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NAVIDAD ES LA MANIFESTACIÓN DEL AMOR DE DIOS.

NAVIDAD ES LA MANIFESTACIÓN DEL AMOR DE DIOS.

Para Faro de Luz 1193 del 24122022

Navidad es la celebración del acto de amor de Dios para con la humanidad, pues como dice Jn 3,16-17: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”
La verdadera historia de la Navidad es la historia de Dios hecho hombre en la Persona de Jesucristo porque nos ama, porque “Dios es amor.” 1 Jn 4,8.
La Natividad de Cristo fue necesaria ¡porque necesitábamos un Salvador! Y por gratitud hacia Dios por lo que hizo por nosotros, recordamos y celebramos cada año el nacimiento de Su Hijo, y agradecidos por ello debemos adorarlo, meditando en lo que significó para nosotros que, como San Pablo dice en Fil 2,5-8, “Cristo Jesús, siendo por naturaleza Dios, no se aferró a su igualdad con él sino que renunció a lo que era suyo, y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz !” y con su sacrificio cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores.” También debemos agradecer que durante sus tres años de vida pública enseñara una nueva forma de vivir, amando y perdonando.
Conocer su vida y enseñanzas nos invita a tener manifestaciones de amor con nuestra familia y amigos, pero también con los pobres y los menos afortunados, porque el verdadero significado de la Navidad es el amor. Dios amó a los suyos y proveyó el camino para nuestra salvación eterna, como dijo Jesús, según leemos en Jn 14,6 «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.»
San Juan al inicio de su Evangelio, haciendo referencia al relato de la creación que se encuentra en el Gn 1,1.31 dice claramente quién es Jesús, Leemos en Jn 1, 1-5: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.»
Más adelante, en el verso 14 dice: «Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad.»
Debemos entender, que cuando Juan escribió que vivió entre nosotros, estaba refiriéndose a la presencia de Dios en medio de su pueblo, como hizo en la Tienda del Encuentro como narra el Ex 40,34-38; y también lo menciona el mismo San Juan en Ap 21,3 en donde dice: «Y oí una fuerte voz que venía del trono, y que decía: “Aquí está el lugar donde Dios vive con los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.»
Recordemos que Mt 1,21-23 narra cuando el ángel del Señor le habla a José en sueños y le dice: «“María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados.” Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta:”La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre Emanuel” que significa: “Dios con nosotros”.»
En Jn 1,14 dice, refiriéndose a Jesús: «Hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre.» Cuando dice gloria, se refiere a la presencia activa de Dios para salvar a su pueblo, la misma presencia que se manifesto como “la nube que llenó el templo del Señor”, según 1Re 8,10-11 que dice: «Al salir los sacerdotes del Lugar Santo, la nube llenó el templo del Señor, y por causa de la nube los sacerdotes no pudieron quedarse para celebrar el culto, porque la gloria del Señor había llenado su templo.» Y es también a la que se refiere Is 60,1 que dice proféticamente refiriéndose a Jesús: «Levántate, Jerusalén, envuelta en resplandor, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor brilla sobre tí».
San Juan al narrar el milagro en la Boda de Caná de Galilea en Jn 2,11 también hace referencia a la Gloria de Jesús cuando escribe: «Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su gloria»; Y en Jn 17,5 Jesús confirma que viene del Padre con quien tenía la misma gloria desde antes que existiera el mundo.
Jesús es el Emmanuel, que anunció Is 7,14, ahí dice: «Pues el Señor mismo les va a dar una señal: La joven está encinta y va a tener un hijo, al que pondrá por nombre Emanuel»,
También Mt 1,23 lo menciona agregando que Emanuel significa “Dios con nosotros”.
Jesús se hizo hombre para que pasemos la eternidad con Él, pues Dios Padre envió a Su único Hijo para que se realizara el plan de salvación de la humanidad, al pagar Él el castigo por nuestros pecados, ya que, para que los pecados fueran perdonados debía cumplirse lo que Dios había decretado: “para limpiar los pecados, debían lavarse con sangre de aminales sin defectos” como leemos en los capítulos 1 y 3 del Lv, razón por la cual a Jesús se le llama el cordero perfecto, pues Él nunca pecó por lo que su sangre lava los pecados de todos.
San Pablo menciona en Ro 6,23: «El pecado paga un salario, y es la muerte. La vida eterna, en cambio, es el don de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.» Confirmando así, que Jesús es quien vino a redimirnos pues Él pagó, con su pasión y muerte en la cruz, el precio completo y por eso cuando aceptamos ese regalo gratuito de amor quedamos libres de condenación. Entiéndase condenación como la sentencia en contra del pecador, al que se le aplican las penalidades previstas en la ley, que dice que quien ofende a Dios yendo en contra de sus mandamientos, merece la condenación eterna, que es la Condenación que se impone en el juicio final, a quienes rechazaron la Gracia de Dios, que es el don que nuestro Padre celestial nos concede por los méritos de Jesucristo y que resulta en una vida transformada que mantiene una amistad con Dios y nos lleva a su presencia, que es el fin de nuestra creación. Es un don que produce fe y arrepentimiento y nos lleva al conocimiento de la verdad; como dice San Pablo en Ef 2,8: «Porque ustedes han sido salvados por la fe, no por mérito propio, sino por la gracia de Dios.»
Entonces, la condenación eterna es para quienes rechazan la Gracia de Dios. Se trata de un castigo eterno, por lo tanto, irrevocable. Sin embargo, por la muerte de Cristo, quienes se arrepienten y aceptan a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, quedan libres de esa sentencia, esto significa que, a partir del momento en que aceptan a Jesús como su Salvador y Señor, el Justo Juez, los ve como si nunca hubieran cometido algún pecado.
Ese Juez Justo es Jesucristo, quien por su experiencia humana está calificado para enjuiciarnos a todos, pues «Dios, pasando por alto la época de la ignorancia, manda ahora a todos los hombres, en todas partes, a que se arrepientan; porque ha señalado una fecha para juzgar con justicia al mundo por medio de un hombre que él designó para esto. Y a este hombre lo ha acreditado ante todos resucitándolo de la muerte.» Hch 17,30-31 y Jn 5,22 dice: «Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio.»
Ese proceso de perdonar los pecados para obtener la vida eterna, no es un simple perdón; al arrepentirse y aceptar a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, se realiza una justificación plena como leemos en Ro 5,1 y 8. «Puesto que Dios ya nos ha hecho justos gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.» y en el verso 8 agrega: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.» Ésta, es la razón de nuestro gozo: “Cristo vino a la tierra y se hizo hombre para ser el cordero perfecto que, con su sacrificio de muerte en la cruz, pagó por nuestros pecados.” Por eso recordamos y celebramos con alegría su nacimiento, “porque allí empezó el proceso de nuestra salvación.”
Ahora que conoces que la razón por la cual celebramos la navidad es el amor de Dios que nos manifestó al enviar a su único hijo para que por su sacrificio fuéramos libres de condenación y podamos disfrutar de una vida nueva, plena y abundante; agradece, a Dios Padre por haber enviado a su Hijo, y a Jesús por su entrega voluntaria a la muerte por amor a nosotros, y celebra esta Navidad con los tuyos alabando a Dios por su plan de salvación para la humanidad a la que todos pueden acceder con sólo aceptar el sacrificio de Jesús, como le dijeron Pablo y Silas al carcelero cuando éste les preguntó «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? Y ellos contestaron: Cree en el Señor Jesús, y obtendrás la salvación tú y tu familia». Hch 16,31
Y la mejor manera de mostrarle agradecimiento a Jesús es reconocerlo como el Hijo de Dios que se hizo hombre para sacrificarse por ti, y reconocer tu necesidad de la salvación que Él te vino a dar con su sacrificio, como dice San Pablo en Ro10,9-10 «Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se reconoce a Jesucristo para alcanzar la salvación.» Entónces, acépta a Jesús como tu Salvador y proclámalo como tu Señor. Hazlo ahora repitiendo conmigo la siguiente oración:

Señor Jesús, te necesito. Confieso mi incapacidad de dirigir mi vida por tu camino de justicia, por eso hoy, libre, consciente y voluntariamente, decido seguirte.
Creo que eres Dios, que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste, por eso te abro mi corazón y te invito a que entres en él y seas mi rey y señor. Me entrego completo a ti, a quien reconozco como mi único salvador. Te pido que dirijas mi vida para ser tu testigo, no permitas que me separe de ti. Guíame para que todos los días lea la Biblia y la haga vida. Quiero, con la ayuda del Espíritu Santo, obedecer tus mandamientos y enseñanzas, y ser tu discípulo y piedra viva de tu Iglesia que es tu cuerpo. Amén.
Ahora disfruta la paz y el gozo que el Señor te da y mantente en estado de gracia, es decir, con tu alma limpia de pecado y siguiendo la voluntad de Dios.
“El Reino de Dios está llegando. Conviértete y cree en el Evangelio” Todos somos pecadores, y nuestra conversión debe ser un cambio total de mente y de corazón, una renovación del espíritu; pero podemos hacerlo porque contamos con la ayuda del Señor que estará con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Mt 28,20. Y para creer en el Evangelio, debes conocerlo, por lo que debes leerlo, estudiarlo y meditarlo, así podrás vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús.
Confía en sus promesas y empieza hoy una nueva vida como un discípulo de Cristo, como un hijo amado de Dios. Que así sea para honra y gloria de Dios y para tu bendición.
Feliz Navidad para ti y tu familia.

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