JESÚS NUESTRO MODELO DE VIDA
SÉ BUEN SEGUIDOR DE JESÚS Y MUÉSTRALO CON TU VIDA
Hay personas de Dios que quieren hacer las cosas según lo que creen, o lo que quieren. Estas personas son rebeldes y en la Biblia encontramos ejemplos de personajes rebeldes, entre los que se encuentran Moisés, Gedeón y Jonás, entre otros. Sí, escuchaste bien, ellos fueron rebeldes a Dios.
De Moisés leemos en el Éx 3,10-11: “Dios le dijo a Moisés: “Tú irás allá porque te voy a enviar ante el faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, el pueblo de Israel. Pero Moisés le dijo a Dios: ¿Quién soy yo para ir ante el faraón y sacar a los israelitas de Egipto?”
De Gedeón dice en Jue 6,12-15: “El ángel del Señor se apareció ante Gedeón y le dijo: Que el Señor esté contigo, buen guerrero. Gedeón dijo: Perdón, señor, pero si el Señor está con nosotros, entonces ¿por qué tenemos tantos problemas? Sabemos que él hizo milagros en favor de nuestros antepasados. Ellos contaron que el Señor los sacó de Egipto, pero el Señor nos ha abandonado y ha permitido que los madianitas nos opriman. El Señor miró a Gedeón y le dijo: Usa tu fuerza y libera al pueblo de Israel del poder de los madianitas ¡Yo te envío a que los salves! Y Gedeón respondió: Perdón, señor, pero ¿cómo puedo salvar a Israel? Mi familia es la más débil de todas las familias de Manasés, y yo soy el más joven de todos.”
De Jonás dice en Jon 1,1-3: “El Señor le dirigió la palabra a Jonás, hijo de Amitay, y le dijo: «Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y avisa que voy a acabar con ella porque la noticia de su maldad ha llegado hasta mi presencia». Pero Jonás quiso escapar del Señor y se fue hacia Tarsis.”
San Pablo también fue rebelde, un perseguidor de los cristianos porque creyó que era lo correcto según la ley en el Antiguo Testamento. Sin embargo, a pesar de sus errores, y no obedecer a Dios, cambiaron su proceder y éste cambio fue tan evidente que las Sagradas Escrituras los describe, más adelante, como fieles servidores de Dios, pues, aunque fueron rebeldes, reconocieron que debían obedecer a Dios y cambiaron su actitud, obedecieron e hicieron lo que Dios les dijo, como muestran las Escrituras.
Pero la Biblia también nos muestra a muchos personajes que fueron dóciles a la voz de Dios y fueron obedientes. Por ejemplo Josué y Caleb, como leemos en Nm 13-14,11 ahí dice: “Yavé dijo a Moisés: “Envía hombres adelante para que exploren esa tierra de Canaán que voy a darles a los israelitas.” Moisés los envió según la orden de Yavé. Pero diez de los espías, al dar su informe, dijeron: —No seremos capaces de atacar a esa gente porque ellos son más fuertes que nosotros. Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefoné, que habían formado parte de los espías, rasgaron sus ropas y se dirigieron a toda la comunidad de los israelitas, les dijeron: “¡El país por donde hemos pasado y que exploramos es bueno! ¡Es una tierra excelente! Si Yavé nos favorece, nos llevará a ese país y nos dará esa tierra que mana leche y miel. Pero no se rebelen contra Yavé! No teman a la población de esa tierra, porque nos la serviremos en bandeja. No tienen esperanza porque Yavé está con nosotros. No les tengan miedo.” La comunidad entera hablaba de tirarles piedras, pero apareció la Gloria de Yavé en la Tienda del Encuentro, y Yavé dijo a Moisés: “¿Hasta cuándo me va a seguir menospreciando este pueblo? ¿Hasta cuándo va a tener poca confianza en mí después de todos los prodigios que he hecho en medio de él?
Si has creido en Jesucristo y mantenido una relación con Dios, mantente atento a lo que te dice y obedece, aunque no haya respondido a tus oraciones “como tú querías”, mantente firme en la fe y recuerda que Dios puede responder a las oraciones diciendo NO, porque no te conviene lo que pediste, también puede responder AÚN NO, por lo que debes confiar en que su respuesta llegará en SU MOMENTO; y desde luego puede reponderte SI, a lo que le pediste. Así que mantente firme en la fe, pues si Jesús ofreció que Dios respondería a tu petición si la presentas en el nombre de Jesús, como dice en Jn 14,13a “Todo lo que ustedes pidan en mi nombre, lo haré.”
Otro personaje obediente a la voz de Dios es San José, que actuó de inmediato a lo que el ángel le mandó y llevó a María y al Niño Jesús a Egipto, como se lee en Mt 2,13-14: “Cuando se fueron los reyes magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. José se levantó de noche, tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto.”
Pero, el mejor ejemplo de obediencia y servicio es nuestro Señor Jesús. Él tiene un corazón sincero, veraz, perdonador, compasivo y misericordioso, dispuesto a tender su mano al necesitado y nos amó al extremo de ir a la a la cruz a morir por cada uno de nosotros. También tuvo fe en los suyos, y a pesar de la traición que sufrió, fue capaz de ver en el mal, el bien. Debemos aprender eso de Él, y perdonar a quienes nos traicionan y atacan con ofensas y daños, así daremos testimonio que Jesús nos perdonó, nos levantó e hizo de nosotros criaturas nuevas y que puede hacerlo también con los demás, pues, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas.” 2Co 5,17
El corazón de Jesús fue capaz de ver, en el dolor, el propósito del Padre y por ello aceptó su pasión como parte necesaria de un plan mayor. Escogió ver la presencia del Padre en todo y en todos. No prometió librarnos de nuestras luchas, sino cambiar nuestra manera de verlas. Dice San Pablo en Ro 8,35-37: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Ya lo dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte cada día: nos consideran como ovejas destinadas al matadero. Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas.” Recuerda que, aún cuando lo que manda Dios requiera mucho trabajo, debes hacer todo tu esfuerzo para lograrlo. Recuerda también, que Dios estará contigo siempre, esa fue su promesa y Él cumple sus promesas. Jesús lo dijo, como leemos en Mt 28,20: “Tengan presente que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.”
Podemos entonces, con confianza dirigirnos a Dios en oración pidiéndole que nos conduzca, que nos enseñe cómo debemos comportarnos y nos dé sus dones para que podamos hacer lo que nos pide. Los dones operativos o para el servicio, que San Pablo menciona en 1Co 12,7-11: La manifestación del Espíritu que, a cada uno, Dios le da es para provecho común. A uno se le da, por el Espíritu, palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, el don de la fe, por el Espíritu; a otro, el don de hacer curaciones, por el único Espíritu; a otro, poder de hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de lo que viene del bueno o del mal espíritu; a otro, hablar en lenguas; a otro, interpretación de lo que se dijo en lenguas. Y todo esto es obra del mismo y único Espíritu, que da a cada uno como quiere.”
Pero, que acudamos a Dios en oración para pedirle algo, no significa que obtendremos su respuesta de inmediato pues no debemos pretender que es nuestro sirviente. Debemos saber esperar su respuesta y dirección. Esto también nos lo enseña la biblia cuando Moisés, obedeciendo al llamado de Dios, debió esperar que Él le hablara. Dice Ex 24,15-16: “Moisés subió a la montaña y una nube, (que es la manifestación de la presencia de Yavé,) lo cubrió. La gloria del Señor bajó al monte Sinaí y la nube cubrió el monte durante seis días. El séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde adentro de la nube.” Notamos con esto, que Moisés esperó escuchar la voz de Dios, pero Dios no habló de inmediato, esperó un día y otro y otro y Dios guardaba silencio. Moisés esperó pacientemente y al séptimo día Dios le habló.
¿Cuánto has esperado la respuesta de Dios? Si hubiéras subido a la montaña para que Dios te hablara, podrías haber esperado, tal vez, una hora, para después, desesperado o desepcionado, bajar sin las instrucciones o la respuesta de Dios. Debes esperar Su respuesta, sabiendo que si eres paciente, recibirás todo cuanto Él quiera darte para que lleves a cabo, de la mejor manera, la tarea que te encomiende y cuando lo hagas Él estará contigo para guiarte, pues solos no podemos, como leemos en Jn 15,5b en donde Jesús enseñó: “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada.”
Querido oyente, debes recordar, que Jesús comenzó su ministerio cuando fue lleno del poder del Espíritu Santo, lo cual resalta una verdad importante: “no podemos cumplir los propósitos de Dios solo con nuestras fuerzas. También, que el Espíritu Santo nos equipa y nos da poder para llevar a cabo la misión que nos encomiende.” Como creyentes, estamos llamados a confiar en el Espíritu Santo en todo lo que hacemos. Ya sea que compartamos el evangelio, sirvamos a los demás o enfrentemos los desafíos que se nos presentan cada día.
Desde el principio de su ministerio, Jesús dejó en claro su misión, al decir en la sinagoga de Nazaret, que lo que había leído el rollo del Profeta Isaías, se había cumplido ese día. Se refirió a:
- a) Llevar buenas nuevas a los pobres;
- b) Proclamar libertad a los cautivos y la recuperación de la vista a los ciegos;
- c) Dar libertad a los oprimidos y
- d) Proclamar un año agradable al Señor.
Estas palabras, salieron de la boca de Jesús con la intención de unir al pueblo (a nosotros) con Dios Padre; Esas palabras se cumplen hoy para nosotros, pues Jesús vino a traer buenas noticias a los pobres, no solo a los pobres materialmente, sino a los que están empobrecidos espiritual, emocional y socialmente. Él ofrece esperanza, sanación y restauración a todos los que reconocen su necesidad de Él. Y quienes somos sus seguidores estamos llamados a imitar Su ejemplo compartiendo las buenas noticias del amor y la salvación de Dios con quienes nos rodean con actos de bondad, de compasión y de justicia que reflejan el amor de Dios.
Jesús declaró la libertad para los cautivos, del cautiverio literal como del espiritual, pues el pecado, la adicción, el miedo y la desesperanza pueden atar a las personas, y nosotros como seguidores de Jesús, debemos mostrarlo como el que puede dar “la verdadera libertad”, pues con su vida, muerte y resurrección rompió el poder del pecado y abrió el camino para que vivamos en victoria. Como seguidores suyos, tenemos el privilegio de servirle al mostrar a otros, con el respaldo de la oración, la libertad que se encuentra en Cristo al compartirles nuestro testimonio o motivándolos con el contenido de las Sagradas Escrituras, para que se atrevan a experimentar Su poder transformador.
Jesús vino a dar la recuperación de la vista a los ciegos y traer sanidad a los quebrantados. Esta sanidad se extiende más allá de las dolencias físicas a las heridas emocionales y espirituales. Él es quien renueva plenamente nuestras vidas.
Cuando brindamos amor y cuidado a quienes sufren, nos convertimos en instrumentos de la sanación de Dios. Una palabra amable, un oído atento o una oración de fe pueden brindar el consuelo y la esperanza a quienes lo necesitan.
Y cuando dijo “año agradable a Dios” se refirió al tiempo de la Gracia y la salvación de Dios. ¡Y este tiempo ha llegado a través de Jesús! El llamado que nos hizo a la misión de presentarlo a Él y su enseñanza, nos invita, primero, a enfocarnos en nosotros, porque debemos reconocer que, en algunos aspectos, somos pobres, cautivos, ciegos y oprimidos, pues solo cuando reconocemos nuestra necesidad de que Él nos libere o nos libere de los efectos del pecado que nos separan de nuestro Padre Celestial, y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, entonces, la misión de Jesús es para nosotros. Por eso es importante que escuchemos a Dios para cumplir la misión a la que nos envió y esto lo lograremos al orar, pero también al leer, estudiar y meditar las Sagradas Escrituras, pues solo conociéndolas podremos vivir en la realidad de Su gracia, y estaremos capacitados para extenderla a los demás. Aceptemos su llamado, confiando en que el mismo Espíritu que otorgó poder a Jesús está con nosotros, capacitándonos para cumplir Su misión en nuestras vidas y en nuestro prójimo.
En tiempos de Jesús la gente no era muy diferente a nosotros, y así como rechazaron a Jesús, nosotros también rechazamos a muchos mensajeros de Dios por nuestros prejuicios, o por desconocimiento de la Sagrada Escritura, o porque no creemos que Dios puede usar a cualquiera para darnos la Buena Nueva de salvación. Por eso debemos estar preparados con nuestra predicación. Predicar la buena noticia es un privilegio pues Dios usa al predicador de la buena nueva, para ser su portavoz de la verdad y la esperanza; y para que seamos portadores de paz, amor y alegría, es importante que vivamos esas virtudes para que, con nuestro testimonio de vida, confirmemos lo que decimos.
El contenido de la Palabra de Dios nos ofrece orientación y aliento, hoy, como en la historia del pueblo de Israel. Su mensaje es siempre importante, cada día nos muestra el camino que debemos tomar, como dijo el profeta Nehemías a los israelitas después de leer el rollo: “Hoy es un día santo para el Señor tu Dios. No estén tristes ni lloren, sino alegres.” Nm 8,8-9 En aquel momento, el pueblo estaba muy atento, entusiasta y se conmovía con la Palabra de Dios. Así nos debe conmover y hacernos responder con alegría y agradecimiento a la petición de Dios.
La Palabra de Dios, a través de Jesucristo, nos une como un cuerpo. Recordemos las palabras de San Pablo en 1 Co 12,12a: “Nuestro cuerpo tiene muchas partes, pero todas esas partes forman un solo cuerpo” por lo que, para mantenernos unidos en la fe y en la acción, debemos conocer y vivir la Palabra de Dios, pues solo así, podremos proclamarla y predicarla con nuestro testimonio y además, con nuestras palabras. Pues cuando los seguidores de Jesús estamos verdaderamente tocados por la vida de Jesús nos sentimos obligados a vivirla y compartirla, como dice San Pablo en 1Co 9,16 “Anunciar la Buena Noticia no es para mí motivo de orgullo, sino una obligación a la que no puedo renunciar. Y ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia!”
Recuerda: la fuerza y autenticidad de nuestra predicación de la Palabra de Dios no reside solamente en el contenido de lo que predicamos, sino también en la manera en que lo vivimos en nosotros mismos.
Nosotros, como lo hizo Jesús durante su ministerio, también somos enviados por Dios a predicar y proclamar la Buena Nueva de su reino, tomemos en serio esta misión.
La Palabra de Dios juega un papel importante en nuestra vida, pues es la luz que ilumina nuestro camino. Desde luego también es importante la Eucaristía, el alimento de los cristianos comprometidos, para aquellos que aman la Palabra de Dios y se comprometen a difundirla.
Regocijémonos por la aceptación y el favor que Dios nos está otorgando, pues, la misión de Jesús es también nuestra misión. Mr 16,15 “Jesús dijo a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas noticias a toda la gente.”
Entonces, querido oyente, no seas discípulo rebelde, excusándote de cumplir lo que Dios te pide y haz lo que Jesús ordenó. Vive obedeciéndole, como Josué y Caleb, o San José o Jesús; que estuvieron dispuestos a cumplir pronto, lo que Dios les dijo o como Moisés, Gedeón, Jonás y San Pablo que volvieron su rebeldía en humildad y fueron obedientes a la voz de Dios.
Pon manos a la obra y presenta la Buena Nueva por todas partes, a tu familia, a tus amigos y compañeros de trabajo o de estudio, a cuantos puedas. La mejor manera de hacerlo es vivir como Dios indica en las Escrituras, como Jesús enseñó; y dejar que los demás vean, en tu conducta amorosa, paciente, servicial, humilde, gozosa y pacífica, la Buena Nueva, así cuando les hables creerán porque habrán visto el resultado de lo que Dios hizo en ti y estarán deseosos de recibir, ellos también, la vida plena que Jesús ofreció.
Que así sea.
