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LA ADVERSIDAD GENERA FORTALEZA.

LA ADVERSIDAD GENERA FORTALEZA.

Los árboles vivientes más antiguos del mundo residen en la cima de las montañas en el oeste de los Estados Unidos, tierras áridas y rocosas azotadas por gélidos vientos, en elevaciones que van de los 3000 a los 3350 metros sobre el nivel del mar. Éstos arboles han podido sobrevivir en algunas de las condiciones de vida más severas de la tierra, como la falta de nutrientes por la poca tierra, las bajísimas temperaturas, los fieros vientos, las sequías y aire con poco oxígeno, las cuales provocaron crecimiento lento, una gran capacidad de regeneración y mucha tolerancia y resiliencia, que es el proceso de adaptarse bien ante las dificultades. Y son precisamente éstos los factores clave que explican la longevidad extrema de estos árboles, por lo que a pesar de esas condiciones en las que les ha tocado vivir, varios de esos árboles tienen edades que oscilan entre los 3,000 y los 4,000 años.

El científico Edmund Schulman, encontró en 1957 al que le calculó casi 5000 años de edad y lo llamó Matusalén. Para tener una referencia histórica, cuando los egipcios construían las pirámides, este nudoso árbol ya era viejo.

San Pablo dice en Ro 5, 3-4: “El sufrimiento, nos da resistencia para soportar, y esta resistencia, nos permite salir capacitados, y el salir capacitados nos llena de esperanza.” 

Podemos ver, por lo que nos dice San Pablo, que la adversidad, el sufrimiento, las dificultades, (que a veces son consecuencia de nuestras malas decisiones o de nuestros pecados, de nuestro actuar en contra de la voluntad de Dios) forman parte del proceso que Dios utiliza para que nosotros alcancemos “buenos resultados”, que lo busquemos y nos tomemos de su mano. 

Ro 8,28 dice:Sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado.” Podemos concluír entonces, que si los problemas nos llevan a buscar a Dios, son en realidad lo mejor para nosotros, ya que nos enseñan a buscarlo y depender enteramente de Él. 

Entonces, cuando nos encontremos en pecado o en situaciones difíciles, con problemas y tribulaciones, o cualquier adversidad, como las que nos toca pasar, sobre todo en este tiempo de pandemia, debemos volvernos a Dios y arrepentidos por haberlo ofendido confesarnos, pero también orar, no solo para pedir perdón y establecer una nueva relación con Dios o para que alivie nuestras aflicciones y problemas, sino para que nuestro Padre Celestial nos dé Su Gracia para que podamos mantenernos dentro de su voluntad y tener una mayor apertura hacia Él, porque entonces podremos mantenernos firmes y fuertes en la calamidad, como en la paz. Y esa paz que Dios da, esa paz que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús.” como dice Fil 4,7.

Entonces, no nos compliquemos la vida por las consecuencias del pecado o por las circunstancias negativas que nos rodeen y seamos como niños confiados en nuestro Padre celestial que nos dará Su paz. Al tener paz, podremos analizar las dificultades con mente clara y encontrar la respuesta que Dios nos mostrará, y habiéndo solucionado el problema, podremos seguir adelante, confiados y felices.

Nuestro Señor Jesús, siendo el Hijo de Dios, nació en un lugar y de padres, que podríamos llamar inadecuados; no buscó en las escuelas religiosas a los eruditos más sabios, ni buscó entre las filas de brillantes líderes militares, se mantuvo alejado de los expertos estadistas y de oradores famosos; no, escogió a unos seguidores que también podríamos catalogar como inadecuados.   Fué a las costas de Galilea y como cuenta el evangelio de Mateo, llamó a cuatro pescadores communes: a Simón al que más tarde llamaría Pedro, a su hermano Andrés y a otro par de hermanos: Santiago llamado también Jacobo y Juan, a quienes llamó Boanerges, que en arameo significa, “Hijos del Trueno” por su carácter.

Más de alguno podrá decir “qué mala decision”, y podríamos estar de acuerdo, porque se trató de gente sin mucha educación que poco podrían saber de cómo iniciar un movimiento de nivel mundial, pues por sus características, no serían capaces de atraer a multitudes si tuvieran que hacerlo por sí mismos.

Sin embargo, precisamente por ser pescadores, esas personas tenían muchas características positivas que Jesús tomó en cuenta. Al igual que los pescadores de la actualidad, ellos debían ser ingeniosos, valientes y pacientes, debían planificar cada jornada y cuidar su equipo. Éstas cualidades fueron, sin duda, muy útiles para llevar a cabo la gran comisión que Jesús les encomendó cuando les dijo: Vayan a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes.” Mt 28,19 y 20. 

Sin embargo, no fueron esas características las razones por las cuales Jesús los escogió. Él quiso demostrar que Dios puede transformer a la gente ordinaria, como nosotros, en “pescadores de hombres”, como narra Mr 1,16 y 17. Y es que la obra de Dios a menudo la hace gente improbable, como tu y yo.

Para tener éxito, aún en medio de las dificultades y de las tribulaciones, que son, como aprendimos por los arboles que mencioné antes, las que nos fortalecen, debemos ser perseverantes y seguir adelante hacia la meta, pero sobre todo, debemos aferrarnos a Jesús, que es quien puede hacer de nosotros entre otras cosas, pescadores de hombres; y debemos también darle gracias porque, aún siendo como somos, nos ha llamado a trabajar con Él y para Él. 

Recordemos que su promesa es que Él estará siempre con nosotros, como dice en Mt 28,20: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” Si Él prometió estar siempre con nosotros, ¿por qué preocuparnos? ¿por qué no ser simplemente felices, como los niños? Gocémonos, de la precencia de Dios en nuestra vida y confiemos en su misericordia, en su amor, en su providencia. El nos protegerá y nos librará de todo mal.

Entonces, no importarán las condiciones que rodeen nuestra vida y lo único que necesitarémos es la voluntad para llevar a cabo el trabajo que Él nos llamó a realizar. Si estamos dispuestos a hacerlo, Él nos utilizará y nos capacitará para que lo realicemos y lo hagamos bien. Así que no debemos quejarnos por las dificultades y tropiezos, debemos tomar la decision de obedecerle y hacerlo. Si Dios ordena, obedezcamos. 

Pero debemos estar seguros de que la orden viene de Dios, y para ello debemos debemos mantener una relación con Él a través de la oración, y conocer Su voluntad por las Sagradas Escrituras, que es en donde encontramos sus normas, mandamientos y preceptos, y también a Jesús, el camino, la verdad y la vida. Al encontrarlo, Él iluminará las areas en tinieblas, mostrándonos así el camino por el que iremos seguros, porque Él es la luz y estará con nosotros siempre.

Las Escrituras también nos enseñan que no debemos ignorar las trampas de nuestro enemigo el diablo, que quiere destruir la obra de Dios, a la humanidad, a cada uno de nosotros, por lo que pretende mantenernos dominados, esclavizados, enfermos, derrotados, sin gozo, sin paz, temerosos. La Biblia nos enseña sus formas de trabajar y podremos combatirlo y vencerlo en cada situación en las que quiera afectarnos, pues él ya está vencido por el sacrificio de Jesús en la cruz, y la luz de nuestro Señor lo hace retroceder.

 Esa es la razón por la cual deseamos que cada programa llegue a muchas personas para que, sabiendo lo que Jesús hizo por nosotros, podamos hacerle frente a Satanás con las armas que Dios nos dá como dice San Pablo en Ef 6,10-13: “Hermanos, busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible. Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea. Por eso, tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan resistir en el día malo y, después de haberse preparado bien, mantenerse firmes.”

Además debemos recordar que a nuestro lado estará combatiendo nuestro Señor Jesús; Él es el Príncipe de Paz, Admirable Consejero, Señor de Señores, Dios Soberano, Dios Fuerte, Poderoso y Terrible, el Gran Guerrero Victorioso y Digno de Alabanza. Y dice San Pablo en Ro 8,31 y 37 “Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros?” y “En todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó.”
A Él sea el Honor, la Gloria y la Alabanza por siempre.

“La verdad nos hará libres” dice Jesús en Jn 8,32, por lo que debemos conocer la verdad que se encuentra en las Sagradas Escrituras. Entonces, abramos nuestro corazón a Dios y reconozcamos que Jesús es Dios, el Hijo único de Dios Padre hecho hombre, el Cordero Perfecto que se sacrificó hasta la muerte en la cruz para pagar por nuestros pecados y darnos libertad y vida nueva, plena y eterna al lado del Padre.

Al reconocer en nuestro corazón y proclamar con nuestra boca que Jesucristo es el Hijo de Dios, alcanzamos el título de Hijos de Dios, por lo que con confianza podemos llegar, en oración, hasta el trono de Gloria, a la presencia misma de Dios Padre, para hablar con Él, para alabarlo y agradecerle el amor y la misericordia que nos ha manifestado, pero también para pedir su Gracia, protección, dirección, ayuda, respaldo, fortaleza, sabiduría y todo cuanto necesitemos para salir victoriosos en cualquier situación, por difícil que nos parezca, ya sea en nuestra lucha en nuestra labor cotidiana o contra las huestes espirituales del maligno, pues nada hay imposible para Dios, como dice en Jer 32,27 y Lc 1,37.

San Pablo dice en Gál 5,1 que Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténgamonos firmes en esa libertad y no nos sometamos otra vez al yugo de la esclavitud.”  Aún cuando tengamos dificultades, pues éstas con frecuencia nos llevan a buscar caminos fuera de la voluntad divina.

Conocer que por Jesús fuimos liberados de las cadenas del pecado, provoca en nosotros un sentimiento de agradecimiento que nos lleva a actuar, de acuerdo a la voluntad de Dios que encontramos en la Biblia.

 Al ser libres, podemos escoger el camino del bien y la vida y no el del mal y la muerte, con la certeza absoluta de que estamos en las manos de Dios, y eso nos da seguridad y paz, pero también nos provoca el deseo de dejar atrás nuestras debilidades que nos llevaron a ofenderlo, a pecar; de dejar atrás las quejas y la falta de fe así como nuestra falta de dedicación y perseverancia, para, en adelante, hacerlo todo agradable a los ojos de Dios, y con su ayuda y dirección mantenernos fuertes y firmes, como aquellos árboles milenarios.

Para lograrlo debemos pedir la ayuda de Dios en oración, también podemos apoyarnos en alguna de las oraciones que se encuentran en la Biblia, como en el Sal 51, compuesto por el rey David, después que el profeta Natán lo reprendió por haber cometido adulterio con Betsabé. Allí dice: “Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí; por tu gran ternura, borra mis culpas. ¡Lávame de mi maldad! ¡Límpiame de mi pecado! 

 Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Lléname de gozo y alegría; alégrame de nuevo, Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel!  No me apartes de tu presencia ni me quites tu santo espíritu. Hazme sentir el gozo de tu salvación; sosténme con tu espíritu generoso, para que yo enseñe a los rebeldes tus caminos y los pecadores se vuelvan a ti.”  

Entonces, ya sea por las complicaciones y dificultades que tengamos como consecuencia de nuestro pecado o por las dificultades que encontremos en nuestra vida, busquemos a Dios para que nos renueve y podamos disfrutar la vida nueva que Jesús nos vino a dar, como dice en Jn 10,10b.

Tomémonos tiempo para meditar, para buscar la dirección de Dios para que nos indique a donde y por donde ir. Abramos nuestros oídos espirituales y nuestro corazón para poder escuchar su voz y dispongámonos a obedecerle por amor. 

Estemos también dispuestos a entregarnos a los demás en servicio de amor, y como decía la Madre Teresa de Calcuta: “Que todo el que se acerque a ti, sea, al irse, una persona mejor y más dichosa.” Si vivimos así, recibiremos la recompensa de Dios.

No olvidemos que las dificultades que llegan a nuestra vida, Dios las permite para que salgamos fortalecidos y nos aferremos a su mano protectora. Confiemos en Él y no seremos defraudados jamás. Lo promete Dios en Eclo 2,10 y nos dice en Jos 1,7 y 9 “Lo único que te pido es que tengas mucho valor y firmeza, y que cumplas toda la ley que mi siervo Moisés te dio (los Mandamientos); Cúmplela al pie de la letra para que te vaya bien en todo lo que hagas. Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas.” 

Entonces, mantengámonos firmes y valientes con total confianza en su promesa y alabemos y agradezcamos a nuestro Padre celestial, hasta por las tribulaciones, que nos fortalecerán y descansemos confiadamente en Él.

Que así sea.

 

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