EL CAMINO DE LA MUERTE
Aprendimos en el programa anterior dedicado a la “Didaké” o “Doctrina de los Apóstoles” lo que dice ese documento del Camino de la Vida. Al principio de ese texto escrito para la sociedad pagana de donde provenían los nuevos cristianos, leímos: Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte como lo presenta también el Deu 30,15-18 donde se lee: “Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro. Si obedecen lo que hoy les ordeno, y aman al Señor su Dios, y siguen sus caminos, y cumplen sus mandamientos, leyes y decretos, vivirán y tendrán muchos hijos, y el Señor su Dios los bendecirá en el país que van a ocupar. Pero si no hacen caso de todo esto, sino que se dejan arrastrar por otros dioses para rendirles culto y arrodillarse ante ellos, en este mismo momento les advierto que morirán sin falta”; y habiendo presentadoen el Faro de Luz anterior “El Camino de la Vida”, en éste continuaremos con “El Camino de la Muerte”. El texto lo define de manera muy sencilla y breve, pero muy clara; dice: El camino de la muerte es este: ante todo, es camino malo y lleno de maldición.
Luego presenta un listado de lo que en este camino se encuentra. Dice: En él, en el camino de la muerte, se dan muertes, adulterios, concupiscencias o deseo de bienes terrenos y en especial, apetito desordenado de placeres de la carne y no gratos a Dios; y sigue la lista: en este camino se dan: fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías, rapiñas o despojos, falsos testimonios, hipocresías, doblez de corazón, engaño, soberbia, malicia, arrogancia, avaricia, deshonestidad en el hablar, celos, temeridad, altivez o petulancia y vanidad y jactancia es decir, soberbia, arrogancia y altanería; se refiere a aquellos que rechazan la providencia y la gracia de Dios.
Y continúa diciendo: Este camino lo siguen los perseguidores de los buenos, los aborrecedores de la verdad, los amadores de la mentira, los que no conocen el galardón de la justicia, es decir los injustos; los que no se sujetan al bien ni al recto juicio, es decir los malos, los que no distinguen entre bien y mal; los que vigilan o están alerta, y no para el bien sino para el mal.
Lo siguen también, quienes están lejos de la mansedumbre y la paciencia, los que no tienen paz y son impacientes; los amadores de la vanidad, los que sólo buscan su recompensa, los que no se compadecen del pobre, los que no trabajan por el atribulado o afligido, los que no reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, se refieren a quienes abortan o hacen abortar, pero también a los que matan a sus hijos recién nacidos porque traen algún defecto o malformación. Y sigue diciendo que ese camino de la muerte lo siguen los corruptores de la imagen de Dios, refiriéndose a los falsos profetas, de los que Jesús dice en Mt 7,15: “Esos mentirosos que pretenden hablar de parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces”.
Continúa la lista de otros que siguen el camino de la muerte: los que arrojan de sí al necesitado, los que oprimen al atribulado o afligido, también los abogados de los ricos, aquellos que se aprovechan y abusan de los pobres, así como los malos, crueles e inmorales jueces que lejos de ser justos van en contra de los pobres.
Y termina esta lista diciendo: Ese camino de la muerte lo siguen los pecadores en todo. Y cierra el tema diciendo: Apártense hijos de todas estas cosas.
Recordemos que estas enseñanzas los apóstoles las recibieron directamente de Jesús y figuran en los Evangelios y en las cartas; y son fuentes de revelación, que debe ser aplicada y adaptada a las sociedades paganas como la de hoy, que es lo que la Didaké hace, como vemos también en la carta a Diogneto escrita en el siglo II, en donde, entre otras cosas, dice de los cristianos: “dan muestras de un estilo de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.” Es decir, comparten los alimentos, pero no son fornicadores ni adúlteros. “Viven en la carne, pero no según la carne.” Notamos pues que son enseñanzas respaldadas por lo que Dios dió a conocer desde el Antiguo Testamento, por ejemplo:
Pr 3,7b dice: “Honra al Señor y apártate del mal” que implica que debemos obedecer los mandamientos, puesto que así, estaremos honrando a Dios. Y en el Dt, encontramos la recomendación de Dios de escoger el camino del bien, de la vida. Dice en el 30,15-19:
“Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro. Si obedecen lo que hoy les ordeno, y aman al Señor su Dios, y siguen sus caminos, y cumplen sus mandamientos, leyes y decretos, vivirán y tendrán muchos hijos, y el Señor su Dios los bendecirá en el país que van a ocupar. Pero si no hacen caso de todo esto, sino que se dejan arrastrar por otros dioses para rendirles culto y arrodillarse ante ellos, en este mismo momento les advierto que morirán sin falta. En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes; amen al Señor su Dios, obedézcanlo y séanle fieles, porque de ello depende la vida de ustedes y el que vivan muchos años.”
En el camino de la muerte que describe la Didaké, notamos que se enumeran 22 vicios y se cuentan 18 seguidores de ellos. Éstos se encuentran también en las listas de pecados que enumera San Pablo en varias de sus epístolas, entre ellas Ro 1, 24-32, 1 Cor 6, 9-10, Gal 5, 19-21, Ef 5,3-5 y Col 3,5-9; textos en los que el apóstol de los gentiles presenta los pecados, es decir todo cuanto debemos rechazar para mantenernos gratos al Señor nuestro Dios y a su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador.
Notamos la armonía de estas “Enseñanzas de los Apóstoles” con las de San Pablo, el último de los apóstoles, pues también él recibió directamente de Jesucristo las enseñanzas en su retiro de tres años Arabia, como dice en Gál 1,11-12 y 17-18 “El evangelio que yo anuncio no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino que Jesucristo mismo me lo hizo conocer.” “Me fui a Arabia, de donde volví a Damasco. Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas.”
Es importante conocer esos pecados que conducen a la muerte, para que los evitemos a toda costa, y si nos identificamos con algunas de las acciones que los pecadores cometen y describe San Pablo, con arrepentimiento acudamos al sacramento de la reconciliación para limpiarnos y obtener la gracia que nos ayude a salir de ellos. Pues “Aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios, ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras. Decían que eran sabios, pero se hicieron tontos; porque han cambiado la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, (es decir por lo material tras lo que van los que no tienen a Dios en su vida). Por eso, Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo, que las creó y que merece alabanza por siempre. Amén. Por eso, Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza; de la misma manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen acciones vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el castigo merecido por su perversión. Como no quisieron reconocer a Dios, él los ha abandonado a sus perversos pensamientos, para que hagan lo que no deben. Están llenos de toda clase de injusticia, perversidad, avaricia y maldad. Son envidiosos, asesinos, pendencieros, engañadores, perversos y chismosos. Hablan mal de los demás, son enemigos de Dios, insolentes, vanidosos y orgullosos; inventan maldades, desobedecen a sus padres, no quieren entender, no cumplen su palabra, no sienten cariño por nadie, no sienten compasión. Saben muy bien que Dios ha decretado que quienes hacen estas cosas merecen la muerte; y, sin embargo, las siguen haciendo, y hasta ven con gusto que otros las hagan.” Ro 1, 21-32.
Pablo amplía la lista en 1 Cor 6, 9-10 en donde dice: “¿No saben ustedes que los que cometen injusticias no tendrán parte en el reino de Dios? No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los que roban, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones.”
Sigue en Gal 5, 19-21: “Es fácil ver lo que hacen quienes siguen los malos deseos: cometen inmoralidades sexuales, hacen cosas impuras y viciosas, adoran ídolos y practican la brujería. Mantienen odios, discordias y celos. Se enojan fácilmente, causan rivalidades, divisiones y partidismos. Son envidiosos, borrachos, glotones y otras cosas parecidas. Les advierto a ustedes, como ya antes lo he hecho, que los que así se portan no tendrán parte en el reino de Dios.”
Continúa describiendo lo que no debemos hacer en Ef 5,3-5: “Ustedes deben portarse como corresponde al pueblo santo: ni siquiera hablen de la inmoralidad sexual ni de ninguna otra clase de impureza o de avaricia. No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades, porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios. Pues tengan por cierto que quien comete inmoralidades sexuales, o hace cosas impuras, o se deja llevar por la avaricia (que es una especie de idolatría), no puede tener parte en el reino de Cristo y de Dios.”;
Y para cerrar esa larga lista, leemos que Pablo insiste en los pecados que nos apartan de Dios, pero también agrega lo que debemos hacer en relación a esos pecados, dice en Col 3,5-9: “Hagan, pues, morir todo lo que hay de terrenal en ustedes: que nadie cometa inmoralidades sexuales, ni haga cosas impuras, ni siga sus pasiones y malos deseos, ni se deje llevar por la avaricia (que es una forma de idolatría). Por estas cosas viene el terrible castigo de Dios sobre aquellos que no lo obedecen; y en su vida pasada ustedes las hacían. Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes. No se mientan los unos a los otros, puesto que ya se han despojado de lo que antes eran y de las cosas que antes hacían.”
Así que, ahora que conocemos por “La Didaké” o “Doctrina de los doce apóstoles” y por las cartas de San Pablo, muchos de los pecados, que se cometen hoy como hace dos mil años; con las instrucciones que los Apóstoles nos dejaron, podemos dejarlos, volvernos a Dios, y entregar nuestra vida a Jesús, que dio la suya en la cruz para librarnos de la esclavitud del pecado.
Entonces, como reconocimiento a su sacrificio y aceptando que con su sangre derramada fuimos limpios de nuestros pecados y por su muerte en la cruz y su resurrección, hemos muerto al pecado y resucitado a una nueva vida, reconoce a Jesús como tu Salvador y Señor y serás salvo, y con la dirección del Espíritu Santo con el que serás ungido, obtendrás los dones para mantenerte firme y obediente a los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús y serás también un poderoso instrumento de Dios para bendición tuya y de tu prójimo. Que así sea para honra y gloria de Dios.