DIOS NOS RESPONDE AUNQUE NO LE ESCUCHEMOS.
DIOS NOS RESPONDE AUNQUE NO LE ESCUCHEMOS.
23072018 – Editado 031022
Después de que Jesús fue elevado al cielo ante sus sorprendidos discípulos, quienes momentos antes habían recibido la orden de -Ir al mundo entero y predicar el Evangelio a toda criatura, éstos, pronto se dedicaron a cumplir esa orden según narran las Sagradas Escrituras. La fe en Jesucristo y sus enseñanzas se regaron por todos lados a donde iban los apóstoles por lo que la Iglesia creció rápidamente. Pero también la oposición a los seguidores de Jesús se manifestó muy pronto y los cristianos se vieron asediados por las persecuciones de los judíos, a los que más tarde la sociedad pagana, se sumaría al rechazo que se transformó en una fuerte persecución.
Ante esta situación es fácil preguntarnos, ¿por qué Jesús no manifestó su poder y frenó esa situación?
Para comprender esa actitud de nuestro Señor, vamos a analizar el pasaje que se encuentra en Mr 4,35-41, ahí dice:
«Jesús, luego de enseñar a una multitud, llegada la tarde, les dice: -Crucemos a la otra orilla. Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron en la barca tal como estaba. Y le acompañaban otras barcas. Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban encima de la barca, hasta el punto de que la barca ya se inundaba.
Él estaba en la popa durmiendo sobre un madero. Entonces le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que muramos? Y, puesto en pie, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y el viento se tranquilizó y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: ¿Por qué se asustan? ¿Todavía no tienen fe?
Y se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»
Este es el único pasaje en el que se presenta a Jesús dormido, y el hecho de que Jesús permaneciera dormido en medio de la tempestad, lo podemos aplicar al silencio, en que a veces, Dios parece permanecer en las tempestades de nuestra vida. Y nosotros, seguidores de Cristo, como los apóstoles, debemos acudir a Él como sus acompañantes en la barca, y decirle «Sálvanos Señor que perecemos» Mt 8,25 y fue entonces, ante aquella petición angustiosa de sus discípulos, que Jesús, mostró su poder.
La historia de los evangelios tiene un valor ejemplar que podemos aplicar a nuestra vida en cualquier situación. Todo está en que sepamos encontrar la enseñanza que ahí se encuentra, y esa es la razón por la que necesitamos estudiar el contenido de las Escrituras.
En el Evangelio, vemos a Jesús comportarse con sencillez y naturalidad, realizando milagros en silencio, para no llamar la atención; y le vemos atender “con prontitud”, las peticiones de ayuda que le hacen, manifestando siempre amor, misericordia.
Pero hay otros momentos en los que se manifiesta el silencio de Jesús, como en su proceso ante Herodes y Pilato. Ese silencio ante quienes le ofenden, está lleno de piedad y de perdón, porque Él esperaba su conversión. Entonces podemos entender que con su silencio en la cruz abrió el camino por el que todos podemos transitar para llegar a la presencia del Padre.
Volviendo al pasaje que nos narra San Marcos, Jesús tranquilizó a los asustados navegantes al decirles ¿Por qué temen, hombres de poca fe? como si les dijera: ¿No saben acaso que estoy con ustedes? Esto debió darles confianza, y también nos la debe dar a nosotros ante cualquier dificultad. Los apóstoles lo comprendieron de inmediato pues al momento se llenaron, primero, de asombro, por la respuesta del viento y del mar a la orden de Jesús; y Ésta debe ser nuestra certeza: “al estar con Jesús podemos vencer miedos y dificultades, por grandes que sean”.
Recordemos sus promesas, Él quiere vernos en paz y serenos en todo momento y circunstancia. Por eso dice a sus discípulos aterrorizados en la barca cuando le ven caminar sobre el agua, “No teman, soy yo”; y ese “no teman” es también para nosotros. Jesús quiere que caminemos por la vida confiados, en paz, felices. Por eso nos dice “No temas, yo estoy contigo”.
En las Escrituras hay otros “no temas”: como cuando el ángel le anuncia a María el mensaje de la encarnación y le dice: “No temas María”. Lc 1,30,
A San José el ángel también le dijo: “no temas” según dice Mt 1,20. Y a los pastorcitos, les repetirá “No tengan miedo”. Con esto el Señor nos manifiesta su interés de que sepamos, que aunque parezca que duerme, Él está siempre atento a nosotros, para que nos mantengamos en paz, sin temor y confiados.
También debemos recordar que, con frecuencia, el Señor nos responde, o se presenta de una forma distinta a como esperábamos, o lo tenemos cerca y no sabemos verlo, o lo rechazamos, aunque esto nos parezca absurdo.
Recordémoslo, pues cuando las cosas no se dan como deseamos o cuando queremos respuestas según nuestro punto de vista, como los apóstoles en la barca, nuestra naturaleza nos hace dudar, o nos dejamos llevar por nuestros pensamientos o por la influencia del mundo y nos apartamos de Jesús buscando nuestras propias soluciones o las respuestas del mundo, pensando que Dios no nos escucha o que es indiferente a nuestras oraciones y por eso guarda silencio.
Pero es precisamente en esos momentos difíciles en los que debemos mantener la súplica con la fe de que Él nos escucha, como hicieron los asustados discípulos en la barca en medio de la tormenta y decirle: “Respóndeme Señor, Ayúdame, Sálvame.”
Debemos ser perseverantes en la oración, y como enseñó Jesús en Lc 18,1, orar siempre y sin desanimarnos. Y como decía el Padre Pio de Pietrelchina “Perseverar en la oración es una manifestación de nuestra fe.”
Recordemos y confiemos porque El Señor nos escucha siempre y espera que manifestemos nuestra fe abandonándonos en sus brazos. Él es el buen Pastor que cuida y vigila porque todas sus ovejas estén a salvo. Aunque a veces parece que no responde, puede ser que sí, pero con una respuesta distinta a la que esperamos, incluso puede decirnos no, o aún no es el momento, pero también puede suceder que Su respuesta está cerca de nosotros pero no sabemos verla. O la rechazamos porque no es la que queremos o esperamos, y esto no es solamente negarnos a aceptar lo que Dios nos manda, es rechazar su bendición, porque todo cuanto viene de su amorosa mano, es para bendecirnos, aun cuando lo que lo que sucede no lo veamos precisamente como bendición. Por eso San Pablo dice en Ro 8,28: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.” Por lo tanto, si amas a Dios y te ha llamado para que cumplas su propósito, entonces todo cuanto pase en tu vida es para tu bien.
Tal vez mientras estés pasando por dificultades, enfermedad, problemas de cualquier tipo puedas decir, ¿cómo puede esto ser para bendición? Pero, puedo asegurarte que después, cuando pase la tormenta te darás cuenta que, efectivamente, eso que pasó, sirvió para fortalecerte espiritualmente, y abrió puertas de bendición que de otra forma hubieran permanecido cerradas o no las hubieras visto o aprovechado.
El Señor nos dice por medio de Isa 55,8-9 “Sus proyectos no son los míos, y mis caminos no son los mismos de ustedes. Así, como el cielo está muy alto por encima de la tierra, así también mis caminos se elevan por encima de sus caminos y mis proyectos son muy superiores a los de ustedes.”
En este tiempo, en el que impera el materialismo, en muchas de nuestras actitudes manifestamos un desmedido aprecio por los bienes materiales por encima de todo.
El concepto materialismo se define como “una corriente de pensamiento que surge por oposición al espiritualismo y considera que lo único real es lo físico. Es la actitud de las personas que conceden un valor excesivo a los bienes materiales, como las propiedades o el dinero.”
Notamos, por esa definición, que el materialismo como filosofía o como actitud, le da la máxima importancia al mundo material, negando o minimizando otros valores reales, como la honestidad, la gratitud, la sinceridad, la generosidad, la decencia, la solidaridad, la prudencia, la docilidad, el autodominio, la sensibilidad, el desprendimiento, el optimismo, el servicio, el sacrificio, la paciencia, la comprensión, la sencillez, la lealtad, el respeto, el perdón, la alegría, la empatía, la humildad, la bondad, la compasión y el amor, valores que quedan relegados a un segundo plano frente al interés desmedido por las cosas materiales; y esa actitud impide ver a Dios en todo lo que nos rodea.
¿Y cuál debe ser nuestra postura? Como discípulos suyos, debemos poner a nuestro Señor Jesús por encima de todo cuanto pensemos, digamos y hagamos, ya que ésta es la forma de manifestar claramente ante los demás, que somos sus seguidores.
Toda nuestra vida debe ser una declaración de que somos seguidores de Jesús y sus enseñanzas. Aun cuando el Señor o sus respuestas se nos presenten de manera distinta a como esperamos.
Muchas personas tienen sus propios proyectos para alcanzar la felicidad, y por la forma en la que acuden a Él, ven a Dios solamente como un sirviente que les ayudará a llevar a cabo esos planes, cuando en realidad Dios tiene sus planes para nuestra felicidad y espera que nosotros hagamos la parte que nos corresponde para que la alcancemos. Pero esto implica que lo consideremos nuestro Señor y Dios y lo tratemos con respeto dándole el honor que merece el creador de todo cuanto existe.
Por eso, cuando debamos enfrentarnos a situaciones difíciles, recordemos que debemos mantenernos firmes en las enseñanzas de Jesús, que dijo: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa.”- “Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo. En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.” Jn 15,10-11 y 16,33
Debemos tener claro que nosotros no podemos mejorar los planes de Dios, y entender que todo lo que Él permite en nuestra vida, aun cuando parezca que va en contra de nuestros intereses o de nuestro bien, ha sido planificado y llevado a cabo por Dios para que seamos bendecidos, felices. Recordemos lo que dice Ro 8,28: “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.”
Y analicemos las cuatro partes de esta cita:
1ª parte Dios dispone todas las cosas. Esto significa que Él actúa en todo cuanto nos sucede para que sus bendiciones lleguen a nuestra vida.
2ª parte Lo hace para bien de quienes le aman. Al amar a Dios, aceptaremos su voluntad y nos comportaremos según sus normas, mandamientos y enseñanzas. Si lo hacemos, y cumplimos también con la tercera parte:
3ª parte Para bien de los que Él ha llamado. Cada uno podemos decir si hemos escuchado Su llamado y si hemos respondido positivamente y le seguimos, si nos hemos propuesto conocer su voluntad, sus mandamientos y decretos que se encuentran en la Biblia para guiarnos, Si así ha sido recibiremos abundantes bendiciones como dice la cuarta parte
4ª parte Según su designio, según su plan. Pues el plan de Dios para cada uno, es de que disfrutemos de una vida plena y abundante, la vida de amor, paz y gozo que Jesús vino a darnos como dice Jn 10,10b. Pero, así como hay bendiciones que recibimos sin condiciones, hay otras que, para recibirlas, debemos cumplir con las condiciones que están claramente establecidas en las Sagradas Escrituras, y es por ello que debemos conocer su contenido. Si todo cuanto hacemos es por amor a Dios, nada será una carga difícil de llevar.
Stg 1,12 nos motiva cuando dice: “Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman.”
Detrás de esas situaciones que nos parecen malas, como pueden ser las enfermedades, el cansancio, el dolor, las dificultades, los problemas económicos o familiares; siempre encontraremos a Jesús, que está con nosotros para ayudarnos, aunque no le escuchemos.
Cometeremos un gran error si no logramos ver en esos momentos difíciles la respuesta de Dios, pero para hacerlo necesitamos fe, pues su respuesta no será siempre percibida. Por ello, si miramos con fe las dificultades que nos presenta la vida, terminaremos dando gracias por ellas, porque el Señor se nos presentará donde menos lo esperamos, porque Él responde, aunque no le escuchemos.
Pidámosle al Señor que aumente nuestra fe y nos permita ser sensibles a su presencia y a sus respuestas, aunque no las escuchemos. Que así sea.