PREPÁRATE PARA VIVIR UNA SANTA NAVIDAD
PREPÁRATE PARA VIVIR UNA SANTA NAVIDAD
Para Faro de Luz 1196 del 16122022
Todos podemos darnos cuenta que la festividad del Nacimiento de Jesús, de ser una celebración espiritual que nos recuerda el día en que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, poco a poco se ha convertido en algo puramente comercial y en ocasión para realizar convivios que, con frecuencia, se vuelven reuniones en donde se come y se bebe en exceso y se da rienda suelta a los vicios de la carne, lo cual provoca problemas y división en las familias y no pocas veces, hasta tragedias.
Para el mundo la Navidad representa una época en la que, para satisfacer el orgullo al querer dar buenos obsequios, gastamos de más y nos endeudamos, y que, en lugar de ser un tiempo de paz en el que nos preparamos para conmemorar el nacimiento del Hijo de Dios que se hizo hombre para salvarnos al cumplir con el plan de redención del Padre, se convirtió en un tiempo de afán, de esfuerzo por tratar de cumplir con compromisos familiares, de trabajo y de amistades, lo cual genera bullicio y carreras; y se trata de evadir y olvidar los problemas, aunque sea solo por poco tiempo. Además, para muchos niños, la Navidad está desvirtuada, pues tiene más que ver con Santa Claus, los duendes y frosty, que con el nacimiento del Niño Jesús.
En muchos hogares el tradicional “nacimiento” ha sido relegado a un segundo plano, o incluso sustituido por el árbol navideño, que tiene su origen en una tradición de los pueblos druidas, quienes le rendían culto al árbol de roble, pero, cuando fueron evangelizados, tomaron la tradición del árbol, y cambiándole el significado, lo adaptaron para celebrar el nacimiento de Cristo.
En el año 740, San Bonifacio, el evangelizador de Alemania e Inglaterra, reemplazó el roble por un pino, como símbolo de amor eterno de Dios y de vida eterna por su característica de mantenerse verde durante todo el año y la forma triangular del árbol, simboliza a la Santísima Trinidad. El árbol fue adornado con manzanas como símbolo de la tentación a nuestros primeros padres y velas, simbolizando la luz del mundo y la gracia divina; adornos que ahora se sustituyen por bombas y foquitos de colores.
En cuanto al nacimiento, esa hermosa tradición que sirve para evangelizar, San Francisco de Asís, es reconocido como el autor del primero de la historia. Alrededor de 1223 en Greccio, Italia, tres años antes de su muerte, San Francisco se dispuso a celebrar en una gruta, con la mayor solemnidad posible, la memoria del nacimiento del niño Jesús, para avivar la devoción de los fieles. Él buscaba una forma de escenificar el nacimiento de Jesús, y lo hizo en la gruta con la participación de los pobladores del lugar, a quienes organizó para realizar, por vez primera, la representación viviente del gran acontecimiento, pues deseaba «celebrar con todo realismo el recuerdo del niño tal y como nació en Belén. Quería mostrar todas las penalidades que tuvo que soportar en su niñez, cómo fue recostado en el pesebre y cómo durmió sobre heno entre el buey y el asno».
En Guatemala la tradición de los nacimientos surgió con la llegada de los españoles pues era una práctica propia de Europa, esto debido a que el misterio de la natividad era un pilar importante del espíritu cristiano de la época del renacimiento, y los colonizadores trajeron esta tradición al Nuevo Mundo para evangelizar a las poblaciones indígenas, tradición que ha perdurado en la comunidad católica.
El Lic. Haroldo Rodas, en su publicación “Las creaciones alrededor del Santo Hermano Pedro de San José de Betancourt en las Tradiciones de Guatemala”, sostiene que el uso en las procesiones y posadas de “caparazones de tortugas, chinchines y pitos de barro, instrumentos todos de origen prehispánico”, se puede atribuir a ese Santo. De la unión de dos tradiciones, nació el famoso “tututícutu” con instrumentos prehispánicos, uno de muchísimos detalles festivos que hoy conforman la típica Navidad guatemalteca, heredada del Santo desde el siglo XVII.
Luego de escuchar un poco de historia y simbolismo de los adornos y costumbres navideñas, meditemos en el fruto que produce en el corazón en lo que se ha convertido la Navidad. Lo primero son las Tensiones y el stress por tantas carreras, que pueden provocar enfermedades o accidentes.
Es importante también, considerar los problemas económicos que se generan por mucho gastar y por abusar de nuestro crédito, además de los problemas de salud por los excesos de comida y bebida.
También, como mencionamos, se dan discusiones y desunión en las familias por desacuerdos, así como abusos de alcohol y comida, situaciones que dejan un vacío en el corazón, ya que nada de lo que se haga conforme a lo que el mundo ofrece, puede satisfacernos plenamente. San Juan lo deja claro cuando escribe en 1Jn 2,15-17: “No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no ama al Padre; porque nada de lo que el mundo ofrece viene del Padre, sino del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y el orgullo de las riquezas. Pero el mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; en cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre.”
Entonces, para continuar nuestra preparación y vivir una Santa Navidad, recordemos cómo fue el nacimiento de Jesús: Se caracterizó por el silencio, la sencillez y la humildad de los protagonistas, contrario a lo que el mundo nos presenta, que nos distrae y aleja de su verdadero significado.
La narración de esos hechos la encontramos en Lc 2,4,7 en donde leemos: “Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue”.
Jesús, el Hijo de Dios, Rey de reyes y Señor de señores nació en medio del silencio de la noche, sin más adornos que la estrella de Belén, sin más música que el canto de los ángeles, sin más espectadores que los animales del establo y los pastores que llegaron a adorarlo cuando ya había nacido.
Jesús, pudiendo nacer en un palacio digno de su condición de Hijo de Dios, nació en la humildad de un establo. Pudiendo ser colocado en una cuna de oro, fue colocado en un pesebre, donde se coloca la comida de los animales.
Podemos deducir que José, como hombre cariñoso y responsable, se ocupó de arreglar ese sitio: lo limpió y puso paja fresca, y llegado el momento, colocó al Niño, envuelto en pañales, en el pesebre.
Jesús recién nacido hombre, llegó a este mundo en la pobreza terrenal, rechazando la riqueza y el poder de los hombres, para enseñarnos “que, nuestra mayor riqueza es nuestra familia, en la que nacimos y crecimos; que, aunque no sea perfecta, fue la que Dios escogió para que se cumplieran en nuestras vidas Sus planes y propósitos. Por lo que debemos estar siempre agradecidos por nuestros padres, hermanos y abuelos, por todo cuanto hicieron por nosotros, ya que el Señor tiene el poder para hacer que, al final, todo, aun lo malo, sea para nuestro bien, como dice Ro 8,28: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.”
También debemos estar agradecidos por la familia que hemos formado con nuestro cónyuge, por cada uno de nuestros hijos y nietos, que son el mayor tesoro que el Señor ha puesto en nuestras manos para que los dirijamos y les ayudemos a encontrar el camino de bendición que los conducirá a Dios. Por ello debemos agradecer al Señor, que con su dirección y ayuda nos ha permitido formarlos como personas de bien, así como el tiempo que nos ha permitido disfrutar de su compañía.
Dice el Papa Francisco: “Hoy, como discípulos de Jesús, debemos reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; y lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad». Por ello, debemos apreciar, cuidar y defender nuestra familia y, sobre todo, orar por cada miembro de ella, pues el Señor nos pedirá cuentas de qué hicimos con ese tesoro que puso en nuestras manos. Recordemos la parábola de los talentos en la que el Señor le dice a los siervos que multiplicaron los talentos que les dio: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Mt 25,21
La forma en la que el Hijo de Dios vino al mundo, también nos enseña que, así como Él nació dentro de una familia humilde, en la que aprendió de sus padres a ganar el sustento con el trabajo de sus manos, no debemos atar nuestro corazón a las cosas materiales, que son vacías y temporales y que nos pueden llevar al egoísmo, al orgullo y a vivir centrados en nosotros mismos, como dice Heb 3,5: “No amen el dinero; conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: “Nunca te dejaré ni te abandonaré”.
También nos enseña que debemos practicar la caridad, es decir, manifestar el amor en obras, para ello es necesario estar atentos a las necesidades de quienes nos rodean para brindarles ayuda según nuestras posibilidades, pues “hay más dicha en dar que en recibir”. Hch 20,35
Que Jesús haya sido colocado en un pesebre, tiene otro significado: El pesebre simboliza nuestro corazón, que es donde Él quiere ser colocado, y no solo en Navidad, sino todos los días de nuestra vida.
Esto debe llevarnos a reflexionar: ¿Cómo está mi corazón? ¿Está preparado para recibir al Mesías, al Hijo de Dios? ¿Qué cosas hay en él por lo que necesito pedir perdón al Señor? ¿Qué debo poner en mi corazón para que Jesús se sienta acogido?
El tiempo de Adviento es precisamente para que nos preparemos con la dirección del Espíritu Santo, quien, “al pedírselo”, nos revelará qué cosas hay en nuestro interior que no le agradan al Señor, para que busquemos Su perdón a través del Sacramento de la Reconciliación o Confesión; y Su Gracia a través de la Eucaristía o Comunión. Entonces, con nuestro corazón limpio, podremos recibirlo y acogerlo en un lugar digno, en donde Él se sienta a gusto y se quede a vivir con nosotros.
Si te has sentido identificado/a con las situaciones descritas, el Señor te dice hoy que nunca es tarde para cambiar o para comenzar de nuevo, y que Adviento, es tiempo de esperanza, pues JESÚS, el mayor bien que anhelas, llegará pronto. Él viene a liberarte del pecado que te ha tenido esclavizad@, viene a sanar tu alma y tu cuerpo, viene a vivir contigo para que nunca más te sientas sol@. Ábrele tu corazón, y vive plenamente la Navidad para que Jesús permanezca en ti, todos los días de tu vida. Ese es el deseo de nuestro Señor y Salvador, como leemos en Mt 28,20b “Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.” Pero, para que así sea, debemos hacer lo que nos corresponde, y eso significa que debemos mantener puro el corazón y estar limpios de pecado». El Adviento es tiempo para que nos preparemos y tengamos nuestros corazones dispuestos para recibir en él a Jesús, Aún quedan unos días para que, si no lo has hecho, te prepares espiritualmente, confiésate y disponte a seguir viviendo de manera grata a Dios. Y esta Navidad, celebra con alegría la llegada de Jesús, el Mesías, el Salvador. Que así sea.
