Dios quiere que nos bendigamos que se encuentra en Nm 6,23-26. Adaptando lo que ahí dice en este inicio de año, tomemos esa enseñanza de Dios y cuando saluden a sus hermanos bendíganlos de la siguiente manera, que es mi bendición para ustedes, queridos oyentes: «Que este nuevo año, el Señor te bendiga y te proteja; que el Señor te mire con agrado y te muestre su bondad; que el Señor te mire con amor y te conceda la paz.»
Que así sea.