HUYE DE LA VANIDAD
HUYE DE LA VANIDAD
Para ayudarte en el combate contra las tentaciones, el Beato Tomás de Kempis escribió en su libro IMITACIÓN DE CRISTO, varios pensamientos de los que ahora presento y respaldo, ampliando las ideas con lo que al respecto dicen las Sagradas Escrituras SOBRE LA VANIDAD.
Inicia este capítulo diciendo: Vano o superficial es el que pone su esperanza en los hombres o en las criaturas.
Para dejar claro el concepto, defino Vanidad como amor que la persona tiene por objeto a sí misma, a quien dirige su adoración. Es un pecado que rechaza todas las virtudes teológicas, pues estas tienen como fundamento el amor abnegado y altruista, enfocado en los demás, por lo que es combatido por las Sagradas Escrituras que, en todos sus libros, enseña la caridad, el servicio al prójimo.
Por ello, en los momentos de dudas y crisis de fe, acudamos a las Sagradas Escrituras, ahí, los temas abordados con historias bíblicas, nos hacen ver lo vano de muchas de nuestras obras y esfuerzos, para saber cómo librarnos de ellas, pues en algunos libros del Antiguo Testamento, se incluye el tema de la vanidad. Entre ellos se encuentran los libros de Job y Eclesiastés o Qoelet, que significa el maestro o el predicador, por lo que se identifica como su autor a Salomón, el sabio por excelencia.
En ese libro encontramos varias citas que, desde el inicio, indican lo que es la vanidad, entre ellas: Ecles 1,2 que dice: “¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!” y en 2,11 que nos hace reflexionar pues dice: “Me puse a considerar mis propias obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y me di cuenta de que todo era vana ilusión, un querer atrapar el viento, y de que no hay nada de provecho en este mundo!”
Y después de meditar sobre el asunto, el autor del Eclesiastés, termina el libro expresando, a manera de resumen, lo que considera más importante. Pero, lejos de quedarnos con la impresión de ver a un poderoso y sabio rey atado a su propio destino, debemos notar que, en esa obra, lo que hay es un pesimismo que se originó en ese hombre cuando se apartó del Señor, pero que está procurando volver a Él, por ello dice al final en Ecles 12,13 y 14: “Basta de palabras. El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto.” Consideremos entonces, todo cuanto hacemos, decimos y hasta lo que dejamos de hacer, tomando en cuenta que nuestra vida entera debe estar enfocada en agradar a Dios.
También en el Nuevo Testamento, se habla de la vanidad como de un grave peligro para nuestras almas, como lo que San Pablo le escribe a Timoteo en su segunda carta sobre el comportamiento que tendrán muchos cuando lleguen los últimos días; pongamos atención pues describe lo que está pasando hoy a nuestro alrededor.
Dice en Tim 3,1-5: “Debes saber que en los tiempos últimos vendrán días difíciles. Los hombres serán egoístas, amantes del dinero, orgullosos y vanidosos. Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a sus padres, serán ingratos y no respetarán la religion (*lo que acerca al hombre con Dios). No tendrán cariño ni compasión, serán chismosos, no podrán dominar sus pasiones, serán crueles y enemigos de todo lo bueno. Serán traidores y atrevidos, estarán llenos de vanidad y buscarán sus propios placeres en vez de buscar a Dios. Aparentarán ser muy religiosos, pero con sus hechos negarán el verdadero poder de la religión.”
Y termina la cita con una orden a cada uno de nosotros, dice: “No tengas nada que ver con esa clase de gente.” Con esto debemos entender que los seguidores de Jesús, no debemos ser así, al contrario, debemos ser generosos, humildes, modestos, con dominio propio, compasivos, misericordiosos, serviciales, sinceros, cuidadosos y agradables a Dios; siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo y manteniéndonos en sus enseñanzas, pues como dice el Sal 24,3: “¿Quién podrá subir al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su lugar santo? Y continua diciendo que solamente llegará a la presencia del Señor: “El de manos inocentes y puro de corazón, el que no dirige su alma a la vanidad, ni jura en falso.”
A quienes son vanidosos y se dejan llevar por las apariencias, el Señor les dice, en 1Sa 16,7b: “ La mirada de Dios no es como la del hombre. El hombre mira las apariencias pero el Señor mira el corazón.”
Vemos pues, que el Señor castigará a quienes, por vanidad, por perseguir las apariencias y las cosas se alejen de Él. Sin embargo, deja claro su deseo de que nadie se pierda y estará esperando a quienes se vuelvan nuevamente a Él y lo busquen de corazón.
A continuación, en el libro IMITACIÓN DE CRISTO dice: “No te avergüences de servir a otros por amor a Jesucristo y parecer pobre en este siglo.”
Este punto podemos analizarlo en sus dos conceptos, el primero sobre servir a los demás, que es una enseñanza de Jesús que dijo, según leemos en Mt 20,26b y 28 “El que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; Porque, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por una multitud.”
Y como se trata de manifestar que somos discípulos de Cristo, debemos seguír las instrucciones que San Pablo escribió en 2Ti 1,8, ahí leemos: “No te avergüences, pues, de dar testimonio a favor de nuestro Señor; ni tampoco te avergüences de mí, preso por causa suya. Antes bien, con las fuerzas que Dios te da, acepta tu parte en los sufrimientos que vienen por causa del evangelio.”
Claramente dice con esa recomendación, que nos mantengamos firmes en las enseñanzas de Jesús, aun cuando esa conducta nos lleve a sufrir, que es algo que leemos en el Eclo o Sir 2,1-11, ahí dice:
“Hijo mío, si tratas de servir al Señor, prepárate para la prueba. Fortalece tu voluntad y sé valiente, para no acobardarte cuando llegue la calamidad. Aférrate al Señor, y no te apartes de él; así, al final tendrás prosperidad.
Acepta todo lo que te venga, y sé paciente si la vida te trae sufrimientos. Porque el valor del oro se prueba en el fuego, y el valor de los hombres en el horno del sufrimiento.
Confía en Dios, y él te ayudará; procede rectamente y espera en él.
Ustedes, los que honran al Señor, confíen en su misericordia; no se desvíen del camino recto, para no caer. Los que honran al Señor, confíen en él, y no quedarán sin recompensa. Los que honran al Señor, esperen la prosperidad, la felicidad eterna y el amor de Dios.
Fíjense en lo que sucedió en otros tiempos: nadie que confiara en el Señor se vio decepcionado; nadie que lo honrara fielmente se vio abandonado; a todos los que lo invocaron, él los escuchó. Porque el Señor es tierno y compasivo, perdona los pecados y salva en tiempo de aflicción.”
El segundo concepto que presenta tiene que ver con el mensaje de Jesús, cuando en el sermón del monte, hablando sobre lo que realmente cuenta ante Dios, dijo: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.” Mat 5,3.
El Reino pertenece entonces a los que lo acogen con un corazón humilde, es decir a los pobres de espíritu, a los que reconocen que se encuentran esclavizados por el pecado, a los que reconocen su necesidad de Dios; y el Reino pertenece también a los pequeños, es decir, a los de corazón puro.
De Kempis, continúa en su libro diciendo: “No confíes de ti mismo, sino pon tu esperanza en Dios.” Este concepto lo encontramos en varios textos de las Sagradas Escrituras, como en Pro 3,7 que dice: “No te creas muy sabio; obedece a Dios y aléjate del mal”; y en el Sir o Eclo 7,17 dice: “No te creas más de lo que eres: el que vive sin Dios será castigado.” Este concepto se amplía en el 5,1-7, del mismo libro, ahí dice:
“No confíes en tu riqueza, ni digas: “Tengo suficiente.”
No confíes en tus fuerzas para seguir tus caprichos.
No digas: “Nadie puede contra mí”, porque el Señor te pedirá cuentas.
No digas: “Pequé, y nada me sucedió.” Lo que pasa es que Dios es muy paciente.
No confíes en su perdón para seguir pecando más y más.
No digas: “Dios es muy compasivo; por más que yo peque, me perdonará.” Porque él es compasivo, pero también se enoja, y castiga con ira a los malvados.
No tardes en volverte a él; no lo dejes siempre para el día siguiente. Porque, cuando menos lo pienses, el Señor se enojará, y perecerás el día del castigo.”
Haz lo que puedas, y Dios favorecerá tu buena voluntad. Esta es la orden que nos da el Señor según leemos en Jos 1,9: “Mira Yo soy quien te manda que te esfuerces, y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Yo, el Señor tu Dios, estaré contigo donde quiera que vayas”. Recuerda Ro 8,31 y 37 “Si Dios está contigo ¿Quién contra ti? Porque con Cristo eres más que vencedor”.
De los siguientes puntos ya dimos elementos de apoyo que se encuentran en la Biblia, dice el Beato:
No confíes en tu ciencia ni en la astucia de ningún viviente, sino en la gracia de Dios que ayuda a los humildes y abate a los presumidos. Si tienes riquezas, no te gloríes en ellas ni en los amigos, aunque sean poderosos, sino en Dios, que todo lo da, y, sobre todo, desea darse a Sí mismo.
Esta última parte de la oración: “glorifica a Dios que lo da todo, hasta a Sí mismo”, conviene que la mantengamos presente pues es la razón por la cual vino Cristo, para mostrarnos que tanto nos ama que se dio todo en la cruz para librarnos del castigo que merecíamos por haber ofendido a Dios al pecar, como dice Mr 10,45 “Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.” Y Tomás de Kempis continúa con conceptos que aún cuando son evidentes, nos muestran la razón por la cual debemos dejar de lado la vanidad y la soberbia cuando escribe: No te ensalces por la gallardía y hermosura del cuerpo, que con pequeña enfermedad se destruye y afea.
No te engríes de tu habilidad o ingenio, no sea que desagrades a Dios, de quien es todo bien natural que tengas.
No te creas mejor que otros, porque quizá seas tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el hombre. Y con esto nos recuerda que siempre debemos considerar a los demás, como mejores que nosotros, por eso agrega: Si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores los otros, porque así conservas la humildad. Y continúa: No te daña si te pones debajo de todos; pero si te sitúas delante de uno sólo es muy dañino. Con esto nos indica que, servir a todos, siguiendo el ejemplo de Jesús, no nos hace daño, al contrario; pero si nos daña pretender los primeros lugares, como dijo Jesús en: Lc 14,8-11 “Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, pues puede llegar otro invitado más importante que tú; y el que los invitó a los dos puede venir a decirte: ‘Dale tu lugar a este otro.’ Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, pásate a un lugar de más honor.’ Así recibirás honores delante de los que están sentados contigo a la mesa. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
A continuación, Tomás de Kermpis escribe: “No presumas de tus buenas obras, porque los juicios de Dios son diferentes a los de los hombres, y a Él muchas veces desagrada lo que a ellos deleita.” Con este pensamiento, hace referencia a lo que leemos en Is 55,8-9, en donde Dios dice: “Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes.”
De Kempis termina el capítulo mostrando la razón por la cual recomienda lo que antes dijo, cuando escribe: Continua paz tiene el humilde; pero en el corazón del soberbio hay frecuente rivalidad y violencia.
Mantengamos presentes esos pensamientos que han llegado hasta nosotros teniendo tanta validez después de más de 650 años y estaremos viviendo de acuerdo a las enseñanzas de Jesús, que dijo “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?” Mt 16,26.
Entonces, si deseas vivir agradando a Dios, cumple los mandamientos que Jesús resumió según leemos en Mr 12,30-31, pues estos nos llevan a cumplir todos los demás. Él dijo “El primer mandamiento de todos es: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Pero hay un segundo: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Ningún mandamiento es más importante que estos.”
Que así sea para honra y gloria de Dios y bendición tuya y de los tuyos.
